Archivos diarios: 8/09/21

340 VÍCTIMAS PROPICIATORIAS

340 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Al día siguiente, Tiro se despierta entre ráfagas de mistral

Es una mañana esplendorosa con un cielo despejado,

adornado por unos cuantos cirros muy blancos, como la espuma de las olas,

que revientan rumorosas en la playa…

El sol goza de su jornada de cielo claro, después de tanta oscuridad,

causada por el mal tiempo.  

La abundante brisa marina, provocada por la marejada, el impredecible viento,

y el fuerte oleaje de un mar inquieto,

cubre con su helada humedad invernal, a los marineros madrugadores,

que están sobre las naves atracadas en el muelle.

Y que se mueven alternadamente, subiendo y bajando. 

meciéndose al suave ritmo de las fuertes olas. 

Después de otra fuerte y violenta ráfaga de mistral;

Pedro despierta en la barca, donde ha dormido…

Y hablando consigo, murmura en voz baja: 

–       Entendido.

Es hora de moverse.

Señalando al mar que entra inquieto incluso en el puerto, 

con cuya abundante brisa le ha refrescado, cubriéndolo completamente.

agrega: 

–        Y «él»  nos ha proporcionado el agua lustral…

¡Mmm!

Vamos a consumar la segunda parte del sacrificio propiciatorio…

Pedro poniéndose en pie, se levanta del lugar en donde pasó la noche

y viendo a Santiago que también se ha despertado,

le dice:

–       Creo que ya es hora de que nos vayamos.

¡Humm!… 

Dime, Santiago…

¿No te da la impresión, de que realmente estamos llevando a dos víctimas propiciatorias al sacrificio?

A mí sí.

Santiago de Zebedeo,

responde;

–        También a mí, Simón.

Pero… ¿Sabes?

De mi parte agradezco al Maestro, la confianza que ha depositado en nosotros.

Pero no me gusta que se haya sufrido tanto…

Jamás había visto, ni imaginado siquiera, una cosa tan dolorosa… 

El Sufrimiento en Jesús era tan grande, que no lo pudo ocultar…

Él que siempre es tan calmado.

Y también en estos dos…   

¡Cómo los ha torturado!  

Me dolió tanto…

Sentí que casi fue, como si se me partiera también a mí el corazón…

–       Todos los sentimos…

Hasta el corazón de paloma de mi Porfiria…

Y tampoco yo lo había experimentado así…

Pero… ¿Sabes?

Estoy seguro de que el Maestro nunca lo hubiera hecho,

si el Sanedrín no hubiera metido sus narices…

–       Él ya lo dijo…

Pero ¿Quién habrá informado al Sanedrín?

¡Es lo que quisiera saber…!

Pedro exclama:

–      ¿Qué quién?

¡Dios eterno, ayúdame guardar silencio!

¡Haz que no piense!

Y en vox más baja añade;

–        Es un voto que he hecho;

para quitarme esta sospecha, que me trepana el cerebro con una sola idea…

Ayúdame Santiago a no pensar…

Habla de otra cosa completamente distinta.

–        Pero ¿De qué?

¿Del tiempo?

–        Sí, por ejemplo. 

Si así lo quieres…

–        Porque yo no entiendo nada del océano grande…

Pedro se queda mirando el mar

y dice:

–           Pienso que vamos a tener un buen baile.

Santiago mira el cielo examinándolo…

Y  luego a los enormes barcos,

y objeta: 

–           ¡Nooo!

Las olas son pequeñas y están para reír… 

Ayer si estaba un poco enfurecido.

¡Qué hermoso será ver este mar agitado, desde lo alto de la nave!

A Juan le va a gustar…

Hará que se inspire para cantar.  

Les llega otra ráfaga de brisa refrescante… 

Y se pone de pie también Santiago..

Observa las naves que están en la otra parte, en el muelle grande;

visibles, con sus altas superestructuras.  

Es un notorio contraste, sobre todo cuando la ola levanta la barquita de ellos

con un movimiento alternado de sube y baja.

Miran, estudiando las distintas naves, haciendo pronósticos…

Poco a poco, el puerto se llena de gente y de movimiento.

Santiago observa los barcos,

y pregunta: 

–      ¿Cuál será la nave?

Y Pedro  contesta:

–      Ahora lo averiguo. 

Espera…  

Y saltando de la barca;

se dirige hacia un marinero ocupado en otra barca cercana…

Diciéndole: 

–        ¡Oye!

¿Sabes si se encuentra en el puerto el navío de…?

Espera, voy a leer su nombre… 

Y sacando un pergamino que trae en la cintura y está atado con una cinta,

añade: 

     Sí.  

Aquí está

Es Nicómedes Filadelfo de Filipo; cretense de Paleocastro…

El marinero se admira,

y exclama:

–       ¡Oh!

¡El famoso gran navegante!

¡¿Y quién no lo conoce?!

Es el más conocido desde el Golfo de las Perlas,

hasta las Columnas de Hércules.

Y aun más allá…

Hasta en los fríos mares congelados,

en los que la noche puede durar meses enteros.

¿Cómo es que no lo conoces, tú que eres marinero?

–       No.

Es así.

No lo conozco; pero ando en su busca; 

porque conocemos a nuestro amigo Lázaro de Teófilo,

que en un tiempo fue gobernador de Siria…

–           ¡Ah! ¡Sí!

Cuando yo navegaba…

Ahora estoy viejo, pero entonces él estaba en Antioquía…

¡Qué tiempos aquellos, tan hermosos!…

¿Lázaro es amigo tuyo…?

Y buscas a Nicómedes el cretense.

Entonces puedes ir seguro. 

Y señalándolo, a lo lejos,

agrega: 

¿Ves aquel navío?

El más grande, más alto y que tiene muchas banderolas flotando al viento…

Ese es el suyo.

Ve pronto.

Zarpa antes de la hora sexta.

¡No le tiene miedo al mar!

Santiago empieza a decir:

–       Efectivamente, no hay por qué tenerle miedo.

No es nada del otro mundo.

No es un gran…

Pero lo interrumpe el rudo embate de una enorme ola… 

Que se abate rompiéndose también sobre ellos.

Que le demuestra lo contrario.

 Y le quita la palabra, bañándolos desde la cabeza, hasta los pies.

Mientras se seca la cara:

Pedro refunfuña, 

–        Ayer estaba calmado… demasiado quieto;

Hoy, demasiado agitado. 

Un tonto bravucón, ¿No?

El oleaje aumenta su fuerza y Pedro agrega,

exclamando:

¡Caramba, qué loco!

Prefiero el lago… 

El marinero dice:

–       Os aconsejo que entréis en la dársena.

Allá se están yendo todos. ¿Veis?

Llevad vuestra barca, podréis guardarla hasta vuestro regreso…

Por una cuota diaria, te la cuidarán…

–        Pero nosotros tenemos que partir.

Tenemos que marcharnos con la nave de… de…

Espera: Nicomedes… Y todo lo demás

Dice Pedro, que no logra recordar los nombres extraños del cretense.

–       ¡No querréis cargar la barca en la nave!

–       ¡No, claro!

–       Entonces en las dársenas hay sitio para la custodia

Y hombres de guardia el tiempo que lo necesites.

Pagando una moneda al día hasta el regreso.

Porque supongo que volveréis…

–        ¡Claro, claro!

Vamos y volvemos…

Una vez visto el estado de los jardines de Lázaro.

–       Ah!,

¿Sois sus administradores?

–      Y más que eso…

–      Bien.

Venid conmigo.

Os enseño el sitio

Está pensado precisamente para los que dejan, como vosotros, las barcas…

Mirando al extremo del muelle,

Pedro dice:

–      Espera…

Ahí están mis hermanos.

Te alcanzamos enseguida.

Y agrega: 

–       Gracias amigo.

Ahorita con mis compañeros, la guardaremos donde dices…

Y Pedro salta al andén del puerto.

Luego corre al encuentro del grupo apostólico que están llegando. 

Andrés pregunta solícito: 

–       ¿Dormiste bien hermano?  

Pedro responde: 

–        Como un niño en la cuna.

Y no me han faltado el arrullo, el meneo, ni la canción…

Tadeo agrega sonriente:

–       Me parece que tampoco te ha faltado el chapuzón.

Porque parece que acabas de bañarte con las vestiduras…

–        Tampoco.

El mar es…

Tan bueno, que me ha lavado la cara para quitarme el sueño.

Mateo observa:

–        Un poco rudo, me parece.

–        El mar se encargó de lavarnos y quitarnos el sueño que quedaba,…

¿Verdad Santiago?

Santiago, igual de mojado que Pedro, asiente con una carcajada…

Y luego dice:

–      Pero ya sabemos con quién debemos ir…

Pedro comenta: 

–        ¡Si supierais con quién vamos!

¡Uno conocido hasta por los peces de los hielos

–        ¿Ya lo has visto?

–        No.

Pero me ha hablado de él, uno que me dice que hay un sitio para las barcas:

Un depósito en la dársena.

