707 La Injusticia en el Templo
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
510d La curación de un ciego de nacimiento.
Cuando llegan al Templo;
José guía a Bartimeo a una sala donde hay muchos escribas y fariseos.
Entran también los cinco.
Y a los de Ofel, les cierran la puerta en las narices.
José dice:
– Aquí está el hombre.
Yo mismo lo he traído.
Pues sin ser visto, he asistido a su encuentro con el Rabí y a su curación.
Y os puedo decir que fue totalmente casual por parte del Rabí.
El hombre, lo oiréis también vosotros, fue invitado a ir a donde estaba el Rabí;
por Judas de Keriot, a quien conocéis.
Yo he oído…
Y también estos dos que están conmigo han oído porque estaban presentes;
cómo fue Judas el que tentó a Jesús de Nazaret para que realizara el milagro.
Ahora aquí declaro que si hay que castigar a uno no es al ciego ni al Rabí;
sino al hombre de Keriot.
Que Dios ve si miento al decir lo que mi intelecto piensa;
es el único autor del hecho…
en el sentido de que lo ha provocado con intencionada maniobra.
Yo asistí a su encuentro con Jesús de Nazareth y a su curación.
Os puedo afirmar que fue del todo casual por parte del Rabí, como oiréis de él mismo.
Yo escuché y también estos dos, porque estaban presentes;
como fue Judas el que tentó a Jesús de Nazareth a hacer el milagro.
Ahora yo declaro que si hay alguien a quien deba castigarse, no será el ciego, ni el Rabí;
sino el hombre de Keriot que Dios sabe que no miento al decir lo que imagino,
es el único responsable del hecho;
porque a propósito lo buscó.
Eso es todo.
He dicho.
Elquías contesta:
– Tus palabras no quitan la culpa al Rabí.
Si un discípulo suyo pecó, no debería pecar Él.
Pero pecó curando en sábado.
Hizo una obra servil…
– Escupir en tierra no es hacer una obra servil.
Tocar los ojos de otro tampoco.
Yo también toco a un hombre y no creo haber cometido un pecado.
– Él realizó un milagro en sábado.
En esto está el pecado.
– Honrar el sábado con un milagro, es gracia de Dios y de su bondad.
Es su día.
¿No podrá el Omnipotente celebrarlo con un milagro que haga brillar su poder?
Eleazar de Anás dice:
– No estamos aquí para escucharte.
Tú no eres el acusado.
A éste es al que queremos interrogar.
Se vuelve hacia el joven,
ordenándole:
– Responde tú.
¿Cómo obtuviste la vista?
Bartimeo responde:
– Ya lo dije.
Estos me escucharon.
El discípulo de aquel Jesús, ayer me dijo: ‘Ven y haré que te cure’
Fui.
Sentí que me ponían lodo y oí una voz que me ordenaba que fuera a Siloé a lavarme.
Lo hice y veo.
Elquías continúa:
– Pero ¿Sabes quién te curó?
– ¡Claro que lo sé!
Fue Jesús.
Ya lo he dicho.
– ¿Sabes exactamente quién es Jesús?
– Yo no sé nada.
Soy un pobre y un ignorante.
Hasta hace poco fui un ciego.
Esto es lo que sé.
Sé que Él me ha curado.
Si ha podido hacerlo no cabe duda de que Dios está con él.
Sadoc y Doras gritan furiosos:
– ¡No blasfemes!
– ¡Dios no puede estar en quien no observa el sábado!
José, los fariseos Eleazar, Juan y Joaquín, hacen notar:
– Tampoco un pecador puede hacer tales prodigios.
Sadoc los increpa:
– ¿También vosotros os habéis dejado engañar por ese poseso?
Eleazar apoyado por sus compañeros y José, dice con calma:
– No.
Somos justos.
Y decimos que si Dios no puede estar con quién obra en sábado;
tampoco puede el hombre sin Dios, hacer que un ciego de nacimiento vea.
Elquías y los contrarios, objetan airados y de mal talante:
– ¿Y dónde metéis al Demonio?
Juan el fariseo replica:
– No puedo creer.
Ni tampoco vosotros lo creéis, que el demonio pueda hacer obras con las que se alaba al Señor.
Sadoc pregunta:
– ¿Y quién lo alaba?
José argumenta:
– El Joven.
Sus padres.
Todo Ofel y yo con ellos.
Y conmigo todos los que son justos y santamente temen a Dios.
Elquías y los suyos, se han quedado sin argumentos.
Y se dirigen a Bartimeo:
– ¿Tú que dices del que te abrió los ojos?
– Para mí es un Profeta.
Más grande que Elías que resucitó al hijo de la viuda de Sarepta.
Porque Elías hizo volver el alma al cuerpo del niño.
Pero este Jesús me ha dado lo que yo nunca había perdido, porque nunca lo había tenido: la vista.
Si me ha hecho los ojos en un instante, sin nada más que un poco de lodo;
mientras que en nueve meses mi madre, con carne y sangre, no logró hacérmelos.
Él debe ser tan grande como Dios, que con el lodo hizo al hombre.
Esto es demasiado para el grupo de Elquías.
Y gritan como energúmenos:
– ¡Lárgate!
– ¡Lárgate!
– ¡Lárgate!
– ¡Blasfemo!
– ¡Mentiroso!
Y echan fuera a Bartimeo, como si fuera un condenado.
Sadoc argumenta:
– El hombre miente.
No puede ser verdadero.
Todos están de acuerdo en que quien nace ciego, no puede curarse.
Será uno que se asemeja a Bartimeo.
Y que el Nazareno preparó.
O bien, tal vez Bartimeo también llamado Bartolmai, nunca ha estado ciego…
Ante esta sorprendente afirmación;
José de Arimatea protesta:
– Que el odio ciegue a alguien, es cosa que se sabe desde Caín.
Pero que haga estúpidos, es una cosa que no se había visto.
¿Os parece que alguien llegue a la flor de la juventud fingiéndose ciego para…
Esperar un posible evento que meta ruido a un acontecimiento muy futuro?
¿O que los padres de Bartolmai no conozcan a su hijo o se presten a una patraña igual?
Elquías replica:
– El dinero lo puede todo.
Ellos son pobres.
Sadoc añade:
– El Nazareno es más que ellos.
José explica:
– ¡Mientes!
Sumas de sátrapa pasan por sus manos.
Pero no se detienen ni un instante en ellas.
Esas sumas de dinero son para los pobres.
Las emplea para hacer el bien, no para urdir mentiras.
Doras grita:
– ¡Cómo lo defiendes!
¡Y eres uno de los Ancianos!…
Eleazar apoya:
– José tiene razón.
La verdad hay que decirla, cualquiera que sea el cargo que uno tenga.
Nahúm ordena:
– Corred a llamar al ciego.
Traedlo nuevamente aquí.
Elquías aúlla:
– Que vayan otros a la casa de sus padres y que los traigan aquí.
Y abriendo la puerta;
ordena a los que están afuera, que vayan por ellos.
Tiene los labios llenos de espuma por la ira y el odio, que lo ahogan.
Se le obedece al instante.