429 PARA SER DIOSES13 min read

429 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

371 El jueves prepascual. Por la noche en el palacio de Lázaro.

Vamos a decírselo al Maestro, a su Madre, a la tuya.

Estaba muy angustiada.

–             Porque malas lenguas han murmurado…

Pero por ahora calla.

Después, más tarde. ¿Ves?

Se están sentando a la mesa

y el Maestro nos hace señales de que vayamos…

…La cena es rápida.

Las romanas, sentadas en la mesa de las mujeres, entremezcladas con ellas,

de forma que precisamente Claudia está entre Porfiria y Dorca,

también comen en silencio lo que les ponen.

Y entre ellas Juana y María de Mágdala,

se intercambian misteriosas palabras hechas de sonrisas y guiños.

Parecen colegialas en vacaciones.

Jesús, después de la cena,

ordena que se forme un cuadrado de sillas y que tomen asiento para escucharlo.

Él se pone en el centro y empieza a hablar en medio de un cuadrado de rostros atentos,

de los que sólo los inocentes ojos del hijito de Dorca,

que duerme en el regazo de su madre, están cerrados.

Y están velándose de sueño los de María,

que está sentada en las rodillas de Juana.

Y los de Matías, que se ha acurrucado encima de las rodillas de Jonathán.

Jesús dice:

–          Discípulos y discípulas aquí reunidos en nombre del Señor,

o atraídos por un deseo de Verdad,

deseo que también viene de Dios, que quiere luz y verdad en todos los corazones,

escuchad:

Esta noche se nos concede estar todos juntos.

Y nos lo procura precisamente la maldad que nos quiere ver separados.

Vosotros, de sentidos limitados, no sabéis cuán profunda y vasta es esta unión,

verdadera aurora de las que habrán de venir;

cuando el Maestro ya no esté entre vosotros físicamente sino con su espíritu.

Entonces sabréis amar.

Entonces sabréis practicar.

Por ahora sois como niños todavía de pecho;

entonces seréis como adultos que podréis comer todo tipo de alimentos sin que ello os perjudique;

entonces sabréis, como Yo digo, decir:

“Venid a mí todos vosotros, porque todos somos hermanos…

Y El se ha inmolado por todos”.

¡Demasiados prejuicios en Israel

Cada uno un dardo que lesiona la caridad.

Os hablo a vosotros, fieles, porque entre vosotros no hay traidores, ni personas llenas de prejuicios

que separan, que se transforman en incomprensión, en obcecación, en odio hacia Mí

que os señalo los caminos del futuro.

Yo no puedo hablar de otra forma.

Y de ahora en adelante hablaré menos,

porque veo que las palabras son inútiles o casi.

Habéis oído palabras capaces de santificaros e instruiros de forma perfecta.

Pero poco habéis avanzado, especialmente vosotros,

hombres hermanos, porque os gusta la palabra

pero no la ponéis por obra.

De ahora en adelante,

y con una medida cada vez más restringente, os haré realizar lo que tendréis

que hacer una vez que el Maestro haya vuelto al Cielo del que viniera.

Haré que presenciéis lo que es el Sacerdote futuro.

Más que las palabras, observad mis hechos; repetidlos,

aprendedlos, unidlos a la enseñanza.

Entonces seréis discípulos perfectos.

¿Qué ha hecho hoy el Maestro?

¿Qué os ha hecho hacer y practicar hoy el Maestro?

La caridad en sus múltiples formas.

Caridad hacia Dios.

No la caridad de oración, vocal, de rito solamente;

sino la Caridad activa que renueva en el Señor,

que despoja del espíritu del mundo, de las herejías

del paganismo, el cual no está sólo en los paganos,

sino también en Israel con las mil costumbres

que han desplazado a la verdadera Religión,

santa, abierta, simple como todo lo que de Dios viene.

No acciones buenas, o aparentemente buenas, para ser alabados por los hombres,

sino acciones santas para merecer la alabanza de Dios.

Todo el que ha nacido muere. Ya lo sabéis.

Pero la vida no termina con la muerte.

Prosigue de otra forma y eternamente con un premio para quien fue justo,

con un castigo para quien fue malvado.

Este pensamiento de un juicio cierto,

no signifique parálisis durante la vida ni a la hora de la muerte;

antes bien, acicate y freno:

acicate que estimula al bien; freno que contiene de malas pasiones.

Sed, por tanto, verdaderamente amantes del Dios verdadero

y actuad en la vida siempre con la finalidad de merecerlo en la vida futura.

Vosotros que amáis las grandezas,

¿Cuál grandeza mayor que haceros hijos de Dios

Y POR TANTO, DIOSES?

Vosotros que teméis el dolor,

¿Cuál seguridad de no sufrir mayor que la que os espera en el Cielo?

Sed santos.

¿Queréis fundar también un reino en la Tierra?

¿Os sentís hostigados y teméis no lograrlo?

Si obráis como santos, lo lograréis.

Porque ni la misma autoridad que nos domina podrá impedirlo, a pesar de sus cohortes,

porque convenceréis a las cohortes de que sigan la doctrina santa,

de la misma forma que Yo, sin coacción,

he persuadido a las mujeres de Roma que aquí hay Verdad…

Las romanas, viéndose descubiertas,

exclaman;

–           ¡Señor!…

–            Sí, mujeres.

Escuchad y recordad.

Yo manifiesto a mis seguidores de Israel y a vosotras,

que no sois de Israel pero tenéis un corazón justo,

el estatuto de mi Reino.

No motines. No hacen falta.

Santificar a la autoridad impregnándola de nuestra santidad.

Será un largo trabajo, pero victorioso.

Con mansedumbre y paciencia, sin estúpidas prisas

sin desviaciones humanas, sin inútiles sublevaciones,

obedeciendo donde obedecer no perjudique a la propia alma,

llegaréis a hacer de la autoridad que ahora os domina paganamente,

una autoridad protectora y cristiana.

Cumplid vuestro deber de súbditos para con la autoridad,

como cumplís el de fieles para con Dios.

Ved en cualesquiera autoridades no a un opresor;

sino a alguien que eleva,

porque os proporciona la manera de santificarlo…

Y de santificaros con el ejemplo y el heroísmo.

De la misma forma que sois buenos fieles y ciudadanos,

sed buenos maridos, buenas esposas,

santos, castos, obedientes, amorosos recíprocamente,

unidos para educar a los hijos en el Señor,

para ser paternos y maternos incluso con los que estén a vuestro servicio

y con los esclavos,

porque también ellos tienen alma y carne,

sentimientos y afectos como vosotros los tenéis.

Si la muerte os arrebata al compañero o la compañera,

no queráis si podéis, desear nuevo matrimonio;

amad a los huérfanos también por la parte del compañero desaparecido.

Y vosotros criados, estad sometidos a vuestros señores.

Y si son imperfectos, santificadlos con vuestro ejemplo.

Tendréis gran mérito a los ojos del Señor.

En el futuro, en mi Nombre, no habrá ya amos y siervos, sino hermanos;

no habrá ya razas, sino hermanos;

no habrá ya oprimidos y opresores que se odien;

porque los oprimidos llamarán hermanos a sus opresores.

Amaos vosotros de la misma Fe,

ayudándoos recíprocamente, como hoy os he puesto a hacer.

Pero no os limitéis a la ayuda a los pobres,

peregrinos o enfermos, de vuestra raza;

abrid los brazos a todos,

de la misma forma que la Misericordia os abre los brazos a vosotros.

El que tenga más que dé a quien no tiene o tiene poco.

El que sepa más que enseñe al que no sabe o sabe poco,.

Y que enseñe con paciencia y humildad,

recordando que, en verdad, antes de que Yo os instruyera nada sabíais.

Buscad la Sabiduría no para prestigio vuestro,

sino como ayuda en el camino por las vías del Señor.

