Archivos diarios: 2/12/21

410 ORACION UNIVERSAL

410 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

364 Oración Universal

Hay estupor y desorientación en los grupos rabínicos y sacerdotales,

por la abierta venida y la abierta predicación de Jesús.

Cuya Voz resuena con el tintineo de una campana de bronce,

diciendo: 

–          ¡La paz sea con todos vosotros que escucháis!

La Pascua Santa trae de nuevo a los hijos fieles a la Casa del Padre.

Parece, esta Pascua bendita nuestra, una madre que piensa solícita en el bien de sus hijos,

que los llama con fuerte voz para que vengan de todas partes,

aplazando todas las ocupaciones por una más importante,

la única que es verdaderamente grande y útil:

Honrar al Señor y Padre.

En esto se comprende que somos hermanos;

de esto, con testimonio delicado, surge el orden y el compromiso,

  de amar al prójimo como a uno mismo

¿No nos hemos visto nunca?

¿No sabíamos los unos de los otros?

Así es.

Pero si estamos aquí, porque somos hijos de un único Padre,

que quiere congregarnos en su Casa para el banquete pascual;

entonces, aunque no sea con los sentidos materiales;

sí ciertamente con la parte superior, sentimos que somos iguales,

hermanos, provenientes de Uno solo.

Y nos amamos por tanto, como si hubiéramos crecido juntos.

Y esta unión de amor nuestra es anticipación de la otra, más perfecta;

de que gozaremos en el Reino de los Cielos, bajo la mirada de Dios,

Yo, Hijo de Dios y del hombre, con vosotros, hombres hijos de Dios;

Yo, Primogénito, con vosotros, hermanos amados sobre toda humana medida,

hasta hacerme Cordero por los pecados de los hombres.

Recordemos también, nosotros que gozamos en el momento presente de nuestra fraterna unión

en la Casa del Padre;

a los que están lejos y también son hermanos nuestros en el Señor y en el origen.

Tengámoslos en nuestro corazón.

Llevemos en nuestro corazón ante el altar santo a los ausentes.

Oremos por ellos, recogiendo con el espíritu sus lejanas voces,

sus añoranzas de estar aquí, sus anhelos.

Y de la misma forma que recogemos estos conscientes anhelos de los israelitas lejanos,

recojamos también los de las almas que pertenecen a hombres,

que no saben siquiera que tienen un alma y que son hijos de Uno solo.

Todas las almas del mundo gritan en las prisiones de los cuerpos hacia el Altísimo.

Alzan, en oscura cárcel, su gemido hacia la Luz.

Nosotros, que estamos en la luz de la fe verdadera, tengamos misericordia de ellos.

Oremos así:

Padre nuestro que estás en los Cielos,

sea santificado por toda la humanidad tu Nombre.

Conocer tu Nombre es encaminarse hacia la santidad.

Haz, Padre santo, que los gentiles y paganos conozcan tu existencia…   

Y que vengan a Dios, a Ti, Padre, guiados por la Estrella de Jacob,

por la Estrella de la Mañana, por el Rey y Redentor de la estirpe de David,

por tu Ungido, ya ofrecido y consagrado para ser Víctima por los pecados del mundo;

que vengan como los tres sabios de entonces,

de un tiempo ya lejano pero no inoperante,

porque nada de lo que tiene algo que ver con la venida de la Redención al mundo es inoperante.

Venga tu Reino a todos los lugares de la tierra: donde se te conoce y ama,

y donde aún no se te conoce; y sobre todo, a los que son triplemente pecadores,

los cuales, aun conociéndote, no te aman en tus obras y manifestaciones de luz.

Y tratan de rechazar y apagar la Luz que ha venido al mundo,

porque son almas de tinieblas, que prefieren las obras de tinieblas.

Y no saben que querer apagar la Luz del mundo es ofenderte a Ti mismo,

porque Tú eres Luz santísima y Padre de todas las luces,

comenzando por la que se ha hecho Carne y Palabra,

para traer tu Luz a todos los corazones de buena voluntad.

Padre santísimo, que todos los corazones de este mundo hagan tu Voluntad.

Es decir, que se salven todos los corazones y no quede para ninguno sin fruto,

el sacrificio de la Gran Víctima;

porque ésta es tu Voluntad: que el hombre se salve y goce de Ti, Padre santo,

después del Perdón que está para ser otorgado.

Danos tu ayuda, Señor: todas tus ayudas.

Ayuda a todos los que esperan, a los que no saben esperar;

a los pecadores con el arrepentimiento que salva;

a los paganos con la herida de tu llamada que estremece;

ayuda a los infelices, a los reclusos, a los desterrados, a los enfermos en el cuerpo

o en el espíritu, a todos,

Tú que eres el Todo; porque el tiempo de la Misericordia ha llegado.

Perdona, Padre bueno, los pecados de tus hijos.

Los de tu pueblo, que son los más graves, los de los culpables de querer estar en el error,

mientras que tu amor de predilección ha dado la Luz precisamente a este pueblo.

Perdona a los que están afeados por un paganismo corrompido que enseña el vicio…

Y se hunden en la idolatría de este paganismo pesado y mefítico,

mientras que entre ellos hay almas preciadas y que Tú amas porque las has creado.

Nosotros perdonamos, Yo el primero, para que Tú puedas perdonar.

E invocamos tu protección sobre la debilidad de las criaturas,

para que libres del Principio del Mal, del cual vienen todos los delitos, idolatrías, culpas,

tentaciones y errores, a tus criaturas.

Líbralas, Señor, del Príncipe Horrendo, para que puedan acercarse a la Luz eterna.

La gente ha seguido atenta esta solemne Oración.

Se han acercado rabíes famosos, entre los cuales,

sujetándose pensativo el barbado mentón, está Gamaliel…

Y se ha acercado también un grupo de mujeres, enteramente envueltas en mantos,

con una especie de capucha que oculta sus rostros.

Y los rabíes se han acercado con desprecio…

Y también han venido, reclamados por la noticia de que había llegado el Maestro,

muchos discípulos fieles, entre los cuales están Hermas, Esteban y el sacerdote Juan.

Y también Nicodemo y José, inseparables.

Y otros amigos suyos que conocen