780 El Perjuro8 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA

535c Judas de Keriot llamado a informar a casa de Caifás.

Elquías tapa la boca a Caifás, diciendo con su flema glacial de serpiente venenosa:

–                No.

Así no.

Exageras, Caifás.

Judas ha hecho lo que ha podido.

No debes amenazarle.

En el fondo, ¿No tiene él nuestros mismos intereses?

Simón Boeto, colérico y desesperado, grita:

–            ¿¡Pero eres estúpido, Elquías!?

¿Qué yo tenga los intereses de éste?…

¡Yo quiero que a Él se le arroje!

¡Yo lo que quiero, es que Él sea aplastado!

¡Judas lo que quiere es que triunfe, para triunfar con Él…! 

¡Tú dices…!

Elquías interrumpe conciliador:

–               ¡Paz! ¡Paz!

Siempre decís que soy riguroso y muy severo.

Pero hoy soy el único magnánimo…

Se pone una careta de refinada hipocresía que no engaña ninguno de los buitres que están con él;

excepto al ambicioso y crédulo apóstol que lo mira fascinado, como ante una sierpe hipnótica…

Y agrega:

             Hay que comprender y compadecer a Judas.

Y ser indulgentes con él, que nos ayuda cómo puede…

kaa

Es buen amigo nuestro;

pero naturalmente, también lo es del Maestro.

Su corazón está afligido y acongojado…

Quisiera salvar al Maestro.

Salvarse a sí mismo y salvar a Israel…

¿Cómo pueden conciliarse ciertas cosas totalmente opuestas entre sí?

Dejémosle que hable…

Judas responde conciliador:

–               Elquías tiene razón.

Yo…

¿Qué queréis de mí?

Todavía no lo sé con precisión.

He hecho lo que he podido.

No puedo hacer más.

Todavía no lo comprendo…

Él es demasiado, muy grande para mí.

Me lee el corazón…

Y no me trata como merezco…

Soy un pecador.

Él lo sabe y me absuelve.

Si fuese menos vil debería…

Fulminarme debería, para hacerme incapaz  de causarle ningún mal.

Con voz más baja repite como para sí mismo:

“Debería matarme, para ponerme en la imposibilidad de perjudicarle”

Judas se sienta, descorazonado.

Totalmente abatido…

Con la cara entre las manos.

Los ojos fuera de sus órbitas, fijos en el vacío.

Se ve claramente que sufre por la lucha entre sus opuestos instintos.

Presa de sentimientos contrarios…

Cornelio exclama:

–             ¡Loco!

¡Ésas son fantasías!

¿Por qué crees que va a saber?

¡Eso que haces es porque estás arrepentido de haber tomado una serie de iniciativas!

¿Qué más quisiere que se sepa?

Estás así porque te arrepentiste de abrirte paso…

Judas replica:

–              ¿Y qué si así fuese?

¡Ah, si así fuera!…

¡Si estuviera realmente arrepentido y fuera capaz de permanecer en este arrepentimiento!…

Cananías grazna:

–             ¿Lo veis?

¿Lo estáis oyendo?…

¡Lástima de nuestro dinero!…

Félix les echa en cara:

–             Estamos con alguien que no sabe lo que quiere.

¡Tratamos con un pobre deficiente mental!

¡Hemos elegido a alguien que es peor que un imbécil!

Sadoc confirma:

–             ¿Imbécil?…

¡Deberías decir:

Fantoche, un títere!

Lo jala con un hilo el Galileo y se va con Él.

Lo jalamos nosotros y se viene para acá.

Judas replica:

–             ¡Oh!

Bueno…

Si sois tan buenos y más bravos que yo, arreglaos vosotros mismos.

Actuad vosotros solos.

Yo desde hoy me desentiendo…

De hoy en adelante ya no me interesa nada.

No volváis a esperar ningún aviso…

No esperéis ni un mensaje, ni una palabra.

Ya no podría dárosla…

No podré hacerlo porque ya sospecha de mí y me vigila…

Simón Boeto pregunta:

–            ¿No dijiste que te absuelve?

Nahúm confirma:

–             ¡Pero si has dicho que te absuelve!

Judas se oprime la cara con las manos y exclama:

–             Así es.

Y precisamente porque todo lo sabe.

¡TODO!

¡Todo lo sabe!

¡Oh!…

Doras le grita:

–             Entonces…

¡Lárgate de aquí, mujercilla vestida de hombre!

Todos lo acusan gritándole:

¡Pues lárgate, hembra con apariencia de hombre!

¡Mal nacido, deforme!

¡Lárgate de aquí!

¡Malnacido!

¡Bestia!

¡Desaparécete!

¡Lárgate!

¡Lo haremos nosotros!

Nos arreglaremos nosotros solos.

Guárdate de hablarle de esto a Él, porque si lo haces…

Y ten mucho cuidado…

Ten cuidado de chistarle una palabra;

porque nos las pagarás…

Cuando la gritería se calma.

Judas puede por fin, hablar.

Judas exclama gritando:

–             ¡Me voy!

¡Me voy!

¡Hubiera sido mejor no haber venido! 

De todas formas, recordad lo que ya os dije…

Se vuelve hacia dos de sus acusadores,

agregando:

–              Él ha estado con tu padre, Simón.

Él encontró a tu cuñado y también a tu primo, Elquías…

No creo que Daniel haya hablado.

