765 Amor Paganizado8 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

531c En Nobe, Valeria y el divorcio.

En la terraza de la casa de Juan de Nobe, la patricia romana dice a Jesús:

–                  Gracias, Señor.

Tengo necesidad de Dios…

Las lágrimas empiezan a brotar y caen de los ojos de Valeria.

Jesús responde:

–                   Sí, lo necesitas.

–                  Es verdad.

Tienes necesidad de Él.

En Él encontrarás todo consuelo y además el Guía, para juzgar acertadamente.

Para perdonar y seguir amando.

Y sobre todo para educar a esta niña, a fin de que tenga la vida dichosa de quienes son hijos del Dios Verdadero.

14. Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los israelitas: “Yo soy” me ha enviado a vosotros.» Exodo 3

El Dios que tal vez ofendiste con una vida en la que la virtud no se toma en cuenta.

Ya ves que este Dios que tú no conocías, este Dios al que quizás habías despreciado:

a Él y a su Ley.

Tan distinto de vuestros dioses y de vuestras leyes y religiones;

este Dios al que ciertamente habías ofendido, con un modo de vivir en que la virtud no era respetada en muchas cosas;

leves todavía si quieres;

pero camino para más graves heridas contra la virtud y más graves ofensas a la Divinidad;

que te ha creado a ti también…

Ya ves que este Dios te ha amado tanto, que a través de un extremo dolor que sentías con tu humanidad de madre.

De madre que no tiene conocimiento de una vida futura, ni por tanto, de una temporal separación de esa carne de su carne;

te ha traído a Mí.

Te ha amado tanto, que me condujo a Cesárea cuando casi morías sobre el pequeño cuerpo de tu criatura…

Que ya se enfriaba en medio de su agonía.

Te ha amado tanto, que te la ha devuelto para que tuvieras siempre ante tus ojos, la Bondad y el Poder del Dios verdadero.

Para que tuvieras un freno ante toda licencia pagana…

Y un consuelo en todos los dolores que pudieras encontrar como mujer casada.

Te ha amado tanto. que a través de otro dolor;

ha reforzado en ti la voluntad de acercarte al Camino, a la Verdad, a la Vida.

Y de asentarte ahí con tu criatura para que al menos ella, ya desde su primera infancia;

posea aquello que es consuelo y paz, salud y luz, en los tristes días de la Tierra.

Y posea estas cosas como preservación de todo lo que a ti te hace sufrir, en tu parte mejor y en la afectiva:

La primera, instintivamente buena y que no soporta el fango oscuro en que está obligada a vivir.

La segunda, desordenada en su bondad.

Porque en tus afectos mujer, eres pagana.

No es culpa tuya.

Es culpa del mundo en que vives.

Y del gentilismo en que has crecido.

Sólo quien está en la verdadera Religión sabe dar a los afectos el valor, la medida y las manifestaciones justas.

Tú, madre que no sabías de la vida eterna, amabas sin orden a tu hija.

Y viéndola agonizar…

Enajenada a causa de la muerte inminente que la amenazaba, desesperadamente te rebelabas contra esa pérdida.

Como quien viera aferrado por un loco al ser más querido…

Lo viera tenerlo suspendido en un abismo de cuyo fondo no podría resurgir.

Y que si cayera, ya no podría ni siquiera ser sacado como frío cadáver para el beso de su amor.

Así veías a tu Fausta ya suspendida en el abismo de la nada…

¡Pobre mamá, que no habría recuperado jamás a su hija!

Jamás;

ni con la carne ni con el espíritu.

La NADA.

Esa cosa finita, inexorablemente Finita…

Que es la muerte para aquellos que NO CREEN en la Vida espiritual.

Tú mujer pagana amorosa, fiel, has amado a tu esposo…

A tu dios terrenal, compañero de placeres.

A tu hermoso dios que se dejaba adorar rebajando tu dignidad de igual a un nivel inferior…

con un servilismo de esclava.

¿Que la mujer viva sumisa a su marido, humilde, fiel, casta?

Sí.

El hombre es la cabeza de la familia.

Pero cabeza no quiere decir déspota.

Cabeza no quiere decir caprichoso patrón, al que le es lícito disponer a su antojo no sólo del cuerpo;

sino también de la parte superior y mejor de su esposa.

“Donde tú, Cayo, allí yo, Caya”, decís.

Pobres mujeres de un lugar donde el libertinaje está, hasta en las fábulas de vuestros dioses.

Quiénes de vosotras no sois impúdicas, ni desenfrenadas…

¿Cómo podéis estar donde están vuestros esposos?

Es inevitable que quién no es una desvergonzada y corrompida, se separe con asco.

Que experimente un dolor verdaderamente atroz, como si sus fibras se desgarraran…

Que sienta pasmo, una gran turbación…

Al derrumbarse todo un culto que tenía por su marido a quién contemplaba como un dios…

Cuando descubre que a quién adoraba como una deidad;

es un ser miserable, dominado por el instinto brutal.

Y que es licencioso, adúltero, disipado, atolondrado, indiferente, que se burla de los sentimientos y la dignidad de su esposa.

Valeria aumenta su llanto y Jesús continúa…

–                No llores.

Yo también sé todo…

Todo lo sé, sin necesidad de centuriones que me lo informen.

No llores mujer.

Mejor aprende a amar a tu esposo ordenadamente. 

Cuando ames a Dios primero que a tu esposo, dejarás de sufrir.

Valeria responde sollozando:

–               Ya no puedo amarlo.

Ya no lo merece.

Lo desprecio.

No me rebajaré a mí misma imitándolo, pero ya no lo puedo amar.

Todo ha acabado entre nosotros.

He dejado que se marchara sin tratar de retenerlo…

En el fondo, es la única vez que le agradezco que se haya ido.

No volveré a buscarlo.

Al caerse la venda de mi adoración por él, ahora puedo recordar y juzgar sus acciones…

¿Acaso fue alguna vez un verdadero compañero mío?

Nunca fué mi compañero.

¿Estaba acaso al lado de mi corazón, cuando yo lloraba al deber seguirlo aquí, dejando a mi madre enferma y a la patria;

recién casada y próxima a dar a luz?

Él, frívolo, se reía con sus amigos…

Se reía de mis lágrimas y mis náuseas, avisándome sólo de que no le manchara la túnica.

¿Acaso estuvo a mi lado, cuando me moría de nostalgia por mi patria y por mi madre?

No.

Él estaba con sus amigos, en banquetes donde mi estado no me permitía ir.

¿Estaba acaso a mi lado, en mis nostalgias por estar en patria ajena?

No.

Siempre afuera con los amigos, en los festines a los que mi estado no me consentía ir…

Yo siempre estuve sola.

¿Estaba acaso, inclinado conmigo hacia la cuna de la recién nacida?

Se echó a reír, cuando le mostraron a su hijita y borbotó:

‘Estoy tentado de tirarla al suelo.

No me eche el yugo matrimonial, para tener hijas…’

No estuvo presente en la purificación, diciendo que era una “inútil pantomima”

Y dado que la pequeñuela lloraba, dijo al salir:

“Ponedle por nombre Libitina y que esté consagrada a la diosa”

Cuando Fausta agonizaba…

¿Acaso compartió conmigo mis angustias?

¡NO!

La noche que precedió a tu llegada, él se pasó en la casa de Valeriano, en un banquete…

Pero yo lo amaba.

Era mi dios, como lo dijiste.

Todo me parecía bueno y justo en él.

Me permitía que lo amara…

Era la más sumisa esclava de sus caprichos.

Me concedía un privilegio al amarlo…

Y yo era para sus deseos, la esclava más esclava.

¿Sabes por qué me ha rechazado?

–               Lo sé.

Porque en tu carne se había despertado el espíritu y ya no eras hembra, sino mujer.

Porque en tu cuerpo surgió el alma.

Y dejaste de ser un objeto para su deleite, para ser la esposa.

–                       Es verdad.

Quise hacer de mi hogar, un hogar virtuoso…

Empecé a practicar, todo lo que aprendía de Tí…

Quise compartirlo con él.

Y sólo…

¡¿Cuál fue su respuesta?!…

Logró obtener del cónsul que se le mandase a Antioquia y me ordenó que no lo siguiese.

Pero se llevó a sus esclavas favoritas…

¡Oh, no iré detrás de él!

Era la más sumisa esclava de sus caprichos.

¡Pero ya NO…!

¡Oh, no lo seguiré!

Tengo a mi hija.

Tengo todo.

–              ¡No!

No tienes todo.

Tienes una parte…

Una pequeña parte del Todo;

lo necesario para ser virtuosa.

El Todo es Dios.

Tu hija no debe ser para ti razón de injusticia respecto al Todo;

antes bien, de justicia.

Por ella y con ella, tienes el deber de ser virtuosa.

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