Las mujeres casadas que amen a las vírgenes, y éstas a las casadas.

Y que ambas den afecto a las viudas;

todas sois útiles en el Reino del Señor.

Los pobres no envidien,

los ricos no susciten odios creando sus riquezas y siendo duros de corazón.

Preocupaos de los huérfanos, de los enfermos, de los que no poseen una casa.

Abrid el corazón antes incluso que la bolsa y la casa,

porque si dais, pero con mal garbo, no honráis a Dios,

que está presente en todos los desdichados;

antes al contrario, lo ofendéis.

En verdad, en verdad os digo que no es difícil servir al Señor.

Es suficiente con amar.

Amar al Dios verdadero, amar al prójimo, quienquiera que sea.

En todas las heridas o fiebres que sanéis, Yo estaré.

En todas las desventuras que socorráis, Yo estaré.

Y todo lo que me hagáis a Mí en el prójimo,

si está bien, habrá sido hecho a Mí;

y, si mal, también habrá sido hecho a Mí.

¿Queréis hacerme sufrir?

¿Queréis perder el Reino de paz?

¿Queréis no haceros dioses?

¿Sólo por no ser buenos con vuestro prójimo?

Nunca volveremos a estar todos unidos de esta forma.

Vendrán otras Pascuas…

Y no podremos estar juntos por muchas causas.

Respecto a las primeras:

una prudencia santa en parte y en parte excesiva…

Y todo exceso es culpa, que nos hará estar divididos

Respecto a las otras Pascuas, porque ya no estaré entre vosotros…

Pero acordaos de este día.

Haced en el futuro, y no sólo en Pascua sino siempre,

lo que os he hecho hacer.

Nunca he sido lisonjero diciéndoos que era fácil pertenecerme.

Pertenecerme quiere decir vivir en la Luz y la Verdad,

pero COMER TAMBIÉN

EL PAN DE LA LUCHA Y DE LAS PERSECUCIONES.

Ahora bien, cuanto más fuertes seáis en el amor,

más fuertes seréis en la lucha y en la persecución.

Creed en Mí.

En lo que Soy realmente: Jesucristo, el Salvador,

cuyo Reino no es de este mundo,

cuya venida señala la paz a los buenos, cuya posesión quiere decir

conocer y poseer a Dios;

porque verdaderamente quien me tiene a Mí en sí y se tiene a sí en Mí,

está en Dios.

Y posee a Dios en su espíritu,

para poseerlo después en el Reino celeste para siempre.

La noche ha descendido.

Mañana es Parasceve.

Id. Purificaos, meditad, cumplid una Pascua santa.

Mujeres de raza distinta, pero de recto espíritu, podéis iros;

la buena voluntad que os anima,

sea para vosotras camino para alcanzar la Luz.

En nombre de los pobres, de los que Yo mismo soy uno,

os bendigo por la limosna generosa…

Y os bendigo por vuestras buenas intenciones hacia el Hombre

que ha venido a traer amor y paz a la Tierra.

¡Id! Y tú, Juana, y los demás que ya no temen asechanzas,

podéis marcharos también.

Un rumor de asombro recorre a la asamblea,

mientras las romanas, reducidas a seis

porque Egla se queda con María de Mágdala,

guardadas en una bolsa las tablillas enceradas

que Flavia ha escrito mientras Jesús hablaba,

salen después de un saludo colectivo.

Tanto es el estupor, que ninguno de los presentes se mueve,

excepto Juana, Jonathán y los siervos de Juana,

que llevan en brazos a los pequeños durmientes.

Pero, cuando el ruido sordo del portón al cerrarse

dice que las romanas se han marchado…

Un clamor sucede al rumor.

–           ¿Pero quiénes son?

–           ¿Cómo entre nosotros?

–            ¿Qué han hecho?

Y más que nadie,

grita Judas:

-.           ¿Cómo tienes noticia,

Señor, de la limosna que me han dado?

