Archivos diarios: 17/11/22

654 La Lujuria de la Mente

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

486a En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos.

En el Patio de los gentiles, Jesús se planta junto a una columna, para predicar…

Un escriba dice:

–                ¡Oh! Entonces satisface nuestras mentes.

Ya ves que el callar no es buena cosa,

porque fomenta las nubes de la duda en los corazones.

Jesús responde:

–             No de la duda.

De la soberbia.

Es más grave aún.

–            ¿Cómo?

¿Dudar de Ti es menos grave que ser soberbios?

–              Sí.

Porque la soberbia es la lujuria de la mente.

Y es el pecado más grande, siendo el mismo pecado de Lucifer.

Dios perdona muchas cosas.

Y su Luz resplandece amorosa para alumbrar las ignorancias y alejar las dudas.

Pero no concede su perdón a la soberbia que lo escarnece, afirmando ser mayor que Él.

Varios en el grupo de los poderosos de Israel,

Gritan exaltados:

–              ¿Quién de nosotros dice que Dios es más pequeño que nosotros?

–              Nosotros no blasfemamos…

Jesús responde tranquilo:

–              No lo decís con los labios, pero lo confirmáis con las obras.

Queréis decir a Dios:

“No es posible que el Cristo sea un galileo, uno del pueblo.

No es posible que sea éste”.

¿Qué es imposible para Dios?

Al final la voz de Jesús es un trueno.

Si antes presentaba un aspecto un poco modesto,

apoyado como un mendigo en su columna,

ahora Jesús se endereza, se separa del pilar.

Yergue majestuosamente la cabeza y asaetea a la gente con sus fúlgidos ojos.

Está todavía en el escalón…

Pero tan regio es su aspecto, que es como si estuviera sobre un trono.

La gente retrocede, casi con miedo.

Y ninguno responde a la última pregunta.

Luego un rabí pequeño, lleno de arrugas…

Feo de aspecto como ciertamente lo es de alma,

Haciendo preceder la pregunta con una risita disonante y cascada,

Con un tono sarcástico y lleno de desprecio,

cuestiona:

–               La lujuria se cumple siendo dos.

¿La mente con quién la cumple?

No es corpórea.

¡Cómo puede, entonces, pecar lujuriosamente?

¿A qué, siendo incorpórea, se une para pecar?

Y ríe, estirando las palabras y la risita.

La voz de Jesús, truena fulgurante:

–             ¿A quién?

A Satanás.

La mente del soberbio fornica con Satanás contra Dios y contra el amor.

–            ¿Y Lucifer con quién fornicó para hacerse Satanás, si todavía no era Satanás?

–            Consigo mismo.

Con su propio pensamiento inteligente y desordenado.

¿Qué es la lujuria, escriba?

–             ¡Pero… te lo he dicho!

¿Y quién no sabe qué es la lujuria?

Todos la hemos experimentado…

–              No eres un rabí sabio…

Porque no conoces la esencia verdadera de este pecado universal…

Trino fruto del Mal;

así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la trina forma del Amor.

La lujuria es desorden, escriba.

Desorden guiado por una inteligencia libre y consciente, que sabe que su apetito está mal;

pero de todas formas quiere saciarlo.

La lujuria es desorden y violencia contra las leyes naturales,

contra la justicia y el amor hacia Dios,

hacia nosotros mismos, hacia nuestros hermanos.

Toda lujuria.

Tanto la carnal como la que tiende a las riquezas y poderes de la Tierra.

Como la de aquellos que quisieran impedirle al Cristo su misión,

porque mantienen contubernio con la inmoderada ambición que teme ser quebrantada por Mí.

Un gran murmullo se extiende por la aglomeración de gente.

Gamaliel, que se ha quedado solo en su alfombra,

levanta la cabeza y lanza una mirada penetrante a Jesús.

El fariseo insta de nuevo:

–            Pero, ¡Cuándo vendrá entonces, el Reino de Dios?

No has respondido…

Jesús responde:

–            Cuando el Cristo esté en el trono que Israel le prepara…

Más alto que todos los demás tronos;

más alto que este mismo Templo.

Varios preguntan:

–             ¿Pero, donde lo están aparejando, pues que no se ve aparato de nada?

–             ¿Podrá ser verdad que Roma deje resurgir a Israel?

–             ¿Es que las águilas se han quedado ciegas para no ver lo que se prepara?

Jesús responde:

–               El Reino de Dios no viene con aparato.

Sólo el ojo de Dios lo ve formarse, porque el ojo de Dios lee dentro de los hombres.

Por tanto, no vayáis buscando dónde está este Reino, dónde se prepara.

Y no creáis a quien diga:

“Se conjura en Batena, se conjura en las cavernas del desierto de Engadí,

se conjura en las orillas del mar”.

El Reino de Dios está en vosotros, dentro de vosotros;

en vuestro espíritu que acoge la Ley venida de los Cielos,

como ley de la verdadera Patria;

ley que practicándola, hace a uno ciudadano del Reino.

Por esto, antes de Mí ha venido Juan a preparar los caminos de los corazones,

bautista

por los cuales debía penetrar en ellos mi Doctrina.

Con la penitencia se han preparado los caminos,

con el amor el Reino surgirá.

Y caerá la esclavitud del pecado, que impide a los hombres el Reino de los Cielos.

Uno que escuchaba atentamente,

Con voz fuerte y en tono muy alto,

como si gritara:

–              ¡Pero, verdaderamente este Hombre es grande!

¿Y vosotros decís que es un artesano?

Y otros, judíos por su vestimenta;

Quizás instigados por los enemigos de Jesús, se miran confundidos:

Miran a sus instigadores preguntando:

–              ¿Pero qué nos habéis imbuido?

–             ¿Quién puede decir que este hombre extravía al pueblo?

–             Nos preguntamos y os preguntamos estas cosas:

Si es verdad que ninguno de vosotros lo ha instruido,

¿Cómo tiene tantos conocimientos?

–           ¿Dónde los ha aprendido…

Si no ha estudiado nunca con ningún maestro?

Y  dirigiéndose a Jesús,

le dicen:

–             Di, pues…

¿Dónde has encontrado esta doctrina tuya?

Jesús levanta un rostro inspirado,

diciendo:

–             En verdad…

En verdad os digo que esta doctrina no es mía,

sino que es de Aquél que me ha enviado a vosotros.

En verdad, en verdad os digo que ningún maestro me la ha enseñado;

ni la he encontrado en ningún libro viviente.

O en ningún rollo o monumento de piedra.

En verdad, en verdad os digo que me he preparado para esta Hora,

oyendo al Viviente hablarle a mi espíritu.

Ahora la hora ha llegado para que Yo dé al pueblo de Dios,

la Palabra venida de los Cielos.

Lo hago y lo haré hasta el último respiro…

Y tras haberlo exhalado, las piedras que me oyeron y no se ablandaron,

conocerán un temor a Dios más fuerte que el que experimentó Moisés en el Sinaí.

Y en el temor, con voz de verdad, para bendecir o maldecir,

las palabras de mi Doctrina rechazada se grabarán en las piedras.

Y esas palabras ya no se borrarán nunca.

El signo permanecerá.

Luz para quien lo acoja al menos entonces, con amor;

absolutas tinieblas para quien ni siquiera entonces,

comprenda que ha sido la Voluntad de Dios la que me ha enviado para fundar su Reino.

Al principio de la creación fue dicho:

“Hágase la luz”.

Y la luz apareció en el caos.

Al principio de mi vida fue dicho:

“Paz a los hombres de buena voluntad”.

La buena voluntad es aquella que hace la voluntad de Dios y no combate contra ella.

Ahora bien, aquel que hace la voluntad de Dios y no combate contra ella,

siente que no puede combatir contra Mí,

porque siente que mi doctrina viene de Dios y no de mí mismo.

¿Acaso busco Yo mi gloria?

¿Digo acaso que soy el Autor de la Ley de gracia y de la era de perdón?

No.

Yo no tomo la gloria que no es mía,

sino que doy gloria a la gloria de Dios,

Autor de todo lo que es bueno.

Ahora bien;

mi gloria es hacer lo que el Padre quiere que haga;

El sacrificio más grato para el Señor, es el de la voluntad. Padre Pío

porque esto le da gloria a Él.

El que habla a favor propio para recibir alabanza, busca su propia gloria.

Mas aquel que pudiendo -incluso sin buscarla- recibir gloria de los hombres,

por lo que hace o dice y la rechaza diciendo:

“No es mía, creada por Mí sino que procede de la del Padre,

de la misma manera que Yo de Él procedo.

” está en la verdad y en él no hay injusticia,

pues da a cada uno lo suyo sin quedarse con nada de lo que no le pertenece.

Yo soy porque Él ha querido que fuera».

(El contexto presenta a Cristo en su Humanidad:

Aquel que me ha enviado entre vosotros”

“me ha preparado para esta hora”

“hasta el último respiro”

“Al principio de mi vida”…)

por tanto hay que entender esta frase

en el sentido de la Encarnación por voluntad del Padre).

Jesús se detiene un momento.

Recorre con sus ojos la aglomeración de gente.

Escudriña las conciencias.

Las lee.

Las sopesa.