Estaba yo presente y no los vi que hablaran aparte.

¡Pero tu padre!

No habló nada por lo que dicen mis condiscípulos.

Ni siquiera ha revelado tu nombre.

Se limitó a decir que su hijo lo había arrojado porque amaba al Maestro y no aprobaba tu conducta.

Pero dijo que nos veíamos.

Que voy a tu casa… 

Y podría decir lo demás.

Tecua no está en los confines del mundo…

No digáis después que yo hablé, cuando en realidad ya demasiados saben vuestros propósitos.

Y muchos conocen vuestras intenciones.

Simón Boeto hablando muy lentamente,

declara:

–             Mi padre no hablará más.

Ha muerto… 

Judas  queda espantadísimo…

Está sobrecogido y se cubre la boca con las dos manos…

Después grita:

–             ¡¿Muerto?!

¿Lo has matado …

¡Horror!

¡Para qué te dije dónde estaba!…

Simón dice con una lentitud que saca de quicio:

–             Yo  no  he  matado  a  nadie…

No me he movido de Jerusalén.

Hay muchas maneras de morir.

Lo asaltaron.

Por lo demás…

Fue su culpa.

Si se hubiera estado quieto y callado…

Todavía se le veneraría y serviría en casa de su hijo.

Judas exclama:

–             ¡Lo mandaste matar!

¡Parricida!…

Simón Boeto se defiende:

–            ¿Estás loco?

Al viejo le pegaron.

Se cayó, se pegó en la cabeza y murió…

Fue sencillamente una desgracia.

¿Te extraña que maten a un viejo…

A un viejo que va a exigir las monedas del peaje?

Además…

Fue culpa suya.

Si se hubiera quedado tranquilo, si no hubiera tenido ojos para ver, ni oídos para oír, ni lengua para censurar…

Todavía sería honrado y servido en la casa de su hijo.

Su desventura, fue que le tocó exigir el pago del puesto a un bandolero…

Judas está pálido y aterrorizado…

Aun así, acusa:

–            ¡Te conozco, Simón!

No lo puedo creer…

¡Eres un asesino!

Judas está sobrecogido…

El otro se ríe en su cara repitiendo:

–           Y tú estás delirando.

Estás viendo un delito, donde no hay más que una desgracia.

Ves crímenes en donde solo hubo una tragedia.

Tan solo ayer yo lo supe y tomé las providencias para el caso.

Ya he tomado las medidas oportunas, para vengarme y para rendir honores.

Pero si rendir honor al cadáver he podido hacerlo;

Atrapar al asesino, no.

Sin duda, fue algún bandolero que descendió del Adomín para despachar en los mercados lo que era su botín…

¿Y quién le echa el guante ya?

Judas replica desesperado:

–             ¡No lo creo…!

No lo creo.

¡Largo!

¡Me voy!

Sois, peores que los chacales…

¡Me marcho!

¡Largo!

Dejadme ir.

Recoge el manto que se le había caído y trata de salir…

Pero el decrépito Cananías extiende su mano, que parece una garra de buitre y lo detiene,

diciendo:

–          ¿Y la mujer?

Todos inquieren:

–           ¿Dónde está la mujer?

–           ¿Qué hizo?

–           ¿Qué dijo?

–           ¿Lo sabes?…

Judas está desorientado.

Pero se rehace afirmando:

–          Yo no sé nada…

Dejadme ir.

Cananías aúlla:

–           ¡Mientes!

¡Eres un embustero!

–            No lo sé.

No sé nada…

Lo juro.

Fue…

Es verdad.

Pero ninguno la vio…

Ni siquiera yo, que tuve que partir inmediatamente con el Rabí.

Tampoco mis compañeros.

Hábilmente les he preguntado…

Sólo he visto las joyas destruidas que Elisa llevó a la cocina…

Otra cosa no sé.

¡Lo juro por el Altar y el Tabernáculo!

Caifás dice:

–            ¿Y quién te va a creer?

¡Eres un vil!

¡Así como traicionas al Maestro, también puedes traicionarnos!

¡Eres un traidor!

Pero, ¡Ten cuidado!..

¡Ojo con lo que haces!

¡Estás avisado!

–             No traiciono.

Lo juro por el Templo de Dios.

Nahúm lo sentencia:

–              Eres un perjuro.

Tu cara lo dice.

Le sirves a Él, no a nosotros…

–               No.

Lo juro por el Nombre de Dios.

–             ¡Pronúncialo si te atreves a revalidar tu juramento!

Nahúm lo intimida repitiendo:

–               ¡Dilo, si te atreves, como confirmación de tu juramento!

–             ¡Lo juro por Yeové! 

Se pone de color negruzco al pronunciar el Nombre de Dios.

Tiembla.

Balbucea…

No sabe siquiera decirlo como normalmente es pronunciado.

Parece como si dijera una Y, una hache, una uve muy alargada, como si fuese terminada con una aspiración.

Reconstruirla sonaría así: “Yeocveh”

En fin, un sonido totalmente de forma extraña.

Un silencio cargado de terror cunde por toda la sala.

Los sinedristas incluso se han separado de Judas…

Pero luego Doras, Nahúm y otros…

Le dicen:

–            Repite el mismo juramento como confirmación, de que nos servirás solo a nosotros…

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: