224 DESTRUYENDO EL RESPETO HUMANO14 min read

224 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Mucha gente pasea en el malecón, cuando la barca de Pedro atraca en el pequeño puerto de Tiberíades.

En cuanto la barca se detiene, algunos de los que estaban paseando cerca del espigón;

se acercan enseguida para averiguar quién ha llegado.

Hay personas de todas las condiciones sociales y nacionalidades.

Por esto, las largas vestiduras hebreas de los más variados colores;

las melenas y las barbas majestuosas de los israelitas;

se mezclan con las vestiduras de lana cándida, más cortas y sin mangas;

además de los rostros rasurados y cabelleras cortas de los romanos.

Hay muchas cortesanas entre los romanos y los griegos;

que no titubean en mostrar sus amores en público.

Y algunos llaman por su nombre a varios israelitas,

entre los que no faltan los poderosos Fariseos con sus vestiduras lujosas llenas de franjas.

También se distinguen los vestidos aún más cortos, que cubren los cuerpos esbeltos y perfectos, de los griegos;

que parece hubieran asimilado hasta en las poses, el arte de su lejana nación.

Pues son como estatuas de dioses, que hubieran bajado a la tierra en cuerpos de hombres:

envueltos en artísticas túnicas.

Rostros clásicos y armoniosos, bajo melenas ensortijadas y perfumadas,

brazos cargados de pulseras, que destellan al ejecutar estudiados ademanes.

Entremezcladas destacan muchas cortesanas;

porque ni los romanos ni los helenos, vacilan en mostrar públicamente sus amores;

en las plazas y caminos.

Los palestinos sin embargo se abstienen de esto último;

aunque luego dentro de sus lujosas casas;

practiquen alegremente el amor libre, con mujeres públicas

Esto se ve claramente porque las cortesanas, a pesar de las miradas amenazadoras de los interpelados,

llaman familiarmente por el nombre propio a no pocos hebreos; 

entre los que no falta un engalanado fariseo.

Jesús se dirige resuelto hacia el centro de la ciudad;

donde se reúnen los patricios y los mercaderes ricos, de las costas de todos los rincones del imperio

Los portales de las termas están llenos de gente elegante;

que discute cual es su atleta favorito en el disco o en la lucha grecorromana.

También charlan de modas, banquetes, concertando citas en sus palacios de mármol;

llenos de arte, esculturas y un mundo inundado de cosas bellas.

Y es precisamente que Jesús va decidido, hacia el lugar en donde la gente más distinguida

y elegante, acostumbra congregarse.   

El círculo más selecto de la gente patricia privilegiada…

De los conquistadores romanos, los educados griegos y alguno que otro cortesano de Herodes,

Además de ricos mercaderes de la costa fenicia, hacia la parte de Sidón y Tiro;

porque están hablando de esas ciudades, de intercambios mercantiles y de barcos.

Los pórticos exteriores de las termas están llenos de esta gente muy rica, elegante y ociosa;

que utiliza su tiempo discutiendo de temas variados;

algunos bastante frívolos y muy banales;

como el discóbolo favorito o el atleta más ágil, lleno de destreza y armónico, de la lucha greco-romana.

O simplemente están distraídos, hablando de modas y banquetes…

Concertando citas para alegres excursiones;

invitando a las más hermosas cortesanas o a las damas que salen perfumadas;

ricamente ataviadas y enrizadas de las termas.

También aluden sus residencias llenas de obras de arte; 

citando escultores famosos y otros personajes;

para afluir a este centro de Tiberíades, marmóreo y artístico como un salón.

Naturalmente, el paso del grupo suscita una gran curiosidad,

que se hace incluso morbosa, cuando hay quien reconoce a Jesús;

porque lo había visto en Cesárea.  

Y todos empiezan a cruzar opiniones, según lo que saben de ÉL,..

El clímax de la espectación alcanza su cúlmen cuando…

Hay  quien cree reconocer a la Magdalena, a pesar de que camine envuelta en su manto…

Con el velo blanco muy caído sobre la frente y las mejillas, de tal manera;

que muy poco se puede ver de su cara, que lleva muy inclinada.

Caminando igual que las demás mujeres hebreas, pudorosas, humildes y modestas.

Y ella va velada, con la cabeza tan baja, que es prácticamente irreconocible…

Un romano dice: 

–     Es el Nazareno que curó a la hija de Valeria.

Y otro romano responde: 

–     Me gustaría ver un milagro.  

Otros agregan:  

–     Yo querría oírle hablar.

–     Dicen que es un gran filósofo.

–     ¿Le decimos que hable? – propone un griego.

Varios lo disuaden: 

–     No te entrometas, Teodato.

–     Predica nubes.

–     Le habría gustado al trágico para una sátira – responde otro griego.

Otro patricio observa burlón: 

–     Cálmate, Aristóbulo.

–     Parece que ahora ha bajado de las nubes y camina en tierra firme.

Y alguien pregunta:

–     ¿No ves que va acompañado de mujeres jóvenes y bellas? 

–     Parece tener éxito con ellas… 

ahora mismo va siguiéndolo, todo un séquito.  

Y las admiran sin disimulo….

Es entonces cuando un griego la reconoce,

y exclama:

–     ¡Pero si aquella es María de Mágdala! 

–      ¡Quéee…!  

–     ¡¿María de Teófilo, no puede ser…?!

Y luego llama:

–     ¡Lucio! ¡Cornelio! ¡Tito!

¡Ved allí a María!

Los aludidos contestan al mismo tiempo:

–    ¡No es ella!  

—    ¡¿María de Teófilo, no es así….!?

–   ¿María ataviada de ese modo?

–   ¿Estás borracho, Ulises?

Ulises afirma:

–    Es ella.

Te lo apuesto.

A mí no puede engañarme, aunque se haya disfrazado así…  

–    ¡Verifiquémoslo!

Otro grupo de patricios señalándola,

 debaten:

–      ¿Ya vieron a María de Teófilo?

–    ¡Oye, mirad a María, está ahí!

–   ¿¡Has perdido la razón?

–   ¡Sí, es María! 

Varios discrepan: 

–     ¡No hombre no!

–     ¡No, no es ella!

–     ¿¡María así!?

–     ¡Te hizo daño el vino de ayer!

–    ¡NO! ¡Aún sigue ebrio!  

–    ¡Claro que es María de Teófilo!

–     ¡Te digo que es ella!

—    No, no es ella.

–    ¡No me puedo equivocar, a pesar de que vaya tan cubierta! 

–    ¡Veremos!

Romanos y griegos se precipitan en masa detrás del grupo apostólico,

que está atravesando al sesgo, la enorme plaza llena de gente, de estatuas, pórticos y fuentes.

En donde paulatinamente va engrosando el grupo de curiosos, que discuten la identidad; 

del personaje velado que se ha convertido en el centro de la discusión…

Y que camina en silencio, en medio del grupo de hebreos que forma el séquito;

como si estuvieran azorados, detrás de Jesús…  

Hay también un grupo de mujeres que se unen a estos curiosos.

Precisamente una de ellas, es la que se apresura a ponerse casi debajo de la cara de María;

para verla mejor y…

Al comprobar que es ella y no otra;

se paraliza y queda de piedra. 

Otra que siguió a la primera,

le pregunta:

–    « ¿Por qué estás disfrazada así?»

Y ríe burlona.

Otra más que la siguió,

y se ha quedado estupefacta al comprobar que es ella.

cuestiona pasmada: 

–   ¡¿Qué haces en esas trazas?!

Y su pregunta llena de sarcasmo,

explota en una sonora carcajada….  

Que se une a otras llenas de admiración e incredulidad.

Y rechiflan, rasgando el aire de la la imponente plaza de Tiberíades…

María se detiene.

Se yergue.

Levanta su mano y echando el velo hacia atrás;

descubre su hermoso rostro;

con su impactante belleza natural. 

¡Ya no queda ninguna duda!

Con su porte de señora poderosa;

su voz desafiante rasga el aire….

Cuando declara victoriosa: 

–     SOY YO.

¡Sí, soy yo! 

¡ ¡ ¡ SOY YO ! ! !

La primera mujer, que sólo había enmudecido por su asombro total,

le dice:  

–    ¡Eso está mal!

No te envilezcas a ti misma.

Magdalena replica:

–     Hasta ayer he sido vil, Silvia.

De ahora en adelante ya no.  

La determinación que vibra en sus palabras, certifica que…

Ha vuelto a ser la María de Mágdala dominadora…

Poderosa sobre todo lo despreciable y dueña de sí misma.

