613 La Guerra Espiritual10 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

468a Un episodio de reflexión de Judas de Keriot. 

Jesús calla y piensa.

Judas guarda silencio.

Reflexiona también él.

Luego habla:

–              ¡Qué hermoso Maestro, es oírte hablar así!

Todo se ilumina ante los ojos, ante la mente, ante el corazón…

Y todo vuelve a ser fácil.

También el decir: “¡Quiero ser bueno!”

Incluso el decirte…

incluso el decirte…

Decirte:

“¡Maestro, yo también tengo turbada el alma!

No sientas repudio por mí, Maestro…

Tú que amas tanto a los puros”»

–             ¡Oh, mi Judas!

¿Yo repudio?

Amigo…

Hijo…

¿Qué es lo que te turba?

–              Tenme junto a ti, Maestro.

Estréchame a tu lado…

Tras tan dulces palabras tuyas, he jurado ser bueno;

he jurado volver a ser el Judas de los primeros días…

Que te seguía y te quería como el esposo ama a su esposa…

Y sólo suspiraba por Ti, hallando en ti todo contento.

Te quería así, Jesús…

–              Lo sé…

Y te quise por eso…

Pero todavía te quiero, mi pobre amigo herido…

–             ¿Cómo sabes que lo estoy?

¿Sabes de qué?…

Silencio.

¡Jesús mira a Judas con una mirada tan dulce!…

Parecen como si las lágrimas los hiciesen más amorosos y disminuyeran su fulgor.

Es una mirada de niño inocente e indefenso…

Que se dona por completo en el amor.

Judas cae a sus pies, con la cara sobre las rodillas…

Abrazando a sus caderas;

con sollozos desgarradores…

Gime:

–             Tenme junto a Ti, Maestro…

Tenme…

Mi carne grita como un demonio…

Y si cedo…

Entonces sobreviene todo el mal…

Sé que Tú sabes;

ya que esperas a que yo diga…

Pero es muy duro, Maestro…

Decir:

“He pecado”.

–             Lo sé, amigo.

Por eso habría que obrar bien.

Para no tener luego que humillarse diciendo:

“He pecado”.

De todas formas Judas, hay en esto también una gran medicina.

El tener que hacer el esfuerzo al manifestar la culpa, retiene respecto a ella…

Si ya se ha verificado, la pena de acusarse es ya penitencia que redime.

Y si luego uno sufre no tanto por orgullo propio y por miedo al castigo,

sino porque sabe que faltando ha causado dolor…

Entonces Yo te lo digo, la culpa se anula.

El amor es lo que salva.

–             Yo te amo, Maestro.

Pero soy muy débil…

¡Oh!

¡Tú no puedes amarme!

(La soberbia Judas le ciega y no puede aceptar el amor divino)

Eres puro y amas a los puros…

No puedes amarme, porque yo soy…

Yo soy…

¡Oh!…

Judas lanza un lamento de horror, seguido por una súplica;

que domina por un instante, la atroz lucha interna que lo desgarra…

¡Hohhh!…

¡Jesús, quítame el hambre de la carne!

¿Sabes qué Demonio es?

–            Lo sé.

No la he seguido, pero sé qué poderosa voz tiene.

–            ¿Lo ves?

¿Lo ves?

Sientes tanto repudio que por sólo decirlo tu cara se turba…

La voz de Judas adquiere un tono de desolación absoluta y su corazón,

se siente totalmente aniquilado…

Al expresar lo que su soberbia sentencia para sí mismo…

Y proclama su derrota:

¡Oh!

¡NO PUEDES PERDONARME!

–              Judas…

¿No te acuerdas de María?

¿Ni de Mateo?

¿Ni de aquel publicano que se contagió la lepra?

¿Y no te acuerdas de aquella mujer meretriz romana…

A la que profeticé celeste destino porque tras mi perdón, tendría fuerza para una vida santa?

–             Maestro…

Maestro…

Maestro…

¡Oh!

¿Qué mal tengo en el corazón!…

El pecado genera al ESPÍRITU INMUNDO. El Espíritu inmundo es POSESIÓN DIABÓLICA…

Esta noche he huido…

Hui de Corozaín.

Porque si me quedaba…

Si me quedaba…

Estaba perdido.

Mira…

Es como uno que bebe y se pone enfermo…

El médico le quita el vino y cualquier otra bebida embriagadora.

Y se cura.

Y está sano mientras no vuelve a sentir ese sabor…

Pero si cede, una sola vez…

Y vuelve a sentir su sabor…

Le viene una sed…

Una sed tan fortísima de beber eso..

Que ya no resiste…

Y bebe y bebe…

Los adictos a la lujuria, son adoradores y esclavos de Asmodeo

Y se pone enfermo de nuevo…

Enfermo para siempre…

Pierde la razón…

Queda poseído…

Poseído por ese demonio suyo…

POR ESE DEMONIO SUYO…

¡Oh, Jesús, Jesús, Jesús!…

¡Quítame el hambre del placer!

No se lo digas a los otros…

No lo digas…

Siento vergüenza ante todos…

–              Pero no ante Mí.

Judas comprende mal.

La posesión demoníaca perfecta hace que Judas le presente continuamente a Jesús, el Arcángel caído que lo posee y que lo odia mortalmente…

–              ¡Es verdad!

¡Perdón!

Debería sentir más vergüenza ante Ti que ante ningún otro, porque eres Perfecto…

–              No, hijo.

