445 IMITAR A JESUS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
381a Hipocresía de los fariseos y conversión de un esenio.
Jesús continúa con su enseñanza:
“Ningún siervo puede servir a dos señores.
Porque será de uno de los dos u odiará a uno de los dos.
Los dos señores que el hombre puede elegir son Dios o la Ganancia,
Pero, si quiere ser del primero no puede ponerse los distintivos, seguir las voces,
usar los medios del segundo».
Una voz se alza del grupo de los esenios,
diciendo:
– El hombre no es libre para elegir.
Está obligado a seguir un destino.
Y no se diga que éste está distribuido sin sabiduría.
Es lo contrario:
la Mente perfecta ha establecido, como propio designio perfecto,
el número de los que serán dignos de los Cielos.
Los otros inútilmente se esfuerzan en serlo. Así es.
No puede ser de otra forma.
De la misma manera que uno, saliendo de casa,
puede encontrar la muerte a causa de una piedra desprendida de la cornisa,
y otro, en el corazón de una batalla, se puede salvar hasta de la más pequeña herida,
igualmente e1 que quiere salvarse, pero no está escrito que se haya de salvar,
lo único que hará será pecar incluso sin saberlo, porque su condenación está ya designada.
Jesús responde:
– No, hombre.
No es así.
Y cambia de idea.
Pensando así haces una grave injuria al Señor.
– ¿Por qué?
Demuéstramelo y me enmendaré.
– Porque tú, diciendo esto, admites mentalmente que Dios es injusto hacia sus criaturas.
Él las ha creado de igual modo y con un mismo amor.
Él es un Padre. Perfecto en su paternidad, como en todas las cosas.
¿Cómo puede entonces hacer distinciones y maldecir a un hombre,
cuando es concebido y es un inocente embrión,
maldecirlo desde cuando es incapaz de pecar?
– Para resarcirse de la ofensa recibida del hombre.
– No. ¡Dios no se resarce así!
No se conformaría con un mísero sacrificio como éste, de un injusto y forzado sacrificio.
La culpa contra Dios sólo la puede quitar el Dios hecho Hombre.
Él será el Expiador.
No éste o aquel hombre.
¡Ojalá hubiera sido posible que Yo tuviera que quitar sólo 1a culpa original!
¡Que la Tierra no hubiera tenido ningún Caín, ningún Lámek, ningún pervertido sodomita,
ningún homicida, ladrón, fornicador, adúltero, blasfemo,
ninguno sin amor a sus padres, ningún perjuro.
Y así sucesivamente!
Mas, de cada uno de estos pecados el pecador y no Dios, es culpable y autor.
Dios ha dejado libertad a sus hijos de elegir el Bien o el Mal.
Un escriba grita:
– ¡No hizo bien!
¡Nos ha tentado sobremodo!.
Sabiendo que éramos débiles, ignorantes, gente corrompida, nos puso en la tentación.
Ello es o imprudencia o maldad.
Tú que eres justo deberás convenir en que digo una verdad.
– Dices una mentira para tentarme.
Dios había dado a Adán y Eva todos los consejos.
¿Y de qué sirvió?
– Hizo mal también entonces.
No debía haber puesto el árbol, la tentación, en el Jardín.
– ¿Y entonces dónde está el mérito del hombre?
– Hubiera prescindido del mérito.
Hubiera vivido sin mérito propio, sólo por mérito de Dios.
El esenio grita de nuevo:
– Te quieren tentar, Maestro.
Deja a esas serpientes.
Escúchanos a nosotros, que vivimos en continencia y meditación –
– Sí, vivís así.
Pero malamente. ¿Por qué no vivir así santamente?
El esenio no responde a este cuestionamiento,
– De la misma forma que me has dado una razón convincente sobre el libre arbitrio.
Y la voy a meditar sin animosidad, esperando poder aceptarla, dime ahora:
¿Crees realmente en una resurrección de la carne y en una vida de los espíritus,
completados por ella?