Completamente dueña ya de sus impresiones; 

que expresa con su espléndida voz y con resplandores en sus preciosos ojos

–     Soy yo.

¡ ¡ ¡  S Í  ! ! !

Y me quito el velo para que no penséis que me avergüenzo de estar con estos santos.

La mujer dice:

–    ¡Oh! ¡Ah!…  

 ¡María con los santos!

Le contesta un coro de reprobación: 

–     ¡Oh!….

¡También se volvió santa!

–    ¡María ahora va con los santos!

–    ¡Pero mujer, estás equivocada!

     ¡Ven, estos viven muertos, déjalos!

–    ¡No te degrades a ti misma!   

María contesta desafiante: 

–     Hasta ahora he vivido degradada.  

¡Pero eso se acabó…!

Varios del grupo de patricios,

exclaman RUIDOSAMENTE: 

–     ¿Estás loca?

–     ¡¿Te volviste fanática religiosa?!

–     ¿Es un capricho?

–    O ¡¡¿Preferiste cambiar de estrategia, para conquistarlo?!! 

–     ¡Eres una mujer muy hermosa! 

–     ¡Tú no necesitas esto! 

–     ¡¿Tampoco vas a desperdiciar la vida con estupideces?!  

¿ O sí…!

Y el coro masculino apoya: 

–     ¡Bella es la vida!

–    ¡Y muy corta para disfrutarla!

Un joven moreno, de cara zorruna, pero no obstante muy apuesto.

le dice:

–    Ven, que sabré estar por encima de todos, en hacerte feliz….

Y otro romano que le hace señales con ojos muy expresivos;

señalando adelante al Maestro, que ya se ha alejado de ellos; 

burlonamente la invita:

–      Mejor ven conmigo.

Soy más hermoso y más alegre, que aquella plañidera con bigotes;

que hace amarga la vida… 

Y la convierte en un funeral.  

¡¡¡La vida es muy corta y la desperdicias con estupideces!!!

Y un aluvión de críticas irrepetibles; 

envuelve a María, como si fuera una marejada…

El clamor que se escucha por todas partes de la plaza,

es como el rumor creciente del aluvión inesperado; 

bajando por el torrente, sobre una escarpada pendiente….

Sus antiguos compañeros de disipación,

le insisten:

–     ¡La vida es hermosa!

–     Un triunfo.   

–     Una orgía de placeres.

–     Ven.

Sabré ser mejor que todos, para hacerte feliz.

Cuando otro más audáz, intenta tocarla,

ella se aparta diciendo:

–     ¡Retírate Lucio!

¡No me toques!…  

El hombre que anteriormente fuese uno de los favoritos,

la mira pasmado e incrédulo…. 

Entonces el grupo masculino, se convierte en una jauría de acosadores…

El griego la invita: 

–    ¡Vámos María!

Todos juntos, la hemos pasado estupendamente…  

Otro más: 

–     ¿Te atreverás a negarlo?  

El romano Tito: 

–   ¿De verdad estás dispuesta a no disfrutar;

lo que sabes muy bien que no podemos rechazar? 

El herodiano: 

–    ¡Nuestra vida es la Fiesta y la alegría! 

Y no admite a nadie avinagrado…

Cornelio dice zalamero: 

–    El deleite que proporciona…

¿También piensas rechazarlo?

María se yergue más aún;  

con sus ojos relampagueantes de determinación…

Defendiéndose con una dignidad, que yacía dormida, olvidada…

exclamando con fuerza irrebatible:   

–     ¡Y me produce náuseas!

El griego replica con ironía: 

–     ¡Hasta hace poco era tu vida, eh! 

Un herodiano con una risita maliciosa,

se burla: 

–     ¡Ahora…!

¡Nos quiere demostrar que es como una virgen!  

María responde decidida: 

–     Habéis dicho bien.

La vida que lleváis es una orgía…

Y de las más vergonzosas.

¡ T e n g o  A S C O  d e  e l l a !

Ulises le reclama con ironía:

–      ¡Oh, oh!

Hasta hace poco, también era tu vida.

El herodiano se burla,

repitiendo:

–    ¡Es que ahora la hace de virgen pudorosa!

¡Una excelente fantasía, para un juego diferente…!

Con enorme sarcasmo,

Cornelio replica:

–      ¡Hechas a perder a los santos!

Y Tito:

–     Tu Nazareno va a perder la aureola contigo.

¡Ven con nosotros!

Los romanos insisten: 

–     ¡Tú desacreditas a los santos!

–    ¡No pretenderás ser una vestal..!

–    Ven con nosotros. nos divertiremos como nunca…- insiste el griego.

María se yergue más desafiante,

Y exclamando:

–      ¡Mejor hagamos algo distinto!

¡Venid vosotros a seguirlo conmigo!

La respuesta es un coro de risotadas y burlas.

Sólo un anciano romano muy serio, que viste una toga consular,

exclama:

–     ¡Respetad a esa mujer!    

Pero nadie le hace caso

Magdalena rebate:

–     ¡Vámos!

Mejor venid vosotros conmigo detrás de Él.

Dejad de ser bestias y tratad por lo menos de buscar, alcanzar a ser hombres.

Le responde un coro de carcajadas y de burlas.

El mismo viejo romano interviene en su favor,

y les reclama:

–      Respetad a una mujer.

Ella es libre de hacer lo que quiera.

Yo la defiendo.   

Y el coro de burlas cambia de objetivo: 

–     ¡El demagogo!

–    ¡Mira lo que dice! 

–    ¡A Crispo se le contagió la locura!  

Cornelio le pregunta:

–     ¿Te hizo daño el vino de anoche?

Varios apoyan:

–    ¡Solo tú faltabas!

–    ¡El Demagogo tedioso!

–     ¡Oídlo!

Tito responde:

–     ¡No!

Lo que pasa es que está hipocondríaco, porque le duele la espalda. 

Ulises aconseja:

–      Vete con el Nazareno para que te la rasque.

El anciano romano replica fastidiado: 

–     ¡No!….

Voy…

Pero para que me quite el fango que he cogido al contacto con vosotros.

Varios lo rodean y un coro de carcajadas le responde: 

–   ¡Oh, Crispo!

–    A los sesenta años te hemos corrompido.   

–    ¡¿También buscarás cambiar de vida?!  

–     ¡Creo que ya padece demencia senil! 

Mas el hombre al que han llamado Crispo, no se preocupa de que se burlen de él

Pues ya no les hace caso y se apresura a ir detrás de Magdalena.

Que está tratando de alcanzar al Maestro, que ya se ha detenido a la sombra de un hermoso edificio;

que se extiende en forma de exedra, sobre los lados de la plaza.

Donde Jesús ya está batallando con un escriba que le reprocha haber venido a Tiberíades…  

Y… con esa compañía.

Jesús pregunta: 

–     ¿Y tú?

¿Por qué estás aquí?

Esto respecto al hecho de estar en Tiberíades.

Te digo además, que es en Tiberíades precisamente;

donde también hay almas a las que es necesario salvar.

Y más que en otros lugares…

Le reafirma Jesús. 

El escriba le apostrofa: 

–     No se les puede salvar:

Son gentiles, paganos, pecadores.  

Jesús responde firme y dulcemente: 

–     He venido para los pecadores.

Para dar a conocer al Dios verdadero.

A todos.

También para ti he venido.

El escriba dice altanero:

–     No tengo necesidad de maestros.

¡Ni de redentores!

Soy puro y docto.

–     ¡Si al menos lo fueras como para conocer tu estado!

–     ¡Y Tú como para saber cuánto te comprometes…!

¡Con la compañía de una meretriz!

–     Te perdono.

También en su nombre.

Ella con su humildad, anula su pecado;

tú por tu soberbia, aumentas al doble tus culpas.  

–     No tengo culpas.

–     Tienes la culpa capital:

No tienes amor.

El escriba dice:

–     ¡Raca! 

Se voltea y le da la espalda.  

Magdalena se angustia…

Y exclama: 

–     ¡Por mi culpa, Maestro!

Y al ver la palidez de María Virgen,

dice llorando:

–    «Perdóname.

Hago que insulten a tu Hijo.

 ¡Me retiraré!…  

Y cuando trata de hacer el intento para irse….

Jesús dice con autoridad:

–     ¡NO!

Tú te quedas donde estás.

Lo quiero…

Y hay en sus ojos relampagueantes, una majestad que infunde miedo.

Que lo vuelve irresistible  a la mirada.

Y luego, con dulzura y más suavemente,  

Jesús repite: 

–     «Tu te quedas donde estás

Y si alguno no te soporta a su lado;

será él y sólo él, quien se marchará…

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