727 El Buen Pastor10 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

518b En Jerusalén.

En la callejuela del barrio de Ofel;

Jesús está en un improvisado púlpito.

Donde también Bartimeo es un protagonista involuntario…

Bajo la arcada donde se ha improvisado el encuentro, con el gran auditorio imprevisto…

La multitud aprueba diciendo:

–                 ¡Bien dicho lo de los diezmos!

–                 ¡Es verdad!

–                 A nosotros nos aconseja sumisión y a los romanos piedad».

Los fariseos como siempre, se envenenan por las aprobaciones de la muchedumbre.

Y se muestran aún más mordaces en el tono con que se dirigen a Cristo.

–               Responde sin tantas palabras y demuestra que eres el Mesías.

Jesús responde: 

–               En verdad, en verdad os digo que lo Soy.

Yo, sólo Yo, soy la Puerta del redil de los Cielos.

Quien no pasa por Mí, no puede entrar.

Es verdad.

Ha habido otros falsos Mesías.

Y otros más que habrá.

Pero el único y verdadero Mesías Soy Yo.

Todos los que hasta ahora han venido presentándose como tales, no lo eran;

eran sólo ladrones y salteadores.

Y no sólo aquellos que se hacían llamar de parte de unos pocos,

de su misma forma de ser Mesías;

sino también otros que, sin darse ese nombre;

exigen una adoración que ni siquiera al verdadero Mesías se le da.

Quien tenga oídos para oír que oiga.

De todas formas, observad:

Ni a los falsos Mesías, ni a los falsos pastores y maestros las ovejas los han escuchado,

porque su espíritu sentía la falsedad de su voz, que quería aparecer dulce…

Y sin embargo, era cruel.

Sólo los cabros los han seguido, para ser sus compañeros en sus fechorías.

Cabros salvajes, indómitos, que no quieren entrar en el Redil de Dios;

bajo el cetro del verdadero Rey y Pastor.

Porque esto ahora, se da en Israel:

Que Aquel que es el Rey de los reyes viene a ser el Pastor del rebaño;

Mientras que en el pasado, aquel que era pastor de rebaños vino a ser rey.

El Uno y el otro vienen de la misma raíz, de la raíz Iesaí;

como está escrito en las promesas y profecías.

Los falsos pastores no han pronunciado palabras sinceras,

ni sus acciones han sido consoladoras.

Han dispersado y torturado al rebaño.

Lo han abandonado a los lobos…

Lo han matado para sacar provecho vendiéndolo y así asegurarse la vida.

O le han quitado los pastos para hacer de ellos moradas de placer

y bosquecillos para los ídolos.

¿Sabéis cuáles son los lobos?

Son las malas pasiones.

Los vicios que los mismos falsos pastores han enseñado al rebaño,

practicándolos ellos los primeros.

¿Y sabéis cuáles son los bosquecillos de los ídolos?

Son los propios egoísmos, ante los cuales demasiados queman inciensos.

Las otras dos cosas no necesitan ser explicadas,

porque son hasta demasiado claras estas palabras mías.

Pero que los falsos pastores actúen así es lógico.

No son sino ladrones que vienen para robar, matar y destruir;

para llevar fuera del redil a pastos traicioneros.

Conducir a falsos apriscos, que en realidad son mataderos.

Pero los que pasan por Mí están en seguro y podrán salir para ir a mis pastos.

O volver para venir a mis descansos.

Para hacerse robustos y pingües de sustancias santas y sanas.

Porque he venido para esto.

Para que mi pueblo;

mis ovejas, hasta ahora flacas y afligidas, tengan la vida.

Vida abundante, de paz y alegría.

Y tanto quiero esto…

Que he venido a dar mi vida,

para que mis ovejas tengan la Vida plena y abundante de los hijos de Dios.

Yo soy el Pastor bueno.

Y un pastor, cuando es bueno;

da la vida por defender a su rebaño de los lobos y de los salteadores;

por el contrario el mercenario, que no ama a las ovejas sino al dinero,

que gana por llevarlas a pastar…

Se preocupa sólo de salvarse a sí mismo.

Y salvar la pequeña suma que lleva en el pecho…

Cuando ve venir al lobo o al salteador, huye;

aunque luego vuelva para tomar alguna oveja que el lobo haya dejado medio muerta.

O que haya sido desperdigada por el salteador.

Matar a la primera para comérsela.

O vender la segunda como suya, aumentando así su suma;

para decir luego al amo, con falsas lágrimas,

que ni siquiera una de las ovejas se ha salvado.

¿Qué le importa al mercenario si el lobo adentella y desperdiga a las ovejas…

Y el salteador hace saqueo de ovejas para llevarlas al carnicero?

¿Acaso veló por ellas mientras crecían…

Acaso trabajó esforzadamente para ponerlas robustas?

Pero el que es amo y sabe cuánto cuesta una oveja;

cuántas horas de trabajo, cuántos desvelos, cuántos sacrificios;

las quiere y les presta cuidado, a ellas que son su bien.

Pero Yo soy más que un amo.

Yo soy el Salvador de mi rebaño y sé cuánto me cuesta la salvación de una sola alma;

por tanto, estoy dispuesto a todo con tal de salvar a un alma.

Esa alma me ha sido confiada por el Padre mío.

Todas las almas me han sido confiadas,

con el mandato de que salve a un grandísimo número de ellas.

Cuantas más logre arrancar a la muerte del espíritu;

más gloria recibirá mi Padre.

Por tanto, lucho para liberarlas de todos sus enemigos.

O sea, de su yo, del mundo, de la carne, del demonio.

Y de mis adversarios, que me las disputan para producirme dolor.

Yo hago esto porque conozco el pensamiento del Padre mío.

Y el, Padre mío me ha enviado a hacer esto, porque conoce mi amor por Él y por las almas.

También las ovejas de mi rebaño me conocen a Mí y conocen mi amor.

Y sienten que estoy dispuesto a dar mi vida para darles la alegría.

Tengo otras ovejas.

Pero no son de este Redil.

Por tanto, no me conocen en lo que Yo soy.

Muchas ignoran mi existencia e ignoran quién soy Yo.

Ovejas que a muchos de nosotros os parecen peor que cabras salvajes

y son consideradas indignas de conocer la Verdad y de poseer la Vida y el Reino.

Y sin embargo, no es así.

El Padre desea también éstas;

por tanto, tengo que acercarme también a éstas, darme a conocer,

hacer conocer la buena Nueva, guiarlas a mis pastos, reunirlas.

Y éstas también escucharán mi Voz porque acabarán amándola.

De manera que habrá un solo Redil y un solo Pastor.

Y el Reino de Dios quedará reunido en la Tierra,

ya preparado para ser transportado y acogido en los Cielos;

bajo mi cetro, mi signo y mi verdadero Nombre.

¡Mi verdadero Nombre!

¡Sólo Yo lo conozco!

Mas cuando el número de los elegidos esté completo y entre himnos de alborozo,

se sienten a la gran cena de bodas del Esposo con la Esposa,

entonces mi Nombre será conocido por mis elegidos,

que por fidelidad a él se hayan santificado,

aunque haya sido sin conocer toda la extensión,

ni profundidad de lo que era estar signado por mi Nombre

y ser premiados por su amor a él, ni cuál era el premio…

Esto es lo que quiero dar a mis ovejas fieles. Lo que constituye mi propia alegría…

Jesús recorre, con una mirada brillante de llanto extático, lo rostros dirigidos hacia él.

Una sonrisa le tiembla en los labios.

Una sonrisa tan espiritualizada en su rostro espiritualizado,

que se siente estremecer la muchedumbre, que intuye el rapto de Cristo a una visión beatífica.

Y su deseo de amor de verla cumplida.

Vuelve a su estado normal.

Cierra un instante los ojos, ocultando así el misterio que ve su mente

y que los ojos podrían dejar transparentar demasiado.

Y prosigue:

–             Por esto me ama el Padre.

¡Oh pueblo mío, Oh rebaño mío!

Porque por ti, por tu bien eterno, doy la vida.

Luego la tomaré de nuevo.

Pero primero la daré para que tengas la vida y a tu Salvador como vida de ti mismo.

Y la daré de forma que tú te nutras de ella,

transformándome de Pastor en pasto y fuente que darán alimento y bebida,

no durante cuarenta años como para los hebreos del desierto,

sino durante todo el tiempo de exilio por los desiertos de la Tierra.

Nadie en realidad, me quita la vida.

Ni los que amándome con todo su ser, merecen que la inmole por ellos;

ni los que me la quitan por un odio desorbitado y un miedo estúpido.

Nadie podría quitármela si por Mí mismo no consintiera en darla…

Y si el Padre no lo permitiera.

Invadidos los dos por un delirio de amor hacia la Humanidad culpable.

Por mí mismo la doy.

Y tengo el poder de tomarla de nuevo cuando quiera,

pues no es conveniente que la Muerte prevalezca contra la Vida.

Por esto el Padre me ha dado este poder.

Es más, el Padre me ha mandado hacer esto.

Y por mi vida, ofrecida e inmolada, los pueblos serán un único Pueblo:

El mío.

El Pueblo celeste de los hijos de Dios;

separándose en los pueblos las ovejas de los cabros

y siguiendo las ovejas a su Pastor al Reino de la Vida eterna.

El grupo de los Fariseos responde:

–               No hemos entendido nada de lo que deliras.

–                Dices palabras sin sentido.

–                Habla y responde sin parábolas

–               ¿Eres o no, el Mesías?

Jesús los mira fija y largamente una vez más.

Pero ya no les responde.

Y Jesús que hasta ahora ha hablado fuerte;

Se vuelve;

diciendo en voz baja y llena de dulzura a Bartimeo, llamado Bartolmái;

que ha estado arrodillado durante todo este tiempo delante de Él,

con su canasta de manzanas olorosas a los pies.

Y le dice:

–                Has olvidado todo por Mí.

Ahora, ciertamente te castigarán y perderás el trabajo.

¿Lo ves?

Yo te traigo siempre dolor.

Por Mí has perdido la sinagoga y ahora vas a perder al patrón…

Bartimeo responde con firmeza:

–               ¿Y qué me importa todo eso, si te tengo a Ti?

Sólo Tú tienes valor para mí.

Dejo todo por seguirte.

Basta que me lo concedas.

Deja sólo que lleve esta fruta a quien la ha comprado y enseguida estaré contigo.

–                Vamos juntos.

Después iremos a casa de tu padre.

Porque tienes un padre y debes honrarlo pidiéndole su bendición.

–                 Sí, Señor.

Todo lo que quieras.

Pero enséñame mucho, porque no sé nada;

nada de nada, ni siquiera leer y escribir, porque era ciego.

–                 No te preocupes por eso.

La buena voluntad te enseñará.

Y se encamina para volver a la calle principal.

Mientras la masa de gente hace comentarios, confronta pareceres;

discute incluso;

insegura entre las distintas opiniones, que son siempre las mismas:

¿Es Jesús de Nazaret un poseído o un santo?

La gente en desacuerdo, discute mientras Jesús se aleja.

 

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