233 EL SECRETO DE LA FORTALEZA15 min read

233 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

247 LA MEDITACION Y la Oración Mental 

Las estrellas todavía iluminaban el firmamento y aún no había movimiento de pobladores;

cuando la comitiva apostólica dejó atrás la tierra de Nazareth.

Conforme avanza la mañana y el sol ilumina el panorama, el grupo se va adelantando cada vez más…

Entran en una cañada entre dos colinas verdes y muy bien cultivada;;

que el rocío las conserva brillantes y frescas, al contacto con el sol.

Luego siguen por unos valles que acometen el monte por caminos difíciles, pedregosos, estrechos.   

Y suben y bajan, perdiendo horizontes, recuperándolos de nuevo, hasta que llegan a un valle profundo;

por una  bajada inclinadísima, por la que como dice Pedro, sólo las cabras se sienten contentas.

A continuación se internan en el bosque para atravesarlo.

Y bajar al valle donde está el camino que los llevará a Judea.

Santiago de Zebedeo pregunta a Jesús:

–       ¿Dónde vamos a detenernos, Señor mío?  

Jesús responde:

–     En Belén de Galilea.

Pero durante las horas más calurosas haremos una pausa en el monte que domina Meraba.

Así tu hermano se sentirá otra vez dichoso al ver el mar.

Y Jesús sonríe al recordar, cómo su discípulo amado se elevó en contemplación;

transformándose en apóstol de la Luz…

luego concluye:

–     Nosotros los hombres podríamos haber avanzado más…

Pero detrás vienen las discípulas.

Aunque jamás se lamentan, no debemos cansarlas en exceso.

Bartolomé admite:

–     Jamás se lamentan, es verdad.

Nosotros somos más propensos a hacerlo.

Pedro comenta:

–    Y sin embargo…

Están menos acostumbradas que nosotros a esta vida.

Tomás interviene:

–    Tal vez por eso lo hacen con más gusto.

Jesús dice:

–     No, Tomás.

Lo hacen de buen grado y por amor.

Mi Madre y todas, son mujeres de hogar.

Ni mi Madre ni las otras mujeres como María de Alfeo, Salomé y Susana, dejan así con gusto la casa;

para ir por los caminos del mundo y con la gente

Ni tampoco Martha y Juana -cuando venga-, porque no están acostumbradas a estas fatigas…

No lo harían gustosas, si el amor no las impulsase.

Respecto a María Magdalena;

Solo un poderoso amor le puede dar fuerzas para soportar este tormento.

Judas replica:

–    ¿Por qué se lo impusiste, si sabes que es tortura?

No es buena cosa, ni para ella ni para nosotros.  

–    Es necesario….

Ninguna otra cosa podría persuadir al mundo de su indudable conversión;

que es una demostración clara.

María quiere convencer al mundo de que ha cambiado.

Su separación del pasado ha sido perfecta.

Es completa.

–     ¡Eso habrá que verlo!

Todavía es pronto para afirmarlo.

Una vez que uno se ha acostumbrado a un tipo de vida…

Difícilmente se separa del todo.

Nos hacen volver a él amistades y nostalgias –

Mateo le pregunta;

–      Entonces,

¿Tú sientes nostalgia de tu vida de antes?

–   ¿Yo?…

¡No! ¡Claro que no!

Soy un hombre que ama al Maestro…

Y tengo en mí, medios que me sirven para perseverar en mi propósito.

Pero, ella es una mujer.

¡Y qué mujer!

Luego, aunque estuviese muy firme;

no es nada agradable tenerla con nosotros.

Si nos encontramos con rabíes o sacerdotes y grandes fariseos;

pensad que no será placentero el momento.

De antemano me siento enrojecer de vergüenza.

Jesús dice:

–    No te contradigas Judas.

Si realmente has roto los puentes con e1 pasado, como pretendes decir,

¿Por qué te duele tanto, el que una pobre alma nos siga para completar su transformación en el Bien?

–    Por amor, Maestro.

Yo también lo hago todo por amor. por Ti.

–     Entonces perfecciónate en este amor tuyo.

Un amor, para serlo verdaderamente, jamás debe ser exclusivista.

Cuando uno sabe amar sólo un objeto y no sabe amar ningún otro, amado por el objeto de su amor;

demuestra que no está en el verdadero amor.

El amor perfecto ama, con las debidas gradaciones, a todo el género humano, a los animales y plantas;

estrellas y agua,

¡A toda la Creación!

Porque todo lo ve en Dios.

Ama a Dios como conviene y ama todo en Dios.

Mira que el exclusivismo en amor, es muchas veces egoísmo.

Sabe por tanto, llegar a amar también a los demás por amor.

Un amor para ser tal, jamás debe ser posesivo, ni exclusivista;

porque eso no es amor, es Odio.

Debes amar a todos los niveles y con todas las fuerzas.

–    Sí, Maestro.

Entretanto, el objeto del contraste de opiniones va con las otras mujeres, al lado de María;

sin pensar que es la causa de todo ese debate.

Llegan a Yafia.

La atraviesan.

La dejan atrás

Ninguno de sus habitantes ha dado muestras de desear seguir al Maestro, ni tratan de detenerlo.  .

Prosiguen…

Los apóstoles inquietos, por la indiferencia del lugar…

Y Jesús tratando de calmarlos.  

El valle se extiende y ellos continúan en dirección oeste.

Al fondo se ve el pueblo de Meraba, dispuesto al pie de otro monte.

Y también aquí, se muestran indiferentes.

Los únicos que se acercan a los apóstoles, mientras sacan agua de una fuente que está pegada a una casa… 

Son unos niños.

Jesús los acaricia y les pregunta cómo se llaman.

Los niños por su parte, también le preguntan su nombre…

Quién es, a dónde va y qué hace.

Se acerca también un mendigo semiciego, viejo, encorvado…

Y alarga la mano para pedir una limosna…

Que efectivamente, la recibe. 

Luego siguen el recorrido de su travesía…

Están al sur del promontorio del Carmelo donde no se ve el mar;

porque la cadena que es más alta que el monte donde están, oculta su visión.

Se reanuda la marcha con la subida de otro monte, el que cierra el valle;

en el que vierte las aguas de sus riachuelos…

Ahora reducidos a un hilo de agua o sólo a piedras resecas por el sol.

Pero el camino es bueno.

Se abre primero entre bosques de olivos, luego bosques de otros árboles; 

que entrelazan sus ramas formando una galería verde por encima.

Llegan a la cima, coronada por un susurrante bosque de fresnos,

buscando un lugar para descansar y alimentarse.

Encuentran un manantial, donde pueden refrescarse…

Y pasar algunas horas en la sombra susurrante del aireado bosque.  El grupo se divide:

Y todos se han entregado a alguna actividad…

Alguien decide dormir y eligen la manera más cómoda para lograrlo.  

Alguien conversar en voz baja, para no perturbar a los demás. 

Alguien decide contemplar un panorama y buscan el lugar apropiado…

Los de más edad se duermen cansados.

Las mujeres se han retirado detrás de una cortina flotante de madreselvas en flor…

Y se refrescan en otro minúsculo manantial, derivado del más grande.

Juan se aleja de sus compañeros y va junto con Simón, al punto más alto posible, para ver mejor el panorama.

Jesús se aparta, adentrándose en una zona frondosa, para orar y meditar. ;

Mientras tanto la virgen María, con Marta y Susana están hablando de su casa, ya lejana.

Y María dice que querría tener esa hermosa mata toda en flor, como revestimiento de su gruta. 

La Magdalena, que se había soltado el pelo porque no podía resistir su peso, se lo recoge de nuevo,

y dice:

–      Voy con Juan…

Ahora que está con Simón, a mirar con ellos el mar.

La Virgen agrega:

–   También yo voy.  

Las dos se levantan.

Martha y Susana se quedan con las otras Marías: 

Salomé y la madre de los primos de Jesús, que están durmiendo.

Para llegar a donde los dos apóstoles, deben pasar cerca de la zarza que Jesús ha elegido para retirarse en oración.  

María en voz baja, dice:

–    Mi Hijo encuentra su descanso en la Oración.

La Magdalena le responde:

–    ¡Oh, ahora entiendo!   

Pienso que será indispensable para Él retirarse para mantener ese maravilloso dominio que tiene.

Y que el mundo somete a dura prueba.

¿Sabes Madre?

Hice lo que me dijiste.

Cada noche me aíslo para poder restablecer dentro de mí, la calma que turban demasiadas cosas.

Y luego me siento mucho más fuerte.

–     Por ahora te sientes fuerte.

Más adelante te sentirás bienaventurada.

Créelo, María: tanto en la alegría corno en el dolor, en la paz como en la lucha;

nuestro espíritu necesita zambullirse enteramente en el océano de la Meditación,

para reconstruir aquello que el mundo y las diversas vicisitudes debilitan y derriban.

Y para crear nuevas fuerzas para subir cada vez más.

En Israel se hace uso y hasta abuso de la oración vocal.

No quiero decir que sea inútil, ni que Dios la deteste;

pero sí digo que siempre es mucho más útil para el espíritu la elevación mental a Dios,

la MEDITACIÓN…

Porque es más útil al corazón elevarse a Dios con la mente, en la Meditación.

En la que se contempla su Divina Perfección y nuestra miseria…

O la de tantas pobres almas; no para murmurar de ellas,

sino para compadecerlas, comprenderlas y amarlas; agradeciendo al Señor que nos ha sostenido para no pecar.

O nos ha perdonado, para no dejarnos caídas.

 Y para mostrarnos gratas con el Señor, llegamos realmente a ORAR.

O sea, a amar.

Porque la oración, para que sea realmente oración, debe ser amor.

Si no, es un farfullar de los labios, en los que el alma está ausente.  

Con la Meditación, nos sumergimos en Dios y en sus Obras de Amor…

Y así llegamos a orar realmente con amor.

ALMAS VÍCTIMAS Y CORREDENTORAS

Y con nuestro ofrecimiento…

–       ¡No! ¡Eso no!

–       Por qué?

–      Porque me parece que sería un ofrecimiento sacrílego por mi parte ofrecerle mi corazón… 

¡No puedo!…

–    ¿Por qué?

–     ¿Pero es lícito hablar con Dios teniendo los labios todavía sucios de muchas palabras profanas?

Yo, en mis horas de recogimiento, que hago como me has enseñado tú, mi dulcísima apóstol;

hago violencia a mi corazón, que querría decirle a Dios:

«Te amo»…

–      No hagas eso, hija, no lo hagas.

Tu corazón, ante todo, ha sido consagrado de nuevo por el perdón del Hijo,

Y el Padre no ve sino este perdón. 

Pero, aunque Jesús no te hubiera perdonado todavía…

Y tú, en ignorada soledad;

que puede ser tanto material como moral,,

gritaras a Dios:

«Te amo, Padre. Perdona mis miserias, porque me duelen por el pesar que te causan»…

CREE, CREE, cree María, que el Padre Dios por su parte te absolvería…

Y le sería grato tu grito de amor.

Y… abandónate al amor. No le hagas violencia.

Abandónate, abandónate al amor sin oponerle resistencia;

antes al contrario, deja que el amor adquiera la violencia de un fuego devorador.

El fuego consume todo lo material, pero no destruye nada de aire, porque el aire es incorpóreo. 

Al contrario: lo purifica de los detritos minúsculos que en él esparce el viento y lo hace más ligero).

Aún más; permite que en ti se convierta en un incendio devorador.

Así es el amor para el espíritu: consume antes la materia del hombre, si Dios lo permite;

mas no destruye el espíritu, sino que acrecienta su vitalidad.  

El incendio ardiente del amor consume todo lo que es material y tu espíritu aumentará su vitalidad.

Y se hará puro y ágil para subir a Dios.

¿Ves ahí a Juan?

Es realmente muy joven y con todo, es un águila.

Es el más fuerte de todos los apóstoles.

Porque ha comprendido el secreto de la FORTALEZA y la formación espiritual:

La meditación amorosa.  

–       Pero él es puro, yo… 

Él es un muchacho, yo…

–    Mira a Zelote.

No es jovencillo.

Ha vivido su vida y sufrió mucho en el Valle de los leprosos.

Ha luchado, ha odiado; lo confiesa con sinceridad.

Pero APRENDIÓ A ORAR y ha aprendido a Meditar. 

 Y créeme, también él ha llegado muy alto.

¿Ves? Ambos se buscan porque se sienten iguales y se comprenden.

Han alcanzado la misma edad perfecta del espíritu y con el mismo medio: la Oración Mental. 

Por ella, el muchacho se ha hecho viril en el espíritu.

Por ella, el otro ya mayor y cansado, ha vuelto a una fuerte virilidad completa.

Y ¿Sabes de otro que sin ser apóstol, adelantará mucho y se elevará mucho más alto 

por su tendencia natural a la Meditación que ya lo está formando…. ?

¿Y desde que se hizo amigo de Jesús se ha convertido en él, en una grande necesidad espiritual?

Tu hermano Lázaro…

–    ¡Mi hermano Lázaro!…

¿Mi Lázaro?…

¡Oh, Madre, tú que sabes tantas cosas, porque Dios te las muestra,…

Dime cómo me tratará Lázaro la primera vez que me vea?

Antes guardaba silencio con desdén.

Pero lo hacía porque yo no admitía que me hicieran observaciones.

He sido muy cruel con mis hermanos…

Ahora lo comprendo.

Ahora que sabe que puede hablar…

¿Qué me dirá?

Temo una abierta recriminación suya.

Ciertamente me recordará todas las penas que he causado.

Quisiera presentarme ante él inmediatamente.

Pero tengo miedo.

Antes iba y no me inquietaba siquiera el recuerdo de nuestra madre muerta, ni sus lágrimas;

vivas aún sobre los objetos que usó, lágrimas vertidas por mí, por mi culpa.

Mi corazón era cínico, altanero, desvergonzado, cerrado a cualquier voz que no fuera «maldad y pecado».

Pero ahora yo no tengo ya, la perversa y malvada fuerza del Mal y tiemblo…

¿Qué me hará Lázaro?

¡Oh, Madre! Tengo miedo

Fui muy cruel con mis hermanos.

Dímelo, tú que sabes muchas cosas porque Dios te las muestra, con tu vista espiritual. 

¿Qué me va a hacer Lázaro?

María responde dulcemente:

–     Te abrirá los brazos.

Es como si lo estuviera viendo…

Y te gritará más con el corazón que con  los labios:

‘¡Hermana mía, amada!’

Ha avanzado tanto en Dios, que procederá de este modo.

No tengas miedo.

No te dirá nada del pasado. te está esperando en Bethania…

Está tan formado en Dios…

Y se le hacen muy largos los días de su espera.

Te está esperando a ti, para estrecharte contra su corazón;

para saciar su amor de hermano.  

Para gozarse con la respuesta de sus plegarias…

Si quieres gustar la dulzura de haber nacido del mismo seno, no tienes que hacer nada más, que quererlo como él te quiere.

–      Lo querría aunque me reprendiera.

Me lo merezco.

Lo amaré aunque me eche en cara todo.

Me lo merezco.

–    No. Te amará y nada más.

Sólo te querrá. Sólo esto. 

Han llegado a donde están Simón y Juan.

Además de reposar y comer, también deleitan la vista, porque el panorama es bellísimo.  

Donde hay un nudo de cadenas montañosas y donde la cadena del Carmelo;

en la que se pueden ver las más bellas tonalidades del verde, termina,,; 

Haciendo un incomparable remate frente al oceano.

Allí brilla el mar, abierto, ilimitado, que se extiende con su velo movido por leves olas hacia el norte,

para bañar las orillas que, desde la punta del promontorio formado por el ramal extremo del Carmelo,

suben hasta Tolemaida y las otras ciudades.

Y  se pierde en una ligera niebla hacia la región siro-fenicia. 

Ya han llegado donde Juan y Simón, que están hablando de los futuros viajes.

Ambos se ponen en pie, en signo de reverencia, cuando llega la Madre del Señor.

Y Ella dice:

–     También nosotras venimos a alabar y glorificar al Señor,

por la magnífica belleza en las obras de su Creación.

Simón pregunta:

–      ¿Habías visto antes el mar, Madre?

–      Sí.

Lo he visto.

Y en esa ocasión estaba menos tempestuoso que mi corazón.

Menos salado que mí llanto.

Mientras huía a lo largo del litoral de Gaza, hacia el Mar Rojo.

Con mi Niño entre los brazos y el miedo de Herodes pesando sobre mí, en la espalda.

Yo y José también nos sentimos felices.

De todas formas, la Bondad del Señor, en mil modos;

nos había aligerado el exilio en Matarea.

También lo ví cuando regresamos.

Entonces estaba la primavera en la tierra y en mi corazón.

La primavera del regreso a la patria.

Jesús movía sus manitas, feliz de ver cosas nuevas.

Y María se sumerge en sus recuerdos, para deleite de sus oyentes.

Su conversación sigue mientras a me cesa la capacidad de ver y oír.  

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