283 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Jesús está en una de las colinas de la ribera occidental del lago.
Exactamente debajo de la colina, están Mágdala y Tiberíades:
es un paisaje lleno de huertos de olivos y es justamente a la sombra de una arboleda,
junto a un pequeño arroyuelo, donde se han reunido los apóstoles y discípulos,
alrededor de Jesús, para descansar.
Mientras comen,
Jesús continúa la lección iniciada con la parábola del rico insensato.
porque el hombre está demasiado absorbido por preocupaciones materiales y miedos estúpidos.
Jesús dice:
– Creed que sólo hay que preocuparse de este enriquecimiento en virtud.
Estad atentos, además, a que vuestra preocupación no sea nunca ansiosa, inquieta.
El bien es enemigo de las inquietudes, de los miedos, de las prisas; todas estas cosas
denotan demasiado todavía la avaricia, la rivalidad, la humana desconfianza.
Que vuestro trabajo sea constante, esperanzado, pacífico; sin arranques bruscos
ni bruscas detenciones, como hacen los onagros silvestres;
que ninguno que esté en su sano juicio los usa para recorrer seguro camino)
Pacíficos en las victorias, pacíficos en las derrotas.
El dolor por un error cometido, que os entristece porque con él habéis contrariado a Dios,
debe ser también pacífico, debe sentir el alivio de la humildad y la confianza.
El abatimiento, el odio hacia uno mismo es siempre síntoma de soberbia y de falta de confianza.
El humilde sabe que es un pobre hombre sujeto a las miserias de la carne, que algunas veces triunfa;
el humilde tiene confianza no tanto en sí mismo cuanto en Dios.
Y mantiene la calma incluso en las graves derrotas, diciendo:
“Perdóname, Padre. Sé que conoces mi debilidad que a veces me domina.
Sientes compasión de mí, lo creo.
Confío firmemente en que me vas a ayudar, incluso más que antes, en el futuro,
a pesar de que te satisfaga tan poco”.
No os mostréis apáticos ni avaros respecto a los bienes de Dios.
Dad la sabiduría y virtud que tengáis.
Sed laboriosos en el espíritu,

EN NUESTRAS RODILLAS ESTÁ EL PODER. 16. Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.
como los hombres lo son para las cosas de la carne.
Y respecto a la carne, no imitéis a los del mundo que siempre tiemblan por su futuro,
por el miedo de que les falte lo superfluo, de que les venga una enfermedad o la muerte,
de que los enemigos los puedan perjudicar, etc. Dios sabe de qué tenéis necesidad.
No temáis por tanto, por vuestro mañana.
Vivid libres de los miedos, que pesan más que las cadenas de los galeotes.
No os afanéis por vuestra vida, ni por la comida, la bebida o el vestido.
La vida del espíritu vale más que la del cuerpo.
Y el cuerpo más que el vestido, porque vivís con el cuerpo, no con el vestido;
y con la mortificación del cuerpo ayudáis al espíritu a conseguir la vida eterna.
Dios sabe hasta cuándo dejaros el alma en el cuerpo; hasta esa hora os dará lo necesario.
Si se lo da a los cuervos, animales impuros que se alimentan de cadáveres
y que tienen su razón de existir precisamente en esta función suya
de eliminar sustancias en putrefacción,
¿No os lo va a da a vosotros?
Ellos no tienen despensas ni graneros, y Dios los nutre igualmente.
Vosotros sois hombres, no cuervos.
Además, los presentes sois la flor y nata de los hombres, porque sois los discípulos del Maestro,
los evangelizadores del mundo, los siervos de Dios.
¿Vais a pensar que Dios, que cuida el muguete, cuyo único trabajo es el de perfumar, adorando,
y lo hace crecer y lo viste con vestidura tan hermosa como jamás tuviera Salomón,
puede descuidaros, incluso en lo relativo a vuestro vestido?
Vosotros sí que no podéis añadir ni un diente a las bocas desdentadas,
ni alargar una pulgada a una pierna contraída, ni volver aguda la pupila empañada.
No siendo capaces de estas cosas,
¿Vais a pensar que podéis repeler miseria y enfermedad, hacer brotar del polvo frutos?
No podéis.
Pero no seáis gente de poca fe.
Tendréis siempre lo necesario.
No os entristezcáis como la gente del mundo, que se desvive por conseguir cosas de que gozar.
Vosotros tenéis a vuestro Padre, que conoce vuestras necesidades.