No decía esto.

No te pongan un velo tu dolor, tu angustia, tu postración.

He dicho que ante todos puedes avergonzarte, pero no ante Mí.

Un hijo no tiene miedo y vergüenza ante el padre bueno;

ni un enfermo ante un médico de valía.

Y a ambos se confiesa uno sin temor;

porque el uno ama y perdona y el otro comprende y sana.

Yo te quiero y te comprendo.

Por tanto, te perdono y te curo.

Pero dime, Judas.

¿Qué es lo que te pone en las manos de tu demonio?

¿Yo?

¿Los hermanos?

¿Las mujeres de vicio?

No.

Es tu voluntad.

(Porque el desventurado apóstol no quiere renunciar a sus idolatrías: 

las mujeres, el dinero, el poder y su egolatría con el egoísmo desenfrenado)

Ahora yo te perdono y te sano…

¡Oh, qué alegría me has dado, mi Judas!

Ya de por sí mi gozo era grande por esta noche serena, perfumada, alegre de cantos…

Y por ello alababa al Señor.

Pero ahora la alegría que me das…

Supera a este claro de Luna y a estos perfumes, a esta paz y a estos cantos.

¿Oyes?

El ruiseñor parece unirse para decirte conmigo que se siente feliz de tu buena voluntad.

Él, el pequeño cantarín, tan lleno de buena voluntad para hacer aquello para lo que fue creado.

Y también este primer viento del alba, que pasa sobre las flores y las despierta…

Haciendo caer en la cavidad del cáliz un diamante de rocío,

para que poco después, lo encuentren la mariposa y el rayo de sol…

Y aquélla se refresque y el sol se proporcione un exiguo espejo para su gran fulgor.

Mira: la Luna se pone.

El alba se anuncia con este canto lejano de gallo.

Las tinieblas de la noche y sus fantasmas se disipan.

¿Ves lo rápido y dulce que ha pasado este tiempo que, si no hubieras venido a Mí…

Habría pasado envuelto en el sinsabor y el remordimiento?

Ven siempre que tengas miedo de ti.

¡El propio yo!

¡Gran amigo, gran tentador, gran enemigo y gran juez, Judas!

Y ¿Ves?

Mientras que es amigo sincero y fiel si has sido bueno, sabe ser amigo insincero si no eres bueno.

Y después de haber sido cómplice tuyo…

Se yergue como juez implacable y te tortura con sus reproches…

Él es despiadado cuando reprocha…

¡No Yo!

Bien, pues vamos.

La noche ha pasado…

–               Maestro, no te he dejado descansar…

Y hoy vas a tener que hablar mucho…

–              He descansado con la alegría que me has dado.

No tengo descanso mejor que el de decir:

“Hoy he salvado a uno que estaba pereciendo”.

Ven, ven…

¡Vamos a bajar a Corozaín!

¡Oh, si esta ciudad supiera imitarte, Judas!

–              Maestro…

¿Qué les vas a decir a mis compañeros?

–              Nada si no preguntan…

Si preguntan…

Diré que hemos hablado de las misericordias de Dios…

Es tema verdadero.

Tan ilimitado que la más larga de las vidas no basta para desarrollarlo.

Vamos…

Y bajan.

El Uno junto al otro.

Altos, distinta la hermosura pero igual la juventud.

Y desaparecen tras un grupo de árboles…

Dice Jesús:

–                Es episodio de misericordia como los de la Magdalena.

Pero si hacéis un libro…

Mejor será que pongáis ordenadamente en serie más que las categorías las épocas.

Y os limitéis a decir, como encabezamiento o a pie de página para cada episodio,

a qué categoría pertenece.

¿Por qué ilustro la figura de Judas?

Muchos se lo preguntarán.

Respondo:

La figura de Judas ha sido demasiado alterada durante los siglos…

Y últimamente, del todo desfigurada.

Ciertas escuelas han hecho de él casi una apoteosis:

La del segundo e indispensable artífice de la Redención.

Y otros muchos piensan que cedió ante un improviso, feroz asalto del Tentador.

No.

Toda caída tiene premisas en el tiempo.

Cuanto más grave es la caída, más preparación tiene.

Los preliminares explican el hecho.

Uno no se hunde, ni asciende, al improviso.

Ni en el bien ni en el mal.

Largos e insidiosos son los factores que cooperan a los descensos;

pacientes y santos, los que cooperan a subir.

Y el desventurado drama de Judas os puede proporcionar muchas enseñanzas para salvaros…

Y conocer el método de Dios y sus misericordias,

para salvar y perdonar a aquellos que bajan hacia el Abismo.

No se llega al delirio satánico, en el que veréis que se debatirá Judas, después del Delito…

si uno no está enteramente corrompido por hálitos infernales…

Interiorizados voluptuosamente durante años.

Cuando uno lleva a cabo incluso un delito, pero ha sido arrastrado a él por un imprevisto acontecimiento

que obnubila la razón…

Sufre pero sabe expiar;

porque aún algunas partes del corazón están inmunes de veneno infernal.

Al mundo que niega a Satanás porque lo tiene tan dentro de sí…

Que ya ni se da cuenta de su presencia…

Que lo ha interiorizado de forma que ha venido a ser parte del “yo”…

A ese mundo le muestro que Satanás existe.

Eterno e inmutable en el método usado para hacer de vosotros sus víctimas.

Basta por ahora.

Tú quédate con mi paz.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: