747 ¿Una Prueba Pobre?

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

525 El juicio sobre Sabea de Betlequí.

Bien pobre es la hacienda que alimenta al grupo heterogéneo de los amigos de Zaqueo.

No alegra el corazón, especialmente ahora que es invierno.

Pero no obstante, ellos le tienen afecto.

Así que muestran con orgullo a Jesús esa propiedad:

Tres campos arados, pardos, para trigo;

árboles frutales…

Pocos de ellos productivos y los otros demasiado jóvenes como para esperar que lo sean.

Alguna hilera de vides esmirriadas;

la huerta;

un pequeño establo con una vaquita y un burro para la noria;

un recinto con pocas gallinas y cinco parejas de palomas;

seis ovejas;

una choza con una cocina y tres cuartos;

un cobertizo que hace de leñera, trastero y henil;

un pozo con el brocal descantíllado y una cisterna de agua limosa.

Nada más.

«Sí nos ayuda la estación…»

«Sí los animales crían…»

«Si los arbolitos arraigan…».

Todo es en condicional…

Con esperanzas muy precarias…

Pero uno se acuerda de lo que oyó decir años antes…

De la prodigiosa recolección que tuvo Doras por una bendición que dio el Maestro,

para que Doras fuera humano con sus siervos labradores…

Y dice:

–                Y si bendijeras este lugar…

También Doras era pecador…

Jesús responde:

–               Tienes razón.

Lo que hice sabiendo que ello no cambiaría aquel corazón,

lo haré para vosotros que tenéis cambiado el corazón.

Y abriendo los brazos para bendecir,

dice:

–               Lo hago inmediatamente,

porque quiero persuadiros de que os quiero.

Luego prosiguen el camino hacia el río…

Bordeando campos arados de rica tierra oscura y árboles frutales,

desnudados por la temporada.

En una curva se ve venir a algunos fariseos.

Que cuando lo encuentran,

le dicen:

–                    La paz a ti, Maestro.

Te hemos esperado aquí para…

Venerarte.

Jesús responde:

–                      No.

Para estar seguros de que no urdía engaño.

Habéis hecho bien.

Convenceos de que no he tenido la posibilidad de ver a la mujer,

ni a ninguno de los que están con ella.

Vosotros…

Los señala diciendo:

Tú y tú;

estabais de guardia en la casa de Zaqueo…

Y habéis visto que ninguno de nosotros ha salido.

Vosotros me habéis precedido por el camino…

Y habéis visto que ninguno de nosotros se ha adelantado.

En vuestro corazón deseáis imponerme una serie de cláusulas,

respecto al encuentro con esa mujer.

Y Yo os digo que las acepto;

antes incluso de que las formuléis.

Ellos objetan:

–                     Pero…

–                     Si no las sabes…

–                     ¿No es acaso verdad, que me las queréis formular?

–                      Es verdad.

–                      De la misma forma que conozco esta intención vuestra,

manifiesta sólo a vosotros.

También sé lo que me vais a decir.

Y os digo que acepto lo que queréis proponerme…

Porque servirá para dar gloria a la Verdad.

Hablad.

–                ¿Sabes como están las cosas?

–                Sé que consideráis endemoniada a la mujer.

Que ningún exorcista ha podido expulsar de ella al demonio.

Y que no obstante, no pronuncia palabras de demonio…

Esto dicen los que la han oído hablar.

–                ¿Puedes jurar que no la has visto nunca?

–                El justo no jura nunca;

porque sabe que tiene derecho a ser creído por su palabra.

Yo os digo que no la he visto nunca y que nunca he pasado por su pueblo.

Y todo el pueblo puede confirmarlo.

–              Pues, ella a pesar de todo, sostiene que conoce tu cara y tu voz.

–              Su alma, efectivamente, me conoce por voluntad de Dios.

–             Tú dices que por voluntad de Dios.

Pero, ¿Cómo puedes afirmarlo?

–               Me han referido que pronuncia palabras inspiradas.

–               También el demonio habla de Dios.

–               Pero con errores mezclados arteramente;

para desviar a los hombres a pensamientos de error.

–              Bueno, pues…

Quisiéramos que nos dejaras probar a la mujer.

–              ¿En qué modo?

–              ¿No la conoces en absoluto?

–              Os estoy diciendo que no.

–              Bueno, pues entonces vamos a mandar a alguno adelante gritando:

“¡Aquí está el Señor!”

Y vamos a ver si ella saluda al que va a ir con él, como si fueras Tú.

–             ¡Una prueba pobre!

Pero acepto.

Elegid entre los que me acompañan, a los que vais a mandar adelante.

Yo os seguiré con los otros.

Pero si la mujer habla;

debéis dejarla hablar, para que Yo juzgue sus palabras.

–              Es justo.

–              Pacto cerrado.

–              Y lo mantendremos lealmente.

–              Que así sea y que sirva para tocaros el corazón.

Un escriba dice:

–               Maestro, no todos somos adversarios.

Algunos de entre nosotros están en actitud de espera…

Y con la voluntad sincera de ver la verdad para seguirte.

–              Es verdad.

Y a ésos aún los amará Dios.

Los escribas examinan a los apóstoles…

Y se extrañan de la ausencia de muchos, especialmente de Judas de Keriot.

Luego eligen a Judas Tadeo, a Juan y a otro más:

Al joven ladrón convertido, que está pálido y delgado.

Y cuyos cabellos tienden al color rojizo.

En definitiva, eligen a aquellos que en edad o fisonomía,

tienen puntos en común con el Maestro.

–               Vamos a adelantarnos con éstos.

Tú quédate aquí con nuestros compañeros y los tuyos.

Síguenos dentro de un rato.

Así se hace.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: