IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
493a Lugar en que hicieron un alto los tres Sabios.
Los apóstoles, Margziam e Isaac están concentrados en escuchar…
Con ese rostro feliz que tienen siempre que Jesús evoca su nacimiento.
Isaac absorto suspira, sonríe ante este recuerdo…
Con un rostro extático, lejano del lugar y del tiempo…
Regresando más de treinta años antes a aquella noche,
a aquella estrella que ciertamente vio entre su rebaño…
Más gente se ha acercado, porque el camino es de mucho tránsito y está escuchando.
Alguno recuerda la fantástica caravana y la noticia que trajo…
Y las consecuencias de ella.
Jesús continúa:
– Éste siempre es lugar de consejo.
La historia siempre se repite.
Este siempre es lugar de prueba.
Para los buenos, para los malos.
Pero toda la vida es una prueba de la fe y justicia del hombre.
Os recuerdo la fidelidad de Jusay, de Sadoq y Abiatar, de Jonatán y Ajimaas,
que de este lugar partieron para salvar a su rey…
Y fueron protegidos por Dios porque obraban con justicia.
Os recuerdo (2 Samuel 17 y en 1 Reyes 1) un hecho relacionado con este mismo lugar…
Que no tuvo buenas consecuencias por tratarse de un abuso.
Y por tanto, no estar bendecido por Dios.
Junto a la piedra de Zojélet, cerca de la fuente de Royel,
Adonías conspiró contra la voluntad de su padre…
Y se hizo proclamar rey por los de su partido.
Pero el abuso no lo favoreció, porque antes del final del banquete,
aún antes de que Jonatán de Abiatar hablara:
los gritos de hosanna que resonaban en Guijón le notificaron que Salomón era rey.
Y él, que había querido usurpar el trono…
Debía confiar sólo en la misericordia de Salomón.
Demasiados repiten el gesto de Adonías y se oponen al verdadero Rey.
Conjuran contra Él siguiendo el partido aparentemente más fuerte.
Y demasiado pocos actuando así, sabrán luego abrazarse al altar
pidiendo perdón y confiando en la misericordia de Dios.
¿Podremos nosotros que hemos considerado tres sucesos de este pozo,
decir que el lugar está sujeto a influjos buenos o no buenos?
No.
No el lugar.
No el tiempo.
No los sucesos.
La voluntad del hombre es la que turba las acciones del hombre.
En Royel ha visto la fidelidad de los súbditos de David y el pecado de Adonías,
de la misma forma que ha visto la fe de los tres Sabios.
Es el mismo pozo.
En sus piedras se han apoyado y en sus aguas han apagado su sed,
tanto Jonatán y Ajimaas, como Adonías y los suyos, como los tres Sabios.
Pero el agua y las piedras han visto tres cosas distintas:
la fidelidad al rey David, la traición al rey David,
la fidelidad a Dios y al Rey de los reyes.
Es siempre la voluntad del hombre la que hace cumplir el bien o el mal.
Y sobre la voluntad del hombre proyecta sus luces la voluntad de Dios.
Y sus vapores venenosos la voluntad de Satanás.
Del hombre depende el acoger la luz o el veneno…
Volverse justo o pecador.
En este pozo está colocado un guardián para que nadie corrompa las aguas.
Y además del guardián, le han sido dados unas paredes y un techo,
para que el viento no meta dentro de él hojas y cosas sucias,
que contaminen las preciosas aguas.
También ha puesto Dios un guardián al hombre:
la voluntad inteligente y consciente del hombre.
Además de protecciones:
Los Mandamientos.
Y los consejos angélicos,
para que el espíritu del hombre no fuera corrompido,
consciente o inconscientemente.
Pero cuando el hombre corrompe su conciencia, su intelecto,
no escucha las inspiraciones del Cielo.
Pisotea la Ley.
Es como si fuera un guardián que dejara sin custodia el pozo.
O como un demente que desmantelara sus defensas.
Deja libre el campo a los enemigos satánicos:
a las concupiscencias del mundo y de la carne.
Y a las tentaciones, que aunque no sean secundadas después,
siempre es prudente tenerlas vigiladas y rechazarlas.
Hijos de Jerusalén, hebreos, prosélitos,
viandantes que el destino ha reunido aquí a escuchar la voz de Dios.
Sed sabios, con la verdadera sabiduría, que es saber defender el propio yo
de las acciones que deshonran al hombre.
Veo aquí a muchos gentiles.
A ellos les digo que no existen sólo las riquezas y las mercancías,
como únicas cosas que conquistar,
sino que hay otra cosa que hay que conquistar:
la vida para la propia alma.
Porque el hombre tiene un alma dentro de sí;
una cosa impalpable, pero que es la que le hace vivir;
una cosa que no muere ni siquiera cuando la carne ha muerto;
una cosa que tiene derecho a vivir su verdadera, eterna vida.
Y no la puede vivir sí el hombre mata su verdadero yo, con sus malas acciones.
La idolatría y el gentilismo no son insuperables.
El sabio medita y dice:
“¿Por qué tengo que seguir a unos ídolos y vivir sin esperanza de una vida más buena;
mientras que yendo al verdadero Dios,
puedo conquistar la alegría para toda la eternidad?”.
El hombre es avaro de sus días y la muerte le causa horror.
Cuanto más envuelto está en las tinieblas de falsas religiones o en la no fe,
más teme a la muerte.
Pero el que viene a la verdadera Fe pierde el terror a la muerte,
porque sabe que más allá de la muerte hay una Vida Eterna,
donde los espíritus se volverán a encontrar y no habrá ya dolores ni separaciones.
No es difícil seguir el camino de la Vida.
Basta creer en el único verdadero Dios,
amar al prójimo y amar la honestidad en todas las acciones.
Vosotros de Israel, sabéis cuáles son las cosas mandadas y cuáles las prohibidas.
Pero Yo digo a estos que escuchan y que llevarán lejos consigo mis palabras,
cuáles son estas cosas…
Y dice el Decálogo.
La verdadera religión está en esto, no en los sacrificios vanos y pomposos.
Obedecer a los preceptos de una moral perfecta, de una virtud sin defecto,
usar misericordia, eludir lo que deshonra al hombre,
dejar las vanidades, las adivinaciones del error,
los augurios falaces, los sueños de los malvados, como dice el libro sapiencial (Eclesiástico 34, 1-8)
Usar con justicia los dones de Dios:
la salud, la prosperidad, las riquezas, la inteligencia, el poder;
no tener soberbia, que es signo de necedad.
Porque el hombre vive, está sano, es rico, sabio o poderoso…
Mientras Dios se lo concede.
No tener deseos inmoderados, que algunas veces llevan incluso al delito;
vivir en una palabra,
como hombres y no como los animales;
por dignidad incluso hacia uno mismo.
Bajar es fácil;
subir de nuevo, difícil.
Pero,
¿Quién querría vivir en un abismo fétido sólo por el hecho de haber caído en él?
¿Y no trataría de dejarlo subiendo hasta su sumidad florida y llena de sol?
En verdad os digo que la vida del pecador está situada en un abismo…
También la vida que vive en el error.
Pero aquellos que acogen la Palabra de la verdad y van a la Verdad;
suben a la sumidad, a la Luz.
Id ahora todos a vuestro lugar de destino.
Y recordad que junto a la fuente de En Royel,
la Fuente de la Sabiduría os ha dado de beber sus aguas para que tengáis otra vez sed…
Y a Ella volváis.
Jesús se abre paso y se encamina hacia la ciudad;
dejando a la gente comentando, preguntando, respondiendo.