265 ¿ERES EL QUE HA DE VENIR?
265 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús está sólo con Mateo, que no ha podido ir con los demás a predicar,
por tener herido un pie.
De todas formas, enfermos y otras personas deseosas de la Buena Nueva llenan la terraza
y el espacio libre del huerto para oírlo y solicitarle ayuda.
Jesús termina de hablar
diciendo:
– Habiendo contemplado juntos la gran frase de Salomón:
“En la abundancia de la justicia está la suma fortaleza”, os exhorto a poseer esta abundancia,
pues es moneda para entrar en el Reino de los Cielos.
Tened con vosotros mi paz y Dios sea con vosotros.
Luego se acerca a los pobres y enfermos, en muchos casos son una y otra cosa juntamente.
Y escucha con bondad lo que cuentan, ayuda con dinero, aconseja con palabras,
sana con la imposición de las manos y con la palabra.
Mateo a su lado, se encarga de dar las monedas.
Jesús está escuchando con atención a una pobre viuda que entre lágrimas,
le narra la muerte repentina de su marido carpintero, en el banco de trabajo,
acaecida pocos días antes:
-Vine corriendo a buscarte aquí.
Todo el parentesco del difunto me acusó de falta de compostura y de ser dura de corazón.
Ahora me maldicen.
Pero había venido porque sabía que resucitabas
y sabía que si te encontraba mi marido resucitaría.
No estabas…
Ahora él está en el sepulcro desde hace dos semanas…
Y yo estoy aquí con cinco hijos…
Los parientes me odian y me niegan su ayuda.
Tengo olivos y vides.
Pocos, pero me darían pan para el invierno, si pudiera tenerlos hasta la recolección.
Pero no tengo dinero,
porque mi marido desde hacía tiempo estaba enfermo y trabajaba poco.
Y para mantenerse, comía y bebía, yo digo que demasiado.
Decía que el vino le sentaba bien…
La verdad es que hizo el doble mal de matarlo a él…
Y de consumir los ya escasos ahorros por su poco trabajo.
Estaba terminando un carro y un baúl;
le habían encargado dos camas, unas mesas y también unas repisas.
Pero ahora…
No están terminados.
Y mi hijo varón solo tiene siete años.
Perderé el dinero…
Tendré que vender los útiles y la madera.
El carro y el baúl ni siquiera los puedo vender como tales, aunque estén casi terminados,
Así que los voy a tener que dar como leña para el fuego.
No va a ser suficiente el dinero;
porque yo, mi madre anciana y enferma y cinco hijos, somos siete personas…
Que no tenemos como sostenernos.
Venderé el majuelo y los olivos…
Pero ya sabes cómo es el mundo…
Donde hay necesidad, ahoga.
Dime, ¿Qué debo hacer?
Quería guardar el banco y las herramientas para mi hijo;
que ya sabe algo de la madera…
Quería conservar la tierra para vivir…
y también como dote para mis hijas…
Jesús está muy atento, escuchando todo esto…
Cuando una agitación de la gente le advierte de que hay alguna novedad.
Se vuelve para ver lo que sucede…
Y ve a tres hombres que se están abriendo paso entre la multitud.
Buscando acercarse para llegar hasta Él.
Jesús reconoce a uno de ellos…
Y entonces se vuelve otra vez hacia la viuda,
para preguntarle:
– ¿Dónde vives?
– En Corozaín, junto al camino que va a la Fuente caliente.
Es una casa baja entre dos higueras.
– Bien. Iré a terminar el carro y el baúl.
De modo que podrás vendérselos a quien los había encargado.
Espérame mañana a la aurora.
La mujer se siente ahogar por el estupor.
Y pregunta:
– ¿Tú?
– Volveré a mi trabajo y te daré paz a ti.
Al mismo tiempo, a esos de Corozaín sin corazón, les daré la lección de la caridad.
– ¡Oh, sí!
¡Sin corazón!
¡Si viviera todavía el viejo Isaac!
¡No me dejaría morir de hambre!
Pero ha vuelto a Abraham…
– No llores.
Vuelve a casa serena.
Con esto tendrás para hoy.
Mañana iré Yo.
La mujer se arrodilla a besarle la túnica y se marcha más consolada.
Uno de los tres hombres que habían llegado y que estaban parados, detrás de Jesús,
esperando a que despidiera a la mujer y que por tanto, han oído la promesa de Jesús.
respetuosamente le pregunta:
– Maestro tres veces santo,
¿Te puedo saludar?
El hombre que ha saludado es Mannaém.
Jesús se vuelve,
y sonriendo, dice:
– ¡Paz a ti, Mannaém!
¡Entonces, te has acordado de Mí!…
– Eso siempre, Maestro.
Había decidido ir a verte a casa de Lázaro y al huerto de los Olivos para estar contigo.
Pero antes de la Pascua apresaron a Juan el Bautista.
Lo prendieron con traición otra vez;
yo temía que en ausencia de Herodes, que había ido a Jerusalén para la Pascua,
Herodías ordenara la muerte del santo.
No quiso ir para las fiestas a Sión, porque decía que estaba enferma.
Enferma, sí: de odio y lujuria…
Estuve en Maqueronte para vigilar y…
refrenar a esa pérfida mujer, que sería capaz de matarlo con su propia mano…
Si no lo hace, es porque tiene miedo a perder el favor de Herodes, que…
por miedo o convicción, defiende a Juan y se limita a tenerlo prisionero.
