872 La Ley del Amor8 min read

IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

564b Reprensión a los samaritanos que carecen de caridad.

Después de que el Maestro realizace el milagro…

El hombre se pone de pie, fuerte y sano.

Jesús le dice:

–            Me hablaste de Ermasteo como si hubiera muerto.

Por tanto, conoces su final.

Sólo quiero una cosa de ti:

Que vengas conmigo a Efraím;

que digas a quién está conmigo, como terminó.

Luego te mandaré a Jericó, con una discípula, que te ayudará en el viaje de regreso.

–             Si quieres, iré.

De todas formas, ahora que estoy sano, no tengo miedo a morir por el camino.

Hasta la hierba me puede nutrir…

Y no resulta vergonzoso extender la mano, porque he consumido mi dinero no en crápulas;

sino por un justo fin.

–            Lo quiero.

Le dirás que me has visto y que la espero aquí.

Que ya puede venir.

Nadie la importunará.

¿Sabrás comunicarle esto?

–          Sabré decirlo.

¡Oh!

¿Por qué te odian si eres tan Bueno?

–            Porque muchos hombres tienen en sí un espíritu que se ha posesionado de ellos.

Vamos.

Jesús se pone en camino hacia Efraím.

El hombre lo sigue seguro.

Sólo la gran delgadez queda en él, como recuerdo de la enfermedad y de las penurias pasadas.

Entretanto, del pueblo bajan gesticulando y hablando alto muchas personas.

Llaman a Jesús.

Le dicen que se detenga.

Jesús no les presta oídos;

al contrario, acelera el paso.

Y ellos… detrás…

De nuevo está en los aledaños de Efraím.

Los cultivadores que se preparan ya para volver a sus casas, pues el ocaso empieza…

Saludan a Jesús.

Y miran al hombre que va con Él.

Cuando llegan a sus cercanías…

De un atajo sale Judas de Keriot que da un grito de sorpresa al ver a su Maestro,

que no da señal de sorpresa alguna.

Se vuelve al hombre que le acompaña y…

Jesús  le dice:

–          Este es un discípulo mío.

Cuéntale de Ermasteo.

El hombre declara:

–         ¡Bien, lo digo brevemente!

¡Ah! Era infatigable en predicar al Mesías.

Se separó de su compañero y se quedó con nosotros, pues decía que todos tenemos necesidad de conocerte.

Quiso divulgar tu Nombre en todos los rincones de nuestra patria.

Y que regresaría a tu lado cuando en todos los pueblos, hasta en los más pequeños…

Hubiera predicado tu Nombre.

Vivía como un penitente…

Si alguna persona compasiva le daba un pan, la bendecía en tu Nombre.

Si le arrojaban piedras,  se retiraba, pero las bendecía igual.

Se alimentaba de fruta silvestre, frutos del monte…

O de moluscos marinos que arrancaba de los escollos o sacaba de la arena.

Muchos decían que estaba ‘loco’

Pero en el fondo, ninguno lo odiaba.

Al máximo, lo arrojaban de su presencia como a un signo de mal agüero.

Un día lo encontraron muerto por el camino que lleva a Judea, casi en el confín, cerca de mis posesiones.

Nadie supo cómo murió.

Pero se murmura que alguien lo mató porque no querían que predicara al Mesías.

Tenía una herida grande en la cabeza.

Se dijo que le había atropellado un caballo.

Pero yo no lo creo.

Extendido sobre el camino, sonreía.

Sí, verdaderamente parecía sonreír a las últimas estrellas de la más serena noche de Elul…

Y a los primeros rayos de sol de la mañana.

Lo encontraron unos hortelanos que iban con las primeras luces, a la ciudad con sus verduras.

Y cuando pasaron a retirar mis pepinos me lo dijeron.

Fui corriendo a ver.

Tenía una herida muy grande en la cabeza.

Y una expresión tan serena…

Que aún tirado en el suelo, sonreía lleno de paz.

Jesús pregunta a Judas:

–           ¿Oíste?

Judas responde:

–            Oí.

¿Pero Tú no le habías dicho que te serviría y que viviría una larga vida?

Te sirvió y no tuvo una larga vida…

–            No le dije eso exactamente.

El tiempo transcurrido te empaña la mente.

Pero, ¿Acaso no me ha servido evangelizando en lugares de misión?

