599 El Reino Mesiánico
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
463a En Tariquea, discurso sobre la naturaleza del reino mesiánico.
Jesús está hablando a la multitud reunida, sobre la avenida arbolada de la pequeña península de Tariquea
con los brazos abiertos, su portentosa voz resuena llenando todos los rincones, del hermoso muelle,
que se adentra en el mar de Tiberíades…
Jesús ha preguntado:
¿Quién es el Cristo?
¿Quién, el Salvador?
¿Quién, el Mesías?
Muchos son los griegos aquí presentes.
Y muchos aunque no sean griegos, saben lo que quiere decir la palabra Cristo.
Cristo es pues el consagrado…
El ungido con óleo regio, para cumplir su misión.
¿Consagrado para qué?
¿Será para la pequeña gloria de un trono?
¿Será para la gloria, más grande, de un sacerdocio?
No.
Consagrado para reunir bajo un único cetro, en un único pueblo,
bajo una única doctrina,
a todos los hombres, para que entre sí sean hermanos e hijos de un único Padre,
hijos que conocen al Padre y que siguen su Ley para tomar parte en su Reino.
Rey, en nombre del Padre que lo ha enviado,
el Cristo reina como conviene a su Naturaleza…
O sea, divinamente, al ser de Dios.
Dios ha puesto todo como escabel de los pies del Cristo suyo;
pero ciertamente no para que oprima, sino para que salve.
Efectivamente, su nombre es Jesús, que en lengua hebrea quiere decir Salvador.
Cuando el Salvador salve de la insidia y herida más violentas,
a sus pies habrá un monte cubierto por una multitud de toda raza,
para simbolizar que Él reina sobre toda la Tierra y se yergue por encima de todos los pueblos.
Pero el Rey estará desnudo, sin más riqueza que su Sacrificio,
para simbolizar que no tiende sino a las cosas del espíritu.
Y que las cosas del espíritu se conquistan con los valores del espíritu
y se redimen con la heroicidad del sacrificio;
no con la violencia y el oro.
Estará desnudo para responder tanto a los que le temen,
como a aquellos que por un falso amor, contemporáneamente, lo exaltan y lo rebajan,
queriendo que sea rey según el mundo;
como a aquellos que lo odian sin más razón que el temor a ser despojados de lo que ellos aprecian.
Para responder que es Rey espiritual.
Sólo esto…
Enviado para enseñar a los espíritus a conquistar el Reino, el único Reino que Yo he venido a fundar.
No os doy leyes nuevas.
A los israelitas les confirmo la Ley del Sinaí.
A los gentiles les digo:
La ley para poseer el Reino no es otra sino la ley de virtud,
que toda criatura de moral elevada por sí misma se impone.
Y que por la fe en el Dios verdadero se transforma, de ley de moral o de virtud humana,
en ley de moral sobrehumana.
¡Oh, gentiles!
Acostumbráis a proclamar dioses a los hombres grandes de vuestras naciones.
Y los metéis en las filas de los numerosos e irreales dioses de que pobláis el Olimpo que os habéis creado,
para tener algo en que creer,
porque la religión, una religión, es necesaria para el hombre,
así como siendo la fe el estado permanente del hombre y la incredulidad la anormalidad accidental,
es necesaria una fe.
Y no siempre estos hombres elevados a deidades valen siquiera como hombres,
pues unas veces son grandes por la fuerza bruta,
otras por una gran astucia, otras por un poder de una u otra forma adquirido.
De manera que llevan consigo, como dotes de superhombres,
una serie de miserias que el hombre sabio ve como lo que son:
podredumbre de pasiones desencadenadas.
Y que estoy afirmando la verdad lo demuestra el hecho de que en vuestro Olimpo quimérico
no habéis sabido introducir siquiera uno de esos grandes espíritus que han sabido intuir el Ente supremo
y han sido agentes intermedios entre el hombre animal y la Divinidad,
instintivamente sentida por ellos con su espíritu meditador y virtuoso.
Del espíritu que razona, del filósofo, del verdadero gran filósofo…
Al espíritu del verdadero creyente que adora al verdadero Dios, el paso es breve;
mientras que del espíritu del creyente al yo del astuto, del hombre avasallador,
o del que es héroe materialmente, hay un abismo.
Y aún siendo así, no habéis puesto en vuestro Olimpo a aquellos que por la virtud de la vida,
mucho se elevaron por encima de la masa humana, hasta acercarse a los reinos del espíritu;
no, a éstos los habéis temido como a crueles amos,
o los habéis adulado por un servilismo de esclavos, o los habéis admirado como ejemplares vivos
de esas libertades de animales instintos,
que ante vuestros apetitos anormales se presentan como finalidad y meta en la vida.
Habéis envidiado a los que han sido adscritos al grupo de los dioses.
Y habéis dejado de lado a los que más se acercaron a la divinidad con la práctica
y la doctrina enseñada y vivida de una vida virtuosa.
Ahora en verdad, Yo os doy la manera de que seáis dioses.
El que haga lo que digo y crea en lo que enseño;
ése, subirá al verdadero Olimpo.
Y será dios, dios hijo de Dios en un Cielo donde no hay ningún tipo de corrupción
y donde el Amor es la única ley.
