Archivos diarios: 15/07/22

565 El Salvador

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

453a Llegada a Ippo y discurso en pro de los pobres. Curación de un esclavo paralítico.

En Ippo, Jesús está hablando entre la gente atenta:

–              La ciudad es rica y próspera.

Al menos en esta parte.

Veo que estáis vestidos con túnicas limpias y bonitas.

Vuestras caras denotan buena alimentación.

Todo me dice que no sufrís la miseria.

Lo que os pregunto ahora, es si aquellos que allí se lamentan son de Ippo o son mendigos ocasionales

que han venido aquí de otros lugares en busca de una ayuda.

Sed sinceros…

Un hombre dice:

–               Mira.

Te vamos a responder, aunque ya la reprensión se entrevé en tus palabras.

Algunos han venido de fuera.

La mayor parte son de Ippo.

–               ¿Y no hay trabajo para ellos?

He visto que aquí se construye mucho y debería haber trabajo para todos…

–                Los que alistan para el trabajo casi siempre son los romanos…

–                Casi siempre.

Tú lo has dicho.

Porque también he visto a habitantes de aquí supervisando trabajos.

Y entre ellos he visto a muchos que tienen a gente que no es de aquí.

¿Por qué no ayudar primero a los del lugar?

–               Porque… es difícil trabajar aquí.

Porque sobre todo hace años, antes de que los romanos construyeran buenas calzadas,

era laborioso traer aquí los bloques de piedra y abrir los caminos…

Muchos enfermaron o quedaron maltrechos…

Y ahora son mendigos porque ya no pueden trabajar.

–                Pero ¿Vosotros disfrutáis del trabajo que hicieron?

–                ¡Por supuesto, Maestro!

Mirad qué bonita ciudad, qué cómoda, con agua abundante en cisternas profundas…

Y hermosos caminos que comunican con otras ciudades ricas.

Mirad qué construcciones más sólidas.

Mirad cuántos trabajadores.

Mirad…

–             Veo todo.

¿Y a construir estas cosas os han ayudado los que ahora os piden quejumbrosamente un pan?

¿Respondéis que sí?

¿Y entonces por qué,  si disfrutáis de lo que ellos os han ayudado a tener,

no les dais ni una pequeña porción de disfrute?

El pan, sin que lo pidan.

Una yacija, para que no se vean obligados a compartir las madrigueras de los animales agrestes;

una ayuda para sus enfermedades…

Que si se curasen de ellas tendrían la manera de hacer todavía algo,

en vez de sentirse rebajados a un ocio forzado y humillante. 

¿Cómo podéis sentaros contentos a la mesa y participar con alegría de la abundante comida,

rodeados de vuestros hijos festivos, sabiendo que a poca distancia, hermanos vuestros tienen hambre?

¿Cómo ir a descansar en una cama bien cobijada, cuando sabéis que afuera de noche,

hay hombres que no disponen de camastro ni refugio?

¿No os queman la conciencia esas monedas que guardáis en las arcas,

sabiendo que muchos no tienen ni una moneda con que comprarse un pan?

Me habéis dicho que creéis en el Señor Altísimo y que observáis la Ley,

que conocéis a los Profetas y los libros de la Sabiduría.

Me habéis dicho que creéis en Mí y que deseáis con avidez mi doctrina.

Bueno, pues entonces tenéis que hacer bueno vuestro corazón, porque Dios es Amor y preceptúa amor,

porque la Ley es amor;

porque los Profetas y los libros de la Sabiduría aconsejan el amor:

Y mi doctrina es doctrina de amor.

Los sacrificios y oraciones son vanos si el amor al prójimo no es su base y altar.

Y especialmente al pobre indigente,

al cual es posible ofrecer todas las formas de amor con el pan, la cama, los vestidos;

con el consuelo, la enseñanza y conduciéndolo a Dios.

La miseria degradando, lleva al espíritu a perder esa fe en la Providencia,

que es saludable para resistir en las pruebas de la vida.

¿Cómo podéis pretender que el mísero sea siempre bueno, paciente, pío;

cuando ve que los favorecidos por la vida y por tanto,

según el concepto común, favorecidos por la Providencia.

Son duros de corazón, carecen de verdadera religión…

Porque a su religión le falta la parte primera y esencial: el amor;

carecen de paciencia y teniéndolo todo,

no saben soportar ni siquiera la súplica del hambriento?

¿Qué a veces imprecan contra Dios y contra vosotros?

¿Y quién los conduce a este pecado?

¿No meditáis nunca vosotros, ricos ciudadanos de una rica ciudad, que tenéis un gran deber:

el de instruir en la Sabiduría a los abandonados con vuestro modo de actuar?

Alguien me ha dicho:

“Todos querríamos ser tus discípulos para predicarte”.

Y Yo digo a todos: podéis hacerlo.

Estos que vienen amedrentados, avergonzados con sus vestidos andrajosos y sus caras demacradas,

son los que esperan la Buena Nueva.

La que es dada sobre todo, para los pobres, para que tengan una confortación sobrenatural

en la esperanza de una vida gloriosa después de la realidad de su triste vida presente.

Vosotros podéis practicar esta doctrina mía con menor esfuerzo material,

aunque con mayor esfuerzo espiritual,

porque las riquezas son peligrosas para la santidad y la justicia.

Ellos no pueden practicarla, no sin toda suerte de fatigas. 

El pan que les falta, el vestido insuficiente, el techo inexistente, los mueven a preguntarse:

“¿Cómo puedo creer que Dios es mi Padre, si no tengo lo que tienen las aves del aire?”

¿Cómo podrá la dureza del prójimo hacerles creer que hay que amarse como hermanos?

Tenéis la obligación de darles la certeza de que Dios es Padre.

Y de que vosotros sois hermanos, con vuestro amor operativo.

La Providencia existe y vosotros sois sus ministros;

vosotros, los ricos del mundo.

Considerad este hecho de ser medios, como el mayor honor que Dios os da

y como la única vía para hacer santas las riquezas peligrosas.

Y actuad como si en cada uno de éstos me vierais a Mí mismo.

Yo estoy en ellos.

He querido ser pobre y padecer persecución para ser como ellos…

Y para que el recuerdo del Cristo pobre y perseguido perdurase a través de los siglos,

proyectando una luz sobrenatural sobre los pobres y perseguidos como Cristo,

una luz que os hiciera amarlos como a otros Cristos.

Y Yo efectivamente, estoy en el mendigo al que se da comida, bebida, vestido o posada;

estoy en el huérfano recogido por amor, en el anciano socorrido, en la viuda ayudada,

en el peregrino hospedado, en el enfermo asistido…

Estoy en el afligido consolado, en el vacilante confirmado, en el ignorante instruido;

estoy donde se recibe amor.

Y todo lo que se hace en medios materiales o en medios espirituales, a un hermano pobre,

se me hace a Mí.

Porque Yo soy el Pobre, el Afligido, el Varón de Dolores.

Y lo soy para dar riqueza, alegría, vida sobrenatural a todos los hombres,

que muchas veces no lo saben pero así es, son ricos sólo aparentemente.

Y tienen una alegría sólo aparente…

Mientras que en realidad son íntegramente pobres respecto a las riquezas y alegrías verdaderas,

porque carecen de la Gracia por la Culpa original que de ella los priva.

Vosotros sabéis que sin la Redención no hay Gracia y sin Gracia no hay alegría y vida.

Y Yo, para daros Gracia y Vida, no he querido nacer rey u hombre poderoso;

sino pobre, lugareño, humilde.

Porque ni la corona, ni el trono, ni el poder son nada, para quien del Cielo viene para guiar al Cielo;

mientras que el ejemplo que un verdadero Maestro debe dar para dar fuerza a su doctrina lo es todo.

Porque la parte mayor está compuesta por los pobres e infelices,

mientras que los poderosos y felices constituyen la menor parte.

Porque la Bondad es Piedad.

Para esto he venido y el Señor ha ungido a su Cristo:

Para que anunciara la Buena Nueva a los mansos y sanase a los que tienen el corazón quebrantado;

para que predicara la libertad a los esclavos, la liberación a los cautivos;

para consolar a los que lloran y para poner a los hijos de Dios,

a los hijos que saben seguir siéndolo tanto en la alegría como en el dolor;

su diadema, la vestidura de la justicia.

