854 La Redención4 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

558a Con la comitiva que regresa a Siquem.

Jesús ha dicho:

… Pero, si no hay fatiga, no hay mérito…

Y tampoco hay mucho beneficio;

porque pocas conquistas se hacen, si uno se limita a aquellos que ya están en la justicia.

No sería Yo, si no tratase de redimir a todos los hombres…

Primero en orden a la Verdad, luego en orden a la Gracia.

El hombre de Siquem pregunta:

–               ¿Y piensas lograrlo?

¿Qué vas a poder hacer, más de lo que has hecho ya, para convencer a tus adversarios de lo que dices?

¡¿Qué…?!

¿Si ni siquiera la resurrección del hombre de Bethania ha valido…

Para que los judíos digan que eres el Mesías de Dios?

–                Me queda por hacer algo aún mayor, mucho mayor que lo hecho.

–               ¿Cuándo, Señor?

–                Con la Luna llena de Nisán.

Poned atención entonces.

–                ¿Habrá una señal en el cielo?

Se dice que cuando naciste el cielo habló con luces, cantos y estrellas extraños.

–               Es verdad.

Para decir que la Luz había venido al mundo.

En Nisán habrá señales en el cielo y en la tierra.

Parecerá el fin del mundo a causa de las tinieblas, el temblor y el bramido de rayos y terremotos;

en el firmamento y en las entrañas abiertas de la Tierra.

Pero no será el final;

antes al contrario, será el principio.

Cuando vine, el Cielo dio a luz para los hombres al Salvador.

Y por ser acto de Dios, la paz fue compañera del acontecimiento.

En Nisán será la Tierra la que con voluntad propia, dará a luz para sí al Redentor…

Y por ser acto de hombres, la paz no será su compañera;

sino que lo que habrá será una horrenda convulsión.

Entre el horror del momento de este mundo y del Infierno;

la Tierra abrirá su seno bajo las saetas encendidas con el fuego de la ira divina.

Expresará a gritos su voluntad, demasiado ebria como para conocer su alcance;

demasiado endemoniada como para evitarla.

Cual desquiciada parturienta, creerá estar destruyendo el fruto considerado maldito…

Y no comprenderá que al contrario;

lo estará elevando a lugares en que jamás será alcanzado por dolor ni asechanza algunos.

El Árbol, el nuevo árbol, desde entonces extenderá sus ramas por toda la Tierra, durante todos los siglos.

El que ahora os habla será reconocido, con amor u odio, como verdadero Hijo de Dios y Mesías del Señor.

Y…

¡Ay de aquellos que lo reconozcan sin querer confesarlo y sin convertirse a Él!

–               ¿Dónde sucederá esto, Señor?

–               En Jerusalén.

Ciertamente es la ciudad del Señor.

–               Entonces nosotros no estaremos presentes;

porque en Nisán la Pascua nos retiene aquí.

Somos fieles a nuestro Templo.

–                Mejor sería que fuerais fieles al Templo Vivo que no está en el Moriah ni en el Garizim;

sino que siendo Divino, es Universal.

Pero sé esperar vuestra hora…

La hora en que amaréis a Dios y a su Mesías en espíritu y verdad.

–               Nosotros creemos que Tú eres el Cristo.

Por eso te amamos.

–               Amar es dejar el pasado, para entrar en Mi Presente.

No me amáis todavía con perfección.

Los samaritanos se miran de refilón y callan.

Luego uno dice:

–               Por Tí…

Por ir donde Tí, lo haríamos.

Pero no podemos, aunque quisiéramos, entrar donde están los judíos.

Tú esto lo sabes.

Los judíos no nos aceptan…

–               Ni vosotros a ellos.

Pero estad tranquilos, que dentro de poco ya no habrá dos regiones,

ni dos Templos, ni dos modos de pensar opuestos.

Habrá un único Pueblo, un único Templo, una única Fe para todos los que deseen la Verdad.

Ahora os dejo.

Los niños ya están consolados y distraídos.

Y para Mí es largo el camino de regreso a Efraím, para llegar antes de que desciendan las tinieblas.

No os intranquilicéis.

Vuestros gestos podrían llamar la atención de los pequeños…

Y no conviene que se den cuenta de que me marcho.

Seguid vuestro camino.

Yo voy a estar aquí.

Que el Señor os guíe por los senderos de la Tierra y por los senderos de su Camino.

Idos.

Jesús se acerca al monte y deja que se alejen.

Lo último que se percibe, de la caravana que vuelve a Siquem;

es la alegre risa de un niño.

Una risa que se propaga por los silencios del camino montano.

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