837 Inicio de las Renuncias…3 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

553 Comienzo del sábado en Efraím. 

El viernes siguiente, los diez cansados y polvorientos, regresan a casa.

A la mujer que los saluda al abrirles la puerta, le preguntan inmediatamente:

–            ¿Dónde está el Maestro?

María de Jacob  responde:

–             En el bosque, creo.

Orando, como siempre.

Ha salido muy pronto esta mañana y todavía no ha regresado.

Lo hace a veces, solo;

a veces, con los niños, que lo quieren mucho.

Les enseña a orar viendo a Dios en todas las cosas.

Pero hoy quizás esté solo porque no ha vuelto a la hora sexta.

Cuando tiene consigo a los niños vuelve;

porque los niños son pajarillos que requieren la comida a las horas precisas…

La ancianita sonríe, recordando a sus diez hijos.

Luego suspira…

Porque las alegrías y dolores están presentes en todos los recuerdos de la vida.

Regresa Juan cargando un haz grande de leña.

Y el pasillo, más bien tétrico, parece iluminarse con su llegada…

Con esa luminosidad que parece encenderse siempre, donde está Juan.

Su sonrisa franca, tan dulce de niño, su mirada límpida y sonriente como un hermoso cielo abrileño;

su voz jubilosa al saludar afectuosamente a sus compañeros son como un rayo de sol o un arco iris de paz.

Le ayudan a dejar la carga y le preguntan dónde puede estar Jesús.

También Juan se alarma un poco por el retardo.

Pero, más confiado en Dios que los otros, dice:

–                 El Padre suyo lo preservará del mal.

Debemos creer en el Señor.

Y añade:

Venid.

Estáis cansados y cubiertos de polvo del camino.

Hemos preparado para vosotros comida y agua caliente.

Venid, venid…

Regresa también Judas de Keriot, con sus ánforas goteando agua.

–                 Paz a vosotros.

¿Os ha resultado fácil el viaje?

Pero en su voz no hay bondad.

Es una voz llena de amargura y disgusto.

–               Sí.

Comenzamos por la Decápolis.

–               Por miedo a que os apedrearan o a contaminaros?

Bartolomé responde:

–              Ni una ni otra cosa.

Por prudencia de principiantes.

Lo propuse yo.

No es por refregarte nada…

Aunque no lo hice en el Templo, a mí me ha salido el pelo blanco delante de los pergaminos.

Judas no replica.

Se marcha de la cocina, donde los que han vuelto reponen fuerzas con lo que estaba preparado.

Pedro mira a Judas Iscariote, que se marcha.

Menea la cabeza;

pero no dice nada.

Tadeo sin embargo, tira de una manga a Juan y pregunta:

–               ¿Cómo ha estado estos días?

¿Siempre tan inquieto?

Sé sincero…

–               Sincero siempre, Judas.

Pero, te aseguro que no ha causado dolor.

El Maestro está casi siempre aislado.

Yo estoy con la madre anciana, que es muy buena.

Escucho a los que vienen para hablar con el Maestro y luego le refiero a Él las palabras.

Judas, sin embargo, va por el pueblo.

Se ha hecho amistades…

¿Qué se puede hacer?

El es así…

No sabe quedarse quieto, como sabríamos estar nosotros…

–              Por mí, que haga lo que quiera.

Me basta con que no cause dolor.

–             No.

Eso no.

Se aburre mucho, eso sí.

Pero…

¡Oh!…

¡Ahí está el Maestro!

Oigo su voz.

Está hablando con alguien…

Se va desvaneciendo el crepúsculo.

Salen presurosos y ven a Jesús que se acerca a la casa;

con dos niños en brazos y otro agarrado a su túnica.

Jesús avanza entre las penumbras que caen, dando ánimos y consolando a los niños para que no lloren…

Deja un comentario