Archivos diarios: 13/04/23

772 Una Conversión Inmediata

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

532c Una prostituta enviada a tentar a Jesús.

Jesús que al principio estaba muy severo y cada vez ha ido adquiriendo un tono más suave, aunque permaneciendo tan…

Dios como para excluir cualquier malentendido por debilidad de la carne…

Y también cualquier error de valoración respecto a su bondad.

Ahora calla.

Mira a la mujer, que ha estado todo este tiempo en pie, pero inclinada;

cada vez más encorvada, a unos dos metros de Él.

Y que a mitad de sus palabras se ha llevado las manos a la cara;

apretando contra el velo, dos hermosas manos que sobresalen del manto oscuro, adornadas con hermosos anillos.

Lleva pulseras en las muñecas, desnudos los brazos hasta el codo.

La mujer llora en silencio, porque no se perciben ni sollozos ni convulsiones.

Vestida de oscuro, está tan inmóvil que parece una estatua.

De repente cae de rodillas y se arrebuja en el suelo.

Entonces sí llora abiertamente, sin miedo a que se le vea.

Y luego permaneciendo así, como una piltrafa tirada por el suelo,

por primera vez se escucha su voz entrecortada.

Ella gime:

–              ¡Es verdad!

Eres verdaderamente un profeta.

Todo es verdad.

Me pagaron para esto.

Pero me habían dicho que se trataba de una apuesta.

Que ellos te descubrirían en mi casa…

Pero también cerca de Ti…

Jesús la interrumpe:

–             Mujer.

Quiero oír solamente tus culpas.

–              Es verdad.

No tengo derecho a acusar a nadie, porque soy un estercolero de inmundicia.

Todo…

Todo lo que has dicho es verdad.

No soy feliz…

No gozo de las riquezas, de los festines, de los amores…

Me ruborizo al pensar en mi madre…

Tengo miedo de Dios y de la muerte…

Odio a los hombres que me pagan.

Todo lo que has dicho es verdad.

Pero no me arrojes de tu Presencia, Señor.

Nadie…

Nunca, después de mi madre, me ha hablado como Tú.

Tú incluso, me has hablado con más dulzura que mi madre;

que en los últimos días fue muy dura conmigo, por mi conducta…

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Para no seguir oyéndola, huí a Jerusalén…

Pero Tú…

Tu dulzura es como si fuese nieve sobre el fuego que me devora.

Un fuego que se atenúa…

Es más, es un fuego distinto.

Era fuego ardiente, pero no daba ni luz ni calor:

yo estaba como el hielo y en las tinieblas.

¡Por mi rebeldía, ¡Oh, cuánto he querido sufrir..!

¡Cuántos dolores inútiles y malditos, me he dado yo misma!

Señor, te dije a través de la puerta entreabierta, que era una desdichada y que tuvieras compasión.

Era mentira.

Que buscara tu piedad…

Eran las palabras de falsedad que me enseñaron para decírtelas, para hacerte caer y llevarte a la trampa.

Me dijeron que después mi belleza haría el resto…

¡Mi belleza!

¡Mis vestidos!

La mujer se pone de pie…

Es alta.

Se desprende bruscamente de su velo y de su manto,

Y se deja ver en su extraordinaria belleza de moreno castaño y carne blanquísima:

Su piel sedosa parece de alabastro.

Tiene el cabello castaño muy oscuro, casi negro.

Sus ojos son grandes, castaños y bellísimos.

Lavados por el llanto…

Tienen una mirada de inocencia asombrada. que es extraño ver en las mujeres de su clase.

Repentinamente la mujer desgarra y pisotea la tela del manto.

Rompe el velo, arranca las fíbulas preciosas del uno y del otro y las tira.

Se quita todas las joyas y las arroja al suelo.

Su preciosa faja, tiene igual destino.

El precioso cinturón corre la misma suerte.

Y lo mismo un broche que sujetaba con arte la tela del vestido en el pecho.

Saca anillos y pulseras;

se agarra los rizos llenos de horquillas brillantes, adornadas con perlas, se los arranca y despeina…

Lanza lejos los adornos de la cabeza, para borrar el artificio;

enardecida por una furia de sacrificio que llega a producir miedo.

La gargantilla con piedras preciosas que tiene en el cuello, que es arrancada con violencia…

Se desgrana y cae al suelo.

El pie calzado con sandalias adornadas, pisotea las gemas y las tritura.

Y todo lo hace, mientras repite:

–               ¡Fuera!

¡Fuera!

¡Fuera!

¡Malditas cosas!

¡Fuera!

Vosotros y quienes me las han dado.

