272 MI YUGO ES LIGERO
272 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
En verdad os digo que grande es el número de los fariseos.
Que no faltan entre los que me circundan.
Varios dicen al mismo tiempo:
– ¡No, Maestro!
– ¡No lo digas!…
– Nosotros, porque te amamos, no nos gustan ciertas cosas…
– ¡No, Maestro, no digas eso!
¡Si no queremos ciertas cosas es porque te amamos!.
Jesús prosigue:
– Porque todavía no habéis entendido nada.
Os hablé de la Fe y de la Esperanza.
Y pensaba que no era necesario volver a hablaros de la Caridad.
Porque tanto fluye de Mí, que deberíais estar saturados.
Pero comprendo que la conocéis solo de nombre.
Sin conocer su naturaleza y forma, igual que conocéis la luna.
¿Os acordáis de cuando os dije que la esperanza es como el brazo transversal
del dulce yugo que sujeta la Fe y la caridad…?
¿Y que era patíbulo de la humanidad y trono de la salvación?
¿Sí?
Pero no comprendisteis el significado de mis palabras.
¿Por qué entonces, no me habéis pedido aclaración?
Bien, ahora os la doy.
Es yugo porque obliga al hombre a tener baja su necia soberbia,
bajo el peso de las verdades eternas.
Es patíbulo de esta soberbia.
El hombre que espera en Dios, su Señor,
se ve obligado a humillar su orgullo, que querría proclamarse “dios”.
Y a reconocer que él no es nada y Dios todo;
que él no puede nada y Dios todo; que él-hombre es polvo que pasa,
mientras que Dios es eternidad que eleva el polvo a un grado superior
y le da un premio de eternidad.

Nuestro verdadero bautismo lleno de gloria y júbilo celestial, es cuando somos capaces de decir: “Crucifícame Señor, porque te adoro sobre todas las cosas…”
El hombre se clava en su cruz santa para alcanzar la Vida.
Le clavan a la cruz las llamas de la Fe y la Caridad,
mas al Cielo le eleva la Esperanza, que entre ambas está.
Recordad esta lección:
si falta la caridad, le falta la luz al trono;
el cuerpo, desclavado de un lado, pende hacia el fango y deja de ver el Cielo;
anula así los efectos salvíficos de la Esperanza,.
Y acaba haciendo estéril incluso a la Fe,
porque si uno se separa de dos de las tres virtudes teologales,
languidece y cae en mortal hielo.

FE, ESPERANZA Y CARIDAD
No rechacéis a Dios, ni siquiera en las cosas más pequeñas;
negar ayuda al prójimo por pagano orgullo es rechazar a Dios.
Mi doctrina es un yugo que domina al linaje humano culpable.
Es un mazo que destroza la corteza dura, para libertar al espíritu.
Es un yugo y un mazo.
Pero quién la acepta,
no siente el cansancio que emana en las otras doctrinas humanas
y en todo lo humano.
El que se deja golpear por este mazo no siente el dolor de ser fracturado en su yo humano,
Sino que experimenta una sensación de libertad.
¿Por qué queréis libraros de ella,
para cambiarla por lo que es plomo y dolor?
Todos tenéis vuestros dolores y vuestras fatigas.
Todos los hombres tienen dolores y fatigas superiores quizás a sus fuerzas humanas.
Desde el niño como éste, que lleva sobre su espaldita un gran fardo que lo dobla
y que le quita la sonrisa infantil de sus labios y la despreocupación de su edad.
Hasta el viejo que se dobla ante la tumba,
con todos los desengaños, fatigas, fardos y heridas, de su larga vida.
Pero en mi Doctrina y en mi Fe, está el alivio de estos pesos agobiadores.
Por esto se le llama la Buena Nueva.
Y quién la acepta y la obedece, será bienaventurado desde la tierra,
porque tendrá a Dios como su ayuda.
Por qué queréis, ¡Oh, hombres!
Estar fatigados y tristes, cansados, hastiados, desesperados.
¿Cuándo podíais ser aliviados y confortados?
¿Por qué queréis, vosotros apóstoles míos, sentir el cansancio de la misión,
sus dificultades, dureza;
cuando si tenéis la confianza de un niño, podéis tener solo una pronta diligencia;
una luminosa facilidad para realizarla?
Y comprender y sentir que ella es dura solo para los impenitentes que no conocen a Dios.
Ahora estáis tristes.
Vuestra aflicción tuvo un principio muy lamentable
Estáis tristes ante mi humillación, como si fuese un crimen cometido contra Mí Mismo.
Ahora estáis tristes porque habéis entendido que me causasteis dolor
y porque todavía estáis muy lejos de la perfección.