Ahora Herodías se ha ido a un castillo de su propiedad,
huyendo del calor agobiante de Maqueronte.
Yo he venido con estos amigos míos y discípulos de Juan.
Los ha enviado él con una pregunta para Tí.
Me he unido a ellos.
La gente, al oír hablar de Herodes y comprendiendo quién es el que habla de él,
se arremolina curiosa, en torno al pequeño grupo de Jesús y de los tres hombres.
Tras recíprocos saludos con los dos austeros personajes.
Jesús dice:
– ¿Qué pregunta queríais hacerme?
Uno de los dos dice:
– Habla tú, Mannaém,
Porque sabes todo y eres más amigo.
El hermano de Herodes explica:
– Escucha, Maestro.
Sé comprensivo, si ves que por exceso de amor, en los discípulos nace un recelo
hacia Aquel al que creen antagonista o suplantador de su maestro.
Lo hacen los tuyos, lo hacen igual los de Juan.
Son celos comprensibles, que demuestran todo el amor de los discípulos, hacia sus maestros.
Yo… soy imparcial.
Y lo pueden decir éstos que están conmigo,
Porque os conozco a ti y a Juan y os amo con equidad.
Tanto es así que, aunque te ame a Ti por lo que Eres,
preferí hacer el sacrificio de estar con Juan,
porque lo venero también a él por lo que es.
Y actualmente, porque está en mayor peligro que Tú.
Ahora, por este amor -no sin el soplo rencoroso de los fariseos-
han llegado a poner en duda que Tú eres el Mesías.
Y así se lo han confesado a Juan, creyendo que le daban una alegría diciéndole:
“Para nosotros el Mesías eres tú, no puede haber uno más santo que tú”.
Pero primero Juan los ha reprendido llamándolos blasfemos;
luego después de la reprensión, con más dulzura,
ha ilustrado todas las cosas que te señalan como verdadero Mesías.
En fin, viendo que todavía no estaban convencidos, ha tomado a dos de ellos, éstos…
Y les ha dicho: “Id donde Él y decidle en mi nombre:
¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”‘
No ha enviado a los discípulos que antes habían sido pastores, porque creen
y no habría aportado nada el enviarlos.
Los ha tomado de entre los que dudan,
para acercártelos y para que su palabra disipara las dudas de otros como ellos.
He venido con ellos para verte.
Esto es todo.
Ahora Tú acalla sus dudas.
– ¡No nos creas hostiles a ti, Maestro!
Las palabras de Mannaém te lo podrían hacer pensar.
Nosotros… nosotros…
Conocemos desde hace años al Bautista, siempre lo hemos visto santo, penitente, inspirado.
A Ti… no te conocemos sino por boca de terceros.
Y ya sabes lo que es la palabra de los hombres…
Crea y destruye fama y honra, por el contraste entre quien exalta y quien humilla;
de la misma forma que dos vientos contrarios forman y dispersan una nube.
Jesús responde con dulzura:
– Lo sé, lo sé.
Leo en vuestro corazón y vuestros ojos leen la verdad en lo que os rodea,
como también vuestros oídos han escuchado la conversación con la viuda.
Sería suficiente para convencer.
Mas Yo os digo:
Observad qué personas me rodean:
aquí no hay ricos, ni gente que se dé la gran vida, aquí no hay personas de vida escandalosa;
sólo hay pobres, enfermos, honrados israelitas que quieren conocer la Palabra de Dios.
Éste, éste, esta mujer..
También esa niñita y aquel anciano, han venido aquí enfermos y ahora están sanos.
Preguntadles y os dirán qué tenían y cómo los he curado.
Y cómo están ahora.
Preguntad, preguntad…
Yo, mientras, hablo con Mannaém» y hace ademán de separarse.
Pero ellos objetan.
– No, Maestro.
– No dudamos de tus palabras.
Danos sólo una respuesta que llevar a Juan,
para que vea que hemos venido y para que pueda,
sobre la base de esa respuesta, persuadir a nuestros compañeros.
– Id y referid esto a Juan:
“Los sordos oyen; esta niña era sorda y muda.
Los mudos hablan; aquel hombre era mudo de nacimiento.
Los ciegos ven”.
Hombre, ven aquí.
Jesús le dice:
– Di a éstos lo que tenías…
Mientras coge de un brazo a uno que ha sido sanado milagrosamente.
Éste dice:
– Soy albañil.
Me cayó en la cara un cubo lleno de cal viva.
Me quemó los ojos.
Desde hace cuatro años vivía en la oscuridad.
El Mesías me ha mojado los ojos secos con su saliva
y ahora están de nuevo más frescos que cuando tenía veinte años.
¡Bendito sea!
Jesús prosigue:
– Y no sólo ciegos, sordos o mudos, curados;
sino también cojos que corren, tullidos que se enderezan.
Mirad ese anciano: hace un rato estaba anquilosado, encorvado…
Y ahora está derecho como una palma del desierto y ágil como una gacela.
Quedan curadas las más graves enfermedades.
Tú, mujer, ¿Qué tenías?
– Una enfermedad del pecho;
por haber dado demasiada leche a bocas voraces;
la enfermedad, además del pecho, me comía la vida
Ahora mirad. – y se destapa el vestido y muestra, intactos, los pechos.
Y añade:
– «Lo tenía que era todo una llaga.
Lo demuestra la túnica, todavía mojada de pus.
Ahora voy a casa para ponerme un vestido limpio; estoy fuerte y contenta.
Ayer mismo estaba muriéndome.
Me han traído aquí unas personas compasivas.
Me sentía muy infeliz… por los niños, que se iban a quedar pronto sin madre.
¡Eterna alabanza al Salvador!
– ¿Habéis oído?
Podéis preguntarle también al arquisinagogo de esta ciudad sobre la resurrección de su hija.
Y, volviendo en dirección a Jericó, pasad por Naím.
e informaos sobre el joven que fue resucitado en presencia de toda la ciudad,
cuando ya estaba para ser introducido en la tumba.
Así, podréis referir que los muertos resucitan.
El hecho de que muchos leprosos hayan sido curados,
lo podréis saber en muchos lugares de Israel;
pero, si queréis ir a Sicaminón, buscad entre los discípulos y encontraréis muchos ex leprosos.
Decid, pues, a Juan que los leprosos quedan limpios.
Decid, además, que se anuncia la Buena Nueva a los pobres, porque lo estáis viendo.
Y bienaventurado quien no se escandalice de Mí.
Decid esto a Juan.
Y también que lo bendigo con todo mi amor.
– Gracias, Maestro.
Bendícenos también a nosotros antes de marcharnos.
– No podéis iros a esta hora, con este calor…
Quedaos en casa como invitados míos hasta el atardecer;
así viviréis por un día la vida de este Maestro que no es Juan, pero que es amado por Juan,
porque Juan sabe quién ES.
Venid a casa.
Está fresca.
Os daré la posibilidad de reponer fuerzas.
Adiós a vosotros que me escucháis.
La paz sea con vosotros.
Despide a la muchedumbre y entra en la casa con sus tres invitados…
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264 TOMANDO LA CRUZ
264 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
En el olivar cercano a Cafarnaúm Jesús está reunido con sus apóstoles;
en el anochecer caluroso del verano, en que ha decidido enviarlos a misionar.
Y continúa dándoles instrucciones:
“Al entrar en la casa saludad con mi saludo, que es el más dulce de los saludos.
Decid: “La paz sea con vosotros.
Paz a esta casa” o “la paz descienda sobre esta casa”.
En efecto, vosotros mensajeros de Jesús y de la Buena Nueva,
lleváis con vosotros la paz.
Y vuestra llegada a un lugar,
significa hacer llegar a ese lugar la paz.
Si la casa es digna de la paz, la paz descenderá sobre ella y permanecerá en ella;
si no lo es, la paz volverá a vosotros.
Pero estad atentos a ser vosotros pacíficos, para tener por Padre a Dios.
Un padre siempre ayuda;
vosotros ayudados por Dios, haréis todo y lo haréis bien.
Puede suceder, es más, sucederá, que una ciudad o una casa no os reciban;
no querrán escuchar vuestras palabras, os expulsarán, se reirán de vosotros,
os perseguirán a pedradas cual profetas molestos.
Entonces tendréis más necesidad que nunca de ser pacíficos,
humildes, mansos, como hábito de vida.
Si no, la ira se impondrá y pecaréis:
escandalizaréis y aumentaréis la incredulidad, de los que se han de convertir.
Sin embargo, si recibís con paz la ofensa
que supone el ser expulsados, escarnecidos, perseguidos;
convertiréis con el más bello de los discursos
que supone el ser expulsados, escarnecidos, perseguidos;
convertiréis con el más bello de los discursos
la silenciosa predicación de la virtud verdadera.
Un día volveréis a encontrar a los enemigos de hoy en vuestro camino,
y os dirán: “Os hemos buscado porque vuestro modo de actuar
nos ha persuadido de la Verdad que anunciáis.
Os pedimos vuestro perdón y que nos acojáis como discípulos.
Porque no os conocíamos.
Pero ahora sabemos que sois santos.
Por tanto, si sois santos, debéis ser mensajeros de un santo.
Ahora creemos en Él”.

15. Y ¿Cómo predicarán si no son enviados? Como dice la Escritura: = ¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien! =Romanos 10
De todas formas, al salir de la ciudad o casa que no os hayan recibido
sacudíos hasta el polvo de las sandalias,
para que la soberbia y la dureza de aquel lugar
no se peguen ni siquiera a vuestras suelas.
En verdad os digo que el día del Juicio
Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos dureza que esa ciudad.
Mirad, os envío como ovejas en medio de lobos.
Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas.
Porque ya sabéis cómo el mundo, que en verdad es más de lobos que de ovejas
me trata a Mí, que soy el Cristo.
Yo puedo defenderme con mi poder.
Y lo haré mientras no llegue la Hora del triunfo temporal del Mundo.
Pero vosotros no tenéis este poder y necesitáis mayor prudencia y sencillez.
Mayor sagacidad por tanto, para evitar por ahora, cárceles y flagelaciones.
Verdaderamente, a pesar de vuestras abiertas declaraciones de querer dar vuestra sangre por Mí,
por el momento no soportáis ni siquiera una mirada irónica o iracunda.
Llegará un tiempo en que seréis fuertes como héroes, contra todas las persecuciones;
más fuertes que héroes.
Con un heroísmo inconcebible para los criterios del mundo,
Tan inexplicable, que será llamado “locura”.
¡No, no será locura!
Será la identificación en virtud del amor, del hombre con el Hombre-Dios,
y sabréis hacer lo que Yo haga.
Para comprender este heroísmo hará falta verlo, estudiarlo y juzgarlo,
desde niveles ultraterrenos, porque es una cosa sobrenatural
que se escapa a todas las restricciones de la naturaleza humana.
Los reyes, los reyes del espíritu serán mis héroes, eternamente reyes y héroes…
En aquella hora os arrestarán, os pondrán las manos encima,
os llevarán ante los tribunales, los jefes y los reyes,
para que os juzguen y condenen por ese gran pecado ante los ojos del mundo
que es el ser los siervos de Dios, los ministros y tutores del Bien, los maestros de las virtudes.
Por ser estas cosas os flagelarán y os castigarán de mil modos, hasta acabar con vuestra vida.
Y daréis testimonio de Mí a los reyes, a los jefes, a las naciones,
confesando con la sangre que amáis a Cristo,

Los presos en Medio Oriente cantan alabanzas, antes de ser ejecutados, igual que Pablo y Silas en prisión…
el Hijo verdadero del Dios verdadero.
Cuando caigáis en sus manos,
no os aflijáis por lo que tendréis que responder ni de lo que habréis de decir.
En aquella hora no debéis tener ninguna pena
aparte de la de la aflicción por vuestros jueces y acusadores
que Satanás desvía hasta el punto de hacerlos ciegos para la Verdad.
Las palabras que habrá que decir se os darán en ese momento.
Vuestro Padre las pondrá en vuestros labios,
porque en aquella hora no seréis vosotros los que habléis
para convertir a la Fe y para profesar la Verdad,
sino que será el Espíritu del Padre vuestro el que hablará en vosotros.
En aquella hora el hermano dará muerte al hermano, el padre al hijo,
los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán.
¡No desfallezcáis ni os escandalicéis!
Respondedme:
¿Para vosotros es mayor delito matar a un padre, a un hermano, a un hijo…
O a Dios mismo?
Judas dice secamente:
– A Dios no se le puede matar.
Bartolomé confirma:
– Es verdad.
Es Espíritu inaprensible.
Y los demás, aunque callen, son de la misma opinión.
Jesús dice sereno:
– Yo soy Dios.
Y también Carne soy.

La posesión demoníaca perfecta NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite…
Judas replica:
– Nadie pretende matarte.
– Os ruego que respondáis a mi pregunta
– ¡Es más grave matar a Dios!
¡Se entiende!
– Pues bien….
El hombre dará muerte a Dios, en la Carne del Hombre Dios.
Y en el alma de los asesinos del Hombre Dios.
Por tanto, de la misma forma que se llegará a cumplir este delito,
sin el horror de sus autores,
se llegará al delito de los padres, hermanos, hijos, contra hijos, hermanos, padres.
Seréis odiados por todos a causa de mi Nombre.
Pero quien persevere hasta el final se salvará.
Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra.
No por vileza, sino para darle tiempo a la recién nacida Iglesia de Cristo,
de alcanzar la edad adulta. superando la edad del lactante débil e inexperto
en que sea capaz de afrontar la vida y la muerte sin temer a la Muerte.
Aquellos a quienes el Espíritu les aconseje huir huyan, como huí Yo cuando era pequeño.
Verdaderamente en la vida de mi Iglesia,
se repetirán todas las vicisitudes de mi vida de Hombre.
Todas.
Desde el misterio de su formación en la humildad en los primeros tiempos,
a las turbaciones e insidias que le vendrán de los hombres violentos.
O a la necesidad de huir para seguir existiendo;
desde la pobreza y el trabajo infatigable,
hasta muchas otras cosas que vivo actualmente, o que sufriré mañana,
hasta llegar al triunfo eterno.
Aquellos a quienes por el contrario, el Espíritu les aconseja quedarse quédense:
sí, aunque caigan asesinados, vivirán y serán útiles a la Iglesia;
sí, siempre está bien lo que el Espíritu de Dios aconseja.
En verdad os digo que no acabaréis, ni vosotros ni los que os sucedan,
de recorrer los caminos y ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre.
Porque Israel, por un tremendo pecado suyo, será dispersado,
como cascarilla embestida por un torbellino.
Y diseminado por toda la Tierra;
habrán de sucederse siglos y milenios, uno y otro y otro…,
antes de que sea recogido de nuevo en la era de Arauná el Jebuseo (2 Samuel 24, 16 – 25; 1 Crónicas 21, 15 – 30)
Cada vez que lo intente, antes de la hora señalada,
será nuevamente embestido por el torbellino y dispersado;
porque Israel tendrá que llorar su pecado durante tantos siglos,
cuantas serán las gotas que lloverán de las venas del Cordero de Dios
inmolado por los pecados del mundo.
Mi Iglesia, agredida por Israel en Mí y en mis apóstoles y discípulos;
deberá abrir sus brazos maternos, para tratar también de recoger a Israel bajo su manto,
como hace una gallina con los polluelos que se dispersan.
Cuando todo Israel esté bajo el manto de la Iglesia de Cristo, Vendré.

8. Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?» Lucas 18
Mas éstas son cosas futuras, hablemos de las inmediatas.
Tened siempre presente que el discípulo no es más que su Maestro,
ni el siervo más que su Señor
bástele, pues, al discípulo ser como su Maestro, ya de por sí inmerecido honor.
Y al siervo como su señor, la concesión de lo cual, ya de por sí, es bondad sobrenatural.
Si han llamado Belcebú al Señor de la casa,
¿Qué llamarán a sus siervos?
¿Podrán acaso rebelarse los siervos cuando no se rebela su Señor, ni odia ni maldice,
sino que, sereno en su justicia, continúa su obra,
posponiendo el Juicio para otro momento:
una vez que, habiendo intentado todo para persuadirlos,
haya visto su obstinación en el Mal?
No. Los siervos no podrán hacer lo que no hace su Señor;
antes bien, deberán imitarlo, pensando que ellos también son pecadores,
mientras que Él no tenía pecado
No temáis, por tanto, a los que os llamen “demonios”.
Día llegará en que la verdad será sabida;
entonces se verá quiénes eran los “demonios”, si vosotros o ellos.
No hay nada escondido que quede sin revelar;
nada secreto que no se venga a saber.
Lo que ahora os digo en la sombra y en secreto,
porque el mundo no es digno de conocer todas las palabras del Verbo.
No es digno el mundo todavía,
ni es hora de hacer extensiva la manifestación
de estas cosas a los indignos.
Cuando llegue la hora de que todo deba ser conocido, decidlo a la luz,
gritad desde los tejados lo que Yo ahora os susurro más al alma que al oído.
Entonces, en efecto, el mundo ya habrá sido bautizado por la Sangre.
Satanás encontrará ante sí, un estandarte,
por el que el mundo si quiere, podrá comprender los secretos de Dios;
él, sin embargo, no podrá dañar
sino a quien desea su mordisco y lo prefiere a mi beso.
Pero ocho partes de diez del mundo no querrán comprender.
Sólo las minorías tendrán voluntad de saber todo,
para seguir todo lo que es mi Doctrina.
No importa.
Dado que no se puede separar estas dos partes santas de la masa injusta,
predicad desde los tejados mi Doctrina,
predicadla desde lo alto de los montes
por los mares sin confines, en las entrañas de la tierra;
aunque los hombres no la escuchen,
recogerán las divinas palabras los pájaros y los vientos, los peces y las olas,
conservarán su eco las entrañas del suelo para decírselo a los manantiales internos,
a los minerales, a los metales.
Y exultarán todos ellos, porque también ellos han sido creados por Dios,
para ser escabel de mis pies y alegría de mi Corazón.
No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma;
temed sólo a quien puede mandar vuestra alma a la perdición
y reunirla en el Ultimo Juicio con el cuerpo resucitado,
para arrojarlos al fuego del Infierno.
No temáis
¿No se venden dos pájaros por un as?
Y sin embargo, si el Padre no lo permite,
ni uno de ellos caerá a pesar de todas las asechanzas del hombre.
El Padre os conoce.
Como también conoce el número de vuestros cabellos.
¡Vosotros valéis más que muchos pájaros!
Os digo que a quien me confiese ante los hombres
Yo también lo confesaré ante mi Padre, que está en los Cielos;
mas a quien me niegue ante los hombres, también Yo lo negaré ante mi Padre.
Confesar, aquí, significa seguir y practicar;
negar significa abandonar mi camino por vileza, por ternaria concupiscencia,
por mezquino cálculo,
por afecto humano hacia un allegado vuestro contrario a Mí.

Los cristianos que viven el evangelio de San Evangelista: un evangelio que NO EXISTE, pero que ellos han acomodado a su manera de vivir. Con la Palabra de Dios que les gusta, DESECHANDO lo que les disgusta….(Porque se NIEGAN A OIR LO QUE NO LES CONVIENE)
Porque estas cosas sucederán.
No creáis que haya venido a instaurar la concordia en la tierra y para la tierra.
Mi paz es más alta que las paces premeditadas
que tienen la finalidad de poderse uno manejar diariamente en la vida.
No he venido a traer la paz, sino la espada;
la espada afilada para cortar las lianas que impiden salir del fango,
abriendo así los caminos a los vuelos en el mundo sobrenatural.
Así pues, he venido a separar al hijo del padre, a la hija de la madre, a la nuera de la suegra.
Porque Yo soy el que reina y tiene todos los derechos sobre sus súbditos.
Porque ninguno es más grande que Yo en derechos sobre los afectos.
Porque en Mí se centran todos los amores y se subliman;
soy Padre, Madre, Esposo, Hermano, Amigo:
así os amo y así debo ser amado.
Cuando digo: “Quiero”, ningún vínculo puede resistir y la criatura es mía.
Yo con mi Padre la he creado, Yo por mí mismo la salvo, Yo tengo derecho a poseerla.
Verdaderamente los enemigos del hombre, además de los demonios,
son los propios hombres;
enemigos del hombre nuevo, del cristiano, serán los de su propia casa,
con sus quejas, amenazas o súplicas.
Pues bien, quien, de ahora en adelante,
ame a su padre y a su madre más que a Mí no es digno de mí;
quien ama a su hijo o a su hija más que a Mí no es digno de Mí;
el que no toma su cruz de cada día, compleja,
formada de resignación, renuncias, obediencia, heroísmos, dolores,
enfermedades, lutos;
de todo aquello que es manifestación de la voluntad de Dios o de una prueba del hombre…
el que no la toma y con ella me sigue no es digno de Mí.
Quien estima más su vida terrena que la vida espiritual,
perderá la Vida verdadera.
