Archivos diarios: 14/07/21

295 EL JUICIO PERSONAL

295 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Jesús regresa con los apóstoles de una gira apostólica por las cercanías de Betania.

Debe haber sido una gira breve, porque no traen siquiera los talegos de las provisiones.

Vienen hablando entre ellos.

Dicen:
–       Ha sido un buen regalo el de Salomón el barquero.

¿No es verdad, Maestro?

Jesús responde: 

–       Sí, un buen regalo.

Judas disiente de los demás,

observando con desprecio:

–       No veo mucho de bueno en esa cosa.

Nos ha dado lo que ya a él, que es discípulo, no le sirve.

No hay motivo para ensalzarlo…

Simón Zelote, dice serio:

–       Una casa siempre viene bien.

–       Si fuera como la tuya.

Pero, ¿Qué es?

Una casucha malsana.

—      Es todo lo que tiene Salomón 

Pedro añade: 

–      Y de la misma forma que él allí se ha hecho viejo sin enfermedades,

podremos ir de vez en cuando nosotros.

¿Qué quieres?

¿Todas las casas como la de Lázaro? 

–       No quiero nada.

No veo la necesidad de este regalo.

Cuando se fuera a ese lugar, se podría estar en Jericó.

Están sólo a unos pocos estadios de distancia.

Para unos como nosotros, que parecemos gente perseguida,

obligados a caminar siempre,

 –      ¿Unos pocos estadios qué es?

Antes de que la paciencia de los otros falle, como ya claros signos lo avisan…. 

Jesús interviene:,

–       Salomón, en proporción a sus bienes, ha dado más que nadie.

Porque ha dado todo.

Lo ha dado por amor.

Lo ha dado para ofrecernos un cobijo en caso de que nos coja la lluvia,

en esa zona poco hospitalaria.

O en caso de una crecida del río.

Y sobre todo, en caso de que la mala voluntad judía, se haga tan fuerte que sea aconsejable

interponer entre ella y nosotros el río.

Esto por lo que respecta al regalo.

Y el que un discípulo, humilde y rudo, pero muy fiel y lleno de buena voluntad,

haya sabido llegar a esta generosidad, que denota en él la clara voluntad de ser para siempre

discípulo mío, me procura una gran alegría.

Verdaderamente veo, que muchos discípulos con las pocas lecciones que han recibido de Mí

os han superado a vosotros, que mucho habéis recibido.

Vosotros no me sabéis sacrificar, tú especialmente, ni siquiera eso que no cuesta nada:

el juicio personal…

Tú te lo conservas duro, resistente a cualquier flexión.

La posesión demoníaca perfecta NO PUEDE reverenciar a Dios, porque Satanás lo odia y a sus instrumentos, es lo que les trasmite…

Judas replica: 

–       Dices que la lucha contra uno mismo es la más costosa…

–       ¿Y con eso quieres decirme que me equivoco al decir que no cuesta nada?

¿Es así? 

¡Tú sabes bien lo que quiero decir!

Para el hombre -y verdaderamente eres un auténtico hombre- sólo tiene valor lo que es

comerciable.

El yo no se comercia a precio de moneda.

A menos que…

A menos que uno se venda a alguien esperando un beneficio.

Un tráfico ilícito, semejante al que el alma contrae con Satanás.

Es más, mayor, porque además de al alma abraza también al pensamiento,

juicio, o libertad del hombre, llámala como quieras.

Existen también estos desdichados…

Pero no pensemos en ellos por el momento.

He elogiado a Salomón porque veo todo lo bueno que hay en su acto.

Y basta así.

Hay un largo momento de silencio.

Luego Jesús continúa:

–       Dentro de algunos días Hermasteo podrá andar sin perjuicio.

Yo voy a volver a Galilea.

No vendréis todos conmigo.

Una parte se quedará en Judea y luego volverá arriba con los discípulos judíos,

de forma que estemos todos juntos para la fiesta de las Luces.

Los apóstoles comentan entre sí…

–      ¿Tanto tiempo?

–      ¿Y a quién le va a tocar? 

Jesús recoge el cuchicheo…

y responde:

–       Les va a tocar a Judas de Simón, a Tomás, a Bartolomé y a Felipe.

Pero no he dicho que haya que estar en Judea hasta la fiesta de las Luces.

Incluso quiero que recojáis o aviséis a los discípulos, para que estén para la fiesta de las Luces.

Por tanto, iréis, los buscaréis.

Los reunís y los avisáis.

Y mientras, les ponéis atención y les ayudáis en todo. 

Luego seguiréis mis pasos trayendo con vosotros a los que hayáis encontrado;

para los otros, dejáis dado el aviso de que vengan.

En estos momentos tenemos ya amigos en los principales lugares de Judea.

Nos harán este favor de avisar a los discípulos.

Después, en el camino de regreso hacia Galilea, por la Transjordania,

y sabiendo que Yo iré por Gerasa, Bosra, Arbela, hasta Aera;

vais recogiendo a todos los que a mi paso no se hayan atrevido a manifestar su petición

de doctrina o milagro y que luego hayan lamentado el no haberlo hecho.

Los conduciréis a Mí.

Estaré en Aera hasta vuestra llegada.

Judas dice: 

–       Entonces convendría salir en seguida.

–       No.

Saldréis al caer de la tarde del día anterior de mi partida.

Iréis donde Jonás, al Getsemaní.

Allí estaréis hasta el día siguiente.

Luego saldréis para Judea.

Así podrás ver a tu madre y le servirás de ayuda en este momento de contrataciones agrícolas.

–        Ya hace años que ha aprendido a arreglárselas por sí sola.  

Con una buena dosis de ironía,.

Pedro observa: 

–       ¿No te acuerdas de que el año pasado le eras indispensable para la vendimia?

Judas se pone más rojo que una amapola, afeado por su ira y vergüenza.

Pero Jesús sale al paso de cualquier posible respuesta hablando Él:

–       Un hijo siempre sirve de ayuda y de confortación a su madre.

Ya hasta Pascua, e incluso después, no te volverá a ver.  

Por tanto, ve y haz lo que te digo.

Judas no replica ya a Pedro,

pero descarga su rabia contra Jesús:

–       Maestro,

¿Sabes qué tengo que decirte?

Que tengo la impresión de que quieres deshacerte de mí; 

al menos separarme, porque tienes sospechas;

porque me crees injustamente culpable de algo, porque me faltas a la caridad,

porque…

Jesús ordena imperioso: 

–       ¡Judas!

¡Basta! Podría decirte muchas cosas.

Sólo te digo: “Obedece”.

Jesús se muestra majestuoso al decir esto.

Alto, con mirada centelleante y rostro severo…

Hace temblar.

Judas también se atemoriza.

Se repliega y se pone el último de todos, mientras que Jesús se pone a la cabeza, solo.

Entre ambos, el grupo enmudecido de los apóstoles.