774 Parábola de los Trabajadores de la Viña8 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

534 Enseñanzas y curaciones en la sinagoga de los libertos romanos

La sinagoga de los romanos está justo enfrente del Templo, en la parte opuesta, cerca del Hípico.

Mucha gente está esperando a Jesús.

Cuando apenas se le ve por la entrada de la calle, lo señalan y las mujeres corren a su encuentro.

Jesús viene con Pedro y Judas Tadeo.

Valeria lo saluda:

–               Salve Maestro.

Te doy las gracias por haberme escuchado y hayas aceptado mi petición.

¿Entras ahora en la ciudad?

Jesús contesta:

–               No.

Desde hora temprana  estoy en ella.

Ya fui al Templo.

–               ¿Al Templo?

¿No te llenaron de injurias y te ofendieron?

–               No.

Era muy temprano y nadie me esperaba.

–              Te mandé llamar por eso.

Y también porque aquí hay muchos gentiles que quieren oírte hablar.

Hace días que van al Templo a esperarte, pero se burlan de ellos y hasta los amenazan…

También ayer estuve allí y comprendí que te esperan para injuriarte y ofenderte.

Despaché mensajeros a todas las puertas para que te avisaran…

Con el oro todo se obtiene…

–              Te lo agradezco.

Pero Yo, Rabí de Israel, no puedo subir al Templo.

¿Estas mujeres quiénes son?

–                Mi liberta Tusnilde.

Dos veces bárbara, Señor.

De los bosques de Teotuburgo.

Botín de esas imprudentes avanzadas que tanta sangre han costado.

Mi padre se la regaló a mi madre…

Y ella a mí, para mi boda.

De sus dioses a los nuestros.

De los nuestros a Tí, porque ella hace lo que yo hago.

Es muy buena.

Las otras son las mujeres de los gentiles que te esperan.

De todas las regiones.

La mayor parte enfermas.

Han venido con las naves de sus maridos.

–                Entremos a la sinagoga.

El sinagogo erguido de pie en el umbral de la puerta, se inclina y se presenta:

–               Matatías Sículo, Maestro.

A Ti, alabanza y bendiciones.

Jesús contesta:

–               La paz sea contigo.

–               Entra.

Cierro la puerta, para estar tranquilos.

Tanto es el Odio, que los tabiques son ojos y las piedras orejas, para observarte y denunciarte, Maestro.

Quizás son mejores estos que, con tal de que no se toquen sus intereses, no se meten con nosotros.

Dice el anciano arquisinagogo, mientras va caminando al lado de Jesús…

para llevarlo a través del patio, hasta una amplia estancia, que es la entrada a la sinagoga.

Jesús dice:

–              Matatías, curemos primero a los enfermos.

Su fe es digna de su premio.

Y pasa de una a otra mujer imponiendo las manos.

Algunas están sanas, pero el enfermo es el hijito que tienen en brazos…

Jesús lo cura.

Y pasa con ellos imponiéndoles las manos y sanando.

Los milagros llenan de alegría y alabanzas el lugar…

Y los corazones de Fe.

Una es una niña paralizada completamente;

que una vez curada,

grita:

–                 ¡Sitaré te besa las manos, Señor!

Jesús, que ya había pasado adelante, se vuelve sonriendo…

Y pregunta:

–                ¿Eres sira?

La madre explica:

–                 Fenicia, Señor.

De allende Sidón.

Estamos en las orillas del Tamiri.

Tengo otros diez hijos y otras dos hijas, una de nombre Sira y la otra Tamira.

Y Sira es viuda, a pesar de ser poco más que una niña.

Así que siendo ya libre, se ha establecido en casa de su hermano, aquí en la ciudad.

Y es seguidora tuya.

Ella nos dijo que Tú lo podías todo».

–               ¿No está aquí contigo?

–                Sí, Señor.

Está ahí, detrás de esas mujeres.

Jesús la mira y ordena:

–                Acércate.

La mujer, temerosa, avanza entre el grupo de mujeres.

Jesús la conforta:

–                 No debes tener miedo de Mí si me amas.

Ella tímida, responde:

–                Te amo.

Por eso he dejado Alejandroscene.

Porque pensaba que te podría oír otras veces y…

Que aprendería a aceptar mi dolor…

Llora.

–               ¿Cuándo te has quedado viuda?

–               Al final de vuestro Adar…

Si hubieras estado, Zeno no habría muerto.

Él lo decía…

Porque te había oído hablar y creía en Tí.