¡Largo de aquí, belleza!

¡Adiós, piel de jazmín!

¡Adiós cabellos!…

Rápida, toma una piedra aguda que se ve en el suelo y se golpea con ella en la cara, en la boca.

Con las uñas se rasga la piel del cuerpo.

La sangre brota de las heridas…

Los lugares golpeados se hinchan…

Y todo esto repitiendo en voz baja, jadeante:

–                   ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!

Cosas malditas. ¡Fuera!

Hasta que su furia se aplaca.

Y jadeante, exhausta, agotada, desfigurada, despeinada, lacerada…

Con sus vestidos manchados por la sangre, por la tierra y por el polvo.

Se arroja al suelo a los pies de Jesús.

Y gimiendo, implora:

–               Ahora puedes perdonarme si ves mi corazón.

Porque no existe más mi pasado…

¡Has vencido, Señor!

A tus enemigos y mi carne.

Contra mí misma…

Por piedad, perdóname mis pecados.

–            Ya te había perdonado cuando vine a tu encuentro.

Levántate y no peques más.

–             Dime qué debo hacer.

Y lo haré.

–             Aléjate de los lugares donde pecabas.

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De los que te conocen.

Tu madre…

–            ¡Oh, Señor mío!

¡Ya no me recibirá!

Me odia porque por mi causa, murió mi padre, maldiciéndome…

–           Si te recibe Dios, que es Dios.

Y te acoge porque es Padre…

¿No puede tu madre acogerte?

¿Tu madre que te engendró y que es mujer como tú?

Humildemente ve a su casa.

Llora a sus pies, como has llorado a los míos.

Dile todo lo que ha pasado…

Ve humildemente donde ella.

Confiésate a ella como has hecho conmigo.

Manifiéstale tu dolor.

Cuéntale tus sufrimientos.

Invoca su compasión.

Hace años que está esperando este momento…

Tu madre lo espera para morir en paz.

Sufre sus palabras de amoroso reproche, como has soportado las mías…

Yo, para ti era un extraño.

Y a pesar de todo me has escuchado.

Ella es tu madre.

Y por eso tienes la doble obligación, de oírla con respeto.

–             Eres el Mesías.

Eres más que una madre.

–             Ahora lo dices.

Cuando viniste a tentarme, no lo sabías.

Y con todo, oíste mis palabras.

–             Eres muy diferente de todos los hombres…

Eres tan Santo…

¡Oh, Jesús de Nazareth!

–            Tu mamá es santa, como mi Madre y como creatura.

Por sus oraciones has encontrado misericordia ante Dios.

¡La madre siempre es santa!

Y Dios quiere que se honre a la madre.

–              Yo le quité la honra.

La he mancillado.

Toda la población sabe lo que soy.

–             Con mayor razón debes ir a decirle:

‘¡Madre, perdóname!’

Para consagrarle tu vida.

Para compensarla por las penas que por ti ha experimentado.

Para reparar las aflicciones que por ti ha sufrido.

–              Así lo haré.

Pero… ¡Señor!

¡No me devuelvas a Jerusalén!

Ellos me están esperando y no sé si pueda resistir sus amenazas.

Y…

–            Espera un momento…

Jesús se levanta, va a la puerta de la cocina, llama pidiendo que le abran.

Y ordena:

–                Elisa, sal.

Ven conmigo.

Elisa obedece.

Jesús la lleva a donde está la mujer, que al ver venir a otra mujer mayor, tiene un movimiento de vergüenza.

Y trata de taparse la cara, cubriendo su cuerpo y su vestido provocativo;

con los pedazos desgarrados del velo y del manto.

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Jesús dice:

–                       Óyeme muy bien Elisa.

Me voy ahora mismo de esta casa.

Dirás a mis discípulos, que se reúnan conmigo al amanecer, en la Puerta de Herodes.

Todos;

menos Judas de Keriot, que debe venir conmigo.

Llevarás a esta mujer a dormir contigo.

Puedes ocupar mi cama, porque Yo no regresaré a Nobe por mucho tiempo…

Mañana cuando Juan se levante, tú y él acompañaréis a esta mujer a donde os dijere.

Le darás un vestido cualquiera y un manto de los tuyos.

Y la ayudaréis en todo.

Elisa responde:

–             Está bien Señor.

Se hará cómo has dicho.

Me desagrada por Juan…

–                       A Mí también.

Quería complacerlo y que estuviese contento;

pero el odio de los hombres impide al Hijo del hombre dar una hora de fiesta a un justo…

Que Yo también tenga una hora de regocijo…

-–           ¿Y después, Señor?

