Archivos diarios: 17/01/23

697 Yo Soy Quien Soy

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

507d El gran debate con los judíos. 

Jesús está hablando en el Patio de los Gentiles,

declara:

Dios grita en el corazón de los hombres:

«Es el Inocente».

De esto estáis todos convencidos.

Y vosotros que me acusáis, más todavía que estos otros,

que vacilan acerca de quién entre Yo y vosotros tiene razón.

Mas sólo el que es de Dios escucha las palabras de Dios.

Vosotros no las aceptáis a pesar de que resuenen en vuestras almas día y noche.

Y no las escucháis porque no sois de Dios.

–                 ¿Nosotros…

Nosotros que vivimos para la Ley,

y en la más minuciosa observancia de los preceptos para honrar al Altísimo, no somos de Dios?

¿Y Tú osas decir esto?

¡Ah!

Parecen ahogarse del horror, como si fuera un dogal.

–                 ¿Y no hemos de decir que eres un endemoniado y un samaritano?

–                 No soy ni lo uno ni lo otro.

Sino que honro a mi Padre, aunque vosotros lo neguéis para vilipendiarme.

Pero vuestro vilipendio no me aflige.

No busco mi gloria.

Hay quien se preocupa de ella y juzga.

Esto os digo a vosotros que me queréis denigrar.

Pero a los que tienen buena voluntad les digo que quien acoja mi palabra,

o ya la haya acogido y la sepa custodiar, no verá la muerte por los siglos de los siglos.

–                 ¡Ah!

¡Ahora vemos claro que por tus labios habla el demonio que te posee!

Tú mismo lo has dicho: «Habla como mentiroso»

Lo que acabas de decir es palabra mentirosa, por tanto es palabra demoníaca.

Abraham murió y murieron los profetas.

Y dices que el que guarde tu palabra no verá la muerte por los siglos de los siglos.

¡Entonces Tú no vas a morir?

–               Moriré sólo como Hombre, para resucitar en el tiempo de Gracia.

Pero como Verbo no moriré.

La Palabra es Vida y no muere.

Y quien acoge en sí la Palabra, tiene en sí la Vida y no muere para siempre;

sino que resucita en Dios porque Yo lo resucitaré.

–                 ¡Blasfemo!

–                 ¡Loco!

–                  ¡Demonio!

–                ¿Eres más que nuestro padre Abraham, que murió?

–                ¿Y que los profetas?

–                ¿Quién te crees ser?

–                El Principio que os habla.

Se produce un pandemónium.

Y mientras esto sucede…

El levita Zacarías empuja a Jesús insensiblemente hacia un ángulo del pórtico;

ayudado en ello por los hijos de Alfeo…

Y por otros que colaboran, casi sin saber siquiera lo que hacen.

Cuando Jesús está arrimado al muro y tiene delante de sí la protección de los más fieles.

Y un poco se calma el tumulto también en el patio…

Con su voz incisiva y hermosa, tranquila incluso en los momentos más agitados,

Jesús agrega:

–               Si me glorifico a Mí mismo, no tiene valor mi gloria.

Todos pueden decir de sí lo que quieran.

Pero el que me glorifica es mi Padre, el que decís que es vuestro Dios.

Si bien es tan poco vuestro que no lo conocéis y no lo habéis conocido nunca;

ni lo queréis conocer a través de Mí, que os hablo de Él porque lo conozco.

Y si dijera que no lo conozco para calmar vuestro odio hacia Mí,

sería un embustero como lo sois vosotros diciendo que lo conocéis.

Yo sé que no debo mentir por ningún motivo.

El Hijo del hombre no debe mentir, si bien el decir la verdad será causa de su muerte.

Porque si el Hijo del hombre mintiera,

ya no sería verdaderamente Hijo de la Verdad y la Verdad lo alejaría de Sí.

Yo conozco a Dios, como Dios y como Hombre.

Y como Dios y como Hombre conservo sus palabras y las acato.

¡Israel, reflexiona!

Aquí se cumple la Promesa.

En Mí se cumple.

¡Reconócedme en lo que Soy!

Vuestro padre Abraham suspiró por ver mi Día.

Lo vio proféticamente por una gracia de Dios y exultó.

Y vosotros en verdad lo vivís…

–              ¡Cállate!

–              ¡No tienes todavía cincuenta años…

Y pretendes decir que Abraham te ha visto y que Tú lo has visto?

Y su carcajada de burla se propaga como una ola de veneno o de ácido corrosivo.

–               En verdad, en verdad os lo digo:

Antes de que Abraham naciera, Yo Soy.

–                 “¿Yo soy?”

–                  Sólo Dios puede decir que es, porque es eterno.

–                  ¡No tú!

–                 ¡Blasfemo!

–                “¡Yo soy!”

–                 ¡Anatema!

–                ¿Eres, acaso, Dios para decirlo?

Esto último lo ha gritado uno que debe ser un alto personaje,

porque acaba de llegar y ya está cerca de Jesús…

Dado que todos se han apartado con terror cuando ha venido.

Con Voz de trueno,

Jesús responde:

–                  Tú lo has dicho.