Jesús responde a la viuda con la esperanza de su reunión con su esposo en el Cielo…

Y enseña la lección de la parábola de los Trabajadores de la Viña…

La Voz del Maestro se expande hasta el último rincón de la sinagoga…

Como un bronce divino, resuena tocando los corazones de sus anhelantes oyentes…

Jesús afirma contundente:

–              Entonces no está muerto, mujer.

Porque quien cree en Mí vive.

La verdadera vida no es este día en que vive la carne.

La vida es aquella que se obtiene creyendo y yendo en pos de quien es Camino, Verdad y Vida.

Y obrando según su palabra.

Aunque este creer y seguir fuera durante poco tiempo.

Y obrar por poco tiempo.

Un tiempo pronto truncado por la muerte del cuerpo, aunque fuera un solo día, una sola hora…

En verdad te digo que esa criatura no conocerá ya la muerte.

Porque el Padre mío y de todos los hombres no calculará el tiempo transcurrido en mi Ley y Fe;

«La santidad es hacer siempre con alegría la Voluntad de Dios. Para eso es necesaria la fidelidad a sus deseos. Y es esta fidelidad, la que hace los santos.» Teresa de Calcuta

sino la voluntad del hombre de vivir hasta la muerte en esa Ley y Fe.

Yo prometo la Vida eterna y quien cree en Mí y obra según lo que digo:

Amando al Salvador, propagando este amor, practicando mis enseñanzas durante el tiempo que se le conceda.

Los obreros de mi viña son todos aquellos que vienen y dicen:

«Señor, recíbenos entre tus obreros»

Y en esa voluntad permanecen hasta que el Padre mío juzga terminada su jornada.

En verdad, en verdad os digo que habrá obreros que habrán trabajado una sola hora, su última hora.

Y que tendrán más inmediato el premio, que aquellos que hayan trabajado desde la primera hora,

pero siempre con tibieza, movidos al trabajo únicamente por la idea de no merecer el infierno.

O sea, movidos por el miedo al castigo.

No es éste el modo de trabajar que mi Padre premia con una gloria inmediata.

Es más, a estos calculadores egoístas, que sienten el apremio de hacer el bien,

sólo el bien estrictamente necesario, por no atraerse una pena eterna…

El Juez eterno les dará una larga expiación.

Deberán aprender, a expensas de sí mismos, con una larga expiación, a darse un espíritu solícito en amor.

Y en amor verdadero, orientado todo a la gloria de Dios.

(Recordamos aquí que el dolor de atrición, o sea, cumplir los Mandamientos por temor a no condenarse…

Es válido para salvarse.

Aunque el dolor de contrición, o sea, aquel que nos mueve a cumplir los Mandamientos por amor a Dios;

que como Suma Bondad, no se merece que lo ofendamos; 

hiriendo con el pecado su Sacratísimo Corazón.

Es mucho más perfecto).

Y os digo también que en el futuro, muchos serán, especialmente entre los gentiles,

los que estarán entre los obreros de una hora e incluso de menos de una hora.

Y que serán gloriosos en mi Reino;

porque en esa única hora de respuesta a la Gracia, que los habrá invitado a entrar en la viña de Dios;

habrán alcanzado la perfección heroica de la caridad.

Ten pues buen ánimo, mujer.

Tu marido no está muerto sino que vive.

No lo has perdido;

solamente está separado de ti un tiempo.

Ahora tú, como esposa que no hubiera entrado todavía en casa del esposo,

debes prepararte para las verdaderas nupcias inmortales con aquel que lloras.

¡Oh, dichosas nupcias de dos espíritus que se han santificado y que se unen de nuevo, para siempre;

en donde no existe ya la separación, ni el temor del desamor ni las penas;

en donde los espíritus exultarán en el amor de Dios y en el amor recíproco!

La muerte para los justos es verdadera vida, porque ya nada podrá amenazar la vitalidad del espíritu.

O sea, su permanencia en la Justicia.

Lo caduco no lo llores ni lo añores, Sira.

Levanta tu espíritu y ve las cosas con justicia y verdad.

Dios te ha amado, salvando a tu consorte del peligro de que las obras del mundo destruyeran su fe en Mí.

Jesús calla.

Y la mira sonriente…

Ella le contesta:

–               Me has consolado, Señor.

Viviré como dices.

Bendito seas Tú y contigo el Padre tuyo, eternamente.

Los que llenan la amplia estancia están como hechizados.

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