206 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Cuando Jesús llega allí…
Sin siquiera saludarlo le dicen:
– Así pues, continúas violando el sábado.
No obstante todos los reproches que se te han hecho.
¿Y así quieres que se te respete como a un enviado de Dios?
Jesús responde:
– ¿Enviado?
Mucho más: como a su Hijo.
Porque Dios es mi Padre.
Si no me queréis respetar; no lo hagáis.
Pero Yo no dejaré de cumplir con mi Misión por esto…
¿Así que sigues violando el sábado, a pesar de todas las recriminaciones que se te están haciendo?
¿Y Tú quieres que se te respete como enviado de Dios
– ¿Enviado?
Más que como enviado. Como Hijo, porque Dios es mi Padre.
Si no me queréis respetar, absteneos de hacerlo;
pero no por ello interrumpiré el cumplimiento de mi misión.
Dios no deja de actuar ni un instante.
Incluso en este momento mi Padre actúa.
Y Yo también, porque un buen hijo hace lo que hace su padre, y porque he venido al mundo para actuar.
Se va acercando gente para oír la disputa.
Entre estas personas hay algunos que conocen a Jesús, otros que han recibido de Él algún beneficio.
Otros que lo ven por primera vez.
Algunos lo quieren, otros lo odian, muchos son neutros.
Los apóstoles forman núcleo con el Maestro.
Margziam está asustado y pone una cara casi de llorar.
Entonces sigue una larga disputa en la que Jesús refuerza su Identidad.
Y los fariseos se empeñan en rechazarlo.
Los judíos (mezcla de escribas, fariseos y saduceos)
expresan a gritos su escándalo:
– ¡Qué osadía!
– ¡Se dice Hijo de Dios!
– Sacrilegio!
– ¡Dios es el que es y no tiene hijos!
– ¡Pero hombre, llamad a Gamaliel!
– ¡Llamad a Sadoq!
– ¡Reunid a los rabíes!
– ¡Que oigan esto y lo rebatan!
Jesús dice con calma:
– No os agitéis.
Llamadlos.
Os dirán, si es verdad que saben, que Dios es uno y trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y que el Verbo o sea el Hijo del Pensamiento ha venido como estaba profetizado,;
para salvar del Pecado a Israel y al mundo.
Soy el Mesías anunciado.
No hay sacrilegio por tanto, si doy al Padre el nombre de Padre mío.
Vosotros os inquietáis;
porque hago milagros, porque con ello atraigo hacia Mí a las muchedumbres y las convenzo.
Me acusáis de ser un demonio porque obro prodigios.
Pero Belcebú está en el mundo desde hace siglos y verdaderamente, no le faltan devotos adoradores…
¿Y por qué no hace las obras que Yo hago?
La gente comenta bisbiseando:
– ¡Es verdad!
¡Es verdad!
– Nadie hace lo que Él.
Jesús continúa:
– Os respondo Yo.
Es porque Yo sé lo que él no sabe y puedo lo que él no puede.
Si hago obras de Dios, es porque soy Hijo de Dios.
Uno por sí solo no puede hacer sino aquello que ha visto hacer.
Yo, que soy Hijo, siendo Uno con Él eternamente, no distinto ni en Naturaleza ni en Poder;
no puedo hacer sino lo que he visto hacer al Padre.
Todo lo que hace el Padre lo hago Yo también, que soy su Hijo.
Ni Belcebú ni otros pueden hacer lo que Yo hago, porque ni Belcebú ni los otros saben lo que Yo sé.
El Padre me ama a Mí, que soy su Hijo; me ama sin medida, como Yo lo amo.
Por ello me ha mostrado y me sigue mostrando todo lo que Él hace, para,que haga lo que Él hace:
Yo, en la tierra, en este tiempo de Gracia; El, en el Cielo, desde antes que el Tiempo existiera para la tierra.
Y me mostrará obras cada vez mayores, para que Yo las haga
y vosotros os quedéis maravillados.
Su Pensamiento piensa inagotablemente
Yo lo imito cumpliendo inagotablemente aquello que el Padre piensa y con el pensamiento quiere.
Todavía no sabéis cuán inagotablemente crea el Amor.
Nosotros somos el Amor.
No hay limitaciones para Nosotros, ni hay cosa alguna que no pueda ser aplicada, en los tres grados del hombre:
el inferior, el superior, el espiritual.
En efecto, de la misma forma que el Padre resucita a los muertos y les devuelve la vida,
Yo, el Hijo, puedo dar la vida a quien quiero.
Es más, por el amor infinito del Padre al Hijo, tengo concedido no sólo devolver la vida a la parte inferior;
sino también – y más aún – a la superior…
Liberando el pensamiento del hombre de los errores mentales y su corazón de las malas pasiones.
Y a la parte espiritual, devolviendo al espíritu su libertad del pecado;
porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha dejado todo juicio en manos de su Hijo,
pues el Hijo es el que, con su propio sacrificio, ha comprado a la Humanidad para redimirla.
El Padre lo hace por justicia, porque es justo dar a quien con su moneda paga.
Y para que todos honren al Hijo como ya honran al Padre.
Sabed que si separáis al Padre del Hijo o al Hijo del Padre…
Y no os acordáis del Amor, no amáis a Dios como se le debe amar, con verdad y sabiduría;
antes bien cometéis herejía porque dais culto a uno sólo mientras que son una admirable Trinidad.
Por tanto, el que no honra al Hijo es como si no honrase al Padre;
porque el Padre, Dios, no acepta adoración a una sola parte de Sí;
sino que quiere que se adore su Todo.
Quien no honra al Hijo no honra tampoco al Padre, que lo ha enviado por pensamiento perfecto de amor;
niega por tanto, que Dios sepa hacer obras justas.
En verdad os digo que quien escucha mi palabra y cree en Quien me ha enviado,
tiene la Vida Eterna y no será condenado.
Sino que pasará de muerte a vida, porque creer en Dios.
Y aceptar mi palabra quiere decir infundir en sí la Vida que no muere.
Llega la hora – para muchos ya ha llegado – en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios,
y aquel que la haya oído resonar, vivificadora, en el fondo de su corazón, vivirá.
Jesús, con el don de ciencia infusa mira fijamente a uno de los fariseos,
y pregunta:
– ¿Qué dices tú, escriba?
– ¡Digo que los muertos no oyen y que estás desquiciado!
– El Cielo te persuadirá de que no es así.
Y de que tu saber es cero respecto al de Dios.
Habéis humanizado de tal forma las cosas sobrenaturales,
que ya sólo dais a las palabras un significado inmediato y terreno.
Habéis enseñado la Haggada según fórmulas fijas, vuestras;
sin esforzaros en comprender las alegorías en su auténtica verdad.
Y ahora, en vuestro ánimo, cansado del agobio de una humanidad que triunfa sobre el espíritu,
no creéis ni siquiera en lo que enseñáis.
Y ésta es la razón que explica el que ya no podáis luchar contra las fuerzas ocultas.
La muerte de que hablo no es la de la carne, sino la del espíritu.
Vendrán los que oyen con sus oídos mi palabra y la acogen en su corazón y la ponen en práctica.
Éstos, aunque hayan muerto en el espíritu, volverán a vivir, pues mi Palabra es Vida que se infunde.
Y Yo la puedo dar a quien quiera, ya que poseo la perfección de la Vida;
porque así como el Padre tiene en Sí la Vida perfecta,
el Hijo recibió del Padre la Vida en Sí mismo, perfecta;
completa, eterna, inagotable y comunicable.
Junto con la Vida, el Padre me ha dado el poder de juzgar, porque el Hijo del Padre es el Hijo del hombre.
Y puede y debe juzgar al hombre.
No os maravilléis de esta primera resurrección – la espiritual – que realizo con mi Palabra.
Veréis otras más asombrosas todavía, más asombrosas para vuestros sentidos pesados;
porque en verdad os digo que no hay cosa mayor que la invisible – pero real – resurrección de un espíritu.
Se acerca la hora en que la voz del Hijo de Dios penetrará en los sepulcros…
Y todos los que están en ellos la oirán:
Quienes hicieron el bien saldrán para ir a la resurrección de la Vida eterna;
quienes hicieron el mal, a la resurrección de la condena eterna.
No digo que esto lo hago, y lo haré, por Mí mismo, sólo por mi propia voluntad;
sino por la voluntad del Padre y la mía.
Hablo y juzgo según lo que escucho.
Y mi juicio es recto porque no busco mi voluntad, sino la del que me ha enviado.
Yo no estoy separado del Padre;
estoy en Él y El en Mí.
Conozco su Pensamiento y lo traduzco en palabras y en obras.
Vuestro espíritu incrédulo, que no quiere ver en Mí,
sino a un hombre semejante a todos vosotros;
no puede aceptar lo que digo para dar testimonio de mí mismo.
Pues bien, hay otro que testifica en mi favor.
Vosotros decís que lo veneráis como a un gran profeta.
Yo sé que su testimonio es verdadero, pero vosotros, que decís que lo veneráis, no aceptáis su testimonio;
porque no es conforme a vuestro pensamiento, que me es hostil.
No aceptáis el testimonio del hombre justo, del Profeta último de Israel,;
porque en lo que os gusta decís que es simplemente un hombre y que puede equivocarse.
Habéis enviado a personas para que preguntasen a Juan;
esperando que dijera de Mí lo que queríais, lo que pensáis de Mí, lo que queréis pensar de Mí.
