864 El Hombre de Dolores7 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

561c El saforím Samuel

En las cercanías de Gofená, en la gruta donde el Rabí y el zaforím Samuel se han encontrado…

Jesús se levanta del rincón donde se mantuviera sentado, orando…

Y se ha puesto de pie, mientras continúa diciendo:

“No te es lícito hacer daño a tu prójimo”

Obedece al Sanhedrín…

Pero…

¿Será el Sanedrín el que te juzgará en la otra vida o Dios? 

Y…

¿Cómo te juzgará?

No digo cómo te juzgará porque mataste al Mesías;

sino cómo te juzgará porque mataste a un inocente.

Tú no crees que el Rabí de Nazareth sea el Mesías y por eso no se te imputará tal crimen.

Pero Dios te culpará de haber matado a un inocente, porque sabes que lo es

Te han envenenado el corazón.

Te han embriagado de Odio.

Pero no lo estás tanto, que no comprendas que Él es Inocente.

Sus obras hablan a su favor.

Vuestro miedo es lo que os empuja a ver lo que no existe.

No hay razón de que temáis que os suplante.

Os abre los brazos y os llama hermanos.

No os maldice.

Tan solo quiere salvaros.

Porque sabéis y sabiendo, pecáis…

¿Puedes acusarlo?

¿Lo has visto faltar a la Ley;

faltar al respeto a Sanedrín o cometer algún pecado?

¡Habla!…

Por obedecer al veredicto del Sanhedrín, es ahora un proscrito.

Él podría lanzar un grito…

Y toda Palestina lo seguiría, para marchar contra unos cuantos que lo odian.

Sin embargo aconseja a sus discípulos el perdón y la paz.

Podría, porque el Cielo y el Infierno le están sujetos…

Podría fulminaros con la Ira divina y librarse así de sus enemigos.

Sin embargo, Él ruega por vosotros.

Cura a vuestros familiares, cura vuestros corazones.

Os da pan, vestido, fuego.

Yo soy Jesús de Nazareth, el Mesías. 

Aquel que buscas;

para obtener la recompensa los honores de Libertador de Israel, prometidos por el Sanhedrín.

Yo Soy Jesús de Nazareth, el Cristo.

Aquí Estoy.

Aquí me tienes.

Aprehéndeme…

Como Maestro y como Hijo de Dios;

te declaro libre y absuelto, de la obligación de no levantar la mano contra quién te ha hecho el bien.

Jesús se ha puesto de pie, echándose el capucho del manto hacia atrás…

Mostrando totalmente su ascético y aún hermoso rostro…

Extiende las manos como para ser apresado y atado.

Se ve más delgado…

Habiéndose quedado sólo con la túnica interior corta y ceñida, que lo deja en paños menores…

Con el manto oscuro pendiéndole de los hombros y que le cae por la espalda.

Estando firmemente erguido, parece incluso más esbelto…

Pero con su altura, también su estatura pareciera haber aumentado…

Sus ojos están clavados en la cara de su perseguidor…

Las llamas de la hoguera parecen poner chispas de fuego en sus cabellos…

E iluminan sus ojos de zafiro.

Con esa majestad suya y dignidad sin miedo…

Su actitud infunde más respeto y reverencia…

Que si estuviese rodeado de un ejército para defenderlo.

El reflejo móvil de las llamas;

que le encienden puntos luminosos en sus cabellos rubios-cobrizos llenos de rizos sueltos;

haciendo brillar sus grandes pupilas dentro del círculo zafíreo de los iris…

Con esa majestad suya y dignidad sin miedo;

infunde más respeto;

que si estuviera rodeado de un ejército que lo defendiera.

Extendiendo las manos como para ser capturado, atado.

Avanzando unos pasos hasta estar cerca…

Y frente a su perseguidor…

Jesús repite:

“Aquí Estoy.

Aquí me tienes.

 Aprehéndeme…”

El hombre que llegó con el aluvión, está con la boca abierta, totalmente fascinado…

Paralizado por el estupor.

