IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
498 Exhortación a Judas Tadeo y a Santiago de Zebedeo después de una discusión con Judas Iscariote.
Judas objeta:
– ¿Pero quieres ir por este camino?
¿Precisamente por éste?
No me parece prudente por muchas razones…
Jesús responde:
– ¿Cuáles?
¿No han venido acaso a Mí hasta Cafarnaúm, hombres de estos pueblos, buscando salud y sabiduría?
¿No son ellos también criaturas de Dios?
– Sí…
Pero…
No es prudente para ti acercarte demasiado a Maqueronte…
Es lugar infausto para los enemigos de Herodes.
– Maqueronte está lejos.
Y no tengo tiempo de ir hasta allá.
Quisiera ir hasta Petra, e incluso más allá…
Pero llegaré sólo a mitad de camino…
Y ni siquiera.
De todas formas, vamos…
– José te ha aconsejado…
– Que estuviera por caminos vigilados.
Éste es precisamente el camino de Transjordania, intensamente vigilado por los romanos.
No soy un cobarde Judas.
Y tampoco un imprudente.
– Yo no me fiaría.
No me alejaría de Jerusalén.
Yo…
Santiago de Zebedeo,
interviene:
– Deja al Maestro.
Él es el Maestro y nosotros sus discípulos.
¿Cuándo se ha visto que el discípulo sea el que aconseje al Maestro?
– ¿Cuándo?
No hace años que tu hermano dijo al Maestro que no fuera a Acor y Él lo escuchó.
Ahora que me escuche a mí.
– Eres celoso y prepotente.
Si mi hermano habló y fue escuchado, señal es que eran palabras justas y había que atenderlas.
¡Bastaba mirar a Juan aquel día para comprender que era justo darle oídos!
– Con toda su sabiduría, nunca ha sabido defenderlo.
Y nunca sabrá hacerlo.
Sin embargo está reciente aún lo que hice yo, yendo a Jerusalén.
– Cumpliste con tu deber.
Mi hermano también lo habría hecho en esas circunstancias;
con otras maneras.
Porque no sabe mentir ni siquiera para cosas buenas;
lo cual me alegra…
– Me estás ofendiendo.
Me estás llamando embustero…
– ¿Y quieres que te llame sincero?
¡Si mentiste con tanta habilidad sin cambiar de color!
– Lo hacía…
– Sí.
Lo sé.
¡Lo sé!
Para salvar al Maestro.
Pero eso no va conmigo, ni con ninguno de nosotros.
Preferimos la sencilla respuesta del anciano Ananías.
Preferimos guardar silencio y que nos llamen tontos.
E incluso que nos maltraten, pero no mentir.
Se empieza por una cosa buena y se acaba con una cosa no buena.
– El malo, no yo;
el necio, no yo.
Jesús ordena:
– ¡Basta!
Teniendo razón, acabáis en el error.
Un error distinto del que os impugnáis, porque es un error contra la caridad.
Todos sabéis lo que pienso sobre la sinceridad.
Y también lo que exijo en la caridad.
Vamos.
Estas disputas vuestras me son más penosas, que los insultos de los enemigos.
Y Jesús visiblemente enojado, se pone a caminar rápidamente.
Él solo, por una calzada que sin necesidad de ser arqueólogo,
se comprende que ha sido hecha por los romanos y que va hacia el sur;
casi recta hasta donde alcanza la vista, entre dos cadenas de montes respetables.
Calzada monótona, oscura a causa de las laderas boscosas que la cierran
e impiden a la vista desplegarse hasta el horizonte;
pero bien cuidada.
De tanto en tanto, algún puente romano construido sobre torrentes y pequeños ríos,
que bajan al Jordán o al Mar Muerto.
No es posible saberlo con exactitud porque los montes impiden ver hacia Occidente,
donde deben estar el río y el mar.
Alguna caravana avanza por la calzada.
Caravana que sube desde el Mar Rojo para ir quién sabe a dónde…
Con muchos camellos, camelleros y mercaderes de raza visiblemente distinta de la hebrea.
Jesús continúa adelante, solo.
Detrás divididos en dos grupos los apóstoles, cuchicheando unos con otros:
Los galileos, delante;
detrás los judíos más Andrés, Juan y los dos discípulos que se han unido a ellos.
Los dos grupos tratan:
Uno, de consolar a Santiago que se ha quedado deprimido, por la severa corrección del Maestro.
Otro, de convencer a Judas de no ser siempre tan obstinado y agresivo.
Y los dos grupos están de acuerdo en aconsejar a los dos corregidos,
a ir donde el Maestro y hacer la paz con Él.
Mostrándose atrevido y bastante descarado,
Judas dice:
– ¿Yo?
Hombre, pues voy enseguida.
Sé que tengo razón.
Conozco mis acciones.
No he sido yo el que ha metido cizaña.
Así que voy.
Acelera el paso para alcanzar a Jesús.
Es inevitable preguntarse, si en esos días estaba ya dispuesto a traicionar…
Y conspiraba ya con los enemigos de Cristo…
Santiago por el contrario, que en el fondo es el menos culpable;
está tan abatido por haber causado dolor al Maestro, que no se atreve a ir hacia adelante.
Mira a su Maestro, que ahora está hablando con Judas…
Lo mira…
Y es vivo en su rostro el deseo de las palabras de perdón de Jesús.
Pero su mismo amor, sincero, constante, fuerte;
le hace sentir que es imperdonable su error.