582 Intransigencia Farisaica6 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

459 El perdón a Samuel de Nazaret y lección sobre las malas amistades.

Judas de Keriot en cuanto los ve entrar en la casa,

les comunica:

–                 En la habitación de arriba hay hombres de Nazaret.

Ayer han venido tus hermanos a buscarte.

Luego, unos fariseos.

Y muchos enfermos, muchos.

Vino uno desde Antioquía.

Jesús pregunta:

–              ¿Y se han marchado?

–              No.

El de Antioquía ha ido a Tiberíades.

Pero vuelve después del sábado.

Los enfermos están distribuidos por las casas.

Pero los fariseos con muchos honores, han querido que estuvieran con ellos tus hermanos.

Todos son huéspedes de Simón el fariseo.

Pedro refunfuña:

–                ¡Mmm!…

Judas pregunta:

–               ¿Qué te pasa?

¿No estás contento de que honren al Maestro en sus parientes?

–                 ¡Si va a ser verdadero honor y encuentro útil…

Felicísimo!

–                Desconfiar es juzgar.

El Maestro no quiere que se juzgue.

–                ¡Que sí, que sí!

Bueno, para estar seguro esperaré a juzgar.

Así no seré necio y pecador.

Jesús dice:

–                Vamos arriba donde los nazarenos.

Mañana iremos a ver a los enfermos.

Judas de keriot dice a Jesús:

–               No puedes.

Es sábado.

¿Quieres el reproche de los fariseos?

Si Tú no piensas en tu honor, yo sí …

Lo ha expresado muy teatralmente Judas.

Y termina:

–                Más bien…

Como me doy cuenta de tu deseo de sanar enseguida a estos que te buscan;

vamos nosotros y les imponemos las manos en tu Nombre y…

–                 No.

Es un «no» muy tajante, que no admite discusión.

–                 ¿No quieres que hagamos milagros?

¿Quieres hacerlos Tú?

Bueno…

Pues vamos, les decimos que estás aquí y que prometes que los vas a curar.

Con esto estarán ya contentos…

–               No hace falta.

Nos han visto los pescadores.

Por tanto, el que Yo esté aquí ya se sabe.

Y el que Yo cure a quien tiene fe en mí lo saben ellos;

tanto es así, que han venido a buscarme.

Judas se calla con desagrado, con la cara sombría de los momentos malos.

Jesús sale…

Sin preocuparse del temporal, que vierte cántaros de agua sobre la tierra.

Sube a la habitación de arriba.

Empuja la puerta y entra.

Le siguen los apóstoles.

Las mujeres están ya arriba hablando con los nazarenos.

En un rincón, está un hombre desconocido.

Jesús saluda diciendo:

—              La paz a vosotros.

–                ¡Maestro!

Los nazarenos hacen una reverencia.

Luego dicen:

–                Aquí está el hombre – y señalan al desconocido.

Jesús ordena:

–               Ven aquí.

–               ¡No me maldigas!

–               Para hacerlo no era necesario llamarte para que vinieras.

¿No tienes nada más que estas palabras que decir al Salvador?

Jesús se muestra grave, pero al mismo tiempo alentador.

El hombre lo mira…

Luego rompe a llorar…

Y arrojándose al suelo,

grita:

–                ¡Si no me perdonas, no tendré paz!…

–                Cuando quería hacerte bueno…

¿Por qué no me quisiste contigo?

Ahora es tarde para desagraviar.

Tu madre ha muerto.

–                ¡No me digas eso!

¡Eres cruel!

–                 No.

Soy la Verdad.

Era Verdad cuando te decía que matarías a tu madre.

Lo soy ahora.

Y tú, entonces, me despreciabas.

¿Por qué me buscas ahora?

Tu madre ha muerto.

Has pecado y has seguido pecando sabiendo que pecabas.

Te lo había dicho.

Ésta es la culpa grande:

Has querido pecar rechazando a la Palabra y al Amor.

¿Por qué te quejas, si ahora no tienes paz?

–             ¡Señor!

¡Señor! ¡Piedad!

Estaba loco y me curaste.

He esperado en ti.

Antes desesperaba de todos.

No defraudes mi esperanza…

–               ¿Y por qué desesperabas?

–                Porque…

He hecho morir a mi madre de dolor…

incluso la última noche…

estaba agotada…

Y no tuve piedad…

¡Le pegué, Señor!

El grito que llena la habitación, es un verdadero grito de desesperado.

–                ¡Le pegué!…

¡Murió durante la noche!…

Y no me había dicho otra cosa sino que fuera bueno…

¡La madre mía!…

La he matado…

–               ¡Hace años que la has matado, Samuel!

Desde que dejaste de ser un justo.

¡Pobre Ester!

¡Cuántas veces la he visto llorar!

Y cuántas me pedía una caricia de hijo en vez de las tuyas…

Y tú sabes que no por amistad hacia ti, mi paisano y coetáneo;

sino por piedad hacia ella iba Yo a tu casa…

No debería perdonarte.

Pero dos madres han suplicado por ti.

Y tu arrepentimiento es sincero.

Por eso te perdono.

Con una vida sin tacha, cancela del corazón de los de tu ciudad el recuerdo de un Samuel pecador.

Reconquístate a tu madre.

Lo harás si con una vida de justo conquistas el Cielo y con él a tu madre.

Pero recuerda, recuérdalo bien:

Tu pecado fue muy grande…

Por tanto en proporción, grande debe ser tu justicia para anular la deuda.

–              ¡Oh!

¡Eres bueno!

No como ese de los tuyos que ha salido nada más entrar.

Y que vino a Nazaret sólo para aterrorizarme.

Éstos pueden decirlo.

Jesús se vuelve…

De los apóstoles falta sólo Judas de Keriot.

Por tanto, es él el que zahirió a Samuel.

¿Qué debe hacer Jesús?

Para que se critique al apóstol, si no como hombre, al menos como apóstol,

Jesús dice:

—                Ninguno puede no ser severo con tu pecado.

Cuando se hace el mal, se debería pensar que los hombres juzgan.

Pensar que los ponemos en las condiciones de juzgarnos…

Pero no tengas rencor.

Pon en las balanzas de Dios como expiación, la humillación que has recibido.

Vamos.

Aquí entre los justos, hay júbilo por tu redención.

Estás entre hermanos que no te desprecian.

Porque todos los hombres pueden pecar,

pero sólo son despreciables cuando persisten en pecar.

–                 Yo te bendigo, Señor.

Te pido perdón también por todas las veces que te desprecié…

No sé cómo agradecértelo…

¡Es que es la paz!

Es la paz, que vuelve a mí.

El hombre llora, ahora con un llanto sereno…

–               Agradéceselo a mi Madre.

Si, estás perdonado.

si te he curado del delirio, para darte facultad de arrepentimiento,

ha sido por Ella.

Vamos abajo.

La cena está preparada.

Vamos a compartir el alimento.

Y sale.

Llevando sujeto de la mano al hombre…

bajando en dirección a la cocina.

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