791 El Dios Único y Trino8 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

537d En el Templo en la fiesta de la Dedicación. Jesús se manifiesta a los judíos, que intentan apedrearle.  

Jesús está hablando en el Pórtico de los Gentiles:

«Porque es la Naturaleza Divina igual.

Yo y el Padre somos una sola cosa…

En verdad, en verdad os digo:

Aquí en la Casa de mí Padre, proclamo que Soy más que un profeta…

Yo y el Padre somos Uno.

El griterío de los judíos retumba en el Templo…

Un coro escandalizado y generalizado los delata:

–                       ¡Aaah!

–                       ¡Horror!

–                       ¡Blasfemia!

–                       ¡Anatema!…

Es un aullido atronador que retumba por todo el Templo.

Y una vez más las piedras usadas por los cambistas y por los vendedores de ganado para mantener estables sus recintos,

son el abastecimiento de los que buscan armas adecuadas para agredir.

Pero Jesús se yergue con los brazos cruzados sobre el pecho.

Se ha subido encima de un banco de piedra para ser más alto de lo que ya es…

Y para ser más visible.

Y desde allí los domina con los rayos de sus ojos de zafiro.

Domina y fulgura.

Es tan majestuoso…

Que los paraliza.

En lugar de lanzarle las piedras, las dejan caer a un lado o las conservan en las manos…

Pero ya sin la audacia de lanzarlas contra Él.

Ninguno se atreve a arrojárselas.

Los gritos también mueren en un estado de turbación extraño.

Es verdaderamente Dios Quién mira en Cristo.

Y, cuando Dios refulge así…

En la Mirada de Jesús…

Hasta el hombre más arrogante y más protervo, se empequeñece y amedrenta.

Y es inevitable pensar en qué misterio se oculta, en que los judíos hayan podido manifestarse tan fieros el día de Viernes Santo…

La única respuesta es que la aniquilación de Dios fue tan absoluta,

que sólo la posesión diabólica perfecta, los hizo capaces de torturar al Dios Encarnado…

Qué misterio, en la ausencia de este poder de dominación en Cristo en aquel día.

Verdaderamente era la Hora de las Tinieblas…

La Hora de Satanás…

Y sólo ellos reinaban.

La Divinidad, la Paternidad de Dios había abandonado a su Cristo.

Y Él no era nada más que la Víctima…

Jesús está así unos minutos.

Luego sigue hablando a esta turba vendida y vil, que ha perdido toda prepotencia con sólo haber visto un destello divino…

Jesús los cuestiona:

–              ¿Y entonces?…

¿Qué queréis hacer?

Me preguntasteis Quién Soy.

Os lo he dicho…

Y os habéis puesto furiosos.

Os recordaré las obras buenas que brotan de mi Padre y que he realizado con el  Poder que me viene de Él.

¿Por cuál de estas obras me queréis apedrear?

¿Por haber enseñado la Justicia?

¿Por haber traído a los hombres la Buena Nueva?

¿Por haber venido a invitaros al Reino de Dios?

¿Por haber curado a vuestros enfermos…

Devolviendo la vista a vuestros ciegos, dado movimiento a los paralíticos, palabra a los mudos?

¿Por haber dado libertad a los poseídos;

resucitado, dando vida a los muertos;

haber hecho el bien a los pobres;

perdonado a los pecadores?

¿Amado a todos, incluso a los que me odian;

a vosotros y a quienes os envió?

¿Por cuál pues de estas obras me queréis apedrear?

Los judíos responden:

–           No es por las buenas obras que has hecho, que te queremos lapidar.

Sino por tu blasfemia;

porque Tú siendo Hombre, te haces Dios.

–           ¿No está escrito en vuestra Ley (Salmo 82, 6)

(Santo Tomás de Aquino define al hombre como«un infinito en potencia»,

precisamente porque está ordenado a hacerse lo más que pueda ‘parecido a Dios y a Dios semejante»)

«vosotros sois dioses e hijos del Altísimo»?

Ahora bien, si Dios a aquellos a quienes habló llamó «dioses«, dando un mandato:

El de vivir de manera que la semejanza y la imagen respecto a Dios, que están en el hombre,

aparezcan en modo manifiesto y que el hombre no sea ni demonio ni bruto.

Si la Escritura llama «dioses» a los hombres;

la Escritura, que ha sido enteramente inspirada por Dios…

Y por tanto no puede ser modificada ni anulada según el gusto y el interés del hombre…

Entonces ¿Por qué me decís que blasfemo?

Yo, por el Padre consagrado y enviado al mundo, porque digo:

«Soy Hijo de Dios»

Si no hiciera las Obras de mi Padre, tendríais razón en no creer en Mí.

Pero las hago.

Vosotros sois quienes no queréis creer en Mí.

Creed por lo menos en estas obras, para que sepáis y reconozcáis que el Padre está en Mí y Yo en Él.

La tormenta de gritos y violencias empieza de nuevo…

Y más fuerte que antes.

Es un huracán cuyo rugido, sube y baja como el oleaje de un mar embravecido…

Que tiene una respuesta tan enconada como inesperada…

Saliendo de sus escondites…

En las terrazas del Templo, se hacen presentes los sacerdotes, escribas, saduceos y fariseos;

son muchas las voces de los que graznan enfurecidos:

–                ¡Apoderaos de ese Blasfemo!

