350 DIVISIÓN POR LA FE
350 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
Llegan de nuevo a la vía, tras una larga vuelta por los campos…
Y después de haber atravesado el torrente por un puente de tablas crujientes,
que solamente puede ser utilizado para el paso de personas:
una pasarela más que un puente.
La marcha prosigue por la llanura, que se va estrechando, al aproximarse las colinas al litoral,
tanto que después de otro torrente, con su indispensable puente romano,
la vía de la llanura se transforma en camino de montaña,
bifurcándose en el puente con otro menos empinado que se prolonga hacia el nordeste,
por un valle.
Mientras que éste, el que ha elegido Jesús, según la indicación del cipo romano:
“Alejandrocene es verdaderamente una escalera en el monte rocoso y empinado,
que hunde su testera puntiaguda en el Mediterráneo,
el cual se va ofreciendo cada vez más a la vista a medida que se sube.
Sólo viandantes y asnos recorren esa vía, esas gradas como sería mejor decir.
Pero, quizás porque acorta mucho, es una vía muy transitada.
Y la gente observa con curiosidad al grupo tan insólito galileo, que la recorre.
Señalando al promontorio que penetra en el mar,
Mateo dice:
– Éste debe ser el cabo de la Tempestad.
Santiago de Zebedeo confirma:
– Sí, ahí abajo está el pueblo desde el que nos habló el pescador.
– ¿Pero quién habrá hecho este camino?
– ¿Quién sabe desde cuándo estará?
Quizás es obra fenicia…
Ciñendo con un brazo ciñe los hombros del apóstol.
– Desde la cima veremos Alejandrocene, allende la cual está el cabo Blanco.
¡Verás mucho mar, Juan mío!
– Me sentiré feliz.
Pero… dentro de poco será de noche. ¿Dónde vamos a pararnos?
– En Alejandrocene.
¿Ves? El camino ya desciende.
Abajo es llanura, hasta la ciudad que se ve allí.
Andrés dice:
– Es la ciudad de aquella mujer de Antigonio…
¿Cómo podríamos cumplir su deseo?
Juan explica:
– ¿Sabes, Maestro?
Nos dijo: “Id a Alejandrocene. Mis hermanos son propietarios de almacenes allí…
Y son prosélitos.
Proveed a que sepan del Maestro.
También somos hijos de Dios nosotros…” y lloraba porque la soportan poco como nuera…
de manera que sus hermanos nunca van a visitarla y ella no tiene noticias de ellos…
Jesús dice:
– Buscaremos a los hermanos de la mujer.
Si nos acogen como a peregrinos, tendremos modo de cumplir su deseo…
– Pero, ¿Y cómo hacemos para decir que la hemos visto?
– Trabaja para Lázaro.
Nosotros somos amigos de Lázaro – dice Jesús.
– Es verdad.
Hablas Tú…
– Sí.
Pero acelerad el paso para encontrar la casa. ¿Sabéis dónde es?
– Sí.
Cerca del Castro.
Tienen muchos contactos con los romanos.
Les venden muchas cosas.
– Bien.
Recorren velozmente la calzada, toda llana, bonita:
que prosigue hacia el interior tras haber proyectado su ramal rocoso, dispuesto en gradas,
a lo largo de la costa, dominando el promontorio.
Alejandrocene es una ciudad más militar que civil.
Debe tener una importancia estratégica agazapada como está,
entre dos promontorios montañosos.
Parece un centinela puesto ahí para vigilar ese trecho de mar.
Ahora que el ojo puede mirar a ambos cabos, se ve que en ellos abundan las torres militares,
que forman cadena con las del llano;
de la ciudad donde, orientado hacia la marina, impera el majestuoso Castro.
Entran en la ciudad, después de haber atravesado otro torrente pequeño,
situado a las propias puertas de ésta.
Se dirigen hacia la mole adusta de la fortaleza;
mirando curiosos alrededor y siendo observados con curiosidad.
Los soldados son muy numerosos y al parecer,
en buenas relaciones con los habitantes de la ciudad;
cosa que hace mascullar a los apóstoles:
– ¡Gente fenicia!
Llegan a los almacenes de los hermanos de Hermione,
cuando los últimos marchantes salen cargados con los más variados tipos de mercancías,
que van desde tejidos a vajillas, desde vajillas a heno y cereales;
o aceite y otros alimentos.
Olor de cueros, especias, almiares, lana basta;
llena el amplio atrio por el que se accede al patio, vasto como una plaza,
bajo cuyos pórticos están los distintos depósitos.
Acude un hombre barbudo y moreno.
– ¿Qué queréis?
¿Víveres?
Jesús responde:
– Sí…
Y también alojamiento, si no te desdeñas de hospedar peregrinos.
Venimos de lejos.
Nunca hemos estado aquí.
El hombre mira atentamente a Jesús, que habla por todos.
Lo escruta…
Luego dice:
– A decir verdad, no doy alojamiento.
Pero Tú me caes bien.
¿Eres galileo, no es verdad?
Mejores los galileos que los judíos.
Demasiada arrogancia en ellos.
No nos perdonan el tener sangre no pura.
Más les valdría tener el alma pura.
Ven, entra aquí, que vuelvo enseguida.
Cierro, que ya es de noche.
Efectivamente, la luz ya es crepuscular…
Y más aún en el patio dominado por el poderoso Castro.
Entran en una estancia.
Se sientan fatigados, en asientos desperdigados acá o allá…
Vuelve el hombre con otros dos, uno más viejo, el otro más joven.
Y señala a los huéspedes, los cuales se levantan y saludan.
Dice:
¿Qué pensáis vosotros?
A mí me parecen honrados…
El más viejo dice al hermano más joven:
– Sí.
Has hecho bien. ¡Ey!
Luego vuelto hacia hacia Jesús, que aparece claramente como el jefe,
pregunta:
– ¿Cómo os llamáis?
Jesús responde:
– Jesús de Nazaret, Santiago y Judas también de Nazaret.
Santiago y Juan de Betsaida y también Andrés y Mateo de Cafarnaúm.
– ¿Cómo es que estáis por aquí?
¿Os persiguen?
— No.
Hemos recorrido más de una vez Palestina, desde Galilea a Judea, desde un mar al otro.
Hemos estado incluso en Transjordania, en Auranítida.
Ahora hemos venido aquí…
A adoctrinar.
El más anciano pregunta:
– ¿Un rabí aquí?
¡Asombroso!,
¿No es verdad, Felipe y Elías?
– Mucho.
¿De qué casta eres?
– De ninguna.
Soy de Dios.
Creen en Mí los buenos del mundo.
Soy pobre, amo a los pobres, pero no desprecio a los ricos.
A éstos les enseño el amor a la misericordia y el desapego de las riquezas;
a los pobres, a amar su pobreza confiando en Dios, que no deja perecer a ninguno.
Entre los amigos ricos y discípulos míos está Lázaro de Betania…
– ¿Lázaro?
Una hermana nuestra está casada con uno que vive al servicio suyo.
– Lo sé.
También he venido para esto, para deciros que ella os manda saludos y que os quiere.
– ¿La has visto?
– Yo no.
Estos que están conmigo, enviados por Lázaro a Antigonio.
– ¡Oh! ¡Contadnos!
¿Qué hace Hermione?
¿Vive feliz verdaderamente?
Tadeo responde:
– Su marido y su suegra la quieren mucho.
El suegro la respeta…
– Pero no le perdona la sangre materna. Dilo.
– Pronto se la perdonará.
Nos ha hecho grandes alabanzas de ella.
Y tiene cuatro niños muy hermosos y buenos.
Ello la hace feliz.
A vosotros os tiene siempre en su corazón.
Nos dijo que viniéramos a traeros al Maestro Divino.
– Pero… Cómo…
¿Eres el… Eres ese que llaman el Mesías, Tú?
– Lo soy.
– Eres verdaderamente Él…?
Nos dijeron en Jerusalén que eres, que te llaman, el Verbo de Dios. ¿Es verdad?
– Sí.
– ¿Pero lo Eres para aquellos de allí o para todos?
– Para todos.
¿Podéis creer que lo Soy?
– Creer no cuesta nada.
Mucho más cuando se espera que la cosa creída, pueda quitar lo que hace sufrir.
– Es verdad, Elías.
Pero no hables así.
Es un pensamiento muy impuro, mucho más que la mezcla de sangre.
Alégrate no en la esperanza de que caiga lo que hace que sufras como hombre,
el desprecio de los demás…
Alégrate, más bien, por la esperanza de conquistar el Reino de los Cielos.
– Tienes razón.
Soy un medio pagano, Señor...– No te deprimas por ello.
También te amo a ti. Por ti también he venido.
– Estarán cansados, Elías.
Los estás entreteniendo en hablar.
Vamos a cenar y luego los llevamos a que descansen.
Aquí no hay mujeres…
Ninguna de Israel ha querido venir con nosotros.
Y nosotros queríamos una de ellas…
Perdona, pues, si la casa te parece fría y desnuda.
– Vuestro corazón me la hará parecer adornada y cálida.
– ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?
– No más de un día.
Quiero ir hacia Tiro y Sidón.
Y quisiera estar en Akcib antes del sábado.
– ¡No puedes, Señor!
¡Sidón está lejos!
– Mañana quisiera hablar aquí.
– Nuestra casa es como un puerto.
Sin salir de ella, tendrás el auditorio que quieras;
mucho más, siendo mañana día, de mercado grande.
– Vamos, pues.
y que el Señor os pague vuestra caridad.
Nota importante:
Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,
para no perder la vista.
Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,
que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.
¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!
Y quién de vosotros quiera ayudarnos,
aportando una donación económica; para este propósito,
podrán hacerlo a través de éste link
349 UN REINO PARA TODOS
349 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
El camino que de Fenicia viene hacia Tolemaida es hermoso.
Corta, muy derecha, la llanura que hay entre el mar y los montes.
Y es muy transitado (por cómo está mantenido).
A menudo cortado por caminos menores, que de los pueblos del interior van hacia
los de la costa, ofrece numerosos cruces, sobre los cuales generalmente hay una casa,
un pozo y un rudimentario taller de herrador,
para los cuadrúpedos que puedan necesitar herraduras.
Jesús, con los seis que se han quedado con El, recorre un buen trecho de camino,
viendo siempre las mismas cosas.
Al final se detiene junto a una de estas casas con pozo y taller de herrador,
en una bifurcación, junto a un torrente por encima del cual pasa un puente,
que siendo fuerte pero de una anchura que apenas si da para el paso de un carro,
hace que tengan que detenerse los que van o los que vienen,
porque las dos corrientes opuestas no podrían pasar al mismo tiempo.
Y ello da ocasión a los transeúntes de razas diversas fenicios e israelitas que se odian
recíprocamente, de aunarse en una única intención: imprecar contra Roma…
Pero sin Roma no tendrían ni siquiera ese puente y con el torrente colmado,
no habrían podido pasar.
¡Pero bueno… al opresor siempre se le odia, aunque haga cosas útiles!
Jesús se para junto al puente, en el ángulo lleno de sol en que está la casa.
El maloliente taller de herrador está en el lado de la casa paralelo al torrente;
en él se están forjando herraduras para un caballo y dos asnos, que las han perdido.
El caballo está enganchado a un carro romano.
En el carro hay unos soldados que, poniendo caras burlonas a los hebreos que imprecan,
Y a un viejo narigudo, más avieso que todos los otros, una verdadera boca viperina,
que con mucho gusto mordería a los romanos, con tal de envenenarlos,
le tiran encima un puñado de estiércol equino…
¡Se puede uno imaginar lo que sucede!
El viejo hebreo sale corriendo y gritando como si le hubieran infectado de lepra…
Y a él se agregan en coro otros hebreos.
Los fenicios gritan irónicos:
– ¿Os gusta el nuevo maná?
Comed, comed, para tener energías para gritar contra estos, que son demasiado buenos
con vosotros, víboras hipócritas.
Los soldados sueltan burlonas risotadas…
Jesús calla.
El carro romano por fin, se pone en marcha, saludando al herrador,
con el grito:
– ¡Salve, Tito, y próspera permanencia!
El hombre, un vigoroso anciano de cuello fuerte como un toro, de rostro rasurado,
con unos ojos negrísimos a los lados de una nariz fuerte y una frente amplia
un poco pelada en las sienes por falta de cabellos,
los cuales donde están, son cortos y muy crespos,
levanta el pesado martillo con un gesto de despedida.
Y de nuevo se vuelve hacia el yunque, donde un joven ha puesto un hierro candente,
mientras otro muchacho está quemando el casco de un burrito, reglándolo para el herrado
ya próximo.
Mateo observa:
– Casi todos estos herradores que están por los caminos son romanos;
soldados que se han quedado aquí una vez terminado su servicio.
Y ganan bien…
Nunca tienen impedimentos para atender a las caballerías…
Y un asno se puede desherrar también antes de la puesta del sol del sábado…
Juan dice:
– El que herró a Antonio estaba casado con una hebrea.
Santiago de Zebedeo,
sentencia:
– Hay más mujeres necias que sensatas
Andrés pregunta:
– ¿Y los hijos, de quién son?
¿De Dios o del paganismo?
Mateo responde:
– Son del cónyuge más fuerte, generalmente.
Y, basta con que la mujer no sea apóstata, para que sean hebreos;
porque el hombre, estos hombres, dejan libertad.
No son muy… fanáticos ni siquiera de su Olimpo.
Tadeo concluye:
– Me parece que ya no creen en ninguna otra cosa,
si no es en la necesidad de ganar dinero.
Pero son uniones abyectas.
Sin una Fe, sin una verdadera patria…
Mal vistos por todos…
Mateo, que parece muy práctico.,
comenta:
– No.
Te equivocas.
Roma no los desprecia.
Es más, siempre los ayuda.
Sirven más así, que cuando llevaban las armas.
Desvirtuando la sangre, se introducen en nosotros más que con la violencia.
La que sufre, si es que sufre; es la primera generación.
Luego se dispersan…
El mundo olvida…
Jesús, que hasta ahora ha estado silencioso.
dice:
– Sí, son los hijos los que sufren.
¡Pero, hay que ver también las mujeres hebreas, unidas en matrimonio así!…
Por ellas mismas y por sus hijos…
Me dan pena.
Nadie les habla ya de Dios.
Mas no será así en el futuro.
Entonces no permanecerán estas separaciones de personas y de naciones;
porque las almas estarán unidas en una sola Patria: la mía.
Juan exclama:
– ¡Pero entonces ya habrán muerto!…
– No.
Habrán sido congregadas en mi Nombre.
No serán ya romanos o libios, griegos o pónticos, iberos o galos, egipcios o hebreos,
sino almas de Cristo.
Y ¡Ay de aquellos que quieran distinguir a las almas.
Todas igualmente amadas por Mí y por las cuales habré sufrido de igual modo…
¡Según sus patrias terrenas!
Quien así lo hiciere demostraría que no ha comprendido la Caridad,
que es Universal.
Los apóstoles sienten la velada corrección y agachan la cabeza.
Y guardan silencio…
E1 fragor del hierro batido en el yunque ha callado;
ya amainan los golpes en el último casco asnal.
Jesús aprovecha para alzar la voz y ser oído por la gente.
Parece como si continuara hablando a sus apóstoles, en realidad habla a los transeúntes,
y quizás también a los habitantes de la casa, mujeres ciertamente, porque reclamos de
voces femeninas recorren el aire tibio.
– Aunque parezca que no exista, siempre hay en los hombres un parentesco:
el de proceder de un único Creador.
Porque, aunque luego estos hijos de un único Padre se hayan separado,
no por ello ha cambiado el vínculo de origen, de la misma forma que no cambia la sangre
de un hijo cuando repudia la casa paterna.
Después de que el delito lo hiciera fugitivo por el vasto mundo, siguió circulando la sangre
de Adán por las venas de Caín.
Y por las venas de los hijos nacidos después del dolor de Eva,
que lloraba a su hijo asesinado, circulaba la misma sangre que hervía en las del lejano Caín.
Lo mismo, y con razón más pura, se diga de la igualdad entre los hijos del Creador.
¿Descarriados? Sí. ¿Exiliados? Sí. ¿Apóstatas? Sí. ¿Culpables? Sí.
¿Que hablan lenguas y creen fes que para nosotros son detestables? Sí.
¿Contaminados por uniones con paganos? Sí.
Pero su alma procede de Uno solo, y es siempre esa alma, aunque esté lacerada, descarriada,
exiliada, contaminada…
Aunque sea motivo de dolor para el Padre Dios, sigue siendo un alma creada por Él.
Los hijos buenos de un Padre bonísimo deben tener sentimientos buenos.
Buenos hacia su Padre, buenos hacia sus hermanos, al margen de lo que éstos hayan venido
a ser, porque son hijos del Mismo.
Buenos hacia su Padre, tratando de consolar su dolor conduciendo de nuevo a Él a los hijos,
que son su dolor o porque son pecadores o porque son apóstatas o porque son paganos.
Buenos hacia ellos, porque tienen esa alma que procede del Padre encerrada en un cuerpo
culpable, o manchada, u obnubilada por una religión errada;
pero sigue siendo alma del Señor e igual que la nuestra.
Recordad, vosotros los de Israel, que no hay ninguno – aunque fuera el idólatra más lejano
de Dios con su idolátrica religión,
el más pagano de los paganos o el más ateo de los hombres no hay ninguno que esté
absolutamente privado de una huella de su origen.
Recordad, vosotros los que habéis errado separándoos de la justa religión, descendiendo a
connubios de sexos que nuestra religión condena,
recordad que aunque os parezca que todo lo que era Israel haya muerto en vosotros
sofocado por el amor a un hombre de distinta fe y raza, muerto no está.
Hay uno que vive todavía, y es Israel.
Y tenéis la obligación de soplar en este fuego que muere, debéis alimentar la chispa que
subsiste por voluntad de Dios, para hacerla crecer por encima del amor carnal.
Éste cesa con la muerte.
Pero vuestra alma no cesa con la muerte. Recordadlo.
Y vosotros, vosotros, quienesquiera que seáis, que veis y muchas veces os causa horror
el ver esos híbridos connubios de una hija de Israel con un hombre de distinta raza y fe,
recordad que tenéis la obligación, el deber, de ayudar caritativamente a esa hermana
extraviada a volver a los caminos del Padre.
Ésta es la nueva Ley, santa y grata al Señor:
que los seguidores del Redentor rediman dondequiera haya necesidad de redención,
para que Dios sonría por las almas que vuelven a la Casa paterna.
y para que no quede convertido en estéril o demasiado escaso el sacrificio del Redentor.
Para hacer fermentar mucha harina, la mujer de casa toma un trocito de la masa hecha
¡Una cantidad mínima separada de la voluminosa masa!
La sepulta en el montón de harina y mantiene todo ello al amparo de hostiles vientos,
en el calorcillo próvido de la casa.
Haced vosotros lo mismo, verdaderos discípulos del Bien;
haced vosotros lo mismo, criaturas que os habéis alejado del Padre y de su Reino.
Dad vosotros, los primeros, una pequeña porción de vuestra levadura para ser añadida a las
segundas y reforzarlas; ellas la unirán a la molécula de justicia que en ellas subsiste.
Y, tanto vosotros como ellas, mantened al amparo de los vientos hostiles del Mal,
en el calor de la Caridad señora vuestra, tenaz superviviente en vosotros, aunque esté ya
languideciendo: según lo que seáis, la levadura nueva.
Y cerrad bien las paredes de la casa, de la correligión, en torno a lo que fermenta en el
corazón de una correligionaria extraviada; que se sienta amada todavía por Israel,
todavía hija de Sión y hermana vuestra, para que fermenten todos los buenos deseos
y venga a las almas y para las almas, para todas, el Reino de los Cielos.
La gente, que ya no siente la prisa de pasar, a pesar de que el puente haya quedado libre;
ni de proseguir, si ya lo ha atravesado,
se pregunta:
– ¿Pero quién es?
¿Pero quién es?
– Un rabí.
– Un rabí de Israel.
– ¿Aquí?
¿En los confines de Fenicia? ¡Es la primera vez que sucede!
– Pues es así.
Aser me ha dicho que es el que llaman el Santo.
– Entonces quizás se refugia entre nosotros porque allá lo persiguen.
– ¡Menudos reptiles son!
– ¡Está bien que venga a nuestra tierra!
Hará prodigios…
Entretanto, Jesús ha puesto tierra de por medio, por un sendero que atraviesa los campos.
Y se marcha…
Nota importante:
Se les suplica incluir en sus oraciones a una ovejita que necesita una cirugía ocular,
para no perder la vista.
Y a un corderito, de nuestro grupo de oración, un padre de familia joven,
que necesita una prótesis de cadera, para poder seguir trabajando por ellos.
¡Que Dios N.S. les pague vuestra caridad….!
Y quién de vosotros quiera ayudarnos,
aportando una donación económica; para este propósito,
podrán hacerlo a través de éste link