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IMITAR A JESÚS ES EL EJEMPLO QUE SALVA 

566 En Efraím el día de la llegada de la Madre de Jesús con Lázaro y las discípulas.

El crepúsculo baña con sus colores todo el valle de Efraín.

Los dos caminantes han llegado a su destino.

Tanto el discípulo como el Maestro, siguen sus reflexiones en silencio.

Entran en la casa.

En la cocina está Samuel, partiendo leña para ahorrarle a la anciana el esfuerzo de encender el fuego.

Jesús le dice a la mujer:

–             ¿Duermen los peregrinos?

María de Jacob responde:

–              Creo que sí.

No oigo ningún ruido.

Ahora voy a llevar esta agua a las caballerizas.

Están en la leñera.

Cargándose con dos artesas colmadas de agua,

Juan dice:

–          Lo hago yo, madre.

Mejor, ve tú donde Raquel.

Me ha prometido queso fresco.

Dile que se lo pagaré el sábado.

Juan se marcha con su carga lleno de amor…

Se quedan solos Jesús y Samuel.

Jesús se acerca a él…

El cual, agachado hacia el fuego, está soplando para que se encienda la llama.

Le pone una mano en los hombros y dice:

–             Judas nos ha interrumpido allí arriba…

Quiero decirte que te voy a mandar con mis apóstoles para el día después del Sábado.

Quizás lo prefieras así…

Samuel responde:

–             Gracias, Maestro.

Siento perder tu compañía.

Pero en tus apóstoles te veré también.

Y prefiero, ¡Sí! estar lejos de Judas.

No me atrevía a pedírtelo…

–              De acuerdo.

Queda decidido.

Ten piedad de él.

Como la tengo Yo.

Y no digas nada a Pedro ni a nadie…

–             Sé guardar silencio, Maestro.

Y sobre todo, también sé guardar secretos.

–            Después vendrán los discípulos.

Allí estarán Hermas y Esteban, también Isaac:

Dos sabios y un justo.

Y muchos otros…

Te encontrarás bien, entre hermanos verdaderos.

–             Sí, Maestro.

Tú comprendes y auxilias.

Eres verdaderamente el Maestro bueno – y se inclina para besar la mano de Jesús.

Pasan las horas, ha concluído la vigilia del Viernes.

En la casa de María de Jacob ya están levantados, aunque apenas raya el alba.

Los apóstoles, quienes normalmente están en misión, han llegado…

Llenando con su alegría el hogar de la viuda…

En la casa hay un intenso movimiento de preparación de fuegos y agua caliente.

Casi todos los apóstoles están activos y felices, como preparando una gran fiesta…

A María la ayudan a cribar harina y a amasarla para hacer pan.

La ancianita está inquieta como una niña, mientras diligentemente trabaja;

preguntando a éste o a aquél:

–              ¿Es hoy, no?

¿Los otros lugares están preparados?

¿Estáis seguros de que no son más de siete?

Miestras desolla un cordero, preparándolo para ser guisado…

Pedro le responde por todos:

–           Debían estar aquí antes del sábado…

Quizás las mujeres no estaban preparadas todavía y por eso se han retrasado.

Pero hoy seguro que llegan.

¡Ah, esto me pone contento!

¿El Maestro ha salido?

A lo mejor ha ido a su encuentro…

Saliendo con un  recipiente colmado de agua hirviendo…

Bartolomé responde:

–               Sí.

Ha salido con Juan y Samuel en dirección al camino de la Samaria central.

Andrés agrega:

–              Entonces podemos estar seguros de que llegan.

Él sabe siempre todas las cosas.

En un rincón donde se ha sentado y desde donde expone la ira de su amargura ociosa…

Judas suelta su risa irónica, desagradable y lúgubre…

Pedro lo mira y pregunta:

–             Yo quisiera saber por qué te ríes así.

¿Qué tiene de gracioso el que hable mi hermano?

Judas responde:

–            No me río por tu hermano.

Todos estáis contentos.

Yo también puedo estarlo y reírme incluso sin motivo.

Pedro lo mira con una expresión muy elocuente, pero vuelve al trabajo que estaba haciendo.

Entonces ingresa goteando rocío como si viniera de los bosques…

Llevando un haz de ramas florecidas:

Un milagro de candor aljofarado de rocío, que parece transmitir claridad y belleza a la cocina.

Es Tadeo invitando:

–            ¡Mirad!

He conseguido encontrar una rama de árbol en flor.

No es almendro, como quería;

pero Ella, ahora que ha terminado de florecer el almendro, tiene otras ramas…

Así que aceptará esta mía.

Santiago de Alfeo exclama:

–                ¡Qué bonitas!

¿Dónde las has encontrado?

–                En el huerto de Noemí.

Sabía que era tardío por la orientación hacia tramontana, que lo tiene retrasado.

Y he subido allí.

Andrés dice:

–            ¡Por eso pareces tú también un árbol del bosque!

Las gotas de rocío te brillan en el pelo y te han mojado la túnica.

–            El sendero estaba húmedo como si hubiera llovido.

Ya se dan los rocíos abundantes de los meses más bonitos.

Judas Tadeo se marcha con sus flores…

Al cabo de un rato, llama a su hermano para que le ayude a colocarlas.

Comprendiendo lo que sucede y la ayuda que puede proporcionar…

Tomás dice:

–               Voy yo…

Que entiendo de eso, mujer.

¿No tienes alguna ánfora de cuello alto, si es posible de tierra roja?

María de Jacob responde:

–              Tengo lo que buscas y también otros recipientes…

Son los que usaba en los días de fiesta…

Para las bodas de mis hijos o en otras ocasiones importantes.

Si esperas un momento a que meta estas tortas en el horno…

Voy a abrirte el baúl donde están guardadas las cosas buenas.

¡Son muy pocas ya, después de tantas desventuras!

Pero he conservado algunas para…

Recordar…

Y sufrir…

Ya que aunque sean recuerdos de alegría, ahora hacen llorar…

Porque recuerdan lo que ha terminado.

Con el mismo tono irónico y lúgubre que últimamente utiliza,

Judas de Keriot dice:

–              Entonces hubiera sido mejor que no te las hubiera pedido nadie…

¡Total…!

No quisiera que nos sucediera como en Nobe:

Hicimos tantos preparativos para nada…

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