342 UN TRIPLE PRODIGIO11 min read

342 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

Mientras el grupo sube por el puente,

se encuentran con el cretense que está esperando el incienso, desesperado.

Lleno de rabia y a gritos dice:

–          ¿Acaso no estáis viendo que sin un milagro divino, naufragamos?

¡Es la primera vez!…

¡La primera vez desde que navego que sucede esto!

Tadeo dice en voz baja:

–        Ahora fíjáos que va a decir, que somos nosotros la causa…

En realidad, el cretense grita como un aullido:

–       ¡Malditos israelitas!

¿Qué maldición pesa sobre vosotros?

¡Perros hebreos, me habéis traído la mala suerte!

¡Largo de aquí!

¡Que ahora voy a sacrificar a la Venus Naciente!…

Pedro se opone:

–          No.

Mejor nosotros sacrificamos…

–        ¡Largaos!

¡Sois unos paganos!

¡Es por vosotros que Poseidón está furioso!

¡Sois unos demonios!  ¡Sois…!

–         ¡Oyeee!

¡Te juro que si nos dejas, verás el prodigio!

–         ¡No!

¡Largo!

Nicomedes enciende el incienso, rezando algunas fórmulas y lo arroja al mar como puede.

Y también un líquido que ya había ofrecido en una libación,

frente a un pebetero y ante un altar, con la figura de Afrodita, sobre la cubierta…Pero el mar rechaza el incienso, arrojándolo otra vez sobre el puente…

En vez calmarse, el oleaje se pone más furioso. .. 

Y una enorme ola se lleva todos los aparejos del rito,

las tablas donde se había erigido el altar a Afrodita y se había ofrecido el sacrificio.

Y por poco, no arrastra también a Nicomedes.. ..

Pedro dice:

–        ¡Qué buena respuesta te ha dado tu diosa!

Ahora nos toca a nosotros…

También nosotros tenemos una Mujer Pura, hecha de espuma del mar y después…

Canta Juan, el mismo canto de ayer.

Nosotros te seguimos…

Nicomedes grita furioso:

–        ¡Sí, probad!

Pero si el mar se enfurece más;

os arrojaré a todos vosotros como víctimas propiciatorias para Afrodita…

Pedro concede:

–         Está bien.

Aceptamos.

¡Vamos Juan!

Juan empieza a cantar y es seguido por todos los demás…

Stella Maris resuena triunfal en las gargantas de los apóstoles…

Hasta Pedro que generalmente no canta porque siente que es bastante desentonado,

agrega su voz con el ritmo de los remos del día anterior.

El cretense los mira con los brazos cruzados sobre el pecho…

Y una sonrisa entre airada e irónica.

Después que termina el canto, los apóstoles oran con los brazos abiertos.

Recitan el Pater Noster, como Jesús se los enseñara y lo cantan en arameo.

Continúan con unos salmos de alabanza, que entonan triunfales..

Y con las voces a todo pulmón…

Y así se alternan unos con otros, a pesar de las olas que los bañan una y otra vez…

Ellos no se agarran de nada para sostenerse.

Se sienten seguros, como si una fuerza invisible los asegurara al puente…

Las olas van disminuyendo de violencia, paulatinamente…

Y aunque no ceden totalmente, ni el viento disminuye su aullido;

la furia del mar que barría el puente, es notable que sí se ha calmado.

Las olas continúan azotando el puente, pero cada vez con menor intensidad..

Y realmente disminuyen de violencia poco a poco.

No cesan del todo, y tampoco el viento, pero ya no es la furia de antes.

Hasta que de hecho las olas ya no llegan al puente.

La cara del cretense es todo un poema de estupor…

Pedro lo mira de reojo y sigue orando.

Juan sonríe.

Y canta más fuerte…

Los otros lo acompañan.

Y sus voces van triunfando cada vez más, sobre el fragor de la tempestad…

A medida que el mar para volver a su movimiento regular.

Y el viento para soplar normalmente, se van aplacando.

El cretense y todos sus marinos están totalmente pasmados…

Pedro lo mira, pero no deja de orar…

Juan sonríe y canta con más fuerza…

Los otros lo secundan venciendo el fragor del océano

que poco a poco se va calmando más y más…

Finalmente Pedro pregunta:

–      ¿Y ahora… qué tienes que decir?

El cretense pregunta asombrado:

–      ¿Qué habéis dicho?

¿Qué fórmula empleasteis?

–         La del Dios Verdadero y la de su Esclava…

Pero, ¿Esa estrella a la que adoráis quién es?

En todo caso Venus, ¿No?

–        Veneráis, se dice.

Se adora sólo a Dios.

Pero nada de Venus.

Ella es María.

María de Nazaret, María hebrea, la Madre de Jesús, Mesías de Israel.

Endereza la vela y prepara todo.

Ya puedes izar las velas y arreglar todos los desperfectos, esto…

¿Aquello que se ve allá…?

¿No es una isla?

–          Sí. Es Chipre.

El mar está todavía más tranquilo en este canal…

En medio de la tormenta fuimos arrojados hasta acá…  ¡Extraño!

Donde hubiese sido normal el oleaje brutal;

ha disminuído para ser un mar totalmente calmo…

Dos hechos extraordinarios…

Nicómedes mueve la cabeza, sin poder asimilar lo ocurrido…

Un tiempo después, pregunta:

–        ¿Y qué fue lo otro?

¿Estabais cantando en hebreo? ¿No es así?

–         No.

Hablamos en nuestro dialecto: el arameo.No, era nuestro dialecto, el de nuestro lago, de nuestra patria.

Pero no te lo podemos decir a ti, que eres pagano.

Es una oración a Yeohveh.

Sólo los creyentes la pueden conocer.

Hasta luego, Nicomedes.

Y no te preocupes por lo que ha ido al fondo.

Un… sortilegio menos para poderte atraer una desgracia.

Hasta luego,

¡Eh! ¿Eres de sal?

Y no lamentes lo que se ha ido al fondo.

Un sortilegio menos…

Que no te traerá infortunio…

Adiós, ¿Eh?

Nicómedes está verdaderamente compungido

Y dice casi implorante: :

–      No…

Pero perdonadme…

Os he insultado.

Pedro lo tranquiliza: 

–        ¡No te preocupes por ello…! 

Son efectos de tu culto por… Venus…

Vamos muchachos a donde están los demás…

Y muy feliz y contento, Pedro se dirige al camarote donde dejó a Síntica.

El cretense los sigue preguntando:

–       ¡Por favor escuchadme!

¿Ya murió el herido?

Pedro lo mira,

y sonríe:

–       ¡Imposible!

Creo que te lo devolveremos más sano de lo que estaba…

Es algo que…

¡Tal vez también lo atribuyas a nuestros sortilegios! ¿Eh?

–        ¡Oh, Perdonad!

Por favor, ¡Perdonadme!

Decidme dónde puedo aprenderlos, para servirme de ellos…

Os pagaré…

–         Lo siento, Nicomedes. ¡Adiós!

No tenemos permitido vender a los paganos las cosas sagradas…

¡Qué te vaya bien amigo!

Cuando conozcas al Dios Verdadero, también sabrás el secreto de su Poder…

¡Que Dios te bendiga con su Luz y que te vaya muy bien!

Pedro, sonriente y acompañado de todos los suyos regresa al camarote,

También sonríe el mar calmado, con un viento mistral armónico que favorece la navegación,

mientras declina el sol y al oriente, se dibuja un huso de luna tendente a su plenitud…

Que se refleja en un mar plácido…

Al día siguiente, el mar y el cielo les regalan paisajes maravillosos.

que con sus destellos plateados ilumina todo lo que toca y también parece sonreír…

El crepúsculo es hermosísimo cuando llegan a la ciudad de Seleucia.

La nave, con sus velas desplegadas se dirige veloz hacia el puerto del Tigris.

En la cubierta, están los marinos que ya se encuentran relajados y alegres,

por las magníficas condiciones de la travesía…

Y los pasajeros que ya contemplan cercana su meta;

junto a un Juan de Endor que sigue flaco y pálido y tambien el marinero herido.

Tiene la cabeza vendada y sonríe feliz, tanto a sus bienhechores,

como a sus compañeros marinos, que lo miran con asombro…

Y lo felicitan por haber regresado al puente.

El cretense deja por unos momentos su puesto, que entrega al jefe de la tripulación,

mientras se acerca a saludar a su marino convaleciente…

Y dice a los apóstoles:

–        ¡Querido Demetrio!

Me alegro mucho de ver que estás cada día mejor.

Nunca pensé que pudieras sobrevivir al golpe del palo y al del hierro del mástil

No cabe duda que éstos,-señala a los apóstoles- Te han engendrado otra vez a la vida.

Porque ya habías muerto, cuando caíste prensado bajo todas las mercancías.

Y luego por las olas que te arrastraron y te hubieran llevado al reino de Neptuno,

entre las nereidas y los tritones;

cuando este hombre santo te rescató.

