709 La Misión de María

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

511 En la casa de Juan de Nob. 

Al día siguiente, Jesús en Nobe divide en grupos de cuatro a los apóstoles, para que vayan a las casas.

Con Santiago de Zebedeo, que hace de cabeza, van Mateo, Judas Tadeo y Felipe.

Con Bartolomé que es el jefe, están Santiago de Alfeo, Andrés y Tomás.

Con Jesús se quedan Pedro, Juan, Judas de Keriot y Simón zelote.

Jesús dice:

–              Id después de la cena a donde os prometieron hospedaros.

Mañana regresaréis aquí y os diré lo que tenéis que hacer.

Estaremos juntos a la hora de las comidas.

Recordad lo que os he dicho muchas veces:

Que también con el modo de vivir y convivir entre vosotros y con quien os recibe, seáis tetimonio de mi Evangelio.

Sed pues sobrios, pacientes, honestos en vuestras palabras, en vuestras acciones, en vuestras miradas;

Debéis predicar mi Doctrina de modo que de vosotros se respire como perfume, vuestra rectitud.

Ya veis cómo los ojos del mundo están siempre sobre nosotros, para calumniarnos o para estudiarnos…

Y también para veneración.

Pero éstos son los menos entre los muchos ojos que nos observan.

Y no obstante, de estos pocos debemos tener sumo cuidado;

porque sobre su fe carga el trabajo del mundo, para desmoronarla.

Todo sirve al mundo como arma para destruir el amor de los buenos hacia Mí…

Y como consecuencia, hacia vosotros.

No ayudéis pues al mundo, con un modo de vida no santo.

Y no hagáis siendo para ellos objeto de escándalo;

más pesada la fatiga de los que deben defender su fe, de las insidias de mis adversarios.

El escándalo deja desorientadas a las almas, las aleja, las debilita.

¡Ay de aquel apóstol que sea escándalo para las almas!

Peca contra su Maestro y contra su prójimo, contra Dios y contra el rebaño de Dios.

Tengo confianza en vosotros.

No agreguéis a mi dolor que ya es mucho, otro dolor que venga de vosotros.

Bartolomé contesta:

–              No te preocupes, Maestro.

De nosotros no recibirás ningún dolor, a no ser que Satanás nos revuelque y nos extravíe a todos.

Entra Anastásica, que está ayudando en la cocina a Elisa,

y anuncia:

–             La cena está lista, Maestro.

Baja mientras está caliente.

Te hará mucho bien y te repondrás.

Jesús responde:

–               Gracias Anastásica.

Llamando a todos,

agrega:

–              Vamos.

Jesús se levanta y sigue a la mujer hacia abajo, por la pequeña escalera que desde la habitación de arriba;

donde están preparadas unas camas modestas;

baja hasta el huerto.

Y de éste entra en la cocina, alegrada por un fuego vivo.

Encuentran el anciano Juan cerca del fuego.

Elisa anda ajetreada preparando la comida.

Ella se vuelve con una sonrisa maternal, a mirar a Jesús cuando entra.

Y se apresura a volcar en un gran tazón, el trigo cocido con leche y miel,

repitiendo lo mismo que preparó María de Alfeo en Nazaret, antes de la partida de Juan y Síntica.

La mujer dice tiernamente:

–              Mira.

Recordé que María Cleofás me dijo que te gustaba.

Guardé la mejor miel para hacértelo.

Y había reservado unos tarros, para darle también a Margziam…

Lamento que el niño no haya venido…

Jesús responde:

–                Gracias Elisa.

Nique ha querido que se quedara junto con Isaac, dado que mañana a la aurora salen.

Y ella aprovecha el carro hasta Jericó, para llevar a cabo la misión que ya sabes…

Judas pregunta interesado:

–                ¿Qué misión, Maestro?

–                Una misión muy femenina:

Criar a un niño.

Lo que el niño necesita no es leche sino Fe, porque es un niño en el espíritu.

La mujer es siempre madre y sabe hacer estas cosas.

¡Cuándo ella comprende esto!…

El hombre tiene mucha fuerza.

Ella vale cuanto el hombre…

Con la superioridad de la fuerza de su dulzura materna.

Acariciándolo con la mirada,

Elisa exclama:

–                ¡Qué bueno eres con nosotras, Maestro!

–                Soy sincero, Elisa.

Nosotros de Israel y no sólo nosotros;

estamos acostumbrados a ver a la mujer como si fuera un ser inferior…

A pensar en ella así.

Y no está bien.

No.

Si está sujeta al hombre como es justicia, porque en ella recae más el castigo por el pecado de Eva;

si su misión está destinada a desarrollarse entre velos y penumbras, sin gestos ni gritos llamativos;

si todo en ella sucede como celado bajo un entrecielo…

No por ello es menos fuerte o menos capaz que los hombres.

Incluso sin traer a la memoria a las grandes mujeres de Israel…

Os aseguro que en el corazón de la mujer existe una gran fuerza.

En el corazón.

Así como los varones la tienen en su mente.

Os aseguro también que la posición de la mujer va a cambiar, como cambiarán muchas otras cosas.

Y será justo.

Porque así como Yo por todos los hombres obtendré gracia y redención;

así también una Mujer las obtendrá para ellas, de una manera especial…

Sí.

Liberar del pecado no serviría de mucho, porque el Adversario es eterno y volvería a insidiar.

Pero del Jardín terrenal una voz surgió,

la Voz de Dios, diciendo:

“Pondré enemistad entre ti y la Mujer…

Ella te aplastará la cabeza y tú acecharás su calcañar”.

Nada más que una asechanza, porque la Mujer tendrá…

Tiene en sí, aquello que vence al Adversario.

Y por lo tanto redime, desde que existe.

Una Redención ya presente, aunque oculta.

Pero pronto se manifestará al mundo.

Y las mujeres se fortalecerán en Ella.

Judas pregunta riéndose:

–              ¿Una mujer?

¿Y cómo quieres que redima una mujer?

–              En verdad te digo que Ella, también está redimiendo.

¿Sabes lo que es redimir?

–               ¡Qué si lo sé!

Es librar del pecado.

–               Así es.

–               Que tú redimas está bien.

Estoy de acuerdo.

Pero que una mujer pueda…

No lo acepto,  Maestro.

–              ¿No recuerdas a Tobías?

¿No recuerdas su cántico?

–                Sí.

Pero habla de Jerusalén. (Tobías 13)

–              ¿Existe acaso en Jerusalén un Tabernáculo en que esté Dios?

¿Puede  Dios desde su Gloria presenciar los pecados que se cometen, entre las murallas del Templo?

Era necesario otro Tabernáculo que fuese santo.

Que fuese Estrella que conduce de nuevo al Altísimo a los extraviados.

Y esto se da en la Corredentora, que por los siglos de los siglos exultará de ser la Madre de los redimidos.

El verdadero cántico de la Corredentora…

Lo cantan ya en el Cielo los ángeles que la ven…

La nueva y Celestial Jerusalén tiene principio en Ella.

¡Oh! ¡Es verdad!

“Tú brillarás con luz espléndida.

Todos los pueblos de la Tierra se postrarán ante ti.

Las naciones llegarán a ti desde lejos, llevando dones.

Y adorarán en ti al Señor…

Invocarán tu gran Nombre…

Los que no te escuchen estarán entre los malditos.

Y benditos aquellos que se adhieran a ti…

Serás feliz en tus hijos, porque ellos serán los benditos reunidos con el Señor”.

El verdadero cántico de la Corredentora.

Y ya en el Cielo lo cantan los ángeles, que ven…

La Jerusalén nueva y celeste comienza en Ella.

¡Oh, sí, esto es verdad!

El mundo la ignora.

Y la ignoran los ofuscados rabíes de Israel…

En verdad, en verdad os digo que Ella ya está redimiendo.

Jesús contempla la realidad de lo que está viendo espiritualmente.  

Que es un consuelo enmedio de su enorme sufrimiento…

Judas de Keriot se vuelve a su compañero sentado a su lado,

y pregunta:

–               Felipe, ¿De quién está hablando?

Antes de que Felipe pueda responder…

Elisa, que está poniendo en la mesa el queso y las aceitunas negras;

con cierto tono pleno de dureza dice:

–              Habla de su Madre.

¿No lo comprendes?

Judas replica:

–              Nunca había sabido que los Profetas la hubieran señalado como mártir…

Hablan solo del Redentor y…

Elisa pondera:

–               ¿Y piensas que sólo se puede ser mártir en el cuerpo?

¿Que sólo existe la tortura de la carne?

¿No sabes que esto no es nada para una madre, cuando ve morir a su hijo?

Tu inteligencia, no me refiero a tu corazón, en el que no sé qué haya…

Repito, tu inteligencia de la que tanto te glorías,

¿No te ha enseñado que una madre se sujetaría mil veces a la tortura y a la muerte;

con tal de no oír un gemido de su hijo?

Oye, tú eres un hombre que sabes mucho.

Yo no sé otra cosa, más que ser mujer y madre.

Pero te aseguro que eres más ignorante que yo;

porque ni siquiera conoces el corazón de tu madre…

MARIA DE SIMON

Judas se enoja,

y exclama:

–               ¡Me ofendes!

–               No.

Soy anciana y te aconsejo…

Haz que tu corazón sea inteligente y te evitará lágrimas y castigo.

Procura hacerlo.

¡Hazlo si puedes!

Los apóstoles, sobre todo Tadeo, Santiago de Zebedeo, Bartolomé y Zelote, se cruzan miradas furtivas…

Y bajan la cabeza, para ocultar la sonrisilla que despunta en sus labios;

por las palabras que Elisa dice a Judas de Keriot, el apóstol que se cree perfecto.

Jesús, que continúa absorto, parece no oír nada.

Elisa se vuelve hacia Anastásica,

diciendo:

–              Hija, vente.

Mientras comen, vamos a preparar las otras camas, porque tres son pocas

Y hace ademán de querer salir.

Pedro exclama:

—                   ¡Elisa, no dejaréis la vuestra, ¿No?!

No está bien.

Yo y Juan podemos dormir en las tablas.

Estamos acostumbrados.

–                   No, Simón.

Hay cañizos y esteras.

Están guardados.

Ahora los montamos en los caballetes.

Las dos discípulas se van.

Los apóstoles, cansados y con el calorcito de la cocina, casi se les cae la cabeza.

Con el codo apoyado en la mesa y la cabeza en la mano,

Jesús piensa.

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