–             ¿Después?

Puedes volver a Betsur.

Y esperar…

Luego puedes regresar aquí, en espera de mis notificaciones…

Hasta pronto Elisa.

Mi bendición y mi Paz estén contigo.

Se vuelve hacia la mujer diciendo:

–               Adiós, mujer…

Te confío a una madre y a un hombre justo.

Pero, si crees que debes volver para recoger tus bienes…

Ella niega rotunda:

–             No.

Ya no quiero tener nada que ver con el pasado.

Elisa protesta:

–            Pero ¡Óyeme!

No vas a dejar todo tirado.

¡No podrás dejar todo abandonado!

¿No tienes siervos?

¿No tienes familiares?

–             No tengo más que una esclava.

Y…

–            Tendrás que dejarla libre.

Tendrás…

Hay una verdadera angustia en la mujer…

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Palpitando en la voz femenina,

al decir:

–             Te ruego que lo hagas tú, cuando regreses.

Ayúdame a que me cure del todo.

Elisa trata de tranquilizarla:

–               Sí, hija mía. Sí.

No te angusties.

No te acongojes…

Mañana pensaremos en todo.

Resolveremos todas las cosas.

Ahora ven conmigo, allá arriba.

Elisa la toma de la mano y la guía por la escalera a uno de los dos cuartos superiores.

Luego, rápidamente baja.

Y dice:

–           He pensado que convenía que todos te vieran sin ella, Señor.

Y que no sepan dónde está.

Estas joyas…

Se inclina a recoger anillos, pulseras, fíbulas, horquillas y cinturón.

Y todas las cuentas que puede del collar roto…

Pregunta:

¿Qué haremos con esto, Señor?

Jesús confirma:

–              Ven conmigo.

Tienes razón.

No conviene que me vean con ella….

Entran en la cocina.

Todos miran interrogantes a Jesús…

Despertado por la polémica, se ha levantado también el anciano Juan…

Que se acerca…

Jesús dice:

–              Elisa, da esas cosas preciosas a Tomás.

Se vuelve hacia su apóstol,

indicando:

–                Y Tú Tomás…

Mañana las venderás a algún orfebre.

Servirán para los pobres.

Los mira a todos y contesta a la muda interrogante plasmada en todos los rostros….

–                   Sí, son joyas de una mujer.

De esa mujer

Y ésta es la respuesta para quien piensa que la carne de una mujer,

pueda tentar al Hijo del Hombre y desviarlo de su Misión.

También es el consejo que doy a todos los que me odian.

Es inútil todo lo que hagan para encontrar con qué acusarMe.

Todos lo miran asombrados y apesadumbrados…

Jesús se despide:

–              Juan, Elisa te dirá lo que tienes que hacer.

Juan de Nobe pregunta:

–             ¿Te vas y me dejas Señor?

El viejecito está afligido.

–              Tengo que irme.

Adiós.

La paz sea contigo.

Yo te bendigo…

Y volviéndose a los apóstoles, agrega:

–              Id todos a acostaros  menos tú Judas de Keriot, que vendrás conmigo.

Judas replica:

–             ¿A dónde?

Y ¿De noche?…

–              A orar.

No te va a perjudicar.

¿O temes al aire nocturno, si estás junto a Mí?

Judas inclina la cabeza y toma de mala gana su manto.

Jesús toma el suyo y dice:

–             Mañana los espero al amanecer en la Puerta de Herodes.

Iremos al Templo y…

Todos los apóstoles protestan:

–              ¡¡No!!

El ‘No’ es unánime.

El de Judas es el más fuerte.

Jesús insiste:

–               Iremos al Templo.

Judas, ¿No dijiste que los habías convencido de que me dejaran en paz?

Judas responde:

–              Cierto.

–              Entonces iremos al Templo.

Ven.

Y se dirige a la puerta para salir.

Pedro suspira:

–                       Y así se acaba una fiesta, que habíamos preparado…

Santiago de Zebedeo, le responde:

–                        Terminada antes de empezar, deberías decir.

Jesús está ya en el umbral de la puerta.

Se vuelve y bendice.

Luego desaparece en la noche.

En la cocina, todos se han quedado mudos.

Hasta que Mateo pregunta a Elisa:

–               ¿Pero y qué es lo que ha pasado?

Elisa responde:

–                 No lo sé.

Había una mujer que lloraba.

Y Él ha dicho lo que os ha dicho luego a vosotros.

No sé ni quién es, ni de dónde ni por qué ha venido…

–                  Bien.

Vamos…

Y menos Mateo y Bartolomé, que duermen en la casa, se marchan todos.