542 Los Atributos Divinos7 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

444b Lección sobre los méritos del Salvador.

Jesús continúa con su enseñanza:

¿No consideráis esto?

Y esa espera, especialmente desde el momento en que la Redención

con todos los consiguientes prodigios, se verifique.

Y el Evangelio sea predicado en todo el mundo,

será la purgación de las almas que vivieron con justicia en otras religiones,

que no pudieron entrar en la Fe verdadera,

después de conocerla como existente y efectivamente real.

Para ellos será el Limbo durante siglos y siglos, hasta el Fin del Mundo.

Para los creyentes que creen en el Dios verdadero y que no supieron ser heroicamente santos,

En el Purgatorio sufrimos el Getsemaní y el Calvario SIN PALIATIVOS, TAL COMO LO SUFRIÓ JESÚS, por nuestra NEGATIVA TERRENAL a cooperar en La Redención

será el largo Purgatorio…

Y para algunos podrá terminar hasta el fin del mundo.

Pero, después de la expiación y la espera, todos los buenos,

cualquiera que fuere su procedencia, estarán a la derecha de Dios;

los malos, cualquiera que fuere su procedencia, a la izquierda.

Y luego en el Infierno horrendo;

mientras que el Salvador entrará con los buenos en el Reino eterno.

Bartolomé pregunta:

–             Señor, perdona si no te entiendo.

Lo que dices es muy difícil…

Al menos para mí…

Dices siempre que eres el Salvador y que redimirás a los que creen en Ti.

¿Y entonces los que no creen, porque no te han conocido por haber vivido antes;

porque ¡Es tan grande el mundo!…

que no han tenido noticia de Ti, cómo pueden ser salvados?

–             Ya te lo he dicho:

Por su vida de justos, por sus obras buenas, por esa fe suya que consideran verdadera.

–              Pero no han recurrido al Salvador…

–              Pero el Salvador por ellos, también por ellos, sufrirá.

¿No consideras, Bartolmái, qué gran valor tendrán mis méritos de Hombre Dios?

–              Mi Señor, en todo caso inferiores a los de Dios;

a los que, por consiguiente, posees desde siempre.

–              Respuesta correcta y no correcta.

Los méritos de Dios son infinitos, dices, Todo es infinito en Dios.

Pero Dios no tiene méritos, en el sentido de que no ha merecido.

Tiene atributos, virtudes propias suyas.

Él ES el que ES:

La Perfección, el Infinito, el Omnipotente.

Pero para merecer hay que llevar a cabo con esfuerzo,

algo que sea superior a nuestra naturaleza.

No es un mérito comer, por ejemplo.

Pero puede ser un mérito el saber comer parcamente, haciendo verdaderos sacrificios,

para dar a los pobres lo que ahorramos.

No es un mérito el estar callados,

pero lo es cuando lo estamos no replicando contra una ofensa.

Y así sucesivamente.

Ahora bien, como tú puedes comprender, Dios, que es Perfecto, Infinito,

no tiene necesidad de someterse a esfuerzo.

Pero el Hombre Dios puede someterse a esfuerzo,

humillando la infinita Naturaleza divina a la limitación humana,

venciendo a la naturaleza humana,

que no está ausente de Él ni en Él es metafórica,

sino que es real, con todos sus sentidos y sentimientos,

con sus posibilidades de sufrimiento y muerte, con su voluntad libre.

A nadie le gusta la muerte, especialmente si es dolorosa, precoz e inmerecida.

A ninguno le gusta.

Y no obstante, todo hombre debe morir.

Por tanto, el hombre debería mirar a la muerte,

con la misma alma con que ve que termina todo lo que tiene vida.

Pues bien, Yo fuerzo a mi Humanidad a amar la muerte.

No sólo esto.

He elegido la vida para poder tener la muerte.

Por la Humanidad.

Por eso Yo en mi condición de Hombre-Dios,

adquiero esos méritos que en mi condición de Dios no podía adquirir.

Y con ellos, que son infinitos por la forma como los adquiero,

por la Naturaleza divina unida a la humana,

por las virtudes de caridad y obediencia,

con las cuales me he puesto en condiciones de merecerlos,

por la fortaleza, la justicia, la templanza, la prudencia,

por todas las virtudes que he puesto en mi corazón,

para hacerlo grato a Dios, mi Padre.

Yo tendré un poder infinito no sólo como Dios,

sino como Hombre que se inmola por todos,

Porque alcanza el límite máximo de la caridad.

Lo que da el mérito es el sacrificio.

Cuanto mayor es el sacrificio, mayor es el mérito.

Si es completo el sacrificio, completo es el mérito;

si perfecto el sacrificio, perfecto el mérito.

Y utilizable según la santa voluntad de la víctima, a la que el Padre dice:

«¡Sea como tú quieres!»

porque la víctima lo ha amado sin medida y ha amado al prójimo sin medida.

Y os digo que el más pobre de los hombres puede ser el más rico

y beneficiar a un número sin medida de hermanos, si sabe amar hasta el sacrificio.

Os digo que, aunque no tuvierais ni una miga de pan ni un vaso de agua ni un vestido roto,

podríais hacer un bien siempre.

¿Cómo?

Orando y sufriendo por los hermanos.

¿Hacer un bien a quién?

A todos.

¿De qué forma?

De mil maneras todas santas, porque si supierais amar sabríais obrar como Dios…

Y enseñar, perdonar, administrar.

Y como el Hombre- Dios, redimir.  

Juan suspira diciendo:

–              ¡Oh, Señor, danos esta caridad!

–              Os la da Dios, porque se da a vosotros.

Pero vosotros debéis acogerla y practicarla cada vez más perfectamente.

Ningún hecho debe estar para vosotros separado de la caridad.

Desde los hechos materiales a los del espíritu.

Todo se haga con caridad y por la Caridad.

Santificad vuestras acciones, vuestras jornadas;

poned la sal en vuestras oraciones, la luz en vuestras acciones.

La luz, el sabor, la santificación, es la caridad.

Sin ella, nulos son los ritos, vanas las oraciones y falsas las ofrendas.

En verdad os digo que la sonrisa con que un pobre os saluda como a hermanos,

tiene más valor que el saco de monedas,

que uno puede arrojaros a los pies sólo para ser notado.

Sabed amar y Dios estará con vosotros, siempre.  

Felipe dice:

–              Enséñanos a amar así, Señor.

–              Hace dos años que lo estoy haciendo.

Haced lo que me veis hacer y estaréis en la Caridad.

Y la Caridad estará en vosotros.

Tendréis el sello, el crisma, la corona,

«Oh Jesús Sacerdote, guarda a tus sacerdotes en el recinto de tu Corazón Sacratísimo, donde nadie pueda hacerles daño alguno; guarda puros sus labios, diariamente enrojecidos por tu Preciosísima Sangre. Entregamos en tus divinas manos a TODOS tus sacerdotes. Tú los conoces. Defiéndelos, Ayúdalos y SOSTENLOS, para que el Maligno no pueda tocarlos. Amén

que harán que seáis verdaderamente reconocidos como ministros de Dios- Caridad.

Ahora vamos a detenernos en este lugar lleno de sombra.

Aquí hay hierba tupida, alta…

Y los árboles mitigan el calor.

Proseguiremos en el atardecer…

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