Y transformarlos de árboles agrestes, en árboles del Señor; en campeones suyos; en glorias suyas.

Yo soy todo para todos.

Y quiero conmigo a todos en el Reino de los Cielos, que está abierto para todos,

a condición de saber vivir en la justicia.

La justicia está en la práctica de la Ley y en el ejercicio del amor.

A este Reino no se accede por derechos derivados de la riqueza, sino por heroísmos de santidad.

Quien quiera entrar en él, que me siga y haga lo que Yo hago:

Ame a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como Yo lo amo;

no blasfeme contra el Señor y santifique sus fiestas;

honre a sus padres;

no alce la mano violenta contra su semejante;

no cometa adulterio;

no robe a su prójimo en ningún modo;

no levante falso testimonio;

no desee lo que no tiene y tienen otros.

Antes bien, conténtese con su suerte, pensando que ésta es siempre transitoria y es camino y medio,

para conquistar un destino mejor y eterno;

ame a los pobres, a los afligidos, a los mínimos de la Tierra, a los huérfanos, a las viudas;

no preste con usura.

Quien haga estas cosas, independientemente de su nación o lengua, condición o grado de riqueza,

podrá entrar en el Reino de Dios, cuyas puertas os abro Yo.

Venid a mí todos los que tengáis buena voluntad.

No os asuste lo que sois, ni lo que fuisteis.

Yo soy el Agua que lava el pasado y fortalece para el futuro.

Venid a mí los que tengáis pobreza de sabiduría.

En mi palabra hay sabiduría.

Venid a Mí, haceos una vida nueva sobre la base de otros conceptos.

No temáis no saber ni no poder hacer.

Mi doctrina es fácil, mi yugo es ligero.

Yo soy el Rabí que da sin pedir nada en cambio, nada sino vuestro amor.

Si me amáis, amaréis mi doctrina.

Y por tanto, también a vuestro prójimo.

Y tendréis la Vida y el Reino.

Ricos, despojaos del apego a las riquezas y comprad con ellas el Reino,

con todas las obras de misericordioso amor al prójimo.

Pobres, despojaos de vuestro sentimiento de humillación y caminad por el camino de vuestro Rey.

Con Isaías (55, 1) digo: “Sedientos, venid a las aguas.

Y también vosotros, los que no tenéis dinero, venid a comprar”

Con el amor compraréis lo que es amor, lo que es alimento que no se estropea,

alimento que verdaderamente sacia y fortalece.

Yo me marcho, hombres y mujeres, ricos y pobres de Ippo.

Me voy para obedecer a la voluntad de Dios.

Pero quiero marcharme de vuestra presencia menos afligido que como he llegado.

Vuestra promesa será lo que consuele mi aflicción.

Por el bien vuestro ricos, por el bien de esta ciudad vuestra, sed;

prometed ser, misericordiosos en el futuro respecto a los más pequeños de entre vosotros.

Todo es hermoso aquí;

pero como una nube negra de tormenta pone aspecto temible a la más bella de las ciudades,

así aquí domina, cual sombra que hace desaparecer toda belleza, vuestra dureza de corazón.

Eliminadla y gozaréis de bendición.

Recordad que Dios prometió no destruir Sodoma, si en ella hubiera habido diez justos.

Vosotros no conocéis el futuro. Yo sí.

Y en verdad os digo que está cargado de castigos más que una nube estival de granizo.

Salvad vuestra ciudad con vuestra justicia, con vuestra misericordia.

¿Lo vais a hacer? 

Varios responden:

–               Lo haremos Señor, en tu Nombre.

–              ¡Háblanos, sigue hablándonos!

–              Hemos sido duros y pecadores.

–              Pero Tú nos salvas.

–              Eres el Salvador.

–               Háblanos…

Isaías 43 2 : “Yo nunca te dejaré”

–               Estaré con vosotros hasta el anochecer.

Pero hablaré con mis obras.

Ahora mientras el sol domina, id cada uno a vuestra casa.

Y meditad en mis palabras.