Tened tan solo la humildad gozosa de aceptar la reprensión
y confesar que os equivocasteis,
prometiendo dentro de vuestro corazón, el desear la perfección por un fin sobrehumano.
Luego venid a Mí.
Yo os sostengo, comprendo y compadezco.
Venid a Mí, apóstoles míos.
Venid a Mí, todos los hombres que sufrís por los dolores materiales, morales y espirituales;
que Yo os confortaré.
Tomad sobre vosotros mi Yugo, no es un peso; es un sostén.
Abrazad mi Doctrina como si fuese una esposa amada.
Imitad a vuestro Maestro que hace lo que enseña.
Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón.
Encontraréis descanso para vuestras almas,
porque mansedumbre y humildad conceden reinar en la Tierra y en el Cielo.
Por eso se dice “La Buena Nueva”.
Quien la acepta y obedece, ya desde este mundo será bienaventurado,
porque Dios será su alivio.
Y porque las virtudes harán fácil y luminoso su camino,
asemejando a hermanas buenas que,
llevándolo de la mano, con las lámparas encendidas,
iluminarán su camino y su vida y le cantarán las eternas promesas de Dios,
hasta que, plegando en paz el cansado cuerpo hacia la tierra, se despierte en el Paraíso.
¿Por qué, hombres, pudiendo vivir consuelo y aliento,
queréis peso, desaliento, cansancio, desazón, desesperación?
Os lo dije ya: que los verdaderos triunfadores son los que conquistan el Amor.
Nunca os impondría algo que fuese superior a vuestras fuerzas,
porque os amo y os quiero conmigo en mi Reino.
Esforzaos por ser semejantes a Mí y como mi Doctrina enseña.
No tengáis miedo porque mi yugo es dulce y su peso es ligero…
Y la gloria de que gozaréis si me sois fieles, será infinitamente grande, ilimitada, eterna….
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271 EVANGELIZAR CON OBRAS
271 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Y llevando al niño en medio entre Él y Mannaém, reanuda su camino.
Caminan ligeros por la campiña hacia Cafarnaúm
Durante el trayecto van hablando sobre la importancia de la Caridad.
Llegan a Cafarnaúm.
Los apóstoles ya han llegado.
Después de la disputa con los fariseos ha comenzado ya la vigilia del sábado.
Y todos se han reunido en la terraza, a la sombra del emparrado,
donde cuentan a Mateo que todavía no está curado,
sus aventuras en sus respectivas misiones evangelizadoras.
Al oír el leve roce de las sandalias contra la pequeña escalera, se vuelven.
Y ven que la cabeza rubia de Jesús sobresale cada vez más por el antepecho de la terraza.
Corren hacia Él, que viene muy sonriente…
Y se quedan de piedra cuando ven que detrás de Jesús hay un pobre niño.
Seguido por Mannaém, que sube regio y magnífico,
con su esplendorosa túnica de lino blanco.
Más bella de lo que ya de por sí es, ceñida por el valioso cinturón y el manto rojo fuego,
de lino tan brillante que parece seda y que apenas si descansa sobre los hombros,
sostenido por fíbulas de oro, con rubíes;
para formarle una cauda detrás.
Y que junto con la prenda que cubre su cabeza de lino cendalí,
sujeta con una diadema sutil de oro,
lámina burilada, que divide su amplia frente a la mitad…
Y le hace parecer un rey egipcio.
La presencia majestuosa de Mannaém, evita una avalancha de preguntas;
expresadas de todas formas, muy claramente con los ojos.
Así que, después de los saludos recíprocos, una vez sentados ya al lado de Jesús,
los apóstoles, señalando al niño,
preguntan:
– ¿Y éste?
Jesús responde:
– Este es mi última conquista.
Un pequeño José, carpintero, como el que fue mi padre, el gran José;
por tanto, amadísimo mío, como Yo amado suyo.
El niño asiente con la cabeza.
Y Jesús lo llama:
– Ven aquí.
Para presentarte a mis amigos:
Éstos de los que tanto has oído hablar.
Este es Simón Pedro, el hombre más bueno del mundo con los niños;
éste es Juan, un niño grande, que te hablará de Dios incluso jugando;
éste es Santiago su hermano, serio y bueno como un hermano mayor.
Y éste es Andrés, hermano de Simón Pedro:
harás inmediatamente buenas migas con él, porque es manso como un cordero.
Luego, éste es Simón el Zelote:
éste ama tanto a los niños que no tienen padre;
que creo que daría la vuelta al mundo, si no estuviera conmigo, para buscarlos.
Luego, éste es Judas de Simón y sentados junto a él, están:
Felipe de Betsaida y Nathanael.
