IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
560b En las cercanías de Gofená
Tanto José de Arimatea como Nicodemo tratan de entregar sus ofrendas al Maestro pero…
Jesús se niega rotundamente:
– ¡No!
Los discípulos que están evangelizando, traen cada vigilia de sábado cuanto necesitan ellos
y cuanto necesitamos nosotros los que estamos en Efraím.
Más no hace falta.
El obrero vive de su salario.
Eso es justo.
Lo demás sería superfluo.
Lo mismo he impuesto a los de Efraím y a mis propios apóstoles.
Les exijo que a su regreso no tengan ni una moneda de reserva…
Que toda dádiva sea repartida por el camino;
tomando para nosotros lo mínimo indispensable, para la frugalísima comida de una semana…
Y no traigan ni una migaja de provisión.
Lo que queréis darme, dádselo a algún necesitado.
– ¿Por qué, Maestro?
– Para enseñarles el desprendimiento de las riquezas…
Y la superioridad del espíritu, sobre las preocupaciones del mañana.
Por eso y por otras razones que me reservo.
No insistáis más.
– Como quieras.
Pero nos apena no poder servirte.
– Llegará la hora en que lo haréis.
Volviéndose hacia Oriente o sea, hacia el lado puesto a aquel por el que ha venido…
E indicando un tímido claror que aparece lejano a través de una abertura.
Jesús agrega:
Ya va a amanecer.
¿No es ya aquella la primera luz del alba?
José mira y confirma:
– Lo es.
Debemos separarnos.
Regreso a Gofená, donde dejé mi caballo.
Nicodemo por esta otra parte, bajará a Berot.
Y de allí a Rama, terminado el sábado.
– ¿Y tú, Mannaém?
Mannaém responde:
– ¡Oh!
Yo no tengo temor alguno.
Bueno, yo iré abiertamente por los caminos descubiertos que van hacia Jericó…
Donde ahora está Herodes.
Dejé el caballo encargado y seguro…
En una casa de gente pobre que por una limosna no sienten repulsa de nada;
ni siquiera de un samaritano como creen que soy.
Por ahora me quedo contigo.
En la bolsa traigo alimentos para los dos.
Jesús dice:
– Entonces nos despedimos.
Nos volveremos a ver en Pascua.
José protesta:
– ¡No!
¡No querrás ya arriesgarte a esa prueba!
¡No deberás exponerte al peligro!
Nicodemo exclama:
– ¡No lo hagas, Maestro!
– Es verdad que sois malos amigos que me aconsejáis el pecado y la cobardía.
¿Cómo, reflexionando sobre el gesto que pongo, podríais amarme?
Decidlo.
Sed sinceros.
¿Dónde debo adorar al Señor, en la Pascua de los Ácimos?
¿Al monte Garizim?
(al monte Garizim, donde los samaritanos tenían su Templo, opuesto al de Jerusalén…
(Deuteronomio 11, 26- 32; 27,11-13; Josué 8; 30-35; 2 Macabeos 6,1-2)
Tengo que presentarme ante el Señor.
E ir al Templo de Jerusalén, como debe hacerlo todo varón de Israel…
En las tres grandes fiestas anuales.
¿Habéis olvidado que ya se me acusa de no respetar el sábado?
Mannahém lo puede testificar…
A pesar de que hoy sin ir más lejos, Yo secundando vuestro deseo;
de noche haya recorrido un camino que armonizara vuestro deseo y la ley sabática?
– Nosotros también hemos estado en Gofená por este motivo…
– Y ofreceremos un sacrificio para expiar una involuntaria transgresión por un motivo ineluctable.
Los dos dicen al mismo tiempo:
– ¡Pero Tú, Maestro!
– ¡Ellos te descubrirán inmediatamente!
Jesús:
– Aunque no me descubrieren.
Yo haría que me viesen.
Nicodemo y José:
– ¡Eso sería tu destrucción…!
Quieres tu ruina.
– Es buscar como si te mataras.
– ¡No!
Vuestra inteligencia está llena de Tinieblas.
Vuestra mente está muy envuelta en sombras.
No es como quererme matar.
No voy a suicidarme.
Es únicamente obedecer a la Voz del Padre mío que me dice:
“Ve…
Es la Hora”
Siempre he buscado conciliar la Ley con las necesidades…
Incluso el día que tuve que huir de Bethania y refugiarme en Efraím,
porque todavía no era la hora de ser capturado.
El Cordero de Salvación sólo puede ser inmolado en la Pascua de los Ázimos.
¿Podréis pretender que sí eso he hecho respecto a la Ley;
no lo haga respecto a la orden del Padre mío?
Ahora marchaos…
Y no os aflijáis de esa manera.
Vine para ser proclamado Rey de todas las Naciones.
Porque esto es lo que quiere decir ‘Mesías’…
¿No es verdad?
Sí, quiere decir eso.
Y “Redentor” también quiere decir eso.
Sólo que el verdadero significado de estas dos palabras, no corresponde a lo que vosotros os imagináis.
De todas formas, os bendigo;
implorando al Cielo que descienda sobre vosotros, un rayo de luz…
Junto con mi bendición.
Porque os quiero y porque me queréis.
Porque quisiera que vuestra justicia fuera plenamente luminosa.
Porque no sois malos, pero sois también vosotros “viejo Israel”
Y no tenéis la voluntad heroica de despojaros del pasado y haceros nuevos.
Hasta pronto, José.
Sé justo y bueno.
Justo como aquel que durante muchos años fue para Mí tutor…
Y fue capaz de realizar toda renovación para servir al Señor su Dios.
Si él estuviera aquí entre nosotros…
¡Cómo os enseñaría a saber servir a Dios con perfección…!
¡A ser justos, justos, justos!
¡Pero justo es que esté ya en el seno de Abraham!…
Para no ver la injusticia de Israel.
¡Oh, santo siervo de Dios!…
Nuevo Abraham de corazón traspasado pero de voluntad perfecta…
Él no me habría aconsejado la cobardía…
Si él estuviese aquí, él jamás me aconsejaría la villanía.
Me repetiría las palabras que solía decirme,
cuando algo duro pesaba sobre nosotros:
“Levantemos el corazón.
Encontraremos la mirada de Dios y olvidaremos el dolor que los hombres nos infligen.
Hagamos cualquier cosa por dura que sea;
pensando que es el Altísimo quién nos la presenta.
Y de este modo santificaremos aún las cosas más pequeñas.
Y Dios nos amará.”
¡Oh!…
¡Esto es lo que hubiera dicho para consolarMe;
animándoMe a sufrir lo más grave…
Enmedio de los más grandes dolores!…
Y nos habría consolado…
Nos habría animado…
¡Oh, Madre mía!…
Jesús se desprende de José;
a quién había abrazado y baja su cabeza.
Se queda en silencio un largo minuto…
Al contemplar su próximo martirio y el de su pobre Madre…
Luego levanta la cabeza y abraza a Nicodemo diciendo:
– La primera vez que viniste a mí como discípulo oculto…
Te dije que para entrar en el Reino de Dios y tener el Reino de Dios en vosotros;
era necesario que renacierais en espíritu y en verdad…
Que vuestro amor por la Luz fuera mayor del que por ella tenga el mundo.
Hoy quizás es la última vez que nos encontramos en secreto…
Te repito las mismas palabras:
Renace en tu espíritu, Nicodemo.
Para poder amar la Luz que soy Yo.
Y para que Yo more en tí, como Rey y Salvador.
Ahora marcháos.
Que Dios esté con vosotros.
Los dos sanedristas toman el camino opuesto por el que vino Jesús.
Mannaém los acompaña para despedirlos, hasta la entrada de la gruta.