777 El Esclavo de Todos…7 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

535 Judas de Keriot es llamado a informar a casa de Caifás.

Excepto Jesús, Pedro, Tadeo y Tomás…

Los otros nueve, se dirigen al barrio de Ofel.

La gente que hay por las calles no es el gentío de las fiestas de Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, sino la gente de la ciudad.

Se conoce que las Encenias no eran muy importantes y no requerían la presencia de los hebreos en Jerusalén.

Solamente los que coincidían en la ciudad o los venidos de los pueblos cercanos, estaban en Jerusalén y subían al Templo.

Los demás, bien por la época del año, bien por el carácter propio de la fiesta, se quedaban en sus ciudades y en sus casas.

Hablan unos con otros afablemente, dialogando acerca de todos los hechos ocurridos en el tiempo en que han estado separados.

Al parecer ya han visto al Maestro en el Templo, porque no se extrañan de su ausencia.

Los apóstoles y los discípulos van caminando muy despacio, cerca de las murallas de Jerusalén.

Judas viene detrás de todos, haciendo de orador a un pequeño grupo de discípulos llenos de buena voluntad.

Unos judíos que siguen al grupo, pero sin mezclarse con él, lo llaman por su nombre.

La segunda vez, Judas mueve los hombros, pero no voltea.

Pero a la tercera, lo tiene que hacer;

porque uno de ellos se acerca y lo toma del brazo, obligándolo a detenerse.

Y le dice:

–              Ven aquí por un momento.

Tenemos que hablarte.

Tajante y seco, Judas responde:

–               No tengo tiempo, ni puedo.

Andrés, que está junto a él, le dice:

–               Ve.

Ve con ellos.

Te esperamos…

Mientras que no veamos a Tomás, no podemos dejar la ciudad.

–               Está bien.

Seguid.

Cuando se queda solo, pregunta al que lo importunó:

–          ¿Y entonces?

¡Qué!…

¿Qué se te ofrece?

¿Qué queréis?

¿No podéis dejar de molestarme?

El hombre le dice:

–              ¡Oh! ¡Oh!

¡Qué aires que te das!

¡Oh, Cuánta importancia te das!

Pero cuando te llamamos para darte dinero, entonces sí que no te molestamos.

¡Eres un soberbio lleno de pedantería!

Pero hay alguien que te puede bajar los humos…

Para volverte humilde.

¡Recuérdalo!

–                 Soy un hombre libre y…

–                No.

No lo eres

Libre es al que de ningún modo podemos hacer esclavo.

Y tú conoces su Nombre…

¡Tú!…

¡Tú eres esclavo de todo y de todos!… 

Y en primer lugar de tu orgullo.

En pocas palabras:

¡Ay de tí, si no vienes antes de la hora sexta, (12.00 P.M.) a la casa de Caifás!

¡Ya te puedes componer!…

¡Ay de ti!

¡Considéralo!

Un “¡ay de ti!” verdaderamente amenazador.

Es un ¡Ay! verdaderamente milagroso…

Judas ofrece:

–            ¡Bueno, está bien!

Iré.

Pero mejor para vosotros sería dejarme tranquilo, si queréis…

–             ¿Qué cosa?

No haces más que prometer…

Pero en la realidad…

Nada.

¡Vendedor de promesas!

¡Inútil…!

Judas se desprende de un tirón del que lo tenía asido de la manga…

Y al correr dice:

–            Hablaré cuando esté allí.

Alcanza al grupo de los apóstoles.

Y durante todo el tiempo, está con un aspecto torvo, pensativo y de mal humor.

Andrés solícito, le pregunta preocupado:

–               ¿Malas noticias?

¿No?…

¡Eh!

Tal vez tu madre…

Judas, que al principio lo miró mal, predispuesto a darle una agria y dura respuesta…

Lo piensa mejor y…

Cortésmente Judas responde:

–              Es verdad.

Pocas buenas noticias.

En realidad, fueron muy malas.

¿Sabes?

La estación…

Ahora he recordado una orden del Maestro.

Si ese hombre no me hubiera detenido, me habría olvidado hasta de ella.

Me recordó el lugar donde vive y recordé el encargo.

Bueno, cuando vaya al encargo, iré también  la casa de ese hombre.

Y me informaré mejor…

Andrés, tan sencillo y honesto como es, está muy lejos de sospechar que su compañero pueda mentir.

Le dice afanoso:

–              ¡Pues ve!

Vete al punto.

Yo se lo digo a los demás.

¡Vete! ¡Vete!

Así te quitas esa desazón y ansiedad…

–              No, no.

Tengo que esperar a Tomás…

Por lo del dinero, tú sabes.

Será un rato más o menos…

Qué más da.

Los demás, que se habían detenido a esperarlos, los ven venir.

Y cuando los alcanzan…

Andrés dice preocupado:

–               Judas ha tenido malas noticias.

Judas reafirma:

–               Es verdad.

Pero cuando vaya al encargo, me enteraré mejor…

Bartolomé pregunta.

–              ¿De qué cosa?

Juan dice al mismo tiempo:

–               ¡Ved allí a Tomás que viene corriendo!

Y esto sirve para que Judas no responda.

Tomás dice agitado:

–              ¿Os hice esperar mucho?

Es que quise hacerlo bien…

Vendí todo y lo logré.

Mirad qué bonita bolsa, para los pobres.

El maestro estará contento.

Santiago de Alfeo confirma:

–             La necesitábamos.

No teníamos ni siquiera un céntimo que dar a los pobres.

Iscariote tiende la mano hacia Tomás y demanda:

–               ¡Dámela!

Tomás objeta:

–              Jesús me encargó lo de la venta.

Y tengo que entregarle el dinero en sus manos.

–              Le dirás lo que valió.

Ahora dámela que tengo prisa de irme.

–               No.

No te la puedo dar.

Jesús me dijo cuando íbamos por el Sixto: “Luego me das el dinero

Y así lo voy a hacer.

–              ¿De qué tienes miedo?

¿De qué tome algo o de que te quite el mérito de la venta?

En Jericó también vendí y bien…

Hace años que soy el encargado del dinero.

Es mi derecho.

–               ¡Oh!…

¡Oye, si quieres pelear por esto, tenla!

Cumplí con mi encargo y lo demás no me preocupa.

Tenla, tenla…

¡Hay cosas mucho más hermosas que esto!…

Y Tomás le entrega la bolsa a Judas.

Felipe objeta:

–            Bueno…

Si el Maestro ha dicho…

Santiago de Zebedeo sugiere:

–            Vámonos ahora que estamos todos juntos.

El Maestro ordenó que estuviésemos en Bethania antes de la hora Sexta.

Apenas si alcanza el tiempo…

Judas declara:

–             Entonces os dejo.

Adelantaos.

Voy y regreso.

Mateo objeta:

–             ¡No!

Después.

Él dijo muy claro: ‘Estad, todos juntos.’

–           Todos vosotros juntos.

Pero yo tengo que irme.

¡Y ahora más que sé lo de mi madre!…

Juan dice con tono conciliador:

–            La cosa se puede interpretar también así.

Sobre todo si tiene órdenes que desconocemos.

Menos Andrés y Juan, todos los demás no quieren que Judas se vaya.

Al fin ceden diciendo:

–             Está bien.

–             Vete.

–             Pero date prisa y sé prudente…

Y Judas, mientras los otros reanudan su marcha, desaparece por una callejuela que sube a la colina de Sión.

Todos los apóstoles están en grupo desde que han tenido que decidir sobre estas cosas suyas.

Es notorio que cuando los apóstoles se reúnen para debatir una cuestión, los discípulos siempre se separan con respeto.

Pasado un rato, Simón Zelote dice:

–                Pero no es así, no hemos hecho bien.

El Maestro había dicho: “Estad siempre juntos y en paz”.

Hemos desobedecido al Maestro…

Y eso me atormenta.

Mateo le responde:

–               También así lo pienso yo…

Bartolomé dice:

–                 Hagamos esto:

Despedimos a estos que nos siguen.

Desde ahora.

Sin esperar a estar en el camino de Bethania.

Y luego nos dividimos en dos grupos y esperamos a Judas:

Una parte en el camino bajo, otra parte en el camino alto;

los más rápidos en el camino bajo, los otros en el alto.

Y así llegaremos juntos.

View of the Old City Jerusalem from the Mount of Olives with olive trees in the foreground

Aunque el Maestro nos precediera, nos vería llegar juntos, porque afuera de Bethania un grupo espera al otro.

La propuesta es aceptada.

Despiden a los discípulos.

Luego van juntos hasta el lugar en que se puede torcer hacia el Getsemaní y tomar el camino alto del Monte de los Olivos…

Y el bajo que orillando el Cedrón, va también a Bethania y Jericó…

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