444 El Administrador Astuto7 min read

444 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

381 La parábola del administrador infiel y sagaz. 

Jesús está enseñando:

“Menos lo saben hacer los ricos, para los cuales la riqueza es una continua trampa de Satanás,

de la ternaria concupiscencia.

Mas oíd una parábola:

Y veréis que también los ricos pueden salvarse a pesar de ser ricos,

o reparar sus pasados errores con un buen uso de las riquezas,

aunque hayan sido adquiridas mal.

Porque Dios, el Bonísimo, deja siempre muchos medios a sus hijos para que se salven.

Había, pues, un rico que tenía un administrador.

Algunos, enemigos de éste porque envidiaban el buen puesto que tenía,

muy amigos del rico y por tanto, celosos de su bienestar,

acusaron al administrador ante su jefe:

“Disipa tus bienes.

Se queda con una parte.

No se preocupa de que produzcan.

¡Ten cuidado! ¡Defiéndete!”.

El rico, oídas estas repetidas acusaciones, ordenó al administrador que compareciera ante él.

Y le dijo: “Me han dicho de ti esto y aquello.

¿Cómo es que has actuado así?

Ríndeme cuentas de tu administración porque ya no te permito que sigas llevándola.

No puedo fiarme de ti ni puedo dar un ejemplo de injusticia y de excesiva condescendencia

que induciría a los consiervos a actuar como tú has obrado.

Ve y regresa mañana con todas las escrituras, para que las examine y vea cuál es la situación

de mis bienes, antes de confiarlos a un nuevo administrador”.

Y despidió al administrador, que se marchó pensativo diciendo para sí:

“¿Y ahora?

¿Cómo me las voy a arreglar ahora que el amo me quita la administración?

No tengo ahorros porque, convencido como estaba que no me iban a pillar,

dilapidaba en mis placeres todo lo que distraía.

Entrar como labrador y además subordinado, no me hace ninguna gracia,

porque ya no tengo costumbre de trabajar y siento el peso de las juergas.

Pedir limosna me hace menos gracia todavía.

¡Demasiada humillación!

¿Qué voy a hacer?”.

Pensando y pensando, encontró la manera de salir de la penosa situación.

Dijo: “¡Ya sé! Con el mismo medio con que me he asegurado una buena vida hasta ahora,

en el futuro me voy a asegurar amigos que me reciban, por agradecimiento,

cuando ya no tenga la administración

Quien hace favores tiene siempre amigos.

Vamos, pues, a hacer favores para  recibirlos inmediatamente.

Además, antes de que la noticia se difunda y sea demasiado tarde”.

Y fue a casa de los distintos deudores de su amo.

Dijo al primero:

“¿Cuánto debes a mi jefe, por la suma que te prestó en la primavera de hace tres años?”.

El interlocutor respondió: “Cien barriles de aceite por la suma y los intereses”.

“¡Vaya, hombre, pobrecillo!

¡Tú que estás tan cargado de prole, afligido por enfermedades de tus hijos, tener que dar tanto!…

¿Pero no te dio por un valor de treinta barriles?”.

“Sí. Pero tenía urgente necesidad, y me dijo: “Yo te lo doy.

Pero con la condición de que me devuelvas todo lo que esta suma te produzca en tres años”.

Ha producido por un valor de cien barriles.

Tengo que entregarlos”.

« ¡Pero hombre, es usura!

No, no.

Él es rico, y a ti poco te falta para pasar hambre.

El tiene poca familia; tú, mucha.

Escribe que te ha producido por valor de cincuenta barriles y despreocúpate ya de ello.

Yo juraré que es verdad, y tú tendrás bienestar”.

« ¿No me traicionarás? ¿Y si llega a saberlo?”.

« ¡Pero hombre!… Yo soy el administrador.

Y lo que juro es sagrado.

Haz lo que te digo y vive feliz”.

El hombre escribió, entregó y dijo: “¡Bendito seas, amigo y salvador mío!

¿Cómo pagarte esto?”.

“¡Con nada!

