595 Perdón al Traidor6 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

461h El griego Zenón y la carta de Síntica con la noticia de la muerte de Juan de Endor.

Se quedan solos.

Jesús dice:

–              Decía que no siempre puedo complacerlo.

Esta noche no podía.

Sólo tú puedes conocer los puntos que he callado.

Te he llamado para esto.

Y también para estar contigo, Mamá…

Para mí, estar contigo en las últimas horas antes de una separación es acumular tanta dulce fuerza,

que me siento rico de ella para muchas horas de soledad en medio del mundo,

que no me comprende o que me comprende mal.  

Y estar contigo en las primeras horas de un regreso es tomar nuevas fuerzas,

después de todos los cálices que debo beber en el mundo…

Tan desagradables y amargos.

María lo acaricia sin hablar.

Erguida junto a Él, que está sentado, es la Madre que conforta a su Hijo.

Pero Él hace que se siente y dice:

–             Escucha…

Entonces María en posición atenta, sentada frente a Él,

pasa a ser la discípula pendiente de los labios de Jesús Maestro.

–               Síntica escribe, hablando de Antioquía:

“Aquí la voluntad, no sé distinguir dónde cesa la de los hombres y empieza la de Dios,

porque no soy sabia…

Aquí la voluntad más fuerte que mi deseo, me ha traído.

Y quién sabe si no habrá sido todo voluntad de Dios.

Lo cierto es que casi seguro por una gracia del Cielo, ahora le tengo amor a esta ciudad…

Que con las cimas del Casio y del Amano custodiándola desde dos lados,

y las crestas verdes de las Montañas negras más lejos, mucho me recuerda a la patria perdida.

Y tengo la impresión de que sea el primer paso de regreso hacia mi tierra

y no paso de peregrina cansada que vuelve para morir, sino de mensajera de vida que viene a dar vida

a quien fue para ella madre.

Tengo la impresión de que desde aquí, golondrina descansada para el vuelo y nutrida de Sabiduría,

tuviera que volar a la ciudad en que vi la luz y de la cual quiero,

quisiera subir a la Luz después de dar la Luz que me fue dada.

Mis hermanos en ti, yo lo sé, no aprobarían este pensamiento…

Quieren sólo para ellos tu sabiduría.

Pero se equivocan.

Un día comprenderán que el mundo espera…

Y que el mundo despreciado será el mejor.

Yo les preparo el camino a ellos.

No sólo  aquí, sino con cuantos convergen aquí y luego regresan a sus tierras.

Y no distingo mucho si son gentiles, prosélitos, griegos, romanos,

de otras colonias del imperio y de la Diáspora.

Hablo, suscito deseos de conocerte…

El mar no está hecho de una nube vaciada;

está hecho de nubes y nubes y nubes que vacían su agua en la tierra y vierten al mar.

Yo seré una nube.

El mar será el cristianismo.

Quiero multiplicar el conocimiento de Ti para contribuir a formar el mar del cristianismo.

Yo griega, sé hablar a los griegos, no tanto con el idioma cuanto con la comprensión…

Yo que fui esclava de los romanos, sé trabajar con los romanos, cuyos puntos sensibles conozco.

Y por el tiempo que he vivido entre los hebreos, sé también cómo tratar a éstos,

especialmente aquí, donde los prosélitos son numerosos.

Juan ha muerto para tu gloria.

Yo viviré para tu gloria.

Bendice nuestros espíritus».

–               Y más adelante, donde habla de la muerte de Juan,

donde no he dejado que Simón leyera, está escrito:

“Juan ha muerto tras haber pasado todas las purificaciones, incluso la extrema,

la del perdón a aquellos que con sus maneras de actuar te han obligado a alejarlo y lo han matado.

Sé el nombre de éstos, al menos del principal.

Juan me lo reveló, diciendo:

“Desconfía siempre de él. Es un traidor. Me ha traicionado a mí, lo traicionará a Él

y traicionará a nuestros compañeros.

Pero perdono a Judas de Keriot, como lo perdonará Él.

Es tan grande ya el abismo en que yace, que no quiero excavarlo más,

no perdonándole el haberme matado separándome de Jesús.

Mi perdón no lo salvará.

Nada lo salvará, porque es un demonio.

No debería decirlo, yo que fui asesino;

pero en mí había al menos una ofensa que me hacía perder el juicio.

Él arremete contra quien no le ha hecho ningún mal y acabará traicionando a su Salvador.

Pero lo perdono, porque la bondad de Dios ha hecho de su odio contra mí, mi bien.

¿Ves?

He expiado todo.

Él, el Maestro, me lo dijo ayer noche.

He expiado todo. Ahora salgo de la cárcel.

Ahora entro verdaderamente en la libertad,

libre incluso del peso del recuerdo del pecado de Judas de Keriot,

hacia un desdichado que había encontrado la paz junto a su Señor”.

Yo también, siguiendo su ejemplo, le perdono el haberme arrancado de ti, de la Madre bendita,

de las hermanas discípulas, de oírte, de seguirte hasta la muerte,

para estar presente en tu triunfo de Redentor.

Y lo hago por ti, en honor tuyo y para aliviar tus sufrimientos.

Quédate tranquilo, mi Señor.

El nombre del oprobio que hay entre las filas de tus seguidores no saldrá de mis labios.

Y conjuntamente, no saldrá nada de lo que he oído a Juan,

cuando su yo hablaba con tu invisible, letificante Presencia.

He estado dudando si ir a verte antes de establecerme en mi nueva morada.

Pero he sentido que habría transparentado mi repulsa hacia Judas Iscariote.

Y que te habría perjudicado ante tus enemigos.

He sacrificado así este consuelo también…

Con la seguridad de que el sacrificio no quedará sin fruto y sin premio».

–             Esto es, Madre.

¿Podía leerle esto a Simón?

–              No.

Ni a él ni a los otros.

Dentro de mi dolor tengo la alegría de esta muerte santa de Juan…

Hijo, vamos a orar para que él sienta nuestro amor y…

Y para que Judas no sea el oprobio…

¡Oh, es horrendo!…

Y no obstante…

Nosotros perdonaremos…

–             Vamos a orar…

Se ponen en pie y oran.

Iluminados por la trémula luz de la lámpara, entre cortinas de ramas colgantes,

mientras la resaca respira rítmicamente chocando contra la orilla…

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