¿Ves cómo te miran?
Ellos también tienen niños y quieren mucho a los niños.
Y éstos son mis hermanos Santiago y Judas:
Aman todo lo que Yo amo, por eso mucho te querrán.
(Los milagros son signos para ayudarnos en nuestro ministerio apostólico …
Señales para disipar dudas e incredulidad…
NO para proporcionarnos comodidades a los corredentores.
Por eso Mateo está incapacitado temporalmente…)
Ahora vamos a acercarnos a Mateo, que tiene muchos dolores en el pie.
Y a pesar de todo, no guarda rencor a los niños que, jugando alocadamente;
le han pegado con una piedra puntiaguda.
¿Verdad Mateo?
El apóstol sonríe y responde:
– Así es, Maestro.
¿Es hijo de la viuda?
– Sí.
Es un niño estupendo y muy inteligente, pero ahora está muy triste.
Mateo lo acaricia atrayéndolo hacia sí,
mientras dice.
– ¡Pobre niño!
Voy a hacer que llamen a Santiaguito, para que juegues con él.
Jesús termina la presentación con Tomás,
el cual práctico como es
la completa ofreciéndole al niño un racimo de uvas arrancadas de la pérgola.
– Ahora sois amigos.
Y se sienta.
Mientras tanto, el niño disfruta sus jugosas uvas…
Y responde a Mateo, que lo tiene abrazado a su lado.
Pedro pregunta:
– ¿Dónde has estado tan solo, toda la semana?
Jesús dice;
– En Corozaín, Simón de Jonás.
– Sí, lo sé.
¿Pero qué hiciste?
¿Estuviste en la casa de Isaac?
– ¿Y entonces?
– ¿No te lo ha dicho Mateo?
– No.
Sólo ha dicho que te habías quedado en Corozaín desde el día de nuestra partida.
– Mateo es mejor que tú.
Sabe callar y tú no sabes refrenar tu curiosidad.
– No solo la mía.
La de todos.
– Pues bien.
Fui a Corozaím a predicar la Caridad con la práctica.
Varios le preguntan al mismo tiempo:
– ¿La caridad con la práctica?
– ¿Qué quieres decir?
– En Corozaín hay una viuda con cinco hijos y una anciana enferma.
El marido murió de repente cuando estaba trabajando en el banco de carpintero.
Y ha dejado tras de sí miseria y unos trabajos inacabados.
Corozaín no ha sabido encontrar una migaja de piedad, para con esta familia desdichada.
Fuí a terminar los trabajos y…
– ¡¡¿ Queeé ?!!
Se produce un pandemónium:
Quién pregunta, quién protesta, quién regaña a Mateo por haberlo consentido.
Quién manifiesta admiración, quién critica.
Y por desgracia, quienes protestan o critican son la mayoría.
Jesús deja que la borrasca se calme, de la misma forma que se ha formado…
Y por toda respuesta,
añade:
– Y pasado mañana regresaré allí
Terminaré un trabajo.
Espero que al menos vosotros comprendáis.
Corozaín es un hueso de fruta cerrado, sin semilla.
Por lo menos vosotros sed huesos de fruta con ella.
Josesito, por favor dame esa nuez que te ha dado Simón.
Y escucha tú también.
¿Veis esta nuez?
La tomo porque no tengo otros huesos de fruta en la mano.
Pero, para entender la parábola, pensad en los núcleos de piñones o palmas.
Pensad en los más duros, por ejemplo: en los de las aceitunas.
Son envolturas clausuradas, sin fisuras;
durísimas, de una madera compacta.
Parecen mágicos cofres que sólo con violencia se pueden abrir.
Pues bien, a pesar de todo, si se echa uno de estos titos al suelo,
sencillamente arrojado sobre la tierra.
Y si algún caminante pasando por encima, lo incrusta en la tierra al pisarlo,
lo suficiente para que entre un poco en el suelo,
¿Qué sucede?
Pues que el cofre se abre, echa raíces y hojas.
¿Cómo se produce esto por sí solo?
¿Cómo lo logró?
Nosotros tenemos que emplear el martillo
Pues para conseguir abrirlos, tenemos que golpear mucho con el martillo;
Y sin embargo, sin golpes; el hueso se abrió.
¿Tiene algo mágico esa semilla?
No. Lo que tiene dentro es una pulpa.
¡Oh! ¡Una cosa muy débil respecto a la dura cáscara!
Y con todo, alimenta algo todavía más pequeño: la semilla.
Ésta es la poderosa palanca que fuerza, abre…
Produce la planta con raíces y hojas, que luego será un árbol con frondas.
Haced la prueba de enterrar unos titos y luego esperad.
Veréis como algunos nacen y otros no.
Extraed de la tierra los que no han nacido.
Abridlos con el martillo.
Veréis como son semillas vacías.
No es pues, la humedad del suelo, ni el calor los que hacen abrir el hueso; sino la pulpa.
Y más: el alma de la pulpa;
el germen, que hinchándose, hace palanca y abre.
Ésta es la parábola.
Apliquémosla a nosotros mismos.
¿Qué hice que no estuviera bien?
¿Nos hemos entendido tan poco, como para no comprender que la hipocresía es un pecado
y que la palabra es viento, si no es la fuerza de la acción?
¿Acaso no os he dicho siempre: Amaos los unos a los otros’?
El Amor es el precepto de la gloria.
Yo que predico, ¿Puedo faltar a la Caridad?
¿Daros el ejemplo de un Maestro Mentiroso?
¡No! ¡Jamás!
Nuestro cuerpo es el hueso duro;
en el hueso duro está encerrada la pulpa, el alma;
dentro de ella, el germen que Yo he depositado y que está formado de muchos elementos,
el principal de los cuales es la Caridad.
Es la caridad la que hace de palanca para abrir el hueso
y librar al espíritu de las constricciones de la materia
y restablece su unión con Dios, que es Caridad.
La caridad no se hace sólo de palabras o de dinero.
La caridad se hace sólo con la Caridad.
Y no os parezca un juego de palabras.
Las palabras, para este caso, no eran suficientes.
Aquí había siete personas al borde del hambre y la angustia.
La desesperación ya lanzaba sus negras garras para hacer presa y asfixiar.
El mundo se apartaba, duro y egoísta, ante esta desventura;
daba muestras de no haber comprendido las palabras del Maestro.
El Maestro ha evangelizado con las Obras.
Yo tenía la capacidad y libertad para hacerlo.
Y tenía el deber de amar por el mundo entero a estos míseros, a quienes el mundo desprecia.
He hecho todo esto.
¿O debo ser Yo quien os critique, en presencia de un discípulo que no se acobardó
de meterse entre el aserrín y las virutas, por no abandonar al Maestro?
Y estoy seguro de que se convenció más de Mí,
viéndome inclinado, trabajando sobre la madera;
de lo que se hubiera persuadido viéndome sobre un trono.
O ante la presencia de un niño, que ha experimentado lo que Soy;
no obstante su ignorancia; la desventura que lo oprime…
Y su absoluta falta de conocimiento del Mesías, como Tal…
¿No respondéis?
No os apenéis sólo cuando levanto mi Voz, para corregir ideas equivocadas.
Lo hago por amor.
Si no… Meted en vosotros el germen que santifica y que abre el hueso.
De otro modo, seréis siempre seres inútiles.
Lo que hago debéis hacerlo con prontitud también vosotros…
Ningún trabajo, por amor del prójimo; para llevar a Dios un alma; os debe pesar.
El trabajo, cualquiera que sea; jamás humilla.
Pero sí humillan las acciones bastardas;
la falsedad; las acusaciones mentirosas; las acciones bajas, las denuncias mentirosas,
la crueldad, los abusos, la dureza; las vejaciones;
la usura, las calumnias, la lujuria.
Éstas matan al hombre y con todo; las hacen sin experimentar vergüenza;
aún aquellos que quieren ser llamados perfectos.
Y que ciertamente se han sentido mal al verme trabajar con la sierra y el martillo…
El trabajo, sea cual fuere, no es nunca humillante;
Estas cosas son las que envilecen al hombre,
aunque, a pesar de ello, se lleven a cabo sin sentir vergüenza.
(Me refiero también a quienes quieren considerarse perfectos,
pero que se han escandalizado al verme trabajar con la sierra y el martillo).
¡Cuán noble será, si se usa para meter clavos en una madera…
Y hacer un objeto que sirva para dar de comer a unos huerfanitos!,
¡Cuán distinta será la condición del martillo, modesta herramienta,
si lo usan mis manos y además con fin santo;
cuánto querrán tenerlo todos aquellos que ahora
¡Oh, hombre!
¡Criatura que deberías ser luz y verdad!
¡Cuán tenebroso y mentiroso eres!
Pero vosotros al menos comprended qué cosa es el bien.
Qué la obediencia.
En verdad os digo que los fariseos son muchos y que no faltan entre los que me rodean.
manifestarían a gritos su escándalo por causa de él!
¡Oh, hombre, criatura que deberías ser luz y verdad, cuánto eres tinieblas y mentira!
.¡Vosotros, al menos vosotros, entended lo que es el bien!
¡Lo que es la caridad, lo que es la obediencia!
En verdad os digo que grande es el número de los fariseos.
Y…