Me dió a conocer en lugares donde Yo era Desconocido.

¿Y acaso eso no tiene más valor que una larga vida?

¿Qué vida más larga puede haber que la que se conquista en el servicio de Dios?

Larga y gloriosa.

Judas ríe, con esa risita extraña que es tan molesta de ver en él.

Pero no replica.

Cuando llegan al poblado, Jesús dice a Judas:

–          Acompáñalo a casa y ocúpate de que se reponga del todo.

Trata de que se recupere.

Después del sábado que empieza hoy, partirá.

Judas obedece.

Mientras tanto, los del poblado se han unido a muchos de Efraím y hablan con ellos señalando hacia Jesús.

Jesús se queda solo.

Camina lentamente, inclinándose a observar tallitos de trigo que empiezan a tener brotes de espiga.

Unos hombres de Efraím le preguntan:

–             ¡Es muy hermoso este trigo, ¿No?!

Jesús responde:

–              Sí.

Pero no es distinto del de otras regiones.

–             Claro, Maestro.

¡Es trigo también!

Por fuerza tiene que ser igual.

–             ¿Lo creéis así?

Entonces el trigo es mejor que los hombres.

Porque basta con que sea sembrado con el arte conveniente,

para que dé el mismo fruto aquí, en Judea, en Galilea o digamos, en las llanuras de las riberas del Mar Grande.

Los hombres, sin embargo, no dan el mismo fruto.

Y también la tierra es mejor que los hombres, porque cuando se le confía una semilla,

es buena para ésta, sin hacer diferencias si es una semilla de Samaria o de Judea.

–            Eso es así.

¿Pero por qué dices que la tierra y el trigo son mejores que los hombres?

–           ¿Que por qué?…

Hace poco, un hombre ha pedido por piedad un pan a las puertas de un pueblo.

Y creyendo la gente de ese lugar que era judío, ha sido rechazado;

ha sido rechazado con piedras y con el grito de “leproso”

que él ha creído que se lo aplicaban a su delgadez, pero que en realidad lo decían por su procedencia.

Y ese hombre ha estado a punto de morir de hambre en un camino.

Por tanto la gente de ese pueblo, esos de allí que os han mandado a preguntarme…

Y que querrían acercarse a la casa donde estoy para ver al que ha sido curado milagrosamente,

tienen menos bondad que el trigo y la tierra:

A pesar de que Yo, a quien ven desde hace tiempo, haya aplicado en ellos un buen trabajo…

Porque no han sabido dar el mismo fruto que ha dado ese hombre, que no es judío ni samaritano;

que no me había visto ni oído nunca;

pero que ha acogido las palabras de un discípulo mío y ha creído en Mí sin conocerMe.

Y porque tienen menos bondad que la tierra, pues han rechazado al hombre por ser de otra sangre.

Ahora quisieran venir para satisfacer su hambre de curiosidad;

ellos, que no supieron satisfacer el hambre de un hombre desfallecido.

Decid a esa gente que el Maestro no va a satisfacer esa curiosidad inútil.

Y aprended todos la gran Ley del Amor, sin el cual no podréis nunca ser mis seguidores.

No es el amor por Mí.

No es sólo eso lo que salvará vuestras almas, sino el amor a mí Doctrina.

Y mí doctrina enseña el amor fraterno sin distinciones de raza ni de patrimonio.

Márchense pues, esos duros de corazón que han apenado mi Corazón.

Y arrepiéntanse si quieren que los ame.

Recordad esto todos:

Porque si es verdad que soy Bueno, también lo es que soy justo;

si no hago distinciones y os amo como a los otros de Galilea y Judea,

eso no debe producir en vosotros el estúpido orgullo de pensar que sois los preferidos,

ni debe daros licencia para hacer el mal sin temer mi censura.

Yo alabo o censuro, como lo requiere la justicia, a mis parientes y a los apóstoles…

Al igual que a cualquier otro ser humano.

Y en mí reproche hay amor;

porque lo hago porque quiero la justicia en los corazones;

para poder un día, conceder el premio a quien la haya practicado.

Marchaos y referid esto.

Y que la lección produzca fruto en todos.

Jesús se arrolla en el manto y se echa a andar raudo hacia Efraím…

Dejando plantados a sus interlocutores.

Que se marchan más mohínos…

A transmitir las palabras del Maestro a la gente del poblado que no tuvo piedad.

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