Debéis sólo buscar el Reino de Dios y su justicia.
Sea éste vuestro primer interés.
Todo lo demás se os dará por añadidura.
No temáis, vosotros de mi pequeño rebaño.
Mi Padre se ha complacido en llamaros al Reino para que poseáis este Reino.
Podéis, por tanto, aspirar a él
y ayudar al Padre con vuestra buena voluntad y santa laboriosidad
Vended vuestros bienes, distribuidlos en limosna, si estáis solos.
Dejad a los vuestros la provisión para el viaje de vuestro abandono de la casa
por seguirme a Mí, porque justo es no dejar sin pan a los hijos o esposas.
Y si no podéis, por este motivo, sacrificar las riquezas pecuniarias,
sacrificad las riquezas de afecto, que son también monedas, valoradas por Dios
por lo que son: oro más puro que ningún otro, perlas más preciosas,
que las que se arrebatan a los mares, rubíes más singulares que los de las entrañas de la tierra.
Porque renunciar a la familia por Mí es caridad más perfecta que oro sin un solo átomo impuro,
es perla hecha de llanto,
rubí hecho de sangre que rezuma por la herida del corazón,
desgarrado por la separación del padre y de la madre, de la esposa y de los hijos.
Estas bolsas no merman, este tesoro no se devalúa jamás.
Los ladrones no se introducen en el Cielo, la carcoma no come lo que en él se deposita.
Tened el Cielo en el corazón y el corazón en el Cielo, junto a vuestro tesoro. .
Porque el corazón, en el bueno y en el malo, está donde lo que consideráis amado tesoro vuestro.
Por tanto, de la misma forma que el corazón está donde el tesoro (en el Cielo),
el tesoro está donde el corazón (es decir, en vosotros);
es más, el tesoro está en el corazón.
Y con el tesoro de los santos, está, en el corazón, el Cielo de los santos.
Estad siempre preparados, como quien va a emprender un viaje o espera a su amo.
Vosotros sois siervos del Amo-Dios.
En cualquier momento os puede llamar a su presencia, o venir a vosotros.
Estad pues siempre preparados para ir, o a rendirle honor,
ceñida la cintura con cinturón de viaje y de trabajo, con las lámparas encendidas en vuestras manos.
Al salir de una fiesta nupcial con uno que os haya precedido en los Cielos
y en la consagración a Dios en la tierra,
El puede recordarse de vosotros, que estáis esperando; y puede decir:
“Vamos donde Esteban, o donde Juan, o Santiago y Pedro”.
Y Dios es rápido para venir, o para decir: “Ven”.
Por tanto, estad preparados para abrirle la puerta cuando llegue; o para salir, si os llama.
Bienaventurados los siervos a quienes encuentre en vela el Amo cuando llegue.
En verdad os digo que, para recompensarlos por la fiel espera, se ceñirá el vestido,
los sentará a la mesa y se pondrá a servirlos.
Puede llegar a la primera vigilia, a la segunda o a la tercera… No lo sabéis.
Por tanto, estad siempre vigilantes.
¡Dichosos vosotros, si estáis así y así os encuentra el Amo!
No os engañéis diciendo: “¡Hay tiempo! Esta noche no viene”.
Sería un mal para vosotros No sabéis.
Si uno supiera cuándo viene el ladrón, no dejaría sin guardia la casa
para que el malhechor pudiera forzar la puerta y las arcas.
Estad preparados también vosotros, porque, cuando menos os lo penséis,
vendrá el Hijo del hombre y dirá: “Es la hora”».
Pedro, que incluso se ha olvidado de terminar su comida por escuchar al Señor,
pregunta:
– ¿Esto que dices es para nosotros o para todos?
– Para vosotros y para todos;
pero más para vosotros, porque vosotros sois como administradores puestos por el Amo al
frente de los siervos y tenéis doble obligación de estar preparados:
por vosotros como administradores y por vosotros como simples fieles.
¿Cómo debe ser el administrador al que el amo ha colocado al frente de sus domésticos
para dar a cada uno, a su tiempo, la debida porción?
Debe ser avisado y fiel.
Para cumplir su propio deber, para hacer cumplir a los subordinados el deber que ellos tienen.
Si no, saldrían perjudicados los intereses del amo,
que paga para que el administrador actúe haciendo las veces de él
y vele por sus intereses en su ausencia.
Dichoso el siervo al que el amo, al volver a su casa, encuentre obrando con fidelidad, diligencia y justicia.