Quien pierda su vida terrena por amor mío;
la volverá a encontrar, eterna y bienaventurada.
Quien a vosotros os recibe a Mí me recibe,
quien me recibe a Mí recibe a Aquel que me ha enviado;
quien reciba a un profeta como profeta;
recibirá premio proporcional a la caridad ejercida con el profeta;
quien reciba a un justo como justo recibirá un premio proporcional al justo.
Esto es así porque el que reconoce al profeta en el profeta,
es señal de que también él es profeta, es decir, muy santo
porque el Espíritu de Dios lo tiene en sus brazos.
Y quien reconoce a un justo como justo, demuestra que él mismo es justo,
porque las almas semejantes se reconocen.
A cada uno pues, se le dará según justicia.
Quien dé aunque sólo sea un vaso de agua pura a uno de mis siervos,
Y son siervos de Jesús todos los que lo predican con una vida santa,.
Y pueden serlo tanto los reyes como los mendigos;
tanto los que saben mucho como los que no saben nada, los ancianos o los niños,
porque a todas las edades y en todas las clases se puede ser discípulo mío.
Quien dé a un discípulo mío aunque sólo sea un vaso de agua en mi Nombre
y por ser discípulo mío,
en verdad os digo que no perderá su recompensa.
He dicho.
Ahora vamos a orar y luego volvemos a la casa.
Al alba partiréis.
Simón Zelote con Judas de Keriot,
Andrés con Mateo,
Santiago de Alfeo con Tomás,
Felipe con Santiago de Zebedeo,
Judas mi hermano con Bartolomé.

San Simón Cananeo y Judas Tadeo, ambos murieron mártires tras predicar la fe por Egipto, Mesopotamia y Persia.
Esta semana será así.
Luego daré nuevas indicaciones.
Vamos a orar.
Y oran en voz alta…
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263 EL DON DE MILAGROS
263 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Judas, cumplido su propósito;
se ha reunido con sus compañeros y está sentado a la mesa, en la casa de Cafarnaúm.
Es una tarde estival rebosante de calor.
La luz del día que declina, entra por la puerta y las ventanas abiertas de par en par.
A través de éstas, se puede ver cómo la púrpura del ocaso,
se va transformando en un rojo violáceo irreal,
que en los bordes se desfleca formando abarquillamientos de un color turquí
que termina en gris.
Me recuerda a una hoja de papel arrojada al fuego:
se enciende como el carbón en que cae
pero en los bordes, después de la llamarada,
se abarquilla y se apaga tomando un color plomo azulado
termina en un gris perlino casi blanco.
Jesús y los Doce apóstoles
Están sentados a la mesa en la casa de Cafarnaúm.
Pedro señala hacia la voluminosa nube que viste el occidente de esos colores.
Y sentencia:
– Calor.
Calor. No agua.
Eso es niebla, no nube.
Dormiremos envueltos en una noche demasiado cálida.
Jesús corrige:
– No.
Esta noche vamos a los olivares.
Necesito hablaros.
Judas ya ha vuelto.
Es tiempo de hablar.
Conozco un lugar ventilado donde estaremos bien.
Levantaos.
Vamos.
Mientras toman los mantos.
preguntan:
– ¿Está lejos?
– No.
Muy cerca.
A un tiro de honda de la última casa.
Podéis dejar los mantos.
Coged, eso sí, yesca y eslabón para vernos al volver.
Salen de la habitación alta y bajan la escalera.
Luego saludan al dueño de la casa y a su mujer, que están tomando el fresco en la terraza.
Jesús vuelve resueltamente la espalda al lago.
Y después de atravesar la ciudad,
recorre unos trescientos metros por entre los olivos de una loma.
Se detiene cuando llega al borde de un ribazo
que por su posición saliente y libre de obstáculos,
goza de todo el aire de que es posible gozar en esta noche de bochorno.
Y dice:
– Vamos a sentarnos.
Prestadme atención.
Ha llegado la hora de vuestra labor evangelizadora.
He llegado aproximadamente a la mitad de mi vida pública,
para preparar los corazones para mi Reino.
Ahora es tiempo de que también mis apóstoles tengan parte en la preparación de este Reino.
Los reyes actúan así cuando deciden conquistar un país.
Primero investigan y toman contacto con personas,
para oír las reacciones y formarlas en la idea que persiguen.
Luego extienden la obra de preparación
enviando personas de confianza, al reino que quieren conquistar
Envían cada vez más personas,
hasta que todas las particularidades geográficas y morales del país son manifiestas.
Una vez hecho esto, el rey cumple cabalmente la obra,
proclamándose y coronándose rey de ese lugar.
Para llevarlo a cabo corre la sangre.
Porque las victorias cuestan siempre sangre…
Todos los apóstoles, prometen unánimemente:
– Estamos resueltos a luchar por Ti y a derramar nuestra sangre.
– Sólo derramaré la sangre del Santo y de los santos.
– ¿Quieres empezar la conquista por el Templo,
irrumpiendo durante la hora de los sacrificios?…
Sabréis el futuro a su debido tiempo.
No os estremezcáis de horror de todas formas
Os aseguro que no voy a trastocar las ceremonias con la violencia de una irrupción.
Y no obstante, serán desbaratadas;
llegará un día, una tarde, en que el terror, el terror de los pecadores, impedirá la oración ritual.
Mas Yo, esa tarde estaré en paz, en paz con mi espíritu y mi cuerpo.
