863 El Sicario6 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

561b El saforim Samuel

En la gruta que está en las cercanías de Gofená, están los dos viajeros que se han encontrado…

Jesús estaba diciendo:

–          Espero a alguien.

Sí…

Es verdad.

Samuel exclama:

–           ¡¿Al Rabí?!

–           No hay necesidad de que lo espere.

Él no necesita mi palabra para ser curado de su enfermedad:

No tiene el alma ni el cuerpo enfermos.

Estoy a la espera de una pobre alma envenenada, que delira y quiero curarla.

–           ¡Eres un apóstol!

Porque se sabe que Él los envía a evangelizar…

Porque Él tiene miedo de salir desde que ha sido condenado por el Sanedrín.

¡Por eso tú tienes sus doctrinas!

Por eso piensas como Él.

Su Doctrina es no reaccionar contra quién ofende.

–             Es uno de sus valores.

Su Doctrina enseña el amor, el perdón, la justicia, la bondad y la mansedumbre.

Ama a los enemigos, como si fuesen sus amigos;

porque todo lo ve en Dios.

–            Si me encontrara…

Si como espero y yo lo encuentro, no me amará.

¡Sería un necio!

Pero no puedo hablar contigo porque eres su apóstol.

Y me arrepiento de haber hablado lo que he dicho…

Lo lamento porque se lo comunicarás a Él.

–                       No es necesario.

Pero, en verdad te digo que te amará…

Es más, que te ama muchísimo ya…

No obstante que vayas a Efraím para tenderle una trampa y entregarlo al Sanhedrín;

que ha prometido una gran recompensa a quién lo haga.

Samuel se alarma y pregunta:

–                       ¿Eres…

Profeta o tienes espíritu de Pitón?

¿Te ha comunicado Él su poder?

¿También tú eres un maldito?

¡Y yo he aceptado tu pan, tu túnica!

¡Te has comportado conmigo como amigo!

Está escrito: “No levantarás tu mano contra el que te ha hecho el bien”

¡Y tú esto has hecho!

Porque, si sabías que yo…

¿Quizás para impedirme actuar?

Bueno pues, si contigo voy a ser clemente por haberme dado pan, sal, fuego y vestido…

Porque faltaría contra la justicia haciéndote un mal.

Pero no perdonaré a tu Rabí, porque no lo conozco.

Y ciertamente no me ha hecho el bien, sino el mal.

–            ¡Insensato!

¡Desdichado!

¿No te das cuenta de que deliras?

¿Cómo puede uno que no conoces haberte hecho el mal?

¿Cómo puedes respetar el sábado, si no respetas el precepto de no matar?

–           Yo no mato.

–           Materialmente, no.

Pero no hay diferencia entre quien mata y quien pone la víctima en las manos del asesino.

Respetas la palabra de un hombre, que dice que no se debe perjudicar a quien te ha echo un bien.

Y luego no respetas la palabra de Dios…

Engañosamente, tendiendo una trampa;

por un puñado de monedas, por un poco de honor;

el sucio honor de traicionar a un Inocente, te preparas a cometer un delito…

Porque te prestaste a un crimen…

Samuel corrobora:

–            No lo hago solo por dinero y honor.

Sino para agradar a Yeové y salvar a la patria.

Quiero hacer lo que hicieron Yael y Judith…

(el gesto de Yael (contra Sisara) en Jueces 4, 17-22, y Judit (contra Holofernes) en Judit 12, 10-20; 13).

Su fanatismo le brota por todas partes…

Está más exaltado que antes.

Jesús prosigue respondiendo:

–           Sísara y Holofernes eran enemigos de nuestra patria.

La habían invadido.

Eran crueles.

¿Pero qué es el Rabí de Nazareth?

¿A qué país invade?

¿Qué usurpa?

Es pobre y no quiere riquezas.

Es humilde y no quiere honores.

Es Bueno…

Bueno con todos.

Son millares los que se han visto agraciados y han recibido beneficios de su mano.

¿Por qué lo odiáis?

¡ ¿ Por qué  tú lo  odias ? !

 Jesús repite esta última frase muy despacio y haciendo un énfasis muy especial.

Sigue un largo momento de electrizante espectación…

Luego vuelve a escucharse su Voz poderosa, llena de amor y misericordia,

repercutiendo entre las paredes de la gruta, donde flamean las llamas de la hoguera;

con una resonancia casi sobrenatural,

cuando continúa:

“No te es lícito hacer el mal a tu prójimo.

Sirves al Sanhedrín.

Pero…

¿Será el Sanhedrín el que te juzgue en la otra vida?

¿O será Dios?

¿Y cómo te juzgará?

No te digo que te vaya a juzgar por haber matado al Cristo…

Pero sí te digo que te juzgará por haber matado a un inocente.

Tú no crees que el Rabí de Nazareth sea el Cristo…

Y por eso, por tu idea de que no lo es;

no se te imputará este delito.

Dios es justo y no juzga como culpa, el acto llevado a cabo sin plena advertencia.

No te juzgará por tanto por haber matado al Cristo, porque para tí Jesús de Nazareth no es el Cristo.

Pero sí que te acusará de haber matado a un inocente.

Porque tú sabes que es Inocente.

Te han envenenado, embriagado con palabras de odio;

pero no lo estás tanto, como para no entender que Él es Inocente.

Sus obras hablan en su favor.

Vuestro miedo;

más el de los maestros que el vuestro de discípulos;

teme y ve lo que no existe.

Es el miedo de quienes temen que Él los suplante.

¡No temáis…

Que Él os abre los brazos para deciros:

“Hermanos”!

No envía soldados contra vosotros.

No os maldice.

Lo único que quisiera sería salvaros.

Salvaros a vosotros, a los grandes y a los discípulos de los grandes;

de la misma forma que quiere salvar al último de Israel.

A vosotros más que al ínfimo de Israel;

más que al niño que todavía no sabe lo que es el odio y el amor.

Porque vosotros tenéis más necesidad de ser salvados que los ignorantes y los niños;

porque sabéis…

Y pecáis sabiendo.

¿Tu conciencia de hombre, si la despojas de las ideas que en ella han metido;

si la depuras de los venenos que te hacen delirar…

Te puede decir que Él es culpable?

¡Dilo!

Sé sincero.

¿Acaso lo has visto un solo día faltar contra la Ley…

O aconsejar que se falte contra ella?

¿Lo has visto pendenciero, ávido, lujurioso, calumniador, duro de corazón?

¡Habla!…

¿Lo has visto acaso, irrespetuoso para con el Sanhedrín?

Vive como un proscrito por obedecer al veredicto del Sanhedrín.

Podría lanzar un grito y toda Palestina lo seguiría para marchar contra los pocos que lo odian…

Y sin embargo, aconseja a sus discípulos paz y perdón.

Podría;

de la misma manera que da vida a los muertos, vista a los ciegos, movimiento a los paralíticos,

oído a los sordos, liberación a los endemoniados;

porque ni el Cielo ni el Infierno son insensibles a su voluntad…

Podría fulminaros con el rayo divino y liberarse así de sus enemigos.

Y sin embargo, ruega por vosotros y os cura a vuestros parientes;

os cura el corazón;

os da pan, vestidos, fuego…

Porque Yo soy Jesús de Nazareth, el Cristo…

Aquel que tú buscas,

para recibir la recompensa prometida a quien lo entregue al Sanhedrín…

Y así ganarte los honores de libertador de Israel.

Yo soy Jesús de Nazareth, el Cristo.

¡Aquí me tienes…!

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: