655 El Reino de la Luz6 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

486 En el Templo para la fiesta de los Tabernáculos.

Jesús está en el Patio de los Gentiles,

apoyado en la columna que ha elegido para predicar:

Después la introducción sobre el Reino y la declaración sobre su propia Identidad.

Abre de nuevo sus labios:

–              Vosotros calláis:

La mitad admirados;

la otra mitad pensativos;

pensando en cómo podéis hacerme callar.

¿De quién son los Diez Mandamientos?

¿De dónde vienen?

¿Quién os los ha dado?

La gente grita:

–               ¡Moisés!

Jesús declara:

–               No.

El Altísimo.

Moisés su siervo, os los trajo.

Pero son de Dios.

Vosotros los que tenéis las fórmulas pero NO tenéis la fe,

en vuestro corazón decís:

“Nosotros a Dios no lo hemos visto.

Y tampoco lo vieron los hebreos que estaban al pie del Sinaí”.

¡Oh!, no os son suficientes, para creer que Dios estaba Presente…

Ni siquiera los rayos,

que incendiaban el monte mientras Dios resplandecía,

tronando delante de Moisés.

No os valen ni siquiera los rayos y los terremotos,

para creer que Dios está sobre vosotros,

para escribir el Pacto eterno de salvación y de condena.

Una epifanía nueva, tremenda veréis…

Pronto, entre estos muros.

Y las mansiones sagradas ya no estarán en tinieblas,

porque habrá comenzado el Reino de la Luz.

y el Santo de los Santos, no celado ya tras la ternaria cortina…

Será elevado ante la Presencia de todos.

Y todavía no creeréis.

Entonces, ¿Qué se necesitará para haceros creer?

¿Que los rayos de la Justicia incidan en vuestras carnes?

Pero entonces la Justicia estará apaciguada.

Y descenderán los rayos del Amor.

Y a pesar de todo, ni siquiera éstos escribirán en vuestros corazones;

en todos vuestros corazones,

la Verdad.

Y suscitarán el arrepentimiento y luego el amor…

Los ojos de Gamaliel, en un rostro tenso;

están ahora fijos en el rostro de Jesús…

Que continúa impertérrito:

–              Pero, Moisés sabéis que era hombre entre los hombres;

de él os han dejado descripción los cronistas de su tiempo.

Y a pesar de todo, sabiendo incluso quién era…

De Quién y cómo recibió la Ley

¿Observáis acaso, esta Ley?

No.

Ninguno de vosotros la observa.

Un grito de protesta se eleva entre la gente.

Jesús impone silencio:

–            ¿Decís que no es verdad?

¿Que la observáis?

¿Y entonces por qué tratáis de matarme?

¿No prohíbe el Quinto Mandamiento matar al hombre?

¿Vosotros no admitís en Mí al Cristo?

Pero no podéis negar que Yo sea Hombre.

Entonces ¿Por qué tratáis de matarme?

Precisamente aquellos que lo quieren hacer…

Gritan enfurecidos:

–             ¡Pero Tú estás loco!

–            ¡Eres un endemoniado!

–              ¡Un demonio habla en ti y te hace delirar y decir embustes!

–              ¡Ninguno de nosotros piensa en matarte!

–             ¡Quién quiere matarte?

–             ¿Qué quién?

Vosotros.

Buscáis las disculpas para hacerlo.

Y me echáis en cara culpas no verdaderas.

Me echáis en cara -y no es la primera vez- el que haya curado a un hombre en sábado.

¿Y no dice Moisés (Deuteronomio 22, 4)

que tengamos piedad incluso del asno y del buey caídos;

porque representan un bien para el hermano?

¿Y Yo no debería tener compasión del cuerpo enfermo de un hermano,

para el cual la salud recuperada es un bien material…

Y un medio espiritual para bendecir a Dios y amarlo por su bondad?

¿Y la circuncisión que Moisés os dio, por haberla recibido de los patriarcas,

acaso no la practicáis también en día de sábado?

Si circuncidando a un hombre en día de sábado no se viola la Ley mosaica del sábado,

porque la circuncisión sirve para hacer de un varón un hijo de la Ley

¿Por qué os enojáis contra Mí si en día de sábado he curado a un hombre enteramente,

en el cuerpo y en el espíritu.

Haciendo de él un hijo de Dios?

No juzguéis según la apariencia y la letra,

sino juzgad con recto juicio y con el espíritu,

porque la letra, las fórmulas, las apariencias…

Son cosas muertas, escenarios pintados, pero no verdadera vida,

mientras que el espíritu de las palabras y apariencias;

es vida real y fuente de eternidad.

Pero vosotros no entendéis estas cosas porque no las queréis entender.

Vámonos.

Y vuelve la espalda a todos…

Dirigiéndose a la salida.

Seguido y circundado por sus apóstoles y discípulos que lo miran…

Con pena por Él…

Con enojo contra los enemigos.

Él, pálido, les sonríe…

Y les dice:

–              No estéis tristes.

Vosotros sois amigos míos.

Y hacéis bien siéndolo, porque mi tiempo se acerca a su fin.

Pronto llegará el tiempo en que desearéis ver uno de estos días del Hijo del hombre,

mas no podréis ya verlo.

Entonces hallaréis confortación en deciros:

“Nosotros lo amamos y le fuimos fieles mientras estuvo entre nosotros”.

Y para burlarse de vosotros y haceros aparecer como locos os dirán:

“Cristo ha vuelto.

¡Está aquí!

¡Está allá!”

No creáis en esas voces.

No vayáis, no os pongáis a seguir a estos falaces burladores.

El Hijo del hombre, una vez que se haya marchado, no volverá sino cuando llegue su Día.

Y entonces su manifestación será semejante al relámpago,

que resplandeciendo surca el cielo de una parte a otra, tan rápidamente,

que el ojo apenas puede seguirlo.

Vosotros…

Y no sólo vosotros, sino ningún hombre,

podría seguirme en mi aparición final.

para recoger a todos aquellos que fueron, son y serán.

Pero antes de que esto suceda, es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho.

SUFRA TODO.

Todo el dolor de la Humanidad.

Y además, sea repudiado por esta generación.

Matías el pastor, observa:

–                Pero entonces, mi Señor.

sufrirás todo el mal que será capaz de descargar sobre Ti esta generación.

Jesús corrige:

–              No.

He dicho: “Todo el dolor de la Humanidad”

Ella existía antes de esta generación.

Y existirá, por generaciones y generaciones, después de ésta.

Siempre pecará.

El Hijo del hombre gustará toda la amargura de los pecados pasados, presentes y futuros;

hasta el último pecado, en su espíritu, antes de ser el Redentor.

Y ya en su gloria, todavía sufrirá en su espíritu de amor,

al ver que la Humanidad pisotea su amor.

Vosotros no podéis entender por ahora…

Vamos ahora a esta casa que me es amiga.

Llama a una puerta, que se abre y lo deja entrar…

Sin que el custodio muestre estupor por el número de personas,

que entran detrás de Jesús.

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