Una paz total, beatífica…
Jesús mira, uno a uno, a sus doce;
es como si mirase la misma página doce veces…
Y en ella leyera doce veces la misma palabra escrita:
No comprenden.
Sonríe y prosigue.
– Pues bien,
he decidido enviaros,
para penetrar más y más ampliamente de cuanto Yo solo podría hacer.
Pero pondré prudenciales diferencias entre mi modo de evangelizar y el vuestro;
para no crearos dificultades demasiado fuertes ni meteros en peligros demasiado serios,
para vuestra alma y vuestro cuerpo.
Y para no causar perjuicio a mi Obra.
Todavía no estáis formados hasta el punto de poder relacionaros con cualquier persona,
quienquiera que sea, sin que os perjudique o la perjudiquéis;
ni mucho menos aún;
tenéis el heroísmo suficiente como para desafiar al mundo, por causa de la Idea,
adelantándoos a hacer frente a las venganzas del mundo.
Por tanto, no vayáis a los gentiles cuando vayáis a predicarme,
ni entréis en las ciudades de los samaritanos;
id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel:
hay mucha labor que hacer con éstas;
en verdad os digo que estas multitudes, que os parecen muchas, en torno a Mí,
son la centésima parte de las que en Israel todavía esperan al Mesías
y no lo conocen ni saben que vive.
Llevadles a éstas la Fe y el conocimiento de Mí.
Por el camino predicad: “El Reino de los Cielos está cerca”.
Éste debe ser el anuncio basilar, apoyad en él toda vuestra predicación.
¡Mucho me habéis oído hablar del Reino!
Lo único que haréis, será repetir mis palabras.
Ahora bien, el hombre, para sentirse atraído por las verdades espirituales,
para sentirse convencido de ellas;
necesita estímulos de carácter material, como si fuera un eterno niño,
que no estudia una lección, no aprende un oficio,
si no tiene el estímulo de un dulce de su madre,
de un premio del maestro de la escuela
o del maestro del oficio.
Pues bien, para que dispongáis del medio para que crean en vosotros y os busquen,
Os concedo el don de hacer milagros…
Los apóstoles se levantan de improviso -excepto Santiago de Alfeo y Juan-
Y según el temperamento de cada uno, gritan, protestan, se exaltan…
Verdaderamente el único que se pavonea de la idea de hacer milagros es Judas de Keriot,
el cual, a pesar de la gran deuda que tiene en su alma,
por haber hecho una acusación falsa e interesada,
exclama:
– ¡Ya era hora de que también nosotros hiciéramos esto!
¡Para gozar de un mínimo de autoridad sobre las multitudes!
Jesús lo mira, pero no dice nada.
Pedro y el Zelote,
que están diciendo:
– « ¡No, Señor!
– Eso es para los santos»
Rebaten enérgicamente a Judas:
Zelote le dice:
– « ¿Cómo te atreves, hombre necio y orgulloso, a censurar al Maestro?
Y Pedro:
– ¿Un mínimo?
¿Pero, qué quieres hacer más que milagros?
¿Ser Dios tú también?
¿Sientes acaso, la misma comezón que Lucifer?»
Jesús exclama con tono autoritario:
Y prosigue:
– Hay una cosa que supera al milagro y que convence igualmente a las multitudes.
Y con mayor profundidad y duración:
Una vida santa.
Pero vosotros estáis todavía lejos de esta vida.
Y tú, Judas, más lejos que los demás.
Mas dejadme hablar porque es una larga instrucción.
Id, pues, y curad a los enfermos, limpiad a los leprosos,
resucitad a los muertos del cuerpo y del espíritu.
Porque cuerpo y espíritu pueden estar igualmente enfermos, leprosos, muertos.
Ya sabéis cómo se obra un milagro:atu
Con vida de penitencia, ferviente oración, sincero deseo de hacer brillar el poder de Dios,
humildad profunda, viva caridad, encendida Fe,
esperanza imperturbable ante cualquier tipo de dificultad.
En verdad os digo que todo es posible para quien dispone de estos elementos.
Y los demonios huirán ante el Nombre del Señor pronunciado por vosotros,
si tenéis cuanto he dicho.
Este poder os viene de Mí y de nuestro Padre.
No se compra con moneda alguna.
Sólo nuestra voluntad lo concede, sólo la vida justa lo mantiene.
De la misma forma que se os da gratis,
gratuitamente habéis de darlo a los demás,
a los que tengan necesidad de él.
¡Ay de vosotros si rebajáis el don de Dios
sirviéndoos de él para engrosar vuestra bolsa!
No es vuestro poder, es poder de Dios
Usadlo, mas no os apropiéis de él diciendo: “Es mío”.
De la misma forma que se os da, se os puede quitar.
Simón de Jonás poco antes ha dicho a Judas de Simón:
“¿Tienes la misma comezón que Lucifer?”.
Ha expresado una justa definición.
Decir: “Hago lo que hace Dios porque soy como Dios” es imitar a Lucifer.
También sabemos lo que les sucedió
a los dos que comieron el fruto prohibido en el paraíso terrenal,
por instigación del Envidioso que quería llevar a otros desdichados a su Infierno,
además de los rebeldes angélicos que ya había.
Y también por el propio prurito de soberbia perfecta.
El único fruto que os es lícito coger de lo que hacéis,
son las almas que con el milagro conquistaréis para el Señor
y que deben entregársele al Señor.
