751 El Viviente

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

525d El juicio sobre Sabea de Betlequí.

Jesús repite perentorio:

–             Habla, te digo.

No carecen de fruto tus dolorosas palabras.

¡Sabea, de la estirpe de Aarón, habla!

La mujer obedece.

Pero habla bajo.

Tanto, que todos se arriman para oírla mejor.

Parece como si se hablara a sí misma, mirando hacia el río;

que corre con su frufrú por su derecha…

Formando un último cabrilleo de aguas, con las últimas luces del día.

Ycuando lo hace,

parece hablarle al río:

–             Jordán, sagrado río de nuestros padres;

que tienes ondas cerúleas y crespas, cual precioso lino cendalí…

Y en ellas reflejas las estrellas puras y la cándida Luna.

Acariciando a los sauces de tus orillas.

Eres río de paz.

Y…

A pesar de todo, conoces mucho dolor.

Jordán, que en las horas de tormenta, en las ondas hinchadas y agitadas,

transportas las arenas de mil torrentes…

Y lo que ellos han arrebatado con violencia.

Algunas veces tronchas un tierno arbusto en que hay un nido…

Lo transportas vortiginoso hacia el abismo mortal del mar Salado.

Y no tienes piedad de la pareja de pájaros que siguen a su nido, volando;

chillando de dolor, a su nido destruido por tu violencia.

Así verás sagrado Jordán, acometido por la Ira Divina,

arrancado de sus casas y del altar, ir a la destrucción y perecer en la muerte más grande…

Verás ir al pueblo que no recibió al Mesías.

¡Pueblo mío, sálvate!

¡Cree en tu Señor!

¡Sigue a tu Mesías!

Reconócelo en lo que ES.

No rey de pueblos y ejércitos.

Rey es de las almas;

de tus almas, de todas las almas.

Ha descendido para recoger a las almas justas.

Y subirá de nuevo para conducirlas al Reino eterno.

¡Vosotros que todavía podéis amar, abrazaos al Santo!

¡Vosotros a quienes os preocupan los destinos de la Patria, uníos al Salvador!

¡Que no muera toda la progenie de Abraham!

Apartaos de los falsos profetas de bocas -mentirosas y corazones adictos al pillaje,

que quieren alejaros de la Salvación.

Salid de las tinieblas que alzan en torno a vosotros.

¡Escuchad la voz de Dios!

Los grandes a los que hoy teméis, son ya polvo en el decreto de Dios.

Uno sólo es el Viviente.

Los lugares en que reinan y desde los cuales subyugan son ya ruinas…

Sólo uno perdura.

¡Jerusalén!

¿Dónde están los briosos hijos de Sión de que te glorías?

¿Dónde, los rabíes y los sacerdotes con que te adornas y en que te admiras a ti misma?

¡Míralos!

Subyugados, encadenados, van hacia el destierro;

entre los escombros de tus edificios;

entre el hedor de los muertos por espada y hambre.

Te alcanza el furor de Dios, Jerusalén que rechazas a tu Mesías…

Jerusalén Muro de los Lamentos

Lo hieres en el rostro y el corazón.

Toda belleza en ti está destruida;

toda esperanza está para ti muerta.

Profanados están el Templo y el altar…  

Los escribas gritan:

–                        ¡Haz que se calle!

–                         ¡Está blasfemando!

–                         Decimos que hagas que se calle.

Sabea continúa, enmedio de sus protestas:

–                          … Rasgado el efod.

–                          Ya no es necesario…

–                         ¡Eres culpable si no le impones que se calle!

–                          … Porque ya no reina.

Hay otro, Eterno Pontífice.

Es santo y constituido por Dios:

Rey y Sacerdote para siempre,

por Aquel que hace suyas las ofensas infligidas al Cristo.

Y LAS VENGA. 

Otro Pontífice.

El Verdadero, el Santo, Ungido por Dios.

Y con su Sacrificio;

que sustituye a aquellos sobre cuya frente es un desdoro la tiara,

porque cubre pensamientos de horror…

–                  ¡Calla, maldita!

–                  ¡Calla o descargamos nuestra mano sobre ti!

Los escribas la ultrajan con violencia física.

Pero ella parece no sentir.

La gente se agita:

–             ¡Dejadla hablar, vosotros que habláis tanto!

–             Está diciendo la verdad.

–             Es así.

–             Ya no hay santidad entre vosotros.

–             Uno sólo es el Santo y vosotros lo vejáis.

Los escribas consideran prudente callar…

Y la mujer continúa con su voz cansada y doliente:

–            Había venido a traerte la paz y le has presentado guerra…

Salvación…

Lo has escarnecido…

Amor…

Lo has odiado…

Milagros…

Y le has llamado demonio…

Sus manos han curado a tus enfermos y tú las has atravesado.

Te traía la Luz…

Y has cubierto de esputos y porquerías su cara.

Te traía la Vida.

Y tú le has dado la muerte.

Israel, llora tu error y no impreques contra el Señor;

mientras vas hacia este destierro tuyo…

Que no tendrá término como los del pasado.

Recorrerás toda la Tierra, Israel;

pero como pueblo vencido y maldito;

seguido por la Voz de Dios con las mismas palabras dirigidas a Caín.

Y aquí no podrás volver a reconstruir un sólido nido;

sino cuando reconozcas con los otros pueblos que éste es Jesús, el Cristo;

el Señor Hijo del Señor…

La mujer tiene ahora voz opaca de dolor y fatiga.

Cansada como la voz de un moribundo.

Pero no calla todavía…

Antes al contrario, se reanima para un último imperativo:

–                 Al suelo, Pueblo que sabes todavía amar.

Cúbrete de ceniza, vístete de cilicio.

El furor de Dios se cierne sobre nosotros,

como una nube cargada de granizo y rayos sobre un campo maldito.

La mujer cae al suelo de rodillas, con los brazos extendidos hacia Jesús…

Gritando e implorando:

–                 ¡Paz, paz, ¡Oh Rey de justicia y de paz!

¡Paz, ¡Oh Adonai grande y poderoso!

¡A quien ni siquiera el Padre niega nada!

¡Impetra paz para nosotros, por tu Nombre…

¡Oh Jesús!…

¡Salvador y Mesías, Redentor y Rey…!

¡Y Dios, tres veces Santo!

Yse derrumba, convulsa a causa de los sollozos, con la cara contra la hierba.

Los escribas rodean a Jesús y lo llevan aparte.

Y alejan a todos los demás con miradas y palabras amenazadoras.

Sadoq trata de persuadir:

–               Lo menos que puedes hacer es curarla.

Porque, aunque quieras afirmar taxativamente que está libre de demonio,

lo que no puedes negar es que sea una enferma.

¡Mujeres!…

Mujeres sacrificadas por el destino…

Su vitalidad bien que se debe manifestar por alguna parte…

Divagan…

Ven cosas irreales…

Sobre todo, te ven a Ti que eres joven y hermoso…

Y…

Interrumpiéndolo abruptamente,

Jesús exclama:

–            ¡Cállate, boca de serpiente!

Ni tú mismo crees en lo que dices.

La reacción de Jesús…

Con una actitud de mando,

que interrumpe las palabras en los labios del escriba delgado y narigudo…

Y lo hace instintivamente encogerse.

Es Sadoq el maestro de Judas…

Que al principio del hecho, había escarnecido a la mujer como falsa profetisa.

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