Se han abierto sus ojos espirituales…

Y puede contemplar a Jesús con toda su impactante Majestad;

de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad…

La sublime humanidad del Dios-Hombre y la increíble Divinidad del Santo de los santos…

Que los sacerdotes adoran en Lugar Santísimo del Templo de Jerusalén;

se encuentran sin el Velo de púrpura y escarlata, con los querubines bordados en oro…

Con toda su divina grandeza…

Ante el despavorido zaforím…

La persona humana del Hijo del Hombre y la Persona Divina del Hijo de Dios…

Están en todo su esplendor ante el zaforím-escriba y futuro sacerdote que ha llegado hasta ahí…

Hasta la gruta de Gofená…

Y que él estaría más que dispuesto a sacrificarlo…

Samuel tiene ante sus ojos…

Lo que ningún otro ser humano fuera de la Virgen María, ha contemplado jamás…

Después de algunos larguísimos y al mismo tiempo, cortos instantes…

Samuel solo atina a murmurar:

–          ¡Tú!..   ¡Tú!..   ¡Tú!..

Jesús insiste:

–           Aprehéndeme.

Quita aquella inútil cuerda en la que están secándose tus vestidos y átame con ella.

Te seguiré como el cordero al matador.

No te odiaré porque me lleves a la muerte.

Para tí, soy Culpable de todos los crímenes…

Y obedeces a la justicia, acabando con un malhechor.

Para tí, soy la ruina de Israel y crees salvarlo, matándome…

¿Quieres inmolarme aquí?

Allí está el cuchillo con el que partí el pan.

Tómalo.

Lo que emplee por amor a mi prójimo, puede ser el cuchillo que me sacrifique.

Mi carne no es más resistente que la del cordero asado, que mi amigo me dio para calmar mi hambre.

Y que Yo te he dado a tí, mi enemigo…

¿Temes a las patrullas romanas?

Ellas arrestan al que mata a un Inocente y no permiten que nos hagamos justicia;

porque somos súbditos y ellos los dominadores.

Por eso no te atreves a matarme…

Cargando mi cadáver para que lo muestres y ganes el premio.

Bueno…

Déjalo aquí y avisa a tus jefes.

Porque tú no eres un discípulo, sino un esclavo.

Porque has renunciado a la soberana libertad de pensamiento y voluntad…

Que Dios ha dado a los hombres.

Y tú obedeces ciegamente a tus jefes…

Hasta el crimen.

Pero no eres culpable.

Estás ‘envenenado’

Yo esperaba a tu alma envenenada…

¡Ea!…

La noche y el lugar son propicios, para el crimen.

Digo mal…

Para la Redención de Israel.

¡Oh, pobre hombre!

Dices palabras proféticas sin saberlo.

Mi muerte será realmente Redención.

Y no solo de Israel, sino de todos los hombres.

Vine para ser inmolado…

Ardo en deseos de ser el Salvador de todos…

Tú zaforim del docto Jonathás ben Uziel, conoces a Isaías.

El Hombre de Dolores está delante de tí.

Si no parezco al que vio David, con los huesos descubiertos.

Si no soy como el leproso que vio Isaías, es porque no ves mi corazón

Soy TODO una Llaga…

La falta de amor, el Odio, la dureza, vuestra injusticia.

Me han herido todo y despedazado…  

¿No tenía acaso oculto mi rostro mientras me ofendías…

Por lo que realmente Soy:

el Verbo de Dios?…

¡Ea!

¡Pega!…

No tengo miedo, ni tú tampoco debes tenerlo.

Porque Soy Inocente y no tengo miedo al Juicio de Dios.

Al extender mi cuello al cuchillo, hago que se cumpla la Voluntad de Dios.

Anticipando un poco mi hora, en bien vuestro…

¡No tengas miedo!

¡No invoco sobre tí el castigo de Caín!

Ruego por tu bien.

TE AMO.

¿Tu mano no me alcanza porque soy muy alto?

Es verdad…

El hombre no podría dar el golpe final a Dios;

si Dios se pusiese voluntariamente en sus manos…

Pues bien.

Me arrodillo ante tí.

El Hijo del Hombre está a tus pies.

¡Pega!…

Jesús se arrodilla y extiende el cuchillo a su perseguidor;

que retrocede pasmadísimo…

Samuel lo mira atolondrado…

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