Esas son vuestras monedas, no otras;
en la otra vida gozaréis de su tesoro.
Id sin riquezas.
No llevéis con vosotros ni oro, ni plata, ni monedas en vuestros cinturones;
ni alforja de viaje con dos o más vestiduras y calzado de repuesto,
ni bastón de peregrino, ni armas humanas.
En efecto, por ahora, vuestras visitas apostólicas serán cortas.
Y todas las vigilias de los sábados nos veremos.
Y podréis dejar vuestros vestidos sudados,
sin tener necesidad de llevar con vosotros uno para cambiaros.
No hace falta el bastón, porque el camino es aquí suave;
muy distinto es lo que se necesita en los desiertos y montañas altas,
de lo que se necesita en colinas y llanuras.
No hacen falta armas;
éstas son útiles para el hombre que no conoce la santa pobreza e ignora el divino perdón.
Pero vosotros no tenéis tesoros que cuidar y defender de los ladrones.
El único al que debéis temer, el único ladrón para vosotros es Satanás
Y a Satanás se le vence con la constancia y la oración, no con espadas y puñales.
Perdonad al que os ofenda.
Si os despojasen del manto, dad también la túnica.
Aunque os quedarais completamente desnudos,
por mansedumbre y desapego de las riquezas,
no escandalizaríais a los ángeles del Señor ni a la infinita Castidad de Dios
Porque vuestra caridad vestiría de oro vuestro cuerpo desnudo<,
la mansedumbre os sería compuesto cinturón,
el perdón hacia el ladrón os pondría manto y corona regia;
estaríais, por tanto, mejor vestidos que un rey,
no de tela corruptible, sino de materia incorruptible.
No os preocupéis por qué habréis de comer.
Dispondréis siempre de lo apropiado para vuestra condición y ministerio;
porque el obrero es digno del alimento que le ofrecen.
Siempre. Dios proveería de lo necesario a su obrero,
si los hombres no lo hicieran.
Ya os he mostrado que para vivir y predicar,
no es necesario atiborrarse de comida.
Eso va bien para los animales impuros, cuya misión es la de engordar
para ser entregados a la muerte y engordar a los hombres.
Vosotros sólo debéis nutrir bien vuestro espíritu y el de los demás, con alimentos sapienciales.
Mas la Sabiduría se hace presente con su luz, a una mente no embotada por la crápula,
a un corazón que se nutre de cosas espirituales.
Jamás habéis sido tan elocuentes como después del retiro en el monte.
Y en aquel entonces comisteis sólo lo indispensable para no morir;
pues bien, a pesar de ello,
al final del retiro estabais fuertes y joviales como nunca.
En cualquier ciudad que entréis, informaos de que haya quien merezca recibiros.
No porque seáis Simón, Judas, Bartolomé, Santiago, Juan, etc.,
sino porque sois los mensajeros del Señor.
Aunque hubierais sido escoria, asesinos, ladrones, publicanos,
ahora arrepentidos y a mi servicio, merecéis respeto porque sois mis mensajeros.
Digo más. Digo:
¡Ay de vosotros si, teniendo la apariencia de mensajeros míos por dentro, sois viles y diabólicos!,
¡Ay de vosotros!
El Infierno es poco para lo que mereceríais por vuestro engaño.
Pero, aunque fuerais contemporáneamente mensajeros de Dios en la apariencia
y por dentro escoria, publicanos, ladrones, asesinos;
aunque los corazones tuvieran sospechas respecto a vosotros, o casi certeza…
Se os debe honrar y respetar porque sois mis mensajeros.
El ojo del hombre debe ir más allá del medio, debe ver al mensajero y debe ver el fin,
ver a Dios y su obra más allá del medio, que demasiado frecuentemente es deficiente.
Sólo en casos de culpas graves que dañen la fe de los corazones, Yo por ahora;
luego quien me suceda, tomaremos medidas para amputar el miembro corrompido.
Porque no es lícito que por un sacerdote demonio se pierdan almas de fieles.
por esconder las llagas abiertas en el cuerpo apostólico,
permitir que en él pervivan cuerpos gangrenados que con su aspecto repugnante
obliguen a alejarse.
Y con su hedor demoníaco envenenen.
Os informaréis por tanto, de cuál es la familia de vida más recta
donde las mujeres saben estar retiradas y se disciplinan las costumbres.
Entraréis en esa casa y en ella os alojaréis hasta el momento de vuestra partida.
No imitéis a los zánganos, que después de succionar una flor pasan a otra más nutritiva.
Tanto si os veis entre personas de buena cama y rica mesa,
como si os toca una familia humilde, rica sólo en virtudes, quedaos donde estéis.
No busquéis nunca “lo mejor'” para el cuerpo mortal
Antes bien, dadle siempre lo peor y reservad todos los derechos al espíritu.
Si podéis -os digo esto porque conviene que lo hagáis-, con toda diligencia,
dad la preferencia a los pobres, para vuestra estancia en el lugar:
para no humillarlos.
Y en memoria mía, que soy y permanezco pobre.
Y me glorío de serlo.
Y también porque los pobres frecuentemente son mejores que los ricos.
Encontraréis siempre pobres justos,
que será raro encontrar un rico exento de injusticia.
No tenéis, por tanto, la disculpa de decir:
“Sólo he encontrado bondad en los ricos”, para justificar vuestra sed de bienestar.
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