675 Un Error muy Peculiar5 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

498 Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión con Judas Iscariote.

Judas objeta:

–              ¿Pero quieres ir por este camino?

¿Precisamente por éste?

No me parece prudente por muchas razones…

Jesús responde:

–               ¿Cuáles?

¿No han venido acaso a Mí hasta Cafarnaúm, hombres de estos pueblos, buscando salud y sabiduría?

¿No son ellos también criaturas de Dios?

–               Sí…

Pero…

No es prudente para ti acercarte demasiado a Maqueronte…

Es lugar infausto para los enemigos de Herodes.

–               Maqueronte está lejos.

Y no tengo tiempo de ir hasta allá.

Quisiera ir hasta Petra, e incluso más allá…

Pero llegaré sólo a mitad de camino…

Y ni siquiera.

De todas formas, vamos…

–               José te ha aconsejado…

–               Que estuviera por caminos vigilados.

Éste es precisamente el camino de Transjordania, intensamente vigilado por los romanos.

No soy un cobarde Judas.

Y tampoco un imprudente.

–                Yo no me fiaría.

No me alejaría de Jerusalén.

Yo…

Santiago de Zebedeo,

interviene:

–                  Deja al Maestro.

Él es el Maestro y nosotros sus discípulos.

¿Cuándo se ha visto que el discípulo sea el que aconseje al Maestro?

–                ¿Cuándo?

No hace años que tu hermano dijo al Maestro que no fuera a Acor y Él lo escuchó.

Ahora que me escuche a mí.

–                 Eres celoso y prepotente.

Si mi hermano habló y fue escuchado, señal es que eran palabras justas y había que atenderlas.

¡Bastaba mirar a Juan aquel día para comprender que era justo darle oídos!

–                  Con toda su sabiduría, nunca ha sabido defenderlo.

Y nunca sabrá hacerlo.

Sin embargo está reciente aún lo que hice yo, yendo a Jerusalén.

–                 Cumpliste con tu deber.

Mi hermano también lo habría hecho en esas circunstancias;

con otras maneras.

Porque no sabe mentir ni siquiera para cosas buenas;

lo cual me alegra…

–                 Me estás ofendiendo.

Me estás llamando embustero…

–                 ¿Y quieres que te llame sincero?

¡Si mentiste con tanta habilidad sin cambiar de color!

–                Lo hacía…

–                Sí.

Lo sé.

¡Lo sé!

Para salvar al Maestro.

Pero eso no va conmigo, ni con ninguno de nosotros.

Preferimos la sencilla respuesta del anciano Ananías.

Preferimos guardar silencio y que nos llamen tontos.

E incluso que nos maltraten, pero no mentir.

Se empieza por una cosa buena y se acaba con una cosa no buena.

–               El malo, no yo;

el necio, no yo.

Jesús ordena:

–               ¡Basta!

Teniendo razón, acabáis en el error.

Un error distinto del que os impugnáis, porque es un error contra la caridad.

Todos sabéis lo que pienso sobre la sinceridad.

Y también lo que exijo en la caridad.

Vamos.

Estas disputas vuestras me son más penosas, que los insultos de los enemigos.

Y Jesús visiblemente enojado, se pone a caminar rápidamente.

Él solo, por una calzada que sin necesidad de ser arqueólogo,

se comprende que ha sido hecha por los romanos y que va hacia el sur;

casi recta hasta donde alcanza la vista, entre dos cadenas de montes respetables.

Calzada monótona, oscura a causa de las laderas boscosas que la cierran

e impiden a la vista desplegarse hasta el horizonte;

pero bien cuidada.

De tanto en tanto, algún puente romano construido sobre torrentes y pequeños ríos,

que bajan al Jordán o al Mar Muerto.

No es posible saberlo con exactitud porque los montes impiden ver hacia Occidente,

donde deben estar el río y el mar.

Alguna caravana avanza por la calzada.

Caravana que sube desde el Mar Rojo para ir quién sabe a dónde…

Con muchos camellos, camelleros y mercaderes de raza visiblemente distinta de la hebrea.

Jesús continúa adelante, solo.

Detrás divididos en dos grupos los apóstoles, cuchicheando unos con otros:

Los galileos, delante;

detrás los judíos más Andrés, Juan y los dos discípulos que se han unido a ellos.

Los dos grupos tratan:

Uno, de consolar a Santiago que se ha quedado deprimido, por la severa corrección del Maestro.

Otro, de convencer a Judas de no ser siempre tan obstinado y agresivo.

Y los dos grupos están de acuerdo en aconsejar a los dos corregidos,

a ir donde el Maestro y hacer la paz con Él.

Mostrándose atrevido y bastante descarado,

Judas dice:

–                ¿Yo?

Hombre, pues voy enseguida.

Sé que tengo razón.

Conozco mis acciones.

No he sido yo el que ha metido cizaña.

Así que voy.

Acelera el paso para alcanzar a Jesús.

Es inevitable preguntarse, si en esos días estaba ya dispuesto a traicionar…

Y conspiraba ya con los enemigos de Cristo…

Santiago por el contrario, que en el fondo es el menos culpable;

está tan abatido por haber causado dolor al Maestro, que no se atreve a ir hacia adelante.

Mira a su Maestro, que ahora está hablando con Judas…

Lo mira…

Y es vivo en su rostro el deseo de las palabras de perdón de Jesús.

Pero su mismo amor, sincero, constante, fuerte;

le hace sentir que es imperdonable su error.

Deja un comentario

%d