En un Cielo donde unos a otros se aman espiritualmente,
sin ofuscación ni asechanzas de los sentidos que enemisten a unos contra otros a sus habitantes,
como sucede en vuestras religiones.
No vengo a pedir actos bulliciosamente heroicos.
Vengo a deciros:
Vivid como la criatura dotada de alma y razón y no como el bruto.
Vivid de forma que merezcáis vivir, realmente vivir,
con la parte inmortal vuestra en el Reino de Aquel que os ha creado.
Yo soy la Vida.
Vengo a enseñaros el Camino para ir a la Vida.
Vengo a daros la Vida a todos vosotros.
Y a dárosla para daros la resurrección de vuestra muerte, de vuestro sepulcro de pecado e idolatría.
Yo soy la Misericordia.
Vengo a llamaros, a reuniros a todos.
Yo soy el Cristo Salvador.
Mi Reino no es de este mundo.
Y no obstante a quien cree en Mí y en mi palabra,
le nace un reino en el corazón ya desde los días de este mundo.
Y es el Reino de Dios, el Reino de Dios en vosotros.
De Mí está escrito que soy Aquel que llevará la justicia a las naciones. (Isaías 42, 1-9)
Es verdad.
Porque si los miembros de todas las naciones llevaran a cabo lo que Yo enseño,
terminarían los odios, las guerras, los abusos.
Está escrito de mí que no levantaré la voz para maldecir a los pecadores,
ni la mano para destruir a aquellos que por su indecorosa manera de vivir,
son como cañas rajadas y pabilos humeantes.
Es verdad.
Yo soy el Salvador y vengo a fortalecer a los lesionados,
a dar líquido a aquellos cuya luz es fumosa por falta de la necesaria sustancia.
Está escrito de mí que soy Aquel que abre los ojos a los ciegos y saca de la cárcel a los prisioneros
y lleva a la luz a los que estaban en las tinieblas de la mazmorra.
Es verdad.
Los ciegos más ciegos son los que ni siquiera con la vista del alma ven la Luz o sea, al verdadero Dios.
Yo vengo, Luz del mundo, para que vean.
Los prisioneros más prisioneros, son los que tienen por cadenas sus pasiones malas.
Cualquier otra cadena queda anulada con la muerte del prisionero,
pero las cadenas de los vicios duran y encadenan incluso más allá de la muerte de la carne.
Yo vengo a romperlas.
Vengo a sacar de las tinieblas de la mazmorra subterránea de la ignorancia de Dios,
a todos aquellos a quienes el paganismo sofoca con el cúmulo de sus idolatrías.
Venid a la Luz y a la Salvación.
Venid a mí, porque mi Reino es el verdadero y mi Ley es buena:
os pide solamente que améis al único Dios y a vuestro prójimo.
Y por tanto, que rechacéis a los ídolos y a las pasiones,
cosas estas que os hacen duros de corazón, áridos, sensuales, ladrones, homicidas.
El mundo dice (Sabiduría 2, 10-12):
“Avasallemos al pobre, al débil, al solo.
Sea la fuerza nuestro derecho, la dureza nuestro modo,
nuestras armas la intransigencia, el odio, la crueldad.
El justo puesto que no reacciona, sea pisoteado.
Y avasallados la viuda y el huérfano, que tienen débil voz”.
Yo digo: sed dulces y mansos:
perdonad a los enemigos; socorred a los débiles; sed justos en las ventas y en las compras;
aun teniendo el derecho de vuestra parte, sed magnánimos,
no aprovechándoos de poder pisotear a los caídos.
No os venguéis.
Dejad a Dios el cuidado de tutelaros.
Sed moderados en todas las tendencias, porque la templanza es prueba de fuerza moral,
mientras que la concupiscencia lo es de debilidad.
Sed hombres y no brutos.
Y no temáis haber caído demasiado y no poder levantaros de nuevo.
En verdad os digo que de la misma manera que el lodo puede volver a ser agua pura
evaporándose al sol, purificándose dejándose consumir y elevándose al cielo,
para después volver a caer en forma de lluvia o de rocío no inficionado y beneficioso,
con tal de que sepa soportar el sol.
Así los espíritus que se acerquen a la gran Luz que es Dios y le eleven a Él su grito:
“¡He pecado, soy lodo, pero aspiro a ti, Luz!”
se transformarán en espíritus que ascenderán purificados a su Creador.
Quitad a la muerte su horror, haciendo de vuestra vida una moneda para adquirir la Vida.
Despojaos del pasado, cual de un vestido sucio y revestíos de virtud.
Yo soy la Palabra de Dios y en su Nombre, os digo que quien tenga fe en Él y buena voluntad,
quien se arrepienta del pasado y tenga propósito recto para el porvenir, sea hebreo o gentil,
vendrá a ser hijo de Dios y posesor del Reino de los Cielos.
Os he dicho al principio: “¿Quién es el Mesías?”
Ahora os digo:
Soy Yo, el que os habla.
Y mi Reino está en vuestros corazones, si lo acogéis.
Y luego estará en el Cielo que os abriré, si sabéis perseverar en mi Doctrina.
Esto es el Mesías y nada más:
Rey de un reino espiritual, cuyas puertas abrirá con su sacrificio a todos los hombres de buena voluntad.
Jesús ha terminado de hablar.