866 De Sicario a Discípulo6 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

561e El zaforím Samuel

En la gruta que está en las cercanías de Gofená…

El zaforím arrepentido ha dicho:

–           Pero ellos son astutos.

No me devuelvas a ellos.

–           ¿Adónde quieres ir que no estén?

–            Contigo.

A Efraím…

Si ves mi corazón…

Verás que no es un lazo el que te tiendo;

sino una súplica para que me protejas…

Con su sonrisa llena de compasión,

Jesús responde:

–           Lo sé.

Ven.

Pero te advierto que allá…

También está Judas de Keriot;

que se ha vendido al Sanhedrín…

Y es un traidor del Mesías.

El hombre exclama totalmente pasmado:

–          ¡Divina Misericordia!

¿También sabes eso?

Se ha quedado con la boca abierta…

¡Lo que ha escuchado es totalmente inaudito!

El estupor alcanza su punto máximo.

La revelación sobre el TRAIDOR, al fin ha sido declarada…

Con una serenidad llena de dolor…

Jesús agrega:

–            Sé todo.

El cree que no lo sé.

Pero conozco todo…

Y sé también que estás en tal forma convertido;

que no hablarás con Judas, ni con ningún otro sobre esto.

Piensa bien que si Judas es capaz de traicionar a su Maestro,

¿Qué no será capáz de hacer en perjuicio para tí?…

El hombre piensa mucho…

Calibra todo  lo que va a perder por unirse al Mesías…

Como también él, se convertirá en un perseguido por el Sanhedrín…

Y lo que eso significa…

Finalmente se decide…

Samuel contesta:

–          ¡No importa!

¡Judas fue zaforím de Sadoc…!

¡Y es totalmente como él…!

¡Ahora es gran amigo de los grandes de Sión!

¡Realmente puede hacer mucho daño!…

Si no me despides, me quedo contigo.

Por lo menos algún tiempo…

¡Hasta la Pascua!

Cuando te reúnas con tus discípulos…

Me uniré a ellos.

¡Oh!

¡Si es verdad que me has perdonado, no me arrojes!…

–          No te arrojo.

Ahora vamos allá.

Esperaremos sobre esas hojas a que llegue la mañana.

Al amanecer iremos a Efraím.

Diremos que la casualidad nos juntó…

Y que tú viniste a estar con nosotros.

Es la verdad.

–        Sí.

Entonces mis vestidos estarán secos y te devolveré los tuyos.

–        No.

Deja esos vestidos que son un símbolo…

Son un símbolo:

Tú eres el hombre que se despoja de su pasado y viste el nuevo uniforme.

La madre de Samuel, el antiguo, cantó jubilosa (1 Samuel 2, 6):

“El Señor da la muerte y la vida, conduce a la morada de los muertos y de ella hace regresar”

Tú has muerto y has renacido.

Vienes de la morada de los muertos a la verdadera Vida.

Deja esos vestidos que estuvieron en contacto de sepulcros llenos de corrupción y asquerosidad.

¡Y Vive…!

Vive ahora para gloria tuya:

La de servir a Dios con justicia…

Para poseerlo en la Eternidad…

Se sientan en la concavidad de la roca, donde están amontonadas las hojas.

Pronto el silencio desciende y reina…

Envolviendo la noche sólo con el chisporroteo de las llamas…

Porque el hombre cansado, se duerme, con la cabeza reclinada sobre el hombro de Jesús…

Que sigue orando.

De esta manera pasan las horas…

Al amanecer, dos viajeros emprenden la caminata…

…Y en una hermosa mañana de primavera;

por el sendero del torrente, que está poniéndose otra vez cristalino después del aguacero.

Y canta más fuerte por el mayor nivel del agua que lo ha aumentado considerablemente.

Brillando bajo el sol, enmarcado entre las luminosas orillas todavía brillantes de lluvia.

Llegan frente a la casa de María de Jacob;

Pedro, que está en la puerta, da un grito y corre a su encuentro de ellos.

Se abalanza sobre Jesús y lo abraza diciendo:

Pedro corre a su encuentro y abraza a Jesús:

–        ¡Oh!

¡Maestro mío bendito!

¡Qué sábado tan triste me has hecho pasar!

No me decidía a partir sin volver a verte.

¡Si me hubiera marchado con la incertidumbre en el corazón, sin tu bendición y sin tu despedida…!

¡Habría estado toda la semana atolondrado!

Jesús lo besa, sin quitarse el manto.

Pedro está tan atento a contemplar a su Maestro…

Que no advierte la presencia del extraño que viene con él.

Los otros también han acudido.

Judas de Keriot mira asombrado al extraño que acompaña al Maestro y…

Judas grita:

–             ¡Tú, Samuel!

Samuel responde con voz clara y firme:

–            Yo.

El Reino de Dios está abierto a todos en Israel.

Yo también entré en él…

Judas ríe de una manera muy rara, que sorprende a los que lo rodean…

Pero no replica.

La atención de todos converge con curiosidad en el recién llegado…

Pedro pregunta:

–          ¿Quién es?

Jesús contesta:

–          Un nuevo discípulo.

La casualidad hizo que nos encontráramos.

Esto es:

Dios lo quiso.

El Padre me ordenó que lo tomase conmigo…

Quiero que hagáis lo mismo…

¡Os digo a vosotros acogedlo!

Y como hay una gran fiesta cuando alguien entra en el Reino de los Cielos…

Deponed alforjas y mantos…

Vosotros que estábais para salir,

¡Estaremos juntos hasta mañana!

Ahora déjame Simón, porque le he dado mi túnica…

Y estando aquí parado, el aire de la mañana muerde mis carnes.

–           ¡Ya decía yo!

¡De esa manera, Maestro, vas a enfermar!

Samuel trata de disculparse:

–             Yo no quería, pero Él quiso.

Jesús explica:

–            Sí.

Lo arrastró una avalancha…

¡Logró salvarse por su voluntad!

Y para que nada de ese penoso momento perdurase en él…

Y viniera a nosotros sin suciedades…

Le ordené que dejara donde nos hemos encontrado su túnica desgarrada y sucia…

Y lo he vestido con mía…

Judas vuelve a reír del mismo modo extraño…

Mirando al zaforím, (sacerdote) del Templo

La posesión demoníaca perfecta, producida por el pecado sin arrepentimiento, convierte al hombre en instrumento y cómplice de Satanás…

Y luego mirando a Jesús, de manera más extraña todavía…

En realidad el Maestro está confrontando en el amigo perdido, a su archienemigo mortal…

Que al igual que sucediera con la Magdalena, es un trofeo de victoria;

pues Samuel también es testigo de esta escena durísima, entre Dios y Satanás.

Pero el nuevo discípulo y sacerdote del Templo de Jerusalén,

que ahora es seminarista de la nueva Iglesia que está fundando Jesús…

No hace caso de la mirada de Odio y Desafío…

Porque está conociendo a los que también serán Perseguidos junto con el Mesías…

Compartiendo como saforím de Jesús, su destino…

Y su sacerdocio, también está determinado…

(Pero fuera de estos tres personajes principales, NADIE más, comprende el desafío en esta guerra…)

Jesús le devuelve la mirada fijamente, por unos segundos electrizantes…

Enseguida, entra en la casa sin demora.

Los demás se acercan al nuevo discípulo;

se presentan ante él y le dan el saludo de paz.

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