645 Las Tinieblas contra la Luz

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

483a Polémica de los apóstoles sobre el odio de los judíos. 

Sonriendo ante este pensamiento suyo, recogido dentro de sí como si monologara,

con su mirada velada por sus párpados bajados,

Juan continúa:

–                 Es la lucha de las Tinieblas contra la Luz.

La vemos todos los días en los amaneceres y en los crepúsculos.

Las dos fuerzas que se contraponen, que adquieren recíprocamente el dominio sobre la Tierra.

Pero las tinieblas siempre pierden, porque nunca son absolutas.

Siempre emana un poco de luz, aun en la noche más privada de astros.

Parece como si el aire por sí mismo la creara en los infinitos espacios del firmamento.

Y la diseminara, si bien limitadísima;

para convencer a los hombres de que los astros no están apagados.

Y yo digo que igualmente, en estas especiales tinieblas del Mal contra la Luz que es Jesús,

siempre, a pesar de todos los esfuerzos de las Tinieblas,

la Luz estará ahí para confortar a quien en Ella cree.

Santiago de Alfeo recoge su pensamiento:

-Los Libros (Génesis 1, 2-3. Números 11, 26-29; 22, 20-35; 23, 4-30; 24; 1 Reyes 13, 1-5; 2 Reyes 1, 15-16; Isaías 11-12)

Llaman al Cristo “Estrella de la mañana”.

Él, por tanto, también conocerá una noche…

Y ¡Oh, espanto mío!

También nosotros la conoceremos;

conoceremos una noche, un tiempo en que no parecerá fuerte la Luz…

sino victoriosas las Tinieblas.

Pero, dado que Él es llamado Estrella de la mañana,

excluyendo un límite en el tiempo;

yo digo que tras la momentánea noche Él será Luz matutina, pura, fresca, virginal,

renovadora del mundo, semejante a la que siguió al Caos en el día primero.

¡Oh!, sí.

El mundo será creado de nuevo en su Luz.

Tadeo agrega:

–               Y la Maldición…

Caerá sobre los réprobos que hayan querido alzar las manos contra la Luz,

repitiendo los errores ya cometidos, desde Lucifer hasta los profanadores del Pueblo santo.

Yeohveh deja libre al hombre en sus acciones.

Pero, por amor del propio hombre, no permitirá que el Infierno prevalezca.

Judas exclama:

–            ¡Oh!

¡Menos mal que después de tanto sopor de espíritu,

por el que todos parecíamos como obtusos y entorpecidos por vejez precoz;

la sabiduría vuelve a florecer en nuestros labios!

¡Ya no parecíamos nosotros!

¡Ahora reconozco de nuevo al Zelote, a Juan y a los dos hermanos de otros tiempos!

Pedro objeta:

–               No me parece que hubiéramos cambiado tanto…

Que no pareciéramos nosotros.

Tadeo exclama:

–             ¡Que si habíamos cambiado!

Todos.

Tú el primero.

Luego Simón;

los otros, incluido yo.

Si había uno que era más o menos el de siempre, era Juan.

Pedro replica:

–              ¡Mmm!

Verdaderamente no sé en qué…

Felipe:

–               ¿En qué?

Taciturnos, como cansados, indiferentes, pensativos…

Ya no se oía nunca una de estas conversaciones, semejantes a muchas de otros tiempos.

Semejantes a la de ahora, que son tan útiles…

Tadeo dice:

–             Para discutir…

Recordando cómo efectivamente, con frecuencia degeneraban en disputas.

Judas rebate:

–              No.

Para formarse.

Porque no todos somos como Nathanael;

ni como Simón, ni como vosotros de Alfeo, por nacimiento o sabiduría.

Y quien lo es menos, aprende siempre de quien lo es más.

Tomás dice:

–              Verdaderamente…

Yo diría que más que nada es necesario formarse en la justicia.

Y de ésta nos ha dado magníficas lecciones Simón.

Pedro responde:

–             ¿Yo?

¡Tú ves mal!

Soy el más necio de todos.

Mateo confirma:

–              No.

Tú eres el que más ha cambiado.

En esto tiene razón Judas de Keriot.

Bien poco queda en ti del Simón que conocí yo cuando vine con vosotros.

Y que perdona, siguió siendo igual durante mucho tiempo.

Tomás dice:

–              Desde que estoy de nuevo contigo después de la separación para las Encenias,

no has hecho otra cosa que transformarte.

Judas agrega:

–              Ahora eres…

Sí, lo digo: eres más paterno.

Y al mismo tiempo, más austero.

Tienes conmiseración de todos tus pobres hermanos, mientras que antes…

Zelote añade:

–            Y se ve.

Yo al menos lo veo, que esto te cuesta.

Pero te vences a ti mismo.

Y nunca nos has impuesto tanto respeto como ahora, que hablas poco.

Y regañas poco…

–               ¡Pero, amigo mío, tú eres muy bueno viéndome así!..

Yo, aparte de en el amor hacia el Maestro, que me crece continuamente…

No he cambiado en nada de nada.

Varios confirman:

–               No.

–               Tomás tiene razón.

–               Estás muy cambiado.

Encogiéndose de hombros,

Pedro dice:

–              ¡Bueno, bueno!

Lo decís vosotros…

Y añade:

Sólo el juicio del Maestro sería seguro.

Pero me guardo bien de pedírselo.

Él conoce mi debilidad y sabe que incluso una alabanza mal dada, podría perjudicar a mi espíritu.

Por tanto, no me alabaría…

Y haría bien en no hacerlo.

Comprendo cada vez mejor su corazón y su sistema.

Y ahí veo toda la justicia.

Jesús, que hasta ese momento ha escuchado y guardado silencio,

interviene diciendo:

–              Porque tienes ánimo recto y porque amas cada vez más.

Lo que te hace ver y comprender es tu amor por Mí.

Maestro tuyo.

El verdadero y más grande Maestro que te hace comprender, es el Amor.

Pedro le responde:

–              Yo creo que…

Es también el dolor que llevo dentro…

Varios preguntan:

–              ¿Dolor?

–              ¿Por qué?»

–              ¡Bueno, pues por muchas cosas!

Que en el fondo son una sola cosa:

Todo lo que sufre el Maestro…

Y el pensamiento de lo que sufrirá.

No podemos seguir pensando en las musarañas como en los primeros tiempos,

pensando en las nubes como críos que no saben,

ahora que sabemos de qué son capaces los hombres y cómo se debe sufrir para salvarlos.

¡Vamos!

¡Creíamos todo fácil en los primeros tiempos!

¡Creíamos que bastaba presentarse para que los otros vinieran a nuestra parte!

Creíamos que conquistar Israel y el mundo era como…

Echar una red en un fondo abundante en pesca.

¡Pobres de nosotros!

Pienso que si no consigue Él una buena presa, nosotros no conseguiremos ninguna.

¡Pero esto no es nada todavía!

Pienso que ésos son malos y le hacen sufrir…

Y creo que éste es el motivo de nuestro cambio en general…

Zelote confirma:

–              Es verdad.

Por mi parte, es verdad.

Varios dicen:

–             También en mi caso.

–             También yo.

Judas confiesa:

–             Yo hace mucho que estaba inquieto por esto…

Y he tratado de disponer de buenas ayudas.

Pero me han traicionado…

Vosotros no me habéis comprendido…

Y yo no os he comprendido a vosotros.

Creía que erais como sois por cansancio del espíritu, por falta de confianza, por desilusión…

Zelote dice:

–              Yo nunca he esperado humanas alegrías.

Y por tanto, no estoy desilusionado.

Santiago con su admiración ilimitada por su Jesús,

dice:

–               Yo y mi hermano querríamos verlo victorioso;

pero para alegría suya.

Lo hemos seguido por amor de parientes antes que de discípulos.

Lo hemos seguido siempre, desde niños.

Él, el más pequeño en edad de nosotros, hermanos;

pero siempre mucho más grande que nosotros…

Tadeo dice:

–               Si tenemos un dolor;

es el que no todos nuestros hermanos:

nosotros, los de la parentela;

lo amamos en espíritu y sólo con el espíritu.

Pero no somos los únicos en Israel que lo aman mal…

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