Jesús apacigua el tumulto con un gesto,

y dice:

–             Son Claudia y sus damas.

Y mientras que las altas damas de Israel,

temiendo la ira de sus consortes,

O con el mismo pensamiento y corazón de sus consortes,

no se atreven a ser seguidoras mías,

las despreciadas paganas, con santa astucia,

saben venir a recibir la Doctrina que, aunque por ahora

la acepten sólo humanamente, siempre eleva…

Y esta niña, que fue esclava, pero de raza judía,

es la flor que Claudia ofrece a las filas de Cristo,

devolviéndola a la libertad y dándola a la fe de Cristo.

Respecto a lo de tener noticia de la limosna… ¡Judas!

¡Todos menos tú podrían hacerme esta pregunta!

Tú sabes que veo dentro de los corazones.

–           ¡Entonces verás que dije la verdad hablando de que había una asechanza!

¡Y que yo la he disuelto yendo a hablar con… seres culpables!

–            Es verdad.

–           Dilo entonces bien fuerte.

Que mi madre lo oiga…

Y volviéndose hacia María de Simón,

agrega:

Madre, soy un joven alocado sí, pero no un truhán…

Madre, vamos a hacer las paces.

Vamos a comprendernos, a amarnos, unidos sirviendo a nuestro Jesús.

Y Judas va, humilde y amoroso, a abrazar a su madre,

que dice:

–            ¡Sí, hijito!

¡Sí, Judas mío! ¡Sé bueno!

¡Sé bueno! ¡Sé siempre bueno, hijo mío!

¡Por ti, por el Señor, por tu pobre mamá!

Entretanto, la sala se ha llenado de agitación y comentarios.

Y muchos definen imprudente el haber acogido a las romanas

y censuran a Jesús.

Judas lo oye.

Deja a su madre y acude en defensa del Maestro.

Cuenta su coloquio con Claudia,

y termina diciendo:

–              No es una ayuda despreciable.

Antes de recibirla entre nosotros,

tampoco nos hemos librado de la persecución.

Dejémosla actuar.

Y tened bien presente que es mejor callar con todo el mundo.

Pensad que, si es peligroso para el Maestro,

no lo es menos para nosotros el ser amigos de paganos.

El Sanedrín, que en el fondo se contiene por miedo hacia Jesús,

por un temor que les queda a levantar la mano contra el Ungido de Dios,

no tendría muchos escrúpulos en matarnos como a perros, a nosotros,

que somos unos pobres hombres cualesquiera.

En vez de poner esas caras escandalizadas,

acordaos de que hace poco erais como gorrionas aterrorizadas;

Y bendecid al Señor porque nos ayuda, con medios impensados;

ilegales si queréis, pero muy fuertes, a fundar el Reino del Mesías.

¡Todo lo podremos si Roma nos defiende!

¡Yo ya no temo! ¡Gran día hoy!

Más que por todas las otras cosas, por ésta…

¡Ah, cuando Tú seas la Cabeza!

¡Qué poder tan dulce, fuerte y bendito!

¡Qué paz! ¡Qué justicia!

¡El Reino fuerte y benévolo del Justo!

¡Y el mundo que se acerca a él lentamente!…

¡Las profecías cumpliéndose!

¡Turbas, naciones… el mundo a tus pies!

¡Oh, Maestro!

¡Maestro mío!

Tú, Rey; nosotros, tus ministros…

En la Tierra paz, en el Cielo gloria…

Jesucristo de Nazaret, Rey de la estirpe de David,

Mesías Salvador, te saludo y te adoro.

Y Judas, que parece en un rapto de éxtasis,

se postra y termina:

–             En la Tierra, en el Cielo y hasta en los Infiernos,

tu Nombre es conocido, infinito tu poder.

¿Qué fuerza puede resistirte, Cordero y León, Sacerdote y Rey,

Santo, Santo, Santo!?

Y se queda en actitud de gran reverencia, en esta sala muda de estupor.

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