En verdad os digo que lo hará administrador de otras propiedades, de todas sus propiedades,
descansando y exultando en su corazón por la seguridad que ese siervo le da.
Mas si ese siervo dice:
“¡Ah! ¡Bien! El amo está muy lejos y me ha escrito que tardará en volver.
Por tanto, puedo hacer lo que me parezca,
y luego, cuando calcule que esté próximo a regresar, tomaré las medidas oportunas”.
Y empieza a comer y a beber hasta emborracharse…
Y a dar órdenes de borracho.
Y ante la oposición a cumplirlas, por no perjudicar al amo, por parte de los siervos buenos
subordinados a él empieza a pegar a los siervos y a las siervas hasta hacerlos enfermar y languidecer
Y se siente feliz y dice: “Por fin saboreo lo que significa ser jefe y ser temido por todos”.
¿Qué le sucederá?
Le sucederá que llegará el amo cuando menos se lo espere,
quizás incluso sorprendiéndolo en el momento en que está robando dinero
o sobornando a alguno de los siervos más débiles.
Entonces, os digo que el amo lo quitará del puesto de administrador,
y lo cancelará incluso de las filas de sus siervos,
porque no es lícito mantener a los infieles y traidores entre los honestos;
y tanto mayor será su castigo cuanto más lo quiso y lo instruyó su amo.
Porque el que conoce más la voluntad y el pensamiento de su amo;
más obligado está a cumplirlo con exactitud.
Si no hace como su amo le ha dicho (ampliamente, como a ningún otro), recibirá muchos bastonazos.
Sin embargo, el que, como siervo menor, sabe poco, y yerra creyendo actuar correctamente,
recibirá un castigo menor.
A quien mucho se le dio mucho le será pedido.
Mucho tendrá que restituir aquel a quien mucho se le confió.
Porque hasta del alma de un niño de una hora se pedirá cuenta a mis administradores.
Mi elección no es fresco reposo en un soto florido.
He venido a traer fuego a la tierra;
¿Qué puedo desear, sino que arda?
Por eso me fatigo, como quiero que os fatiguéis vosotros hasta la muerte
y hasta que la tierra toda sea una hoguera de celeste fuego.
Debo ser bautizado con un bautismo.
¡Cuán angustiado viviré hasta que se cumpla!
¿No os preguntáis por qué?
Porque por él os podré hacer portadores del Fuego,
fermento activo en todas y contra todas las capas sociales, para fundirlas en una única cosa:
el rebaño de Cristo.
¿Creéis que he venido a poner paz en la tierra?
¿Según los modos de ver de la tierra? No.
Todo lo contrario: discordia y separación.
Porque, de ahora en adelante, mientras toda la tierra no sea un único rebaño,
de cinco que haya en una casa, dos estarán contra tres
y el padre estará contra el hijo y el hijo contra el padre, y la madre contra las hijas,
y éstas contra aquélla, y las suegras y nueras tendrán un motivo más para no entenderse,
porque habrá labios que hablen un lenguaje nuevo, y será como una Babel;
porque una profunda agitación estremecerá el reino de los afectos humanos y sobrehumanos.
Mas luego vendrá la hora en que todo se unificará en una lengua nueva
que hablarán todos los salvados por el Nazareno,
y se depurarán las aguas de los sentimientos,
irán al fondo las escorias y brillarán en la superficie las límpidas ondas de los lagos celestes.
Verdaderamente, servirme no es descansar,
según el significado que el hombre da a esta palabra;
es necesario ser héroes, infatigables.
Mas os digo que al final será Jesús, siempre Jesús, el que se ceñirá el vestido para serviros,
y luego se sentará con vosotros a un banquete eterno,
y todo cansancio y dolor serán olvidados.
Ahora, dado que ninguno nos ha vuelto a buscar, vamos al lago.
Descansaremos en Magdala.
En los jardines de María de Lázaro hay sitio para todos,
y ella ha puesto su casa a disposición del Peregrino y de sus amigos.
No hace falta que os diga que María de Magdala ha muerto con su pecado
y que de su arrepentimiento ha renacido María de Lázaro, discípula de Jesús de Nazaret;
ya lo sabéis, porque la noticia ha corrido como fragor de viento en un bosque.
No obstante os digo una cosa que no sabéis:
que todos los bienes personales de María de Lázaro son para los siervos de Dios
y para los pobres de Cristo.
Vamos..