Pero Juan ha dado un testimonio verdadero que no habéis podido aceptar.
Como el Profeta dice que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios;
vosotros, en el secreto de vuestros corazones, porque tenéis miedo al pueblo
decís del Profeta lo mismo que del Cristo: que está loco.
Bueno, Yo tampoco recibo testimonio del hombre, aunque éste sea el más santo de Israel.
Os digo: era la lámpara encendida y luminosa;
pero vosotros poco tiempo habéis querido gozar de su luz;
cuando esta luz se ha proyectado sobre Mí, para daros a conocer la verdadera realidad del Cristo;
habéis dejado que pusieran la lámpara bajo el celemín y ya antes,
habéis levantado entre ella y vosotros una pared,
para no ver a su luz al Cristo del Señor.
Yo le agradezco a Juan su testimonio; también el Padre se lo agradece.
Juan, por este testimonio, recibirá un gran premio; por esto seguirá ardiendo en el Cielo;
será, de entre todos los hombres, el primer sol que resplandecerá arriba;
ardiendo como arderán todos los que hayan sido fieles a la Verdad.
Y hayan tenido hambre de Justicia.
De todas formas, dispongo de un testimonio mayor que el de Juan.
Este testimonio son mis obras, porque Yo hago las obras que el Padre me ha encargado.
Y ellas testifican que el Padre me ha enviado y me ha dado todo poder.
Así, el Padre mismo, que me ha enviado, es quien da testimonio en mi favor.
Vosotros nunca habéis oído su Voz ni visto su Rostro;
pero Yo lo he visto y lo veo, la he oído y la oigo.
En vosotros no mora su Palabra porque no creéis en su enviado.
Investigáis la Escritura porque creéis que podéis obtener, conociéndola, la Vida eterna.
¿No os percatáis de que son precisamente las Escrituras las que hablan de mí?
¿Por qué entonces, os obstináis en no venir a mí para tener la Vida?
porque rechazáis todo cuanto es contrario a vuestras enquistadas ideas.
Os falta humildad. No sois capaces de decir:
“Me he equivocado.
Éste, o este libro, están en lo cierto y yo en el error”.
Esto habéis hecho con Juan y esto hacéis con las Escrituras y con el Verbo, que os está hablando.
Ya no sois capaces ni de ver ni de entender; en efecto, estáis fajados de soberbia
y saturados de vuestras ensordecedoras voces.
¿Creéis que hablo así buscando ser glorificado por vosotros? No.
Habéis de saber que ni busco ni acepto gloria de los hombres.
Lo que busco y quiero es vuestra salvación eterna.
Ésta es la gloria que busco, mi gloria de Salvador;
que no puede existir si no tengo espíritus salvados y que aumenta en la medida de los salvados que tengo;
que deben dármela los espíritus salvados y el Padre, Espíritu purísimo.
Pero vosotros no seréis salvados.
Os he conocido en lo que sois.
No tenéis en vosotros el amor de Dios.
No tenéis amor.
Por eso no venís al Amor, que os habla,.
Y no entraréis en el Reino del Amor.
Allí no os conocen.
os conoce el Padre, porque vosotros no me conocéis a mí, que estoy en el Padre.
Vengo en nombre del Padre mío y no me recibís;
pero, eso sí, estáis preparados para recibir a cualquiera que venga en nombre de sí mismo,;c
on tal de que diga lo que a vosotros os gusta.
¿Decís que sois espíritus de fe?
No, no lo sois.
¿Cómo vais a poder creer vosotros que os mendigáis la gloria unos a otros…
y no buscáis la gloria del Cielo, que sólo procede de Dios?
La gloria es la Verdad, no un juego de intereses que no pasan de este mundo;
que lisonjean sólo a la humanidad viciosa de los degradados hijos de Adán.
No creáis que os voy a acusar delante del Padre. Otro os acusa:
ese Moisés en quien esperáis.
Os recriminará por no creer en él, dado que no creéis en Mí;
porque Moisés habló de Mí y vosotros no me reconocéis según lo que dejó escrito de Mí.
Si no creéis en las palabras de Moisés, el grande por quien juráis;
no podéis creer en mis palabras, en las palabras del Hijo del hombre, en quien no tenéis fe.
Esto es, humanamente hablando, lógico.
Pero es que aquí estamos en el campo del espíritu.
Y están siendo cotejadas vuestras almas.
Dios las observa a la luz de mis obras y coteja vuestras obras con lo que he venido a enseñar…
Y Dios os juzga.
Yo me voy.
Por mucho tiempo no me volveréis a encontrar.
Y tened en cuenta que no es un triunfo vuestro;
sino un castigo.
Y Jesús se abre paso entre la multitud…
En parte muda.
En parte expresiva (musitando su aprobación, sólo bisbiseando, por miedo a los fariseos),
Y se aleja.