767 El Sacramento del Matrimonio6 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

531f  Valeria y el divorcio.

Jesús continúa con su lección a Valeria… 

Diciendo: 

              “No, en mi religión no existirá el divorcio.

Y aquel que estipule divorcio civil para contraer nueva unión, será adúltero y pecador.

La ley humana no modificará mi Decreto.

El matrimonio en mi religión ya no será un contrato civil,

una promesa moral hecha y sancionada en presencia de testigos designados para tal fin.

Será un indisoluble vínculo corroborado, soldado y santificado,

por el poder santificador que Yo le daré, convertido en Sacramento.

Para que comprendas:

Será un Rito Sagrado.

Poder que ayudará a practicar santamente todos los deberes matrimoniales,

pero que será también sentencia de indisolubilidad del vínculo.

Hasta ahora, el matrimonio es un mutuo contrato natural y moral entre dos de distinto sexo.

Desde el amanecer de mi ley, el matrimonio se extenderá al alma de los cónyuges.

Vendrá a ser pues, también contrato espiritual, sancionado por Dios a través de sus ministros.

Ahora bien, tú sabes que nada es superior a Dios.

Por tanto, lo que Él haya unido, nunca autoridad alguna, ley o capricho humanos, podrán desunir.

El “donde tú, Cayo, yo, Caya”, de vuestro rito se perpetúa en el más allá en el nuestro.

En mi rito, porque la muerte no es final;

sino separación temporal del esposo de su esposa…

El deber de amar persiste después de la muerte.

Por esto digo que quisiera castidad en los viudos.

Pero el hombre no sabe ser casto.

Y también por eso digo que los cónyuges tienen el deber recíproco de mejorarse el uno al otro.

No menees la cabeza.

Así es este deber.

Y hay que cumplir con el deber, si hay verdadera voluntad de seguirMe.

–                ¡Te muestras duro hoy, Maestro!

–                 No.

Es que soy Maestro.

Y tengo frente a mí a una criatura que puede crecer en la vida de la Gracia.

Si no fueras cual eres, te impondría menos.

Pero tú tienes buen temple.

El sufrimiento depura y templa cada vez más tu metal.  

Un día me recordarás y me bendecirás, por haber sido como Soy.

–                Mi marido no volverá sobre sus pasos…

–               Tú irás, adelante.

Llevando de la mano a la inocente, caminarás por el camino de la Justicia.

Sin odio, sin venganza;

pero también sin esperas inútiles ni añoranzas por lo que se ha perdido.

–                ¡Entonces sabes que lo he perdido!

–                Lo sé.

Pero no tú:

Es él el que te ha perdido a ti.

No te merecía. .

Ahora escucha…

Es duro.

Sí.

Me has traído rosas y sonrisas inocentes para consolarMe…

Yo…

No puedo hacer otra cosa, sino prepararte a llevar la corona de espinas de las esposas abandonadas…

Pero reflexiona.

Si pudiera retroceder el tiempo y llevarte nuevamente a aquella mañana en que Fausta agonizaba…

Y tu corazón fuera puesto en la condición de elegir entre tu hija y tu marido, debiendo perder con seguridad a uno de los dos…

¿Qué elegirías?…

La mujer reflexiona, pálida pero sufriendo con fortaleza;

después de las pocas lágrimas derramadas al principio del diálogo…

Luego se inclina sobre la pequeñuela, que se ha sentado en el suelo y se divierte poniendo florecillas blancas,

todo alrededor de los pies de Jesús.

La recoge, la abraza y grita:

–                    ¡La elegiría a ella, porque a ella puedo darle mi propio corazón…

Y criarla como he aprendido que se debe vivir!

¡Mi hija!

Y estar unidas incluso en el más allá.

¡Siempre su madre yo, siempre mi hija ella!

Y la cubre de besos, mientras la pequeñuela se abraza a su cuello, toda amor y sonrisas.  

Valeria pregunta: 

–                  Dime…

¡Oh dime, Maestro que enseñas a vivir como héroes!

¿Qué…?

¿Cómo debo criarla para estar las dos en tu Reino?

¿Qué palabras, que hechos enseñarle?…

–                No se necesitan palabras ni hechos especiales.

Sé perfecta para que ella refleje tu perfección.

Ama a Dios y al prójimo para que ella aprenda a amar.

Vive en la Tierra con tus afectos en Dios.

Ella te imitará.

Por ahora, así.

Más tarde, el Padre mío, que os ha amado de manera especial;

pondrá los medios para satisfacer vuestras necesidades espirituales y os haréis sabias en la fe que llevará mi Nombre.

Esto es todo lo que hay que hacer.

En el amor a Dios encontrarás todo freno contra el Mal.

En el amor al prójimo tendrás ayuda contra el abatimiento de la soledad.

Y enseña a perdonar.

A ti misma…

Y a tu hija. 

¿Comprendes lo que quiero decir?

–                  Comprendo…

Es cabal…

Maestro, te dejo.

Bendice a una pobre mujer…

Que es más pobre que una mendiga cuyo compañero le sea fiel…

–                 ¿Dónde estás ahora?

¿En Jerusalén?

–                 No.

En Béter.

Juana, que es muy buena, me ha mandado a su castillo…

Arriba sufría demasiado…

Estaré allí hasta que vaya Juana a Jerusalén;

o sea, hasta dentro de poco.

Va a bajar a Judea con tu Madre y las otras discípulas, con las primeras benignidades de la primavera.

Después estaré con ella una temporada.

Luego vendrán las otras y yo iré con ellas.

Pero el tiempo ya habrá medicado la herida.

–                El tiempo…

Y sobre todo, Dios y la sonrisa de tu niña.

Adiós, Valeria.

Que el Dios verdadero, que tú buscas con espíritu bueno, te conforte y proteja.

Jesús pone la mano encima de la cabeza de la pequeñuela, bendiciendo.

Luego se acerca a la puerta cerrada y pregunta:

–                  ¿Has venido sola?

–                  No.

Con una liberta.

El carro me espera en el bosque de antes del pueblo.

¿Nos volveremos a ver otra vez, Maestro?

–                   Para la Dedicación estaré en Jerusalén, en el Templo.

–                   Allí estaré, Maestro.

Tengo necesidad de tus palabras para la nueva vida…

–                   Ve tranquila.

Dios no deja sin ayuda a quien lo busca.

–                    Creo…

¡Oh, es verdaderamente triste nuestro mundo pagano!

–                    La tristeza se halla dondequiera que no haya verdadera vida en Dios.

También en Israel se llora…

Es porque ya no se vive en la Ley de Dios.

Adiós.

La paz sea contigo.

La mujer hace una profunda reverencia e insinúa algo a la niña.

La pequeñuela levanta la cara, alarga sus bracitos…

Y repite:

–                  ¡Ave. Domine Jesus!

Jesús se inclina y recoge a flor de labios el beso inocente que ya se forma en la boquita.

Y la bendice una vez más…

Luego entra otra vez en la habitación.

Pensativo, se sienta junto a las flores que están desparramadas en el suelo. 

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