– ¿Tú crees que Dios va poner fin así, sin más, a la vida del hombre?
– Pero el alma…
Dado que el premio la hace dichosa, ¿Para qué sirve hacer resucitar la materia?
¿Va a aumentar eso el gozo de los santos?
– Nada aumentará el gozo que un santo tendrá cuando posea a Dios.
O sea, sólo una cosa lo aumentará en el último Día:
el saber que el pecado ya no existe.
¿Y no te parece justo que, de la misma forma que durante este día
carne y alma estuvieron unidas en la lucha por poseer el Cielo,
en el Día eterno carne y alma estén unidas para gozar del premio?
¿No estás convencido de esto?
¿Y entonces por qué vives en continencia y meditación?
– Para… para ser más plenamente hombre,
señor por encima de los otros animales, que obedecen a los instintos sin freno;
y para ser superior a la mayor parte de los hombres, que están embadurnados de animalidad,
a pesar de ostentar filacterias, fimbrias, fórmulas y amplias vestiduras.
Y se llaman “los apartados”.
– ¡Anatema!
Los fariseos, recibido de lleno el flechazo, que hace murmurar aprobadora a la multitud,
se retuercen y gritan gesticulando como endemoniados.
– ¡Nos está insultando, Maestro!
– Tú conoces nuestra santidad.
– ¡Defiéndenos!
Jesús responde:
– También él conoce vuestra hipocresía.
Las vestiduras no corresponden a la santidad.
Mereced las alabanzas y entonces podré hablar.
Pero a ti, esenio, te respondo que te sacrificas por demasiado poco.
¿Por qué? ¿Por quién? ¿Por cuánto?
Por una alabanza humana.
Por un cuerpo mortal.
Por un tiempo rápido como vuelo de halcón.
Eleva tu sacrificio.
Cree en el Dios verdadero, en la bienaventurada resurrección, en la voluntad libre del hombre.
Vive como asceta.
Pero por estas razones sobrenaturales.
Y con la carne resucitada gozarás de la eterna alegría.
– ¡Es tarde! ¡Soy viejo
Quizás he malgastado mi vida estando en una secta de error…
¡Ya nada!…
– No.
¡Nunca es demasiado tarde para quien quiere el bien!
Oíd, vosotros pecadores, vosotros que estáis en errores;
vosotros, cualquiera que sea vuestro pasado.
Arrepentíos. Venid a la Misericordia.
Os abre los brazos. Os indica el camino.
Yo soy fuente pura, fuente vital.
Alejad de vosotros las cosas que os han descarriado hasta este momento.
Venid desnudos al lavacro.
Revestíos de luz.
¿Habéis robado como salteadores de caminos,
o elegante y astutamente en las transacciones y administraciones? Venid.
¿Habéis tenido vicios o pasiones impuras? Venid.
¿Habéis sido opresores? Venid.
Venid. Arrepentíos. Venid al amor y a la paz.
Dejad que el amor de Dios pueda derramarse sobre vosotros.
Consolad este amor acongojado por vuestra resistencia;
por vuestro miedo, por vuestra vacilación.
Os lo ruego en nombre del Padre mío y vuestro.
Venid a la Vida y a la Verdad, y tendréis la vida eterna.
Un hombre de la muchedumbre grita:
– ¡Yo soy rico y pecador!
¿Qué debo hacer para ir?
– Renuncia a todo por amor a Dios y por amor a tu alma.
Los fariseos murmuran y satirizan a Jesús como:
«vendedor de cosas ilusorias y de herejías»
Como «pecador que pasa por santo»
Y le advierten que los herejes son siempre herejes.
Y que eso son los esenios.
Dicen que las conversiones repentinas no son sino exaltaciones momentáneas
y que el impuro seguirá siéndolo siempre, el ladrón ladrón, el homicida homicida,
para terminar diciendo que sólo ellos, que viven en santidad perfecta,
tienen el derecho al Cielo y a la predicación.
– Era un día feliz.
Una siembra de santidad caía en los corazones.
Mi amor, nutrido por el beso de Dios, daba a las semillas vida.
El Hijo del hombre se sentía feliz de santificar…
Vosotros me amargáis el día.
Pero no importa.
Yo os digo – y si no soy dulce la culpa es vuestra -, Yo os digo que sois de esos que se muestran justos,…
O tratan de hacerlo, a los ojos de los hombres, pero que no lo son.
Dios conoce vuestros corazones.
Lo que es grande a los ojos de los hombres es abominable ante la inmensidad y perfección de Dios.
Vosotros citáis la Ley antigua.
¿Por qué, entonces, no la vivís?
Modificáis para ventaja vuestra la Ley,
cargándola con pesos que os producen una ventaja.
¿Por qué, entonces, no dejáis que Yo la modifique en favor de estos pequeños,
quitándole todas las fórmulas y sutilezas cargosas, inútiles,
de los preceptos que habéis establecido vosotros,
tales y tantos que la Ley esencial desaparece bajo ellos y muere ahogada?
Yo siento compasión de estas turbas, de estas almas que buscan respiro en la Religión
y encuentran un nudo corredizo;
que buscan el amor y encuentran el terror…
No. ¡Venid, pequeños de Israel!
¡La Ley es amor! ¡Dios es amor!
Esto digo a los que vosotros atemorizáis
La Ley severa y los profetas amenazadores que me han anunciado,
sin lograr mantener distanciado el pecado, a pesar de los gritos de su profetismo angustioso,
llegan hasta Juan.
De Juan en adelante viene el Reino de Dios, el Reino del amor.
Y digo a los humildes:
“Entrad en él. Es para vosotros”.
Y todos los que tienen buena voluntad se esfuerzan en entrar.
Pero, para los que no quieren inclinar la cabeza, golpearse el pecho, decir: “He pecado”,
no habrá Reino.
Está escrito:
“Circuncidad vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz”.
Esta tierra vio el prodigio de Eliseo, que hizo dulces las aguas amargas echando en ellas la sal.
¿Y Yo no echo la sal de la Sabiduría en vuestros corazones
¿Y entonces por qué sois inferiores al agua y no cambiáis vuestro espíritu?
Añadid a vuestras fórmulas mi sal y tendrán un nuevo sabor,
porque volverán a dar a la Ley la primitiva fuerza.
En vosotros, los más necesitados, antes que en ningún otro. ¿Decís que cambio la Ley?
No. No mintáis.
Devuelvo a la Ley su primitiva forma, que vosotros habéis alterado.
Porque es una Ley que durará cuanto dure la Tierra.
Y antes desaparecerán el cielo y la tierra, que uno solo de sus elementos constitutivos
o de sus consejos.
Y si la cambiáis, por satisfacer vuestro gusto, y entráis en sutilezas,
buscando escapatorias a vuestras culpas, sabed que ello no es beneficioso.
¡No es beneficioso, Samuel!
¡No es beneficioso, Isaías.
Permanentemente está escrito: “No cometas adulterio”
Y Yo completo: “Quien despide a su esposa para tomar otra es adúltero.
Y quien se casa con una mujer repudiada por su marido es adúltero,
porque sólo la muerte puede dividir lo que Dios ha unido”.
Pero las palabras duras son para los pecadores impenitentes.
Los que han pecado pero se afligen desconsoladamente por haberlo hecho,
sepan, crean que Dios es Bondad.
Y se acerquen a Aquel que absuelve, perdona y admite a la Vida.
Salid de aquí con esta certeza.
Esparcidla en los corazones.
Predicad la misericordia que os da la paz bendiciéndoos en el nombre del Señor.
La gente empieza a marcharse del lugar, lentamente.
Muy despacio porque el sendero es estrecho y porque Jesús los atrae,
pero tienen que hacerlo y dejan el lugar….