598 En el Mar de Tiberíades

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

463 En Tariquea.

La pequeña península de Tariquea se adentra en el lago, formando una profunda ensenada al suroeste;

de modo que no se yerra diciendo que más que una península,

es un istmo rodeado por las aguas a lo largo de casi todo su perímetro.

Que queda unido a la tierra sólo por una pequeña parte.

Al menos así era en tiempos de Jesús.

No se sabe si durante veinte siglos, las arenas y los guijarros, arrastrados por el torrentillo que desemboca

justamente en la ensenada del suroeste, habrá modificado el aspecto del lugar.

Enarenando la pequeña bahía y por tanto, ensanchando la lengua de tierra del istmo.

La bahía aparece serena, azulina con estrías de jade donde refleja el verde de los árboles,

que desde la costa se asoman al lago:

Muchas barcas ondean levemente en las aguas apenas móviles.

Lo más notorio es un dique arcado…

De arcos que se apoyan en los guijarrales de la orilla formando un paseo,

un embarcadero orientado hacia el oeste,

que parece ser que lo han construido con motivos ornamentales…

O con alguna finalidad útil que no es posible captar.

Este paseo, dique o embarcadero, está recubierto de un espeso estrato de tierra,

en el que han sido plantados árboles tan juntos, aunque no muy grandes;

que forman una galería de follaje por encima del camino.

Hay mucha gente paseando bajo esa galería susurradora que de la brisa, las aguas y las frondas,

saca un grato coeficiente de frescor.

Se ve claramente la entrada del Jordán y el desagüe de las aguas del lago en el lecho del río,

formando algún remolino, alguna acumulación de agua en los pilones de un puente romano

que por su arquitectura de robustos pilones, puestos como tajamares, construidos como un hexágono.

Contra las aristas de los pilones se rompe la corriente de las aguas,

formando todo un juego nacarado de luces bajo el sol que las hiere así, rotas y rebosantes.

Rebosantes para desaguar en la garganta del río, que después de tanta anchura en el lago,

se encajona ahora.

Casi al final del puente en la otra orilla, hay una pequeña blanca ciudad,

extendida sobre el verde de la campiña óptima.

Y más arriba hacia el norte, pero en la costa oriental del lago, se ve el arrabal que precede a Ippo.

Los bosques altos sobre el arrecife, tras los que está Gamala, bien visible en la cima de su monte.

Jesús, seguido por una procesión de gente que viene con Él desde Emaús.

Que ha aumentado con los que ya lo esperaban en Tariquea…

Entre éstos está Juana, que ha venido en su barca…

se dirige precisamente hacia el dique arbolado.

Y se detiene en el centro de éste, de forma que tiene el agua a la derecha y la playa a la izquierda.

Los que pueden se ponen en el camino arbolado.

los que no pueden encontrar sitio en el camino se ponen abajo, en la playa…

Aún humedecida de la alta marea nocturna.

Parcialmente en sombra debido a las frondas de los árboles del dique.

Otros abordan con las barcas y toman asiento a la sombra de las velas.

Jesús hace ademán de querer hablar.

Se hace silencio general.

Levantando los brazos,

Jesús empieza a hablar:

–            Está escrito (Habacuc 3, 13 y 18):

“Te moviste a salvar a tu pueblo, para salvarlo con tu Cristo”.

jesus leyendo

Está escrito: “Y yo me alegraré en el Señor y exultaré en Dios mi Jesús”.

(Las palabras “tu Cristo” (del versículo 13) y “mi Jesús” del versículo 18),

 presentes en la Vulgata, pasaron a ser tu consagrado (o tu mesías) y mi salvador en la Neovulgata)

El pueblo de Israel ha tomado para sí estas palabras

y les ha dado un significado nacional, personal, egoísta,

que no corresponde a la verdad sobre la persona del Mesías.

Ha dado un significado limitado, que reduce la grandeza de la idea mesiánica

a una mediocre manifestación de fuerza humana

y de victoriosa superación de los dominadores encontrados por el Cristo en Israel.

Pero la verdad es otra.

Es grande, ilimitada.

Viene del Dios verdadero, del Creador y Señor del Cielo y de la Tierra,

del Creador de la Humanidad,

de Aquel que de la misma manera que multiplicó los astros en el Firmamento y cubrió de plantas

de todas las especies la Tierra y la pobló de animales.

Puso peces en las aguas y aves en el aire…

Ha multiplicado los hijos del Hombre que creó para que fuera rey de la Creación y criatura predilecta suya.

Ahora bien, ¿Cómo podría el Señor, Padre de todo el género humano ser injusto con los hijos,

de los hijos de los que nacieron del Hombre y de la Mujer,

formados por Él con la materia, la tierra y con el alma, su aliento divino?

¿Cómo tratar a éstos diversamente que a aquéllos,

como si no provinieran de una única raíz, como si otro ser sobrenatural y antagonista y no Él,

hubiera creado otras ramas,

de manera que fueran extranjeros, bastardos, despreciables?

El verdadero Dios no es un pobre dios de éste o aquel pueblo, un ídolo, una figura irreal.

Es la sublime Realidad, es la Realidad universal, es el Ser único, Supremo,

Creador de todas las cosas y de todos los hombres.

Es, por tanto, el Dios de todos los hombres.

Y los conoce aunque ellos no lo conozcan.

Los ama aunque ellos, no conociéndolo, no lo amen.

O aunque lo conozcan mal y por tanto, lo amen mal;

o aunque aun conociéndolo, no sepan amarlo.

La paternidad no cesa cuando un hijo es ignorante, torpe o malo.

El padre se industria para instruir al hijo, porque instruirlo es amor;

se afana en hacer menos torpe al hijo retrasado;  

con lágrimas, con indulgencias, con castigos saludables, con perdones misericordiosos

trata de corregir al hijo malo y hacerlo bueno.

Éste es el padre-hombre.

¿Será, acaso, menos el Padre-Dios que un padre-hombre?

Veis, pues, que el Padre-Dios ama a todos los hombres y quiere su salvación.

Él, Rey de un Reino infinito, Rey eterno, mira a su pueblo,

compuesto por todos los pueblos que pueblan la Tierra,

y dice:

“Éste es el pueblo de mis criaturas, el pueblo que debe ser salvado con mi Cristo;

éste es el pueblo para el que ha sido creado el Reino de los Cielos.

Y ésta es la hora de salvarlo con el Salvador”.

¿Quién es el Cristo?

¿Quién, el Salvador?

¿Quién, el Mesías?

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: