722 La Ola Amarga4 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

517 Hacia Nobe.

El viento húmedo y frío peina los árboles del otero y empuja en el cielo cúmulos de nubes cenicientas.

Arrebujados en  sus gruesos mantos;

Jesús con los doce y Esteban bajan de Gabaón al camino que conduce hacia la llanura.

Hablan entre sí…

Mientras Jesús, absorto en uno de sus silencios, está lejos de lo que le rodea.

Así continúan…

Hasta que, llegados a un cruce a media ladera, casi al pie del otero;

Jesús dice:

–               Tomamos esta dirección y vamos a Nob.

Judas pregunta:

–               ¿Cómo?

¿No vuelves a Jerusalén?

–                Nob y Jerusalén es casi una sola cosa;

para quien está habituado a caminar mucho.

Pero prefiero estar en Nob.

¿Lo lamentas?

–               ¡Oh!

¡Maestro!

Por mí, acá o allá…

Más bien lo que lamento es que en un lugar tan propicio para Ti hayas figurado tan poco.

Hablaste más en Bet-Jorón, que ciertamente no se mostraba amiga tuya.

Deberías hacer lo contrario.

¡Vamos, eso es lo que me parece!

Tratar de atraer cada vez más a Ti las ciudades que sientes propicias, hacer de ellas…

Contraarmas para las ciudades dominadas por enemigos tuyos.

¿Sabes qué valor, es tener de tu parte las ciudades cercanas a Jerusalén?

Al fin y al cabo, Jerusalén no es todo.

También pueden contar los otros lugares y hacer pesar su voluntad sobre el sentir de Jerusalén.

Los reyes generalmente son proclamados en ciudades fidelísimas;

consumada la proclamación, las otras se resignan…

Felipe observa:

–              Cuando no se rebelan.

Y entonces hay luchas fraticidas.

No creo que el Mesías quiera empezar su reinado con una guerra interna. 

Jesús dice:

–                Yo quisiera una sola cosa…

Que hubiera comenzado en vosotros con visión precisa.

Pero vosotros no veis todavía con precisión…

¿Cuándo vais a comprender?

Sintiendo que quizás es una reprensión lo que está para venir…

Judas pregunta otra vez:

–              ¿Y por qué aquí, en Gabaón, has hablado tan poco?

–              He preferido escuchar y descansar.

¿No comprendéis que Yo también necesito descanso?

Bartolomé dice afligido:

–              Hubiéramos podido quedarnos y darles esta satisfacción.

Si estás tan cansado…

¿Por qué te has puesto de nuevo en camino?

–               No son mis miembros los que están cansados.

No necesito quedarme para darles reposo.

Es mi corazón el que está cansado y necesita descanso.

Y Yo descanso donde encuentro amor.

¿Creéis, acaso, que sea insensible a tanto odio?

¿Que los rechazos no me causen dolor?

¿Que las conjuras contra Mí me dejen insensible?

¿Que las traiciones de quien se finge amigo…

Y es un espía de mis enemigos, puesto a mi lado para…?

Con una apasionada irritación, que es superior a la de todos los demás;

Judas protesta ruidosamente:

–               ¡Jamás suceda eso, Señor!

Y no debes siquiera sospecharlo.

¡Hablando así, nos ofendes!

Y efectivamente lo que sucede a continuación;

sus palabras provocan,

que todos protesten diciendo:

–             Maestro, nos afliges con estas palabras.

–             ¡Dudas de nosotros!

Y Santiago de Zebedeo, impulsivo como es,

exclama:

–                 Me despido de Ti, Maestro.

Y vuelvo a Cafarnaúm.

Con el corazón roto.

Pero me marcho.

Y si no es suficiente Cafarnaúm, me iré con los pescadores de Tiro y Sidón.

Iré a Cintium, iré no sé a dónde.

Pero lejos;

que sea imposible que puedas pensar que te traiciono.

¡Dame tu bendición como viático!

Jesús lo abraza, diciendo: «

–                 Paz, apóstol mío.

Son muchos los que se dicen amigos míos, no sois sólo vosotros.

Te afligen…

Os afligen mis palabras.

¿Pero en qué corazones deberé derramar la congoja y buscar consuelo,

sino en los de mis amados apóstoles y discípulos de confianza?

Busco en vosotros una parte de la unión que he dejado para unir a los hombres:

La unión con el Padre mío en el Cielo.

Y una gota del amor que he dejado por amor a los hombres:

el amor de mi Madre.

Las busco como apoyo mío.

¡Oh, la ola amarga rebasa mi corazón…!

¡El peso inhumano oprime al Hijo del hombre!…

La Pasión mía, la Hora mía, se hace cada vez más plena…

¡Ayudadme a soportarla y a cumplirla…!

¡Porque es muy dolorosa!

Los apóstoles se miran conmovidos por el dolor profundo que vibra en las palabras del Maestro.

Y no saben hacer otra cosa sino pegarse a Él, acariciarlo, besarlo…

Son simultáneos los besos de Judas a la derecha y de Juan a la izquierda, en el rostro de Jesús;

que baja los párpados ocultando los ojos mientras Judas de Keriot y Juan lo besan…

Reanudan la marcha.

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