–                ¡Su culpa ya es pública!

–                ¡Todos hemos oído!

–                ¡Muerte al blasfemo que se  proclama Dios!

–               ¡Dadle el mismo castigo que al hijo de Selomit de Di-brí! (Levítico 24, 10-23)

–               ¡Que sea sacado de la ciudad y lapidado!

–               ¡Es derecho nuestro!

–               ¡Llévenlo fuera de la ciudad y lapídenlo!

–               Porque escrito está: “El blasfemo es reo de muerte”

Las incitaciones de los jefes agudizan la ira de los judíos.

Los judíos intentan apoderarse de Jesús, llevándolo atado.

Para entregarlo a los guardias y los magistrados…

Que ya están viniendo, acompañados por la guardia del Templo.

Pero más rápidos que ellos, son una vez más los legionarios…

Pues saliendo del cuartel, intervienen inmediatamente con una cargada militar;

dada por la alerta de los que vigilaban desde la Torre Antonia…

Y seguían atentos el tumulto.

Saliendo del cuartel ya preparados, vienen hacia el lugar donde se grita.

Y no guardan respeto a ninguno.

Las astas de las lanzas maniobran debidamente en cabezas y espaldas.

Y se incitan unos a otros a aplicarse contra los judíos…

Diciendo agudezas o profiriendo insultos:

–              ¡A la caseta, perros!

–              ¡Dejad paso!

–              ¡Pégale fuerte a aquel tiñoso, Licinio!

–               ¡Fuera!

–               ¡El miedo os hace oler peor que nunca!

–               ¿Pero qué coméis, cuervajos, para apestar así?

–               Tienes razón, Baso.

Se purifican pero apestan.

–                ¡Mira aquel narigudo!

–                 ¡A la pared!

–                ¡A la pared, que tomamos los nombres!

–               Y vosotros, avestruces, bajad de allá arriba.

–                 Total…

Os conocemos.

–                 Buen informe va a tener que escribir el Centurión para el Gobernador.

El oficial romano ordena:

–               ¡No!

A ése déjalo.

El centurión explica:

–                Es un apóstol del Rabí.

¿No ves que tiene aspecto de hombre y no de chacal?

Otro más grita:

–                 ¡Mira!

–                ¡Mira cómo huyen por aquella parte!

–                 ¡Déjalos que se vayan!

–                 ¡Para tenerlos convencidos habría que clavarlos a todos en las astas!

¡Sólo así los tendríamos doblegados!

–              ¡Ojalá fuera mañana!

–                ¡Aaah!

¡Pero tú estás atrapado y no te escapas!

–                 ¡Te he visto, eh!

La primera piedra ha sido la tuya.

–                 Responderás de haberle dado a un soldado de Roma.

–                 También de esto:

Nos ha maldecido imprecando contra las enseñas.

–                   ¿Ah, sí?

¿Verdaderamente?

–                    Ven, que vamos a enamorarte de ellas en nuestras mazmorras…

Y así, cargando y escarneciendo;

prendiendo a algunos, poniendo en fuga a otros…

Los legionarios despejan el vasto patio.

Pero sólo cuando los judíos ven arrestar realmente a dos de ellos, se revelan como lo que realmente son:

Viles, viles, viles…

Huyen chillando como una bandada de pollos que ve colarse al gavilán…

O se arrojan a los pies de los soldados para suplicar piedad…

Con un servilismo y una adulación nauseabundos.

Un suboficial, a cuyas pantorrillas se agarra un viejo lleno de arrugas, uno de los más apasionados adversarios contra Jesús;

Llamandolo «magnánimo y justo»…

se libera de éste con un vigoroso empujón, que manda al judío rodando tres pasos más atrás…

Y grita:

–                ¡Vete, viejo zorro tiñoso!

Y hablando con un compañero, enseñando la pantorrilla,

señalando:

–                Tienen uñas de zorro y baba de serpiente.

¡Mira esto!

¡Por Júpiter Máximo!

¡Voy inmediatamente a las Thermas para quitarme las señales de ese viejo baboso!

Y realmente se marcha irritado, con su pantorrilla arañada.

Mientras tanto, Jesús se marchado aprovechando el alboroto y la confusión.

Los primos de Jesús Tadeo y Santiago, junto con Tomás y los discípulos pastores, abriéndose paso a la fuerza…

Con todo mundo alarmado por la intervención de los romanos y corriendo desde el Pórtico de los gentiles…

Logran pasar desapercibidos en la distracción generalizada.

El grupo protector, luchando por alejarse del tumulto y a la véz protegiendo a su Maestro, logran su objetivo…

Salen por la Puerta del Rebaño…

Mientras dentro del Templo los militares…

apresando a unos y poniendo en fuga a otros…

Muy pronto los romanos acaban rápido con la confusión.

Finalmente sólo ha quedado el último correteo de los pérfidos judíos;

que tratan de alejarse en una u otra dirección para substraerse a la captura y al reconocimiento por parte de los legionarios…

Que verdaderamente están gozando de una fiesta al poder cargar fuerte sobre los hebreos,

para resarcirse de todo el odio con que saben que son…

Remunerados.

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