868 La Incrédula Nazareth
IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA
562a Celebridades en Nazareth
En la plaza de Nazareth, Alfeo de Sarah está diciendo:
“Observad si los sabios y los que tienen inteligencia abierta…
Se dejan seducir por las palabras de los falsos discípulos,
que son los verdaderos enemigos del Inocente;
de nuestro Jesús ¡Al que vosotros no sois dignos de tener por hijo!
Observad si Juana de Cusa…
¡Oíd, que digo a mujer del administrador de Herodes!
La princesa Juana, se aleja de María.
Observad si…
¿Hago bien en decirlo?…
Sí, hago bien, porque no hablo por hablar, sino para convenceros a todos…
¿Habéis visto la pasada luna;
ese carro tan bonito que vino al pueblo y fue a pararse delante de la casa de María?
¿Lo sabéis, verdad?
Ese que tenía un toldo tan bonito como una casa.
Bueno, pues ¿Sabéis quién venía en el carro?
¿Sabéis quién bajó del carro para ir a postrarse ante María?
Lázaro de Teófilo, Lázaro de Bethania.
¿Os dais cuenta?
¡El hijo del primer magistrado de Siria!
¡El noble Teófilo, casado con Euqueria de la tribu de Judá y de la familia de David!
El gran amigo de Jesús.
El hombre más rico e instruido de Israel, respecto a nuestras historias…
Y a las de todo el mundo.
El amigo de los romanos.
El benefactor de todos los pobres.
En fin, el resucitado de la muerte después de cuatro días de estar en el sepulcro.
¿Ha abandonado él acaso a Jesús, por creer lo que dice el Sanhedrín?
¿Vosotros decís que es porque lo ha resucitado?
¡No!
Es porque sabe quién es el Cristo que es Jesús.
¡Jesús es el Mesías de Israel!
¿Y sabéis qué vino a decir a María?
Que estuviera preparada porque él la iba a acompañar a Judea.
¿Os dais cuenta?…
¡Él, Lázaro, como si fuera el siervo de María!
Yo sé esto porque estaba allí cuando entró y la saludó arrodillándose en el suelo,
sobre las pobres losas de la pequeña habitación;
él, vestido como Salomón, acostumbrado a las alfombras…
Ahí en el suelo, besando el extremo de la túnica de la Mujer nuestra y saludándola:
“Te saludo, María, Madre de mi Señor.
Yo, tu siervo, el último de los siervos de tu Hijo;
vengo a hablarte de Él y a ponerme a tus órdenes”
¿Comprendéis?
Yo…
Me conmoví tanto…
Que cuando me saludó también a mí llamándome “hermano en el Señor”…
Ya no supe decir ni una palabra.
Pero Lázaro comprendió, porque es inteligente.
Y durmió en el lecho de José, mandando adelante a los sirvientes a esperarlo en Seforí.
Porque iba a sus tierras de Antioquía.
Dijo a las mujeres que estuvieran preparadas porque para el final de esta luna,
pasará a recogerlas para evitarles la fatiga del viaje.
Y Juana se unirá a la caravana con su carro, para llevar a las discípulas de Cafarnaúm y Betsaida.
¿Todo esto no os dice nada?
Finalmente, el buen Alfeo de Sara toma un respiro…
En medio del remolino de gente que hay en medio de la plaza.
Donde están reunidos Aser e Ismael y también los dos primos de Jesús: Simón y José.
Más abiertamente Simón y más reticente José…
Que le ayudan aprobando todo lo que ha dicho.
Simón dice:
– Jesús no es bastardo.
Si tiene necesidad de hacer saber algo;
tiene aquí parientes dispuestos a hacerse embajadores suyos.
Y José:
– Y tiene discípulos fieles y poderosos, como Lázaro.
Lázaro no ha hablado de eso que dicen esos otros.
Ismael agrega;
– También nos tiene a nosotros.
Antes éramos burreros, pero ahora somos sus discípulos.
Y también servimos para decir:
“Haced esto o aquello”
Algunos objetan:
– Pero la condena que pende de la puerta de la sinagoga la ha traído un enviado del Sanedrín…
– ¡Y lleva el sello del Templo!
Alfeo rebate:
– Eso es verdad.
Pero, ¿Y qué?…
Tenemos fama en todo Israel de saber captar lo que realmente es el Sanhedrín…
Y por tanto, somos despreciados como cosa poco buena…
¿Va a ser ésta la única cosa, por la que nosotros vamos a considerar sabio al Templo?
¿Es que no conocemos a los escribas y fariseos y a los jefes de los sacerdotes?
Con su lento y grave modo de hablar,
José de Alfeo confirma:
– Es verdad.
Alfeo tiene razón.
Por eso decidí bajar a Jerusalén…
Para saber a través de verdaderos amigos, cómo están las cosas.
Y lo haré mañana mismo.
– ¿Y te vas a quedar allí?
– No.
Regreso.
Luego volveré a bajar para la Pascua.
No puedo estar mucho tiempo lejos de casa.
Es un esfuerzo que me impongo…
Pero para mí es un deber hacerlo.
Soy el cabeza de familia y sobre mí pesa la responsabilidad de la presencia de Jesús en Judea.
Yo insistí en que fuera allá…
El hombre yerra en sus juicios.
Creía en que iba a ser un bién para Él.
Sin embargo…
¡Que Dios me perdone!…
Y debo al menos seguir de cerca, las consecuencias de mi consejo…
Para confortar a mi Hermano.
Otro nazareno le dice:
– En otros tiempos no hablabas así.
Es que tú también estás seducido por las amistades de los grandes.
Tus ojos están llenos de brumas.
– No son las amistades de los grandes lo que me seduce, Eliaquim.
Lo que me convence es la conducta de mi Hermano.
Si me equivoqué y ahora cambio, muestro que soy un hombre justo.
Porque errar es propio del hombre, pero ser obstinados lo es del animal.
Varios preguntan a Alfeo de Sarah:
– ¿Y dices que vendrá Lázaro en persona?
– ¡Pues querríamos verlo!
– ¿Cómo es uno que regresa de la muerte?
– Estará ofuscado, como asustado.
– ¿Qué dice de su permanencia entre los muertos?
Alfeo de Sarah responde:
– Está como yo y vosotros.
Alegre, con vitalidad, tranquilo.
No habla del otro mundo.
Es como si no recordara.
Pero sí recuerda su agonía…
– ¿Por qué no nos has avisaste que estaba en el pueblo?
– ¡Ya, claro!
¡Para que hubierais invadido la casa!
Me retiré también yo.
Se requiere un poco de delicadeza, ¡¿No?!
– Pero, cuando vuelva…
¿No será posible verlo?
– Avísanos.
– Está claro que serás como siempre, el guardián de la casa de María.
– ¡Ya lo sabéis!
Tengo la gracia de estar cerca de Ella.
Pero no voy a avisar a nadie.
Apañáoslas vosotros.
El carro es inconfundible…
Nazareth no es Antioquía, ni tampoco Jerusalén, como para que pase desapercibido algo tan grande.
Montad guardia y…
Arreglaos vosotros.
De todas formas, esto es una cosa vana.
Más bien, haced que al menos su ciudad no tenga fama de necia…
por creer en las palabras de los enemigos de nuestro Jesús.
¡No creáis… No creáis!
Ni a quien dice que es un Satanás, ni a quien os anima a rebelaros en su Nombre.
Un día sentiríais el remordimiento.
Y si luego el resto de Galilea cae en la trampa y cree en lo que no es verdad, pues peor para ella.
Adiós.
Me voy porque cae la tarde…
Y se marcha, contento de haber defendido a Jesús.
Los otros se quedan discutiendo entre sí.
Pero, aunque estén divididos en dos campos y el más numeroso sea, por desgracia el de los crédulos;
acaba imponiéndose la idea propuesta por los pocos amigos de Cristo, que es la de esperar.
Aser el discípulo finaliza diciendo:
– No hay que agitarse acogiendo calumnias o invitaciones a la rebelión.
En las otras ciudades galileas, que son«más astutas que Nazaret…
Por ahora se ríen en la cara de los falsos enviados».