Y luego te han curado con sus maravillosos ungüentos…

¡Déjame ver la herida!…

El marino se suelta la venda y muestra la cicatriz.

Una señal roja que va de la sien a la nuca.

Nicomedes la toca con la punta de los dedos muy ligeramente…

Y exclama asombrado:

–        ¡Hasta el hueso está soldado!

¡De veras que te ha amado la Venus marina!

Y quiere verte sobre las olas del mar y caminando dichoso, sobre las playas de Grecia.

Que Eros te sea propicio ahora que desembarcaremos en Seleucia.

Y haga que olvides esta desgracia y el terror de Thanatos, en cuyos brazos estuviste ayer.

La expresión en la cara de Pedro…

Manifiesta claramente  lo que piensa sobre este discurso mitológico.

Recargado sobre un mástil, apenas puede contenerse para replicarle a Nicomedes

sobre su paganismo.

Los demás apóstoles también manifiestan claramente su desprecio.

Y optan por voltear a mirar el mar, ignorando totalmente al cretense.

El hombre lo nota…

Y trata de disculparse:

–       ¡Es nuestra religión!

Así cómo vosotros tenéis la vuestra, nosotros creemos en la nuestra…

Y decide cambiar de tema:

Venid a la proa, para que podáis admirar la ciudad que se aproxima…

¿La conocéis?

Zelote responde tajante:

–         Yo vine una vez; pero el viaje lo hice por tierra.

–        ¡Ah!

¡Entonces sabes bien que el verdadero puerto de Antioquía es Seleucia!

¡Que está junto a la desembocadura del Orontes!

Y que es posible viajar por su curso en barcas pequeñas, hasta llegar a Antioquía.

¡Oh!

¡Podréis admirar todas las grandiosas obras que han hecho los romanos en Seleucia!

¡Y Antioquía!

Es un puerto con tres dársenas, que es uno de los mejores.

Cosa igual no hay en Palestina y es porque Siria es la mejor provincia del imperio…

El entusiasmo por los romanos no encuentra eco en nadie..

Y sus palabras caen envueltas con un silencio glacial.

Aún Síntica que por ser griega, siente menos desprecio que los demás;

se mantiene callada y hierática, como una diosa pagana.

El cretense lo nota y dice:

–        ¡Qué queréis!

¡Hablando en plata, yo siempre gano con los romanos!…

La respuesta de Síntica es dura como un sablazo:

–        ¡Y el oro quita el filo a la espada, al honor nacional y a la libertad!

Lo ha dicho de tal manera y con un latín tan puro, que el otro se queda callado.

Luego Nicomedes pregunta con timidez:

–        ¿Eres griega?

–         Lo soy.

Pero tú amas a los romanos.

Por eso te hablo en la lengua de tus patrones, no en la mía, la de la patria mártir.

El cretense ya no sabe qué decir.

Los apóstoles están contentos por la lección dada majestuosamente por Síntica.

Después de un largo silencio,

pregunta a Pedro:

–       ¿Ya saben cómo ir de Seleucia a Antioquía?

Pedro contesta muy serio:

–       Con los pies.

–       Ya es tarde.

Será de noche cuando desembarquemos.

–       Buscaremos una posada.

–       ¡Claro!

Pero podríais dormir aquí hasta mañana..

Tadeo, que ya vio los preparativos para honrar a los dioses en cuanto lleguen al puerto,

contesta rápido:

–        No es necesario.

Muchas gracias por tu gentileza.

Pero es mejor que descendamos.

¿Verdad Simón?

Pedro confirma:

–        Así es.

También nosotros tenemos que presentar nuestras plegarias…

Tú a tus dioses y nosotros a nuestro Dios.

–        Haced como os plazca.

Quería honrar al hijo de Teófilo y agradaros a ustedes por él.

Zelote contesta:

–        También nosotros por el Hijo de Dios, al persuadirte que sólo hay un Dios Verdadero.

Pero tú eres inconmovible como una piedra.

Estamos pues, iguales.

Ojalá qué un día te encontremos y ya no seas tan cerrado…

Nicomedes encoge los hombros, con un gesto de indiferencia irónica.

Y sólo dice:

–        Adiós.

Nota importante:

Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,

para no perder la vista.

Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,

que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.

¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!

Y quién de vosotros quiera ayudarnos,

aportando una donación económica; para este propósito,

podrán hacerlo a través de éste link

https://paypal.me/cronicadeunatraicion?locale.x=es_XC

19. que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y = que penetra hasta más allá del velo, =He

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