IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
482 En camino con un pastor samaritano que ve premiada su fe.
En la sierra montana de Samaria, con sus montes que no son los más altos…
Porque los más altos están más al sur, con sus cimas bien erguidas hacia el cielo,
que de nuevo está sereno y ya no llueve.
Los apóstoles caminan lo más cerca que pueden de Jesús.
Pero el atajo que han tomado,
es un sendero que no lo permite frecuentemente,
así que el grupo se forma y se deshace continuamente.
Hay muchos pastores con sus hatos en los montes;
a ellos se dirigen los apóstoles,
para preguntar si sigue siendo el sendero que conduce
al camino de caravanas que del mar va a Pel.la.
A pesar de ser samaritanos,
responden siempre a las preguntas sin desaires.
Uno, en un nudo de caminos estrechos que van en todas las direcciones,
para bifurcarse luego aún en otros nudos,
dice:
– Dentro de poco bajaré.
Descansad bien.
Recorreremos el camino juntos.
Si os perdierais en estos montes…
No sería cosa buena…
Bajando la voz añade:
– ¡Por los bandoleros!…
Mira a su alrededor como temiendo tenerlos cerca amenazadores.
Luego tranquilizado, sigue diciendo:
– Bajan de las laderas del Garizim y del Ebal.
Y se esparcen, en esta época de peregrinajes.
Siempre encuentran trabajo,
a pesar de que los romanos refuercen la guardia en los caminos…
Porque siempre hay gente que evita los caminos transitados,
para llegar antes…
O por otros motivos.
Con una sonrisita significativa,
Felipe dice:
– Tenéis muchos bandoleros, ¿Eh?
El pastor contesta resentido:
– ¿Crees que son samaritanos, tú, galileo?
Habiendo sido el promotor de esta desviación del itinerario,
se siente en el deber de eliminar todo incidente desagradable…
Y aflora la diplomacia inherente en Judas de Keriot,
el cual interviene diciendo:
– ¡Oh no!
¡No, no!
Es porque sabiendo que sois hospitalarios;
los que hacen el mal en otro lugar vienen a refugiarse aquí.
Es como si…
Si fuerais un lugar enteramente de refugio.
Los malhechores saben bien que nadie, ni galileo ni judío;
los perseguiría aquí.
Y se aprovechan de ello.
También se pone de su parte la naturaleza.
Estos montes…
– ¡Ah, creía que pensarais!…
Los montes, sí, ayudan mucho.
Bueno y los dos más altos…
Sí…
¡Pero…
Cuántos bandoleros nos traen el Adomín y el paso de Efraím!
¡De todas las razas, je, je!
Y los soldados de Roma son astutos…
No van a desalojarlos.
Ya de por sí;
sólo las serpientes y las águilas pueden conocer y penetrar en sus madrigueras.
Y se cuentan cosas tremendas.
Pero sentaos.
Os doy leche…
Samaritano, sí.
¡Pero yo también sé el Pentateuco!
Y con quien no ofende, no ofendo.
Vosotros…
A pesar de ser galileos y judíos, no ofendéis.
Pero se dice que os ha surgido un profeta que enseña a amarnos.
Si no pensara que según los escribas y fariseos de Israel somos malditos…
Pues así nos lo dicen.
Diría que los grandes profetas que nos han amado, a pesar de ser samaritanos;
han vuelto en Él como dicen algunos, para vivir de nuevo.
Pero yo no creo estas cosas…
Aquí tenéis la leche…
De todas formas, me gustaría encontrar a ese profeta.
Dicen que el otro profeta,
el que se había refugiado en nuestras fronteras y al cual no traicionamos.
Y los que nos insultan deberían recordarlo;
dijo que este profeta surgido en Israel es más grande que Elías.
Lo llamó Cordero de Dios, Cristo.
Samaritanos de Siquem han hablado con Él y dicen de Él grandes cosas.
Muchos se han puesto en los caminos grandes, porque se piensa que pasará.
Es más y es la primera vez que sucede…
También judíos, fariseos y doctores nos han preguntado en todas las ciudades,
diciéndonos que si lo vemos corramos adelante para decir que llega,
porque quieren festejarlo mucho.
Los apóstoles se miran de reojo;
pero prudentemente, no hablan.
Judas, con sus brillantes ojos negros, llenos de una luz de triunfo,
parece decir:
– ¿Habéis oído?
¿Estáis convencidos ahora de que tengo razón?
El pastor sigue hablando:
– Vosotros lo conocéis, claro.
¿De dónde venís?
Judas responde rápidamente:
– De la alta Galilea.
– ¡Ah! sois…
No.
Tú no eres galileo.
– Somos de todos los lugares.
Hemos hecho una peregrinación a las tumbas de los doctores.
– ¿Ah, sois discípulos, quizás?…
Señalando a Jesús, que viste su túnica blanca de lino,
añade:
¿Pero este hombre no es un rabí?
– Somos discípulos.
Bien has dicho.
Y… Sí, es un rabí este hombre.
Pero tú sabes que de rabí a rabí hay diferencia…
– Lo sé.
Claro que éste es joven…
Y tendrá que aprender todavía de los grandes doctores del Templo ‘vuestro‘…
Lanzando una evidente pulla de desprecio en el adjetivo posesivo.
Pero Judas, siempre tan dispuesto a rebatir;
en esta ocasión se comporta con una docilidad maravillosa.
Los otros no hablan.
Jesús está como absorto.
Por lo tanto, el alfilerazo no suscita réplicas.
Sonriendo con su alta diplomacia, de astuto canciller forjado en el Templo…
Judas confirma:
– Es muy joven, efectivamente.
Pero es el más sabio de nosotros.
Y para poner fin a la conversación, que podría hacerse peligrosa,
pregunta:
– ¿Tienes que estar todavía mucho aquí?
Porque para la noche querríamos estar abajo.
– No.
Voy presto.
Reúno a las ovejas y voy.
– De acuerdo.
Nosotros mientras, nos adelantamos…
Levantándose con los demás, retoman inmediatamente el sendero.