Venid, vamos a descargar los arcones y nos ponemos en marcha

porque Nicodemo, no…  Nicomedes el cretense, parte dentro de poco..

En ese momento llegan hasta  donde el marinero de Tiro los espera…

Cuando están otra vez al pie de la barca.

Pedro anuncia:

–        Aquí estamos, hombre.

Ahora descargamos estas cosas y luego vamos allí, dado que eres tan bueno.

El hombre de Tiro., responde:

       Nos ayudamos unos a otros… 

–       ¡Sí, claro!

Nos ayudamos, nos deberíamos ayudar.

Nos deberíamos amar unos a otros, porque ésta es la Ley de Dios…

–       Me dicen que en Israel ha surgido un nuevo Profeta que predica esto.

¿Es verdad?

–       Vaya que si es verdad!

¡Esto y otras cosas!

¡Y los milagros que hace!

Resucita los muertos, cura a los enfermos, convierte a los ladrones…

Y da órdenes al mar, para tranquilizarlo.

–      ¡Oh!

¿Pero es verdad todo eso?…

–      No dudes.

Todos nosotros hemos sido testigos de eso…

–       ¡Oh!

¿Dónde?…

–       En el lago de Genesareth.

Ven conmigo a la barca y mientras vamos al depósito te contaré…  

Juan de Endor comenta:

–       En el canal de Chipre sí que vamos a bailar bien.  

Preocupado, Mateo pregunta: 

–       ¡Ah! ¿Sí?

Parece que lo conoces bien…

–        Estuve muchos años allá….

Santiago de Alfeo afirma: 

–       Sí.  Pero lo que suceda…

Dios nos ayudará.

Mientras la ola levanta la barca…

Mirando a su hermano,

Pedro agrega:

–        Ánimo, Andrés

¡Aúpa, aúpa, más a la derecha. Venga,

 ¡Eso es! ¡Ya está…!  

Y volviéndose hacia el hombre,

continúa:

–        Te estaba diciendo, hombre:

¡Y qué milagros!

Muertos que resucitan, enfermos que quedan curados, ciegos que recuperan la vista,

ladrones que se convierten y hasta…

¿Ves?

Si estuviera aquí, diría al mar: «Detente» y el mar se calmaría…

Y mezclando la predicación, con instrucciones precisas, Pedro se las arregla,

para continuar:

¿Puedes, Juan?

Espera, voy yo.

Vosotros sujetad fuerte y bien pegado…

¡Arriba!,

¡arriba!… Un poco más…

Tú, Simón, agarra el asa…

¡Cuidado con la mano, Tadeo!

¡Arriba!, ¡arriba!…

Gracias, hombre…

¡Cuidado, no os caigáis al agua, vosotros los de Alfeo!…

¡Arriba!… ¡Eso es!

¡Loado sea Dios!

Ha sido menor el trabajo para bajar todo, que para subirlas y acomodarlas…

Es que yo tengo los brazos deshechos del ejercicio de ayer…

Volviendo a lo que te decía, del mar que le obedeció… 

Sube a la barca, que te explico mientras vamos allí…

Y se marcha, con el hombre y con Santiago,

remando por el canal que conduce a las dársenas.

Pedro da instrucciones a Andrés y a Santiago de Zebedeo para llevar la barca al depósito. 

mientras le habla de Jesús al marinero de Tiro..

Zelote observa:

–           ¿Ya vísteis a Pedro?

Mientras dirige las maniobras, evangeliza.

Juan de Endor:

–       Lo que me gusta mucho de él,

es su honestidad y su franqueza.

Mateo añade: –   

   Y su constancia.   

Santiago de Alfeo comenta:

–        Y su humildad.

¡Fijaos cómo no se ensoberbece sabiendo que es el «jefe»!

Trabaja más que ninguno.

Y se preocupa por todos y cada uno de nosotros.

Más que de sí mismo.

Síntica concluye:

–        A su modo es muy virtuoso.

Un hermano bueno.

Y un excelente líder…

Ni más ni menos… 

Después de un rato, Zelote rompe el silencio dirigiéndose a a los dos discípulos.,

Preguntando:

–        ¿Así que está decidido?

¿Pasáis por hermanos? 

Síntica responde: 

–       Sí. Es mejor.

Y no es mentira.

Es una verdad espiritual.

Es mi hermano mayor.

No de las mismas nupcias, pero sí de un único padre:.

El Padre es Dios; las nupcias distintas, Israel y Grecia

Y Juan es mayor que yo.

Y se ve, en edad y como discípulo más antiguo que yo.

Eso no se ve, pero es así.

Y ya no pueden seguir comentando, porque Pedro regresa,

diciendo:

–     Ya está todo hecho y arreglado.

Dejaremos la barca.

Vamos…

Y hay que llevar el cargamento hasta el navío que está allá…

Todos toman los cofres y las  cajas.

Se cargan con los arcones y todo el equipaje.

Y se van avanzando a través del estrecho Istmo, hasta el otro puerto;

en el muelle grande. 

El hombre de Tiro que tiene más experiencia, los sigue acompañando y ayudando;

por las callejuelas que forman las balas de mercancías apiladas; bajo vastísimas cubiertas

Los acompaña hasta la poderosa nave del cretense;

que ya está haciendo las maniobras de la próxima partida.

Y Pedro grita a los marineros que están a bordo,

para que vuelvan a echar la pasarela que habían levantado.

El contramaestre,  

responde gritando:

       No se puede.

¡Ya está cargado…!

La carga se ha terminado.

El marinero de Tiro les grita, señalando a Pedro:

–      ¡Tiene unas cartas que entregar en la mano, a Nicómedes!

–      ¿Cartas?

¿De quién?…

–       De Lázaro de Teófilo…

El que fue gobernador de Siria, en Antioquía…

–       ¡Ah! ¡Espera!

¡Se lo voy a decir al patrón!…

Pedro dice a Zelote y a Mateo:

–       Ahora os toca.

Yo soy un pobre maleducado para tratar con personajes como ese…

Mateo objeta:

–       ¡No!

Tú eres el jefe y lo haces muy bien.

Y Simón:

–       Te ayudaremos si es necesario.

Pero estamos seguros de que todo lo resolverás perfectamente…

Se asoma un hombre moreno y vestido como egipcio.

Delgado, hermoso, musculoso y elegante.

Mientras se asoma por la baranda, ordena que bajen la pasarela, que habían levantado.

Y el jefe de la tripulación grita. :

–      ¡Que suba el que trae las cartas!

Pedro se ha cambiado, se ha puesto túnica y manto, mientras esperaba la respuesta.

Sube con toda dignidad, seguido por Mateo y Zelote.

Cuando aborda la nave y llegan hasta donde está el cretense. 

Que es un hombre esbelto, severo, de unos cuarenta años,

Pedro saluda muy ceremonioso:

–      Que la paz sea contigo.

El cretense lo mira y le responde,

diciendo:

–      Salve.

¿Dónde está la carta?

Pedro le extiende el pergamino.

El cretense rompe el sello y lo extiende…

Lo lee y dice:

–      ¡Sean bienvenidos los enviados de la familia de Teófilo!

Los cretenses no olvidan jamás que él fue bueno y caballeroso. 

Pero agilizad la operación.

Daos prisa, porque estamos listos para zarpar.

¿Traéis mucho equipaje?

Pedro señala en el muelle,

y dice:

–        Lo que ves en el andén.

–       ¿Y cuántos sois…?

–       Diez.

–       Está bien.

Daremos un lugar especial a la mujer y vosotros os arreglaréis cómo podáis… 

¡Apresuraos!

Hay que zarpar y llegar a alta mar, antes de que el viento aumente;

lo cual sucederá después de la hora sexta.

Y ordena, con silbidos lacerantes, cargar y estibar los arcones;

señalando a los marineros el lugar, donde acomodarán el cargamento.

Luego suben los apóstoles con Juan de Endor y Síntica.

Cuando todos han abordado, Izan velas y cierran todo..

Se levanta nuevamente la pasarela,

Se cierra la obra muerta, se sueltan las amarras, se izan las velas.

Y las velas se hinchan ante el fuerte viento que sopla.

Empieza a moverse el navío, que bascula fuertemente, para salir del puerto..

Y balanceándose la nave de un lado a otro, emprenden el camino hacia Antioquía…

Luego la nave empieza su marcha.

Cuando las velas muy hinchadas por el viento, se ponen tirantes y crujen.

Y con un amplio cabeceo, la nave sale a alta mar.

Y huye rauda en dirección a Antioquía.

Pese al fuerte movimiento, Juan y Síntica permanecen en la cubierta…

agarrados a un aparejo, en la popa.

A pesar de la violencia del viento, Juan y Síntica, cerca el uno del otro,

Contemplan cómo la costa se va alejando . 

Dejando atrás la tierra de Palestina,…

Y los dos se abrazan llorando..

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista.

Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,

que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!

Y quién de vosotros quiera ayudarnos,

aportando una donación económica; para este propósito,

podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

19. que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y = que penetra hasta más allá del velo, =Hebreos 6