Esto significa que si por ti sufriera algún daño y me echaran, me recibirías por agradecimiento”.

“¡Hombre claro! ¡Claro! Puedes contar con ello”.

El administrador fue a casa de otro deudor y mantuvo más o menos la misma conversación.

Éste tenía que devolver cien fanegas de trigo, porque durante tres años la sequía había destruido

sus cereales y había tenido que pedir al rico para dar de comer a la familia.

“¡No hombre, no te preocupes de doblar lo que te dio!

¡Negar el trigo!

¡Exigir el doble a uno que tiene hambre e hijos, mientras que su trigo se agorgoja en los graneros

por sobreabundancia!

Escribe ochenta fanegas”.

“¿Pero si se acuerda de que me dio veinte, y veinte y luego diez?”.

“¿Cómo se va a acordar?

Te las di yo, y yo no quiero acordarme.

Hazlo así. Haz como te digo y arregla tu situación.

¡Hace falta justicia entre pobres y ricos!

Por mi parte, si fuera yo el patrón, hubiera pedido sólo las cincuenta

y quizás las perdonase incluso”.

“Tú eres bueno. ¡Si fueran todos como tú!

Recuerda que ésta es una casa amiga para ti”.

El administrador fue a ver a otros, usando el mismo método, manifestándose dispuesto a sufrir

para subsanar las cosas con justicia.

Y le llovieron bendiciones y ofertas de ayuda.

Despreocupado ya respecto al futuro, fue tranquilo a ver a su jefe, el cual, por su parte,

había estado siguiendo los pasos del administrador y había descubierto su juego.

Y, no obstante, lo alabó diciendo: “Tu acción no es buena. No te alabo por ella.

Pero debo alabarte por tu sagacidad.

En verdad, en verdad los hijos del siglo son más astutos que los hijos de la luz”.

Y Yo os digo también lo que dijo el rico:

“El fraude no es una cosa bonita y nunca alabaré por él a ninguno.

Pero os exhorto a ser, al menos en cuanto hijos del siglo, astutos con los medios del siglo,

para darles un uso como monedas para entrar en el Reino de la Luz”.

O sea, con las riquezas terrenas, medios injustos en la repartición y usados para alcanzar un

bienestar transitorio que no tiene valor en el Reino eterno,

haceos amigos que os abran las puertas de él.

Haced el bien con los medios de que disponéis, restituid lo que vosotros, u otros de vuestra

familia, hayáis tomado sin derecho,

separaos del apego enfermo y culpable hacia las riquezas.

Y todas estas cosas serán como amigos que, en la hora de la muerte,

os abrirán las puertas eternas y os recibirán en las moradas bienaventuradas.

¿Cómo podéis exigir que Dios os dé sus bienes paradisíacos,

si veis que no sabéis hacer buen uso ni siquiera de los bienes terrenos?

¿Pretendéis que, suponiendo un imposible, admita en la Jerusalén celeste elementos disipadores?

No, nunca.

Allá arriba se vivirá con caridad, con generosidad y justicia.

Todos para Uno y todos para todos.

La Comunión de los Santos es sociedad activa y honesta, es sociedad santa.

Y ninguno que haya mostrado ser injusto e infiel puede entrar en ella.

No digáis:

“Pero allá arriba seremos fieles y justos, porque tendremos todo sin sujeción a temor alguno”.

No. El que es infiel en lo poco sería infiel aunque poseyera el Todo.

Y quien es injusto en lo poco es injusto en lo mucho.

Dios no confía las verdaderas riquezas al que en la prueba terrena,

muestra que no sabe hacer uso de las riquezas terrenas.

¿Cómo podrá Dios  confiaros un día en el Cielo, la misión de ser espíritus auxiliadores de vuestros

hermanos de la Tierra, cuando habéis mostrado que arrebatar, robar o conservar con avidez,

es vuestra prerrogativa?

Por eso os negará vuestro tesoro, el que había conservado para vosotros.

Y se lo dará a aquellos que supieron ser astutos en la Tierra,

usando incluso lo injusto